CUBA: UNA SEGUNDA REVOLUCION, por Leyla Barteet

Perú. 20.01.91. Cuando llegué a Cuba, a mediados de
septiembre, acababa de instaurarse el "período especial en
tiempos de paz", expresión que designa una situación
extraordinaria.

Y en efecto, una serie de infelices coincidencias han llevado
a la mayor de las Antillas a tomar medidas de excepcional
austeridad. La disminución de los ingresos petroleros
-consecuencia de la guerra del Golfo y de los incumplimientos
soviéticos en las entregas acordadas- ha generado una crisis
energética global con sus temibles consecuencias: fábricas con
ritmos de producción reducidos, algunas de ellas cerradas,
disminución de la gasolina para vehículos públicos y privados,
serios problemas de transporte colectivo en un país donde -y
esto no es secreto para nadie- subir a una "guagua" a ciertas
horas del día puede parecer una proeza digna de Hércules.

A esta situación se agregan otros problemas: la corrupción,
revelada el año pasado con el llamado "caso Ochoa", el
"sociolismo"(así se designa al "amiguismo") y cierta
disfunción en el aparato productivo en su conjunto.

Vale la pena reflexionar, sin embargo, sobre los
condicionamientos y exigencias que el mundo desarrollado tiene
ante Cuba, exigencias que muchas veces -y con absoluta miopía
frente a nuestra realidad inmediata- hacemos nuestras.

La dependencia informativa nos ha llevado a olvidar que buena
parte de aquello que diferencia a la isla de nuestro
continente habla en favor de la revolución cubana.

La peculiaridad de sus problemas presentes y su manera de
afrontarlos en un contexto internacional definitivamente
adverso, demuestra que ese proceso es una búsqueda permanente
y creativa, y que no hay soluciones mágicas al subdesarrollo.

Treinta y un años después del inicio de la primera revolución
socialista de América, Cuba alcanza una madurez crítica y una
capacidad de autocuestionamiento que la sitúan a años luz del
resto de la región.

Pero ahora la utopía y la mítica (para bien y para mal)
disponen de poco espacio. Resultaría agotador enumerar las
diversas formas de manipulación informativa que tienen a Cuba
como centro, pero puede citarse un ejemplo de actualidad.
Durante años se le negó su originalidad; se dijo que Cuba era
un enclave soviético en la región, una suerte de brazo armado
de la URSS, ignorando las diferencias que ya entonces existían
entre la isla y los países del Este, aunque sólo fuera la
revolución al socialismo en el primer caso y la imposición
pos-Yalta el en otro.

Hoy la crítica prosigue, pero en sentido inverso. Se le exige
que siga el camino de la Unión Soviética y de los demás
miembros del Consejo de Asistencia Económica Mutua (CAME), es
decir, de los países de Europa del Este. Occidente exige
perestroika y democracia, pero tal como ellos la entienden.
Como si la realidad del continente no fuera suficiente para,
cuando menos, dudar de las virtudes de tal paradigma.

Así, poco o nada dicen los medios de comunicación sobre el
llamado" proceso de rectificaciones" iniciado hace unos cuatro
años en la isla. Este es lo más parecido a la democracia
ateniense que puede darse en nuestros días, abriendo
compuertas y derribando barreras, fragilizando a veces
peligrosamente las instituciones del país de un ejercicio de
cuestionamiento popular difícil de alcanzar en otras
latitudes.

Otra de las exigencias frente a Cuba se refiere a la
realización de elecciones (como complemento de la
democratización).

Se ignora deliberadamente que existe una instancia de gobierno
-el Poder Popular- que es elegido libremente por la población.
Hace poco una investigadora norteamericana de la Universidad
de Miami publicó un libro sobre el país antillano. En él se
sostiene, con razón, que si hoy se organizaran comicios
presidenciales en sufragio directo y secreto en Cuba, Fidel
Castro ganaría con una abrumadora mayoría a nivel nacional.

El IV Congreso y la diferencia

El 24 de febrero la prensa cubana publicó un llamamiento al IV
Congreso del Partido, a realizarse en la primera mitad del
próximo año. Se trata de un texto que reclama el desarrollo
abierto de la crítica en relación al funcionamiento de la
sociedad cubana.

El documento obtuvo la respuesta esperada. Obreros,
campesinos, intelectuales, estudiantes, trabajadores en
general han iniciado debates de una intensidad inusual
poniendo en el banquillo de los acusados formas y contenidos
de la revolución.

Las observaciones son recogidas y procesadas en computadoras
(aun aquellas que no logran mociones mayoritarias o
consensuales) para su estudio durante el desarrollo del
Congreso.

La favorable acogida a esta iniciativa se explica por un
efectivo malestar social frente a las dificultades materiales
engendradas por la escasez, pero también por errores e
ineficacia en la producción y distribución de los bienes. A
ellos se ha agregado, en el último lustro, la generalización
del "socialismo", el burocratismo e inocultables
manifestaciones de corrupción, que aunque relativamente
marginadas son suficientes para golpear el ánimo de una
revolución que tuvo una indudable dimensión moral.

Los límites del llamamiento son claros: se trata de
"profundizar el proceso de rectificaciones y de emprender un
sostenido perfeccionamiento del socialismo". Así, el sistema
no está en tela de juicio.

A diferencia de lo que ocurre en Europa del Este, aquí no se
trata de retornar a la economía de mercado. Como declaró en
una entrevista reciente el Ministro de Cultura, Armando Hart,
para Cuba -situada a unos pocos kilómetros de Estados Unidos-
el capitalismo equivale a la "puertorricanización", y esto
resulta claro para la mayoría de los cubanos. Aunque, dentro
de los límites del socialismo, hay más de un modelo en debate.

¿Viva la diferencia?

Los conceptos de democracia y desarrollo se miden en Cuba con
otros parámetros que en el resto del continente.
Paradójicamente, es la población de la capital la que mayores
dificultades cotidianas enfrenta, tanto en lo referido al
abastecimiento como a la vivienda y el transporte.

A diferencia de lo que ocurre en otros países de América
Latina, aquí se ha logrado un relativo equilibrio en el
desarrollo del país.

Así, La Habana (que concentra unos dos millones de habitantes
sobre un total de más de diez a nivel nacional) no presenta la
fachada de prosperidad de ciudades como Caracas, México o
Buenos Aires.

Sin embargo, en la Sierra Maestra, en el Pico Turquino o en el
último pueblo de Pinar del Río, hay una buena escuela, un
hospital o un centro de salud correcto y con mejor servicio
que en la capital y un transporte, deficiente quizá, pero
bastante menos saturado que el habanero. Porque la densidad de
población es menor y porque la distribución es menos
complicada allí, los suministros alimenticios llegan más
regularmente, no hay colas en los restaurantes y, a partir de
la creación de las instancias del Poder Popular, el habitante
tiene al menos la esperanza de hacer oír sus quejas al
gobierno central.

Estas diferencias entre la ciudad y el campo, entre la calidad
de vida habanera y rural explican las divergentes
apreciaciones que en el marco del llamamiento al IV Congreso
han hecho unos y otros.

Un poco de historia

Para un pequeño país dependiente y monoproductor de azúcar,
situado a menos de 90 millas de Estados Unidos, resultaba
imposible construir un modelo de desarrollo autónomo sin
romper totalmente con el poder hegemónico en la región.

La presión y el bloqueo norteamericano jugaron un papel
importante en la unificación de las organizaciones de la
Izquierda para formar, en 1964, el Partido Comunista Cubano.
Tras intensos debates sobre el modelo económico y sobre el
tipo de socialismo a seguir, Cuba abandona en 1972 su intento
inicial de encontrar un sistema original que convierta sus
lineamientos en paradigma para América Latina. Debe entonces
vincularse al"socialismo real" e ingresar al CAME.

En esta etapa hay, además, un correlato de triste memoria en
el área de la cultura (iniciado a fines de 1970). Es cierto
que entonces no había muchas alternativas para la pequeña isla
caribeña. Ya su decisión de construir el socialismo en las
barbas de los Estados Unidos había quebrado las leyes
geopolíticas de la región. Pero su apoyo en uno de los bloques
del entonces mundo bipolar generó, según los dirigentes de
hoy, una serie de errores.

Se dejó atrás la llamada "etapa idealista" de la revolución,
pero se abandonó también la búsqueda, la investigación de
nuevos caminos; se adoptó por la copia y la aceptación
acrítica.

Esto se reflejó en la ineficiencia., el seguidismo, la
dilapidación de recursos, cierto gigantismo típico del modelo
soviético y la ausencia de soluciones apropiadas y originales
para los problemas que se presentaron.

Cuando comienza la perestroika y los procesos de cambios en
Europa Oriental, Cuba prevé las dificultades que podrán
derivarse de ellos, habida cuenta que un 70% de su comercio
internacional se efectúa con la URSS y casi un 85% con los
países del CAME.

Se inicia entonces la búsqueda de nuevos caminos. Hoy las
modificaciones planetarias obligan al país a ceñirse a las
reglas impuestas por las grandes potencias, a ser víctimas del
continuo deterioro de los términos de intercambio; deberá,
pues, sufrir los altibajos de los precios del azúcar, el café,
el tabaco -sus principales materias primas de exportación- y
pagar con divisas fuertes el petróleo, los insumos
industriales y los bienes de consumo que importa.

Celebrando los treinta años de revolución cubana el 1o de
enero de l989, el gobierno cubano optó por el "mal necesario"
del turismo, llamando a la inversión extranjera para elevar el
número de habitaciones disponibles en los hoteles del 19 mil a
30 mil y duplicar el número de turistas que visitan el país
(fueron 250 mil entre 1988 y 1989).

El año pasado este rubro permitió captar más de dos millones
de divisas. Con el sistema de joint-ventures, Cuba ha iniciado
la construcción acelerada de instalaciones turísticas y
hoteles destinados a competir con aquellos de las vecinas
islas.

España es la principal contraparte en este ambicioso y
riesgoso proyecto. En realidad, resulta doblemente riesgoso.
En primer lugar porque la tradición hotelera que alguna vez
tuvo Cuba, cuando era el principal centro de diversión de los
Estados Unidos, se perdió tras la revolución.

La calidad de los servicios hoteleros bajó y el burocratismo
del sistema, la lentitud y la ineficacia antes mencionadas, se
reflejaron también aquí. A pesar de los esfuerzos, la inercia
persiste.

El segundo problema se deriva del hecho que el turismo es una
arma de doble filo cuando se quiere "mantener los elementos de
una cultura revolucionaria."

El florecimiento de tiendas INTUR, donde los bienes de la
sociedad de consumo pueden adquirirse con dólares, la
distinción permanente en los restaurantes, bares, centros de
espectáculos y cabarets entre el consumidor-dólar y aquel que
sólo tiene pesos, y sobre todo el efecto de demostración, han
generado tráfico de divisas, prostitución en dólares,
proxenetismo, hurto y corrupción.

Uno de los argumentos que dio pie a la revolución fue de orden
moral. Se trataba de convertir a la isla en un lugar libre que
dejara de ser el "burdel" de los Estados Unidos. Para quienes
vivieron esa "etapa heroica" del proceso y creyeron en esa
necesidad, lo que hoy ven supone una contradicción flagrante
que invalida en parte sus treinta años de sacrificios.

Los problemas generacionales.

A fines e 1988, un 55% de la población cubana tenía menos de
treinta años. Se trata de jóvenes que nacieron con el proceso
y son beneficiarios de una política educativa abierta donde
todos pueden acceder a escuelas y universidades.

Así, un 86% de los adolescentes de entre doce y diecisiete
años recibió educación secundaria en 1986, mientras un 22% de
más de diecisiete asistía a las aulas universitarias. En 1985,
el 42% de los técnicos y profesionales del país tenía entre
quince y veintinueve años.

Pero, al mismo tiempo, la dinámica de la economía cubana es
inferior a la de la educación, por lo cual la absorción de
estos graduados es insuficiente.

Unos 20 mil egresados de formación técnica esperan hoy su
integración al mundo laboral. A estos jóvenes cubanos no les
tocó vivir la "etapa heroica", aquellos años en los que se
trataba de cambiar no sólo las bases de la economía cubana,
sino también su cultura, su ética y su moral materializadas en
la idea guevarista del "hombre nuevo".

Las deficiencias de un sistema educativo -que también fue
víctima del calco mecánico del Este, de la insuficiente
formación de maestros improvisados y de una suerte de
burocratismo, sustento de malsanas complicidades dentro de las
escuelas- han dejado ver serias carencias en lo que a
responsabilidad cívica, formación ética y conciencia
histórico-política se refiere.

Sería excesivo y falso sostener que todos los jóvenes cubanos
están en desacuerdo con el gobierno. De hecho, me referí más
arriba a las claras distinciones existentes entre las críticas
de habaneros y provincianos, entre élite universitaria y
jóvenes trabajadores. Y estas diferencias atraviesan de un
extremo a otro a la sociedad cubana.

Pero es, sin duda, entre aquellos que nacieron con la
revolución o durante su primer decenio que se encuentra la
mayor exigencia frente al proceso, la más intensa voluntad
crítica, las frustraciones más punzantes, y, en el extremo,
una suerte de nihilismo desesperado.

Me conmovió, por ejemplo, el cinismo de algunos estudiantes
universitarios que dicen no esperar nada de su país. "La vida
es una y hay que gozarla al máximo, no importa cómo", me dijo
una linda trigueña que no ocultó sus visitas a Varadero,
centro turístico por excelencia, para ver que podía "sacarle"
a los extranjeros.

¿Y los estudios?

Pareciera que éstos son sólo un pretexto para seguir viviendo,
de manera aparentemente integrada, en un medio donde la
presión social es muy fuerte frente a la marginalidad.

Para esta muchacha de veinte años, hija de padres divorciados
(las cifras de divorcio son extremadamente altas en Cuba y la
masiva incorporación de la mujer al trabajo ha creado
problemas de tipo familiar), el método para alcanzar una mejor
calidad de vida no pasa por el esfuerzo personal y menos aún
por el trabajo colectivo. No le interesa llegar a ser una
buena profesional que gane bien."¿Para qué? No tendría nada
interesante que comprarme con el sueldo, y adquirir una mala
lavadora soviética supone años de espera y proezas como
trabajadora ejemplar. Tendría que demostrar que tengo familia
y que la necesito más que otros. No vale la pena el esfuerzo
si la puedo conseguir mejor y por un camino más fácil",
concluyó.

Una inteligente estudiante de periodismo y un fotógrafo
egresado del Instituto Superior de Arte (ISA) se quejaron, en
cambio, de las insuficiencias educativas. "Los programas son
malos, llenos de zonas vedadas. ¿Por qué no leemos a Gramsci?
¿Por qué no llevamos, como ocurrió hasta 1972, cursos
completos de filosofía en lugar de sólo Pensamiento
Marxista-Leninista?", se pregunta Alaida, mientras Ramón se
queja de la ausencia de autores como Lezama Lima en los
programas universitarios de literatura cubana. Es cierto: son
preocupaciones de minorías.

El cinismo ventajista y las preocupaciones intelectuales no
son los rasgos de la masa de la juventud cubana. Estos se
quejan de problemas mucho más superficiales como la
insuficiencia de lugares de reunión, para bailar o escuchar
música.

No es casual que la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC),
dirigida por el activo Alberto Robaina, haya modificado
radicalmente su look en los últimos meses, dándole al aspecto
comunicacional un peso que nunca tuvo.

En todo caso, allí están los reclamos de los hijos de la
revolución, reclamos cargados de lo que la generación
precedente critica como una forma de egocentrismo. "Que no nos
digan más que en Cuba no hay analfabetismo y tenemos salud y
educación gratuitas mientras en América Latina la gente se
muere de hambre", dicen. "Esto es cierto, pero las ventajas de
la revolución ya se incorporaron al sistema, son logros
hechos. Y hace veinte años que nos repiten la misma cháchara.


!Bravo los logros de la revolución!

¿Pero ahora, qué? ¿Qué más puede darnos? Estamos hartos del
tegue".(Se llama así en Cuba a los discursos revolucionarios,
con fórmulas manoseadas). A ellos les responden sus mayores:
somos un pequeño país subdesarrollado, a noventa millas de los
Estados Unidos. Piensen en lo que ustedes pueden darle a Cuba
en lugar de exigirle al país más ventajas. Es importante
seguir existiendo como promesa y como realidad.

¿Cómo salir adelante?

La situación actual es extremadamente difícil. Muchos
alimentos que se vendían ya libremente han vuelto a la libreta
de racionamiento; el suministro de gasolina para autos
privados y públicos ha disminuido entre 30 y 50%; muchas
fábricas cierran o trabajan a ritmo reducido.

Sin embargo, el gobierno asegura que no habrá despidos: los
trabajadores continuarán percibiendo sus salarios y serán, en
algunos casos, desviados hacia otras áreas de producción.

En los días que duró mi estancia, se anunció además una fuerte
disminución de papel y pulpa. Diarios, revistas y todo tipo de
publicaciones se verán seriamente afectados.

Gramma pasará de seis hojas a sólo cuatro, y será el único de
circulación cotidiana; Juventud Rebelde y Trabajadores
aparecerán sábados y domingos alternadamente, mientras los
mensuales y bimestrales especializados desaparecerán.

Ya en agosto se había decidido una reducción del consumo de
energía eléctrica del 10%. La electricidad se va por momentos,
y a todo aquel que no disminuya sus gastos familiares sobre la
base de lo consumido en los últimos seis meses se le
suspenderá el servicio por treinta días.

Ya está en marcha una estrategia para seguir adelante,
sustentada en el mantenimiento de niveles estables y altos en
la producción azucarera, la situación de importaciones a nivel
alimentos, el desarrollo de la biotecnología (donde el país ha
alcanzado logros a nivel mundial) y de la medicina.

Hay quienes piensan que las carencias económicas, las
dificultades materiales, la escasez, harán que, tarde o
temprano, el país reviente. Esta es la carta norteamericana, y
Estados Unidos seguirá presionando con un injusto bloqueo para
favorecer las condiciones del agotamiento interno.

Para evitar el aislamiento, Cuba se vuelve hoy hacia Ampérica
Latina, recoge sus banderas pre-68, pero con la experiencia de
los veinte años transcurridos desde entonces. También están
los optimistas que, como Fernando Martinez, dicen: "Con toda
su gravedad, sería engañoso considerar las dificultades
económicas como una constante que se impone y limita
inexorablemente la política" Para ellos y para todos los
otros, son imprescindibles los resultados del IV Congreso.

No quiero terminar esta crónica sin evocar un problema que
percibo como una amenaza, como una espada de Dámocles sobre la
cabeza del pueblo cubano.

El proceso de crítica activa iniciado con el llamamiento de
febrero ha despertado expectativas inusitadas en la población.
Si la respuesta crítica ha sobrepasado lo que el propio PCC
imaginaba es porque los cubanos tienen confianza en su
dirigencia, esperan que sus críticas no caigan en el vacío,
reciban una respuesta adecuada y se corrijan los errores
señalados.

Si el IV Congreso no logra colmar estas esperanzas -y esto
asume a veces dimensiones de tarea titánica- la frustración
puede desembocar en un agravamiento serio de la tensión
social. Como afirmaba hace poco García Márquez: "Cuba vive hoy
una segunda revolución"... Es preciso no cortarle las alas a
un pueblo que ha aprendido a volar. (C-3)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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