Quito. 05 oct 97. ¿Considera que el general René Yandún se
salió de su papel, que inquietó más a la nación al evocar (no
para apoyar, al parecer) la teoría de una dictadura?

Sí. Creo que no fue el mejor momento para tratar estos temas
públicamente, por las circunstancias que atraviesa el país.
Sin embargo, debo rescatar de todo el contexto de las
declaraciones, que son muy amplias, que el General fue para
hablar con autorización de un tema: el de las frecuencias de
radio.

Lo importante de este problema, creo yo, son las enseñanzas
que nos deja, que deben enmarcarse dentro de esta situación
que estamos enunciando y estudiando con profundidad y con
entusiasmo: las relaciones de los militares con los civiles.

Nuestras democracias están en plena formación. Y la democracia
tiene la ventaja de poder corregir los problemas que se
producen sin fracturar la estructura del país ni del Estado.
De modo que la actitud del general Yandún ha sido tratada
dentro del marco de la ley y esto es saludable para la
democracia y para la nación.

En el marco de relaciones entre civiles y militares, ¿cómo
concibe usted hoy el papel de las Fuerzas Armadas?

Hay que estudiar el tema de la participación de las FF. AA. y
de los militares en la sociedad democrática con tranquilidad,
desapasionadamente, con una aproximación más bien técnica y
desde bases filosóficas y políticas comunes.

Cuando se vive una democracia, la estructura política,
jurídica, las relaciones sociales son de una naturaleza que
debe permitir el relacionamiento. De esa manera la democracia
avanza, mejora las imperfecciones y se profundiza,

En un sistema totalitario las FF. AA. son parte del partido
único que rige la vida de la nación. En un Estado facista, las
FF.AA. son indisolubles con el partido de gobierno igual en un
estado totalitario de corte marxista. En esos casos, todas las
FF.AA. son parte del poder político y tienen una participación
directa para hacer realidad un proyecto propio o ajeno. Muchas
veces los militares sacan con sus manos las castañas del fuego
para intereses ajenos.

Pero en una democracia los militares tienen que ser obedientes
a la política; es la política la que toma las decisiones. Los
militares son instrumento de la política pero tienen también
un marco legal y no pueden salirse -como los que ordenan- de
ese marco.

Añado esto: hay otra regulación moral que es la de la
conciencia del militar. No creo, en este caso, en el tema de
la obediencia porque un militar es una persona que tiene
escala de valores y capacidad de raciocinio. No puede entonces
decir que botó a los enemigos políticos del régimen desde un
avión porque le ordenaron. Creo que el militar tiene el
derecho a no obedecer si las órdenes no se enmarcan dentro de
la Ley y la conciencia.

En democracia la obediencia militar no es al partido que ha
ganado las elecciones, solo al Presidente que es el Comandante
en Jefe de las FF. AA.

Además, y esto falla un poco en nuestro sistema, los controles
no pueden ser solamente del poder Ejecutivo. Las FF.AA. deben
contar con un control también desde el Congreso Nacional como
sucede en los Estados Unidos. Civiles y militares debemos
entender perfectamente eso para saber el andarivel por el cual
pueden moverse los militares dentro de la concepción
democrática.

Hay gente que le aplaude al general Yandún lo que dijo. Pero
no por la salida que evocó. Al margen de ella, ¿considera que
los militares deben hablar de la situación del país? ¿Deben
hablar de la crisis?

Las FF.AA. son, felizmente en este país, escuchadas y gozan de
un un alto grado de credibilidad. Por mi propia experiencia le
puedo decir que nuestra voz tiene alguna repercusión, que
siempre es una voz positiva. Pero nosotros tenemos canales de
expresión.

Por ejemplo, cuando la situación iba a desembocar en la
experiencia que vivimos en febrero, hicimos una exposición
amplia al señor presidente Abdalá Bucaram. Le hicimos ver en
un informe de inteligencia lo que estaba pasando y lo que iba
a pasar. Nosotros tenemos mecanismos para hacer llegar al
poder político nuestras opiniones. No podemos ni debemos salir
a plantear soluciones individualmente.

En Ecuador todo el mundo habla de crisis. ¿Realmente considera
usted que las FF.AA. están al margen de ella?

Las FF.AA. son parte de la sociedad. No podemos extraernos del
problema nacional por mucho que hagamos esfuerzos. No vivimos
en un limbo, no podemos crearnos un microclima. Nosotros somos
un elemento importante de la estructura de la sociedad. De
manera que si entra en crisis la nación, las FF.AA. no pueden
extraerse de ella.

De modo que las FF.AA. tienen que ser vistas por las sociedad
más como propias. Creo que en eso somos distintos de otros
países y la gente sí nos percibe así, especialmente la gente
con la que trabajamos en las áreas urbanas y rurales.

¿Cree que es oportuno que en la próxima Asamblea Nacional se
discuta el tema de las Fuerzas Armadas?

Sí. Es importante que queden clarificadas las normas, las
reglas, las políticas que se esperan de los militares, porque
no hay mejor cosa en un país que el tener las ideas claras. Es
importante que la sociedad civil establezca las normas: ese es
el sentido profundo de la democracia porque los militares no
podemos imponernos en el país ni podemos imponer nuestros
roles a la sociedad. La sociedad tiene que ser capaz de
entender el problema y poner las pautas para el desarrollo.

¿Qué puntos, específicamente, espera usted que se clarifiquen?


Lo que nosotros esperemos o esperaríamos de la Asamblea lo
expresaremos en los canales regulares como lo hicimos ya en la
vez pasada del gobierno del arquitecto Sixto Durán Ballén y en
la época del presidente Abdalá Bucaram. Y hemos expresado
nuestra opinión sobre los grandes temas del país porque somos
parte del país y queremos un Ecuador mejor como lo quieren los
civiles.

De acuerdo sobre las opiniones. Pero usted sí podría avanzar
algunos puntos en cuanto al temario.

Creo que es muy importante que se definan, con meridiana
exactitud, las misiones y las relaciones entre FF.AA. y
Policía. El tema de la Fuerza Pública debe quedar claro para
ambas instituciones y para todos los ecuatorianos.

Asímismo que se determine cuál va a ser el papel de las FF.AA.
en una sociedad tan cambiante. Esto es, que se analicen con
profundidad las misiones que se les van a atribuir a ellas.

Que se especifique mejor esta misión importantísima que es la
del apoyo al desarrollo. Este tiene que mantenerse, reforzar y
dársele roles porque no podemos darnos el lujo, en un país
pobre y pequeño, de tener fuerzas ociosas. Tenemos que aportar
al desarrollo y las FF.AA. tienen recursos humanos, de
conocimiento, tecnológicos que tienen que poner al servicio
del país los 365 días del año.

La diferencia está en la estructura de toma de decisiones y
eso lo discuten los civiles en su relación con los militares.
Mientras la lógica entre los civiles es el debate y la
búsqueda lenta y laboriosa de consensos, en las Fuerzas
Armadas prima la estructura vertical.

Bueno, nos hemos pasado un buen tiempo discutiendo de la
imagen que tiene los militares sobre los civiles y la imagen
que tienen los civiles sobre los militares. En esa discusión
se han podido clarificar muchas de las ideas. Las estructuras
militares no son, por ejemplo, tan rígidas como se ven desde
afuera. Varias decisiones, como la de febrero pasado, las
hemos tomado en un organismo más amplio y luego de una larga
discusión.

Tampoco queremos una sociedad civil militarizada. Hay otra
confusión en el sentido que los militares despreciaríamos a
los civiles porque nos parecería que son desorganizados y
desordenados. No queremos militarizar a la sociedad civil.
Sabemos que somos los mismos pero vestidos distinto. Nosotros
deberíamos ser vistos como otra profesión más, sabiendo que
tenemos nuestras particularidades.

¿Pero hay mayor percepción entre los militares de lo que son
las tareas civiles que al revés?

Este es un punto importantísimo de las discusiones sobre las
relaciones entre civiles y militares. Infelizmente no hay en
la sociedad civil o no existió antes interés en analizar o
estudiar los temas militares.

Aquí el problema vendría más bien de la necesidad que los
civiles comiencen a asumir un rol más protagónico en los temas
de seguridad; lo cual implica una necesidad en capacitación. O
sea, que comiencen los temas militares a hacer parte del
currículum de las carreras en Ciencias Políticas y en
Administración. Eso facilitaría una mejor comprensión y
facilitaría la existencia de líderes civiles en condiciones de
tomar decisiones bien informadas sobre el tema. Pongamos un
ejemplo, el ex presidente estadounidense, George Bush, fue un
experto en políticas de seguridad y analizó esto varios años.

Pero en la institución militar persisten resistencias a los
civiles. En ello insisten las personas que más hablan con
ustedes.

Bueno, debo decirle que hemos sido nosotros los que hemos
llevado la iniciativa para la apertura. Hay una apertura que
es fruto de una política inteligente que los mismos civiles y
militares están diseñando para mejorar las relaciones, para
romper tabúes y barreras y para sentirnos todos parte de un
mismo país.

Eso es una parte. La otra es cuando los civiles se interesen
por estrategias y tácticas. ¿Habrá la misma apertura?

Nosotros hemos participado durante 25 años en el Instituto de
Altos Estudios Nacionales con expertos en todas las áreas del
conocimiento en cursos sobre seguridad y desarrollo con varios
dirigentes políticos, sindicales, empresariales y sociales. Y
en estos cursos también se les ha dado toda las opciones de
apertura para conocernos mejor, para ingresar más hacia
nuestros institutos militares.

Hoy tenemos un convenio con la Universidad Católica que actúa
muy bien representada la señora Bertha García Gallegos. Ahí ha
habido un contacto muy interesante y muy estrecho y como
resultado de esas conversaciones de civiles con militares ha
surgido un libro (ver recuadro ndlr) en el que se ve cuánto
hemos avanzado en el diálogo, cuánto nos entendemos y cómo eso
refuerza las posibilidades de una consolidación democrática.

Usted dice que esa iniciativa salió de los militares.
Entonces, ¿qué ha faltado por parte de la sociedad civil? ¿por
qué hay todavía resistencias?

Hubo en el pasado, durante la Guerra Fría, una formación
ideológica en la cual se simplificaba la situación social y se
dividía en dos bandos. Los aparatos represivos del Estado
burgués, los aparatos administrativos del Estado burgués que
eran el enemigo y para hacer una revolución había que destruir
el aparato de estado y había que destruir a las FF.AA. El
enemigo entonces eran las Fuerzas Armadas.

Eso generó una reacción de las autoridades militares mucho más
inteligente de que lo que podía imaginarse el país. Nuestras
opciones doctrinarias no fueron una reacción violenta ante esa
perspectiva unidimensional de lo militar.

Tuvimos una respuesta fría, fundamentamos nuestros criterios
de seguridad en la doctrina de la Iglesia que en Puebla
expresó la necesidad de una seguridad pluralista, democrática,
orientada hacia el ser humano. Desarrollamos nuestra propia
perspectiva desde la teoría de la dependencia y desde la gran
urdimbre teórica de la paz.

En definitiva, dimos una mejor respuesta. Pero creo que ese
odio a los militares hacía que los jóvenes nos detesten. Y los
que tenían una posición de izquierda sintieron una natural
animadversión contra los militares. Pero en Ecuador tuvimos
una respuesta más bien flexible, no dogmática, y eso también
ayudó para que aquí no haya esos choques terribles que
destruyeron la unidad de otras naciones.

Si pudiéramos hacer por un instante abstracción del tema
territorial y en la perspectiva de que este se solucione de
una manera digna y realista. ¿Cuánto pesa ese tema en la
relación con los civiles y de solucionarse qué cambiaría en
esa relación?

El tema territorial con Perú ha orientado en gran medida los
esfuerzos de seguridad y eso ha marcado, de una manera
radical, nuestra vida durante 50 años, por no decir todos los
anteriores.

Si es que logramos una solución y aquí quisiera enfatizar esto
de realista que debe ser una solución racional; o sea, una
solución que entienda el momento histórico en su complejidad,
que comprenda los escenarios del próximo siglo y sus desafíos
y que entienda también que mantener este diferendo solo va a
causar daños a los dos países.

Eso tiene que ser entendido por el Perú tanto como por el
Ecuador. Y frente a esta perspectiva a futuro, y con esta
visión de lo que nos espera en el próximo siglo, podríamos
entender esfuerzos que impliquen concesiones de ambas partes
para que podamos comenzar, como percibo que los dos pueblos
quieren, una paz creativa, una paz de integración, una paz de
cooperación.

Una paz que haga lo que ha sucedido con Colombia con quien ya
casi somos un solo país sin necesidad de haber escrito más
textos de integración o más tratados. Esa unidad se ha logrado
por la propia dinámica del comercio, las economías, los
movimientos de capitales y de personas. Estamos logrando una
enorme integración que no pudo lograr nuestro padre fundador
Simón Bolívar. Creo que con el Perú pasaría lo mismo, el
momento en que con inteligencia y en función del futuro
fuésemos capaces de la flexibilidad suficiente para llegar a
esa solución.

¿En los contactos entre militares ecuatorianos y peruanos se
habla de estas cosas?

Bueno estas reuniones son muy específicas y con agendas muy
concretas.

Pero hay reuniones informales...

A mí me parece efectivamente que deberían ampliarse los
contactos fuera de agenda para poder conversar sobre temas tan
profundos como estos.

Si hubiese un arreglo con Perú, como todos deseamos, ¿qué
escenarios, mirado desde el campo militar, cambiarían?

Es otro de los grandes temas que debemos comenzar a
desarrollar civiles y militares. De mi propia experiencia y de
mis propias largas lecturas puedo deducir que las Fuerzas
Armadas aunque están signadas por la naturaleza de algún
resultado, no existen en función de una amenaza pública.

En el ejemplo de los Estados Unidos las Fuerzas Armadas en la
Guerra Fría fueron unas. Las Fuerzas Armadas en la post Guerra
Fría son otras. Lo mismo sucedió en Francia. Pero a nadie se
le ocurre que no haya Fuerzas Armadas. Estas son parte
importante de la estructura de este país porque existirán
mientras el hombre sea como es, mientras las agrupaciones sean
como son, mientras el interés sea el elemento central de la
acción política y mientras el progreso sea en la política lo
que la energía es en la física como dice Bertrand Russell,
será necesario un elemento que haga realidad la Ley y que
exprese en la práctica la capacidad del Estado, del monopolio
de la fuerza.

De manera que lo que tendrá es que adecuarse esta institución
a las nuevas circunstancias, a las nuevas amenazas y
previsiones de amenazas que no siempre se pueden vislumbrar
con claridad pero que siempre hacen necesaria la previsión de
tener una fuerza que disuada o bien reprima cualquier tipo de
amenaza que se pueda presentar.

¿Cree que las FF.AA. son los suficientemente permeables como
para constituirse, sin problema, en sujeto periodístico?

En este caso, no será tanto mi criterio sino una percepción de
mis más de 40 años de ser militar sobre una voluntad de
transparencia de las Fuerzas Armadas: aún en el conflicto,
permitimos el ingreso de periodistas a la zona de conflicto,
no pusimos ninguna tipo de restricción a la información. Pero
si hay temas de seguridad en los que no creo que sea necesario
que las Fuerzas Armadas impongan control sino que la propia
prensa tiene esta capacidad de un estado democrático de auto
regulación.

De manera que las Fuerzas Armadas deben transparentarse. No
creo que nuestros presupuestos tengan que ser reservados, que
nuestras compras tengan que ser reservadas, aunque usted sabe
que las compras militares aquí se tramitan a través de una
Junta de Defensa en la que están representados todos los
poderes del Estado: la Contraloría, la Corte Suprema de
Justicia, la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores, la
Iglesia.

¿Está usted de acuerdo con que en el Congreso debata las
compras y los presupuestos militares?

Creo que no hay ningún problema mientras los temas sean
tratados con responsabilidad, mientras no se haga de estos
temas motivo de logros o réditos electorales. Creo que ya
hemos madurado suficientemente los ecuatorianos para poder
tratar de estos temas sin resentirnos, sin afectarnos,
escuchando las opiniones de unos y de otros.

La seguridad no es problema de los militares, es un problema
del país.

Si es transparente la relación con el país, ¿por qué siguen
pensando en hacer de la información un capítulo aparte?

De hecho que el error en el país es hablar de civiles y
militares como si fuésemos dos elementos antagónicos, dos
compartimentos estancos.

Los militares debemos ser vistos por la sociedad igual que el
resto de ecuatorianos. Los temas militares debemos
acostumbrarnos a tratarlos sin tabúes, respetando aquellos
elementos que, por razones de conciencia, se sabe que no se
pueden someter a un debate no serio. Sería terrible que temas
tan importantes como la seguridad no sean puestos al margen de
la politiquería y se transformen en peras de discordia o en
carrera de apetitos.

Permítanos insistir: si la relación que usted preconiza con
los civiles es transparente, ¿por qué los militares hicieron
otro encuentro esta semana sobre su relación con los medios de
comunicación?

Mire, me parece que es otra intención positiva de los
militares el abrirse a la prensa; de mostrarles cómo somos
para que no haya esa imagen de una institución enclaustrada.
Es un intento de la Escuela Politécnica del Ejército de
ponernos en contacto a periodistas y militares.

¿La estrategia militar debería ser motivo de debate en el
Congreso Nacional?

Hay una gran estrategia, que es la estrategia nacional. Se
refiere a cómo desarrollar los medios de poder para alcanzar
un objetivo de la Nación. Un país debe tener una clara visión
de sus objetivos y orientar sus esfuerzos hacia allá. La
estrategia militar es un elemento de estrategia nacional. No
podría haber una estrategia militar opuesta a la estrategia
nacional.

¿Usted cree que existe la misma percepción en la clase
política cuando vemos a diario que se enreda en asuntos
coyunturales y, a veces, deja de lado esa proyección de las
necesidades del futuro?

Creo que esto refleja el grado de madurez democrático, no solo
de la clase política sino de todo el país. Pero, esto no debe
desilusionarnos, ni volvernos pesimistas sino que debemos ir
sobre estos hechos evidentes buscando correctivos. Yo les
quiero decir una cosa: hay que insistir que la democracia es
el único sistema de corregirse a sí mismo.

¿Las Fuerzas Armadas están en condiciones de asegurar que las
nuevas camadas de militares garantizan la continuidad
conceptual que la generación suya representa?

Le puedo afirmar sin alterar ni lejanamente la realidad, que
nosotros seremos reemplazados con excelencia por las nuevas
generaciones, porque ha sido nuestro interés y preocupación
invertir en la educación. Cuando voy a las academias de guerra
y veo a los tenientes, coroneles y mayores salgo absolutamente
optimista del futuro de las Fuerzas Armadas. Tengo la certeza
que son y serán mejores.

Reseña

El libro, que circulará en el país, reúne varias propuestas
para que la democracia se consolide

El diálogo civil-militar empieza a enriquecerse

Los militares viven una nueva era. En Ecuador no hizo falta
que se derrumbara el muro de Berlín ni que la Guerra Fría se
descongelara. Tampoco que la influencia de doctrinas
sustentadas en otras urgencias les obligara a su adaptación.

Después de las innumerables experiencias al frente del poder
-unas veces por propia voluntad y otras por el llamado de los
políticos-, ahora los mandos castrenses apuntan sus fusiles al
fortalecimiento de la democracia: "aunque imperfecta, el mejor
sistema de organización política que ha conocido el hombre",
como comenta el general Paco Moncayo.

El retorno a la democracia les quitó a los militares las
responsabilidades que debieron asumir todo el tiempo los
civiles. Ellos, entonces, aprovecharon el tiempo: alejados de
la incertidumbre y panacea políticas se dedicaron a la
profesionalización técnica y académica de cuadros y mandos que
se entregaron a una especialización en la defensa del país,
bajo un concepto: la seguridad está implícitamente ligada al
desarrollo.

Mientras los miembros de tropa y de la oficialidad cursaban
sus estudios en las academias de guerra, en las universidades
y en centros de investigación, los políticos ahondaban sus
polémicas y riñas en el escenario del Congreso, las elecciones
y la gestión pública.

Esto explica, de algún modo, el divorcio que entre militares y
sociedad civil se intenta analizar y superar. No quedan fuera
los prejuicios y los tabúes.

De lado y lado hay recelos, mucho menos ahora que al principio
de la década de los ochentas.

Y a ello ha contribuido de buena manera el diálogo impulsado,
primero a nivel informal y luego en el marco de conversaciones
con agenda y tareas concretas, por el Programa de Estudios
Interamericanos de la Universidad Católica de Quito y la
American University de Washington.

En ese diálogo participaron desde enero de 1996
investigadores, académicos, políticos, líderes civiles y
miembros de las Fuerzas Armadas.

Los propósitos fueron específicos y facilitaron el trabajo:
crear un equipo de líderes informados en este campo; hacer
efectiva una buena voluntad de las Fuerzas Armadas para
fomentar estos tipos de intercambio; e identificar áreas de
discusión que lleven a crear las bases para una mejor
integración entre las esferas civiles y militares.

Para esto se realizaron varios eventos. Dos de ellos con una
convocatoria y resultados amplios: un seminario general en
septiembre de 1996 y una mesa redonda en enero de 1997.

En el primero se abordaron los temas Imagen pública sobre las
Fuerzas Armadas en América Latina y Ecuador; Fuerzas Armadas y
Economía; Marcos jurídico-políticos y relaciones
cívico-militares; y, Roles militares, tradicionales y nuevos.

El último evento ocurrió en enero de este año con la
participación de varias personalidades, entre ellas, Robert L.
Schweitzer, director del Consejo de Estrategia Global de los
Estados Unidos y ex comandante de ultramar de las Fuerzas de
Guerra y Paz de ese país.

De todas estas actividades se elaboró el libro "Diálogo
Civil-Militar" que el programa de Estudios Interamericanos de
la Universidad Católica lanzará en los próximos días.

La obra recoge las principales ponencias del seminario y la
mesa redonda. Además, incluye como anexos los resúmenes de las
cinco reuniones y la intervención de Louis Goodman, director
de Democracy Project y decano de la Escuela de Ciencias
Internacionales de la American University.

Por su contenido, el libro posee un conjunto de ideas y de
propuestas que vale la pena revisar. Como en varias páginas se
destaca, constituye un texto de lectura obligada para los
responsables del manejo político y administrativo del país,
para quienes aspiran a dirigir la nación y para todos los que
se involucran en el desarrollo socio-económico.

De entrada, Schweitzer pone en debate una tesis: ya no existe
duda alguna sobre el valor de una democracia liderada por
civiles. "Se trata de un juicio de la historia mundial y la
opinión pública del mundo".

Uno de los temas que recorre el texto es la poca participación
y preparación del sector civil en los asuntos de seguridad y
estrategia militar. Virgilio Beltrán, ex viceministro de
Defensa de Argentina, es directo al respecto: la agenda de
seguridad es un problema político al cual los militares le
tienen que poner música. Sin embargo, acota, "a los militares
se los conduce, se les dice cuáles son los intereses de la
nación para que ellos le den cuerpo militar", pero para que
todo eso suceda en la clase política debe existir la
suficiente preparación y conocimiento de modo que las órdenes
impartidas engloblen la estrategia nacional sin que el efecto
se sienta como un asunto de orden castrense.

Sobre el tema, Schweitzer pone un ejemplo para explicar los
efectos negativos de un escaso aporte civil en momentos que la
propuesta militar no resolvía un problema grave: "El
presidente John F. Kennedy, durante los hechos de Bahía de
Cochinos en la crisis cubana, y el presidente Johnson durante
la guerra de Vietnam, se sintieron defraudados frente a la
falta de pensamiento creativo que percibieron del lado militar
y se descorazonaron ante el consejo que cada uno de ellos
recibió".

Para el caso ecuatoriano, el ex presidente Osvaldo Hurtado
cuestiona la poca atención que existe para el tratamiento de
los asuntos militares. El considera que el espacio para
discutirlos es el Consejo de Seguridad Nacional, pero reconoce
que "dicho organismo se reúne muy ocasionalmente, casi de
manera exclusiva cuando entra en crisis el problema
territorial".

A la vez propone un debate: las empresas militares. "Como toda
actividad económica en la que se comprometen recursos
públicos, están sujetas a riesgos de pérdidas que pueden tener
efectos en el gasto fiscal; a colisiones con las políticas
gubernamentales...; a buscar un trato excepcional con relación
a las políticas generales, por ejemplo, a la reducción del
tamaño del Estado".

A todo esto se suma un comentario de interés que pone en el
tapete Bertha García: el papel que deben cumplir las Fuerzas
Armadas en la seguridad interna, pero ante todo en uno de los
males que aqueja ahora al Ecuador como es la inseguridad
ciudadana. Ante ello plantea reconsiderar los mecanismos
legales y constitucionales que vinculan a la Fuerza Pública.

En el texto fluye una preocupación que a la hora de las
definiciones estratégicas del país no asume un trato de mayor
profundidad: la democracia no puede apoyarse en la coyuntura
que los políticos le imponen. Un gran acuerdo nacional
involucra una visión de largo plazo -que la pueden aportar los
militares- con un ingrediente táctico, político y popular que
lo da la lógica de los dirigentes partidistas.

LA BIBLIOGRAFIA BASICA

Fuerzas Armadas y Sociedad * Autor: Paco Moncayo Gallegos.
Corporación Editora Nacional, 1995.

Economía, Militares y lucha política * Autora: Bertha García
Gallegos. Tesis doctoral en sociología. México, Centro de
Estudios sociológicos. El Colegio de México, 1987.

Soberanía, Defensa y Seguridad * Autora: Bertha García
Gallegos. Cedep, Fundación José Peralta. Quito, 1995.

FF.AA. de Ecuador, Paz y Desarrollo * Autor: coronel Alberto
Molina, Aldhu, Quito, 1993.

Seguridad: no hay plata ni política * Artículo publicado por
el diario EL COMERCIO, de Quito, en mayo 5 de1996.

Transparencia en el gasto militar * Un artículo publicado, el
domingo 10 de noviembre de 1996, por el diario EL COMERCIO
acerca de la reunión de todos los ministros de Defensa del
continente en octubre de 1996, en Bariloche, Argentina.

Un debate sobre el miedo * Autor: José Sánchez Parga, en un
artículo publicado en el diario Hoy, de Quito, el 20 de
octubre de 1996. (Texto tomado de El Comercio)
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