Quito. 26 oct 97. Esta Redacción, consciente de que hay
discursos que se han desgastado, les propuso un juego, pero en
serio, a cerca de 40 personajes a través de una pregunta: ¿qué
animal simboliza al país actualmente? Las respuestas se
centraron en tres, que por lo demás son hermosos: el avestruz,
la tortuga y el cangrejo. Usted no fue consultado. No se
preocupe. Ahora nos puede decir qué animal simboliza el país
que quiere.

Esos animales que reflejan el Ecuador que no queremos

Aguila, tigre, oso panda u oso polar... las metáforas sobre
los países son más que simples comparaciones. De algún modo,
permiten que los pueblos se cohesionen en torno a una idea que
les da un sentido de Nación. Agilidad, fortaleza,
inteligencia, astucia, disciplina, majestuosidad, son algunas
de las características que busca el imaginario colectivo al
momento de construir su proyecto de identidad.

¿Ecuador es cóndor? ¿Ecuador quiere ser jaguar, tigre,
guayamayo, tórtola, gaviota? Primero tendrá que dejar de ser
cangrejo, tortuga o avestruz, aquel país que camina para atrás
o va muy lento, o el que simplemente esconde la cabeza cuando
pasa la estampida.

Representantes de diversos sectores aceptaron compartir este
juego de identificación del país que ahora somos y que debemos
cambiar si queremos dejar atrás la realidad del atraso social
y económico.

¿Ecuador es cangrejo? Puede ser. Así opinan varios de los
entrevistados. Los pocos cambios no cuajan, y muchas veces el
país camina para atrás. De hecho, esa imagen va bien cuando se
mira los indicadores que marcan el deterioro de la calidad de
vida o la ausencia de memoria política para no repetir errores
que significan años y décadas de regresión.

Quienes optaron por la imagen de la tortuga para identificar
al Ecuador critican con ello a un país excesivamente
burocrático y que camina muy, muy lento hacia sus metas,
mientras los otros lo hacen rápidamente. Para quienes
escogieron el avestruz, esta no solo simboliza esconder la
cara para no mirar los problemas nacionales, sino ignorar lo
que pasa en el resto del mundo.

Pero hay otros para quienes el país es un híbrido de los tres
símbolos. Eso es lo que piensa Nelson Guim, principal del
Comité Económico de la Cuenca del Pacífico por Ecuador. Por
ejemplo, dice, en el caso del sector energético somos como una
avestruz porque no se están haciendo las cosas para no tener
más cortes en el futuro. En el orden social, en los valores y
en la seguridad, podríamos ser como el cangrejo, siempre para
atrás. Y en obra pública el país sería como una tortuga.

El ex presidente Osvaldo Hurtado coincide: Ecuador es un país
que, como el avestruz, esconde sus problemas y no quiere
resolverlos. Pero, a la vez, marcha para atrás: en 1984, el
Ecuador era un país con una de las más bajas tasas de
inflación en América Latina, hoy es el segundo con la más
alta. En 1984 el ingreso per cápita era de 1.000 dólares y el
de Chile de 1.600 dólares; hoy nuestro ingreso es de 1.600
dólares y el de Chile de 4.500 dólares. Y el tortuguismo se
refleja, por ejemplo, en las trabas al proceso de
modernización de la economía.

El pintor Nicolás Svistoonoff va más allá. Piensa que Ecuador
tiene de los tres ingredientes, pero añade uno más ponzoñoso:
el alacrán. Su elección la explica por el estado actual de la
política.

Otros, como el alcalde de Quito, Jamil Mahuad, prefieren
pensar en el país como en un tigre adormecido. Para Mahuad,
Ecuador es un país ágil, fuerte, ambicioso y trabajador pero
"está como que le dieron un tranquilizante. En lugar de saltar
y caminar ágilmente va como despistado y a veces aletargado.
Es un país que no saca toda su potencialidad todavía. Eso
sucederá en el momento que despierte y reinicie su camino".

¿Es esto posible? Por cierto. Y entonces Ecuador podrá
identificarse con signos positivos. Ese será precisamente
nuestro tema para la próxima semana.

Avestruz

La desidia, la inconciencia y esas miopías...

Su largo cuello le permite ver más allá de su nariz. Sin
embargo, el avestruz prefiere esconder la cabeza en la arena
-así se siente a salvo- y no ver ni afrontar sus problemas.
Ocultarse le convierte en animal ciego y sordo que, a pesar de
su rostro simpático, su plumaje y su porte, resulta demasiado
escurridizo y hasta cobarde. Es una figura con la que
coinciden 12 entrevistados.

La respuesta es común: "los ecuatorianos cerramos los ojos y
hundimos la cabeza en la arena para no enterarnos de los
problemas", como afirman Jorge Dávila Vásquez, escritor y
Estuardo Maldonado, artista plástico.

Con la imagen de avestruz coincide Marina Salvarezza, actriz y
directora de teatro: "muchas veces no hay valor para tener la
cabeza erguida, el coraje de mirar las cosas de frente y las
enterramos en la arena, como buscando un atajo, un camino
fácil".

Alberto Acosta, economista y candidato a la Asamblea, tiene
una imagen del avestruz no solo como la del animal que se
esconde, sino que no sabe hacia dónde ir: "tenemos un país que
mete la cabeza en la tierra para no afrontar las cosas pero
que se está siempre moviéndose para el lado que lo llaman".

Nicolás Espinosa, presidente de la Cámara de Comercio de
Quito, encuentra otro ingrediente en la actitud del país: no
solo esconder la cabeza ante los problemas internos sino
frente a la realidad del mundo. "Por ello estamos quedando a
la zaga de países como Colombia o Perú. Estamos dando la
espalda a la modernización, no solo del Estado sino de la
sociedad en su conjunto. Y, aunque hemos hecho avances, no
explotamos todas nuestras potencialidades, sino que preferimos
distraernos de lo que pasa y encerrarnos en nosotros mismos".

Esconderse es sinónimo de inconsciencia, según el padre
Fernando Vega, de la Curia de Cuenca. Es más fácil no ver los
problemas y es un pretexto para no encontrar, tampoco, las
soluciones.

¿De qué se esconde el país? Según Patricio López,
endocrinólogo, los políticos suelen escudarse en temas como la
falta de gobernabilidad y dejan de ver problemas más
importantes y vitales como los de la educación o la salud.

Diego Carrión, de la Fundación Ciudad, coincide: los líderes
políticos de este país se han escondido en el hoyo y
desconocen lo que pasa en la realidad de la sociedad
ecuatoriana.

Y si bien se reconocen los problemas, solo se toma acción
cuando es demasiado tarde, dice, por su parte, Orlando
Montoya, de la Fundación Ecuatoriana de Acción y Educación
para la Promoción de la Salud.

La respuesta de Alfredo Arízaga, analista económico, tiene
otras aristas: el país podría avanzar rápido y en eso se
parece al avestruz. Podría tener tasas de crecimiento fuertes
que permitan mejorar las condiciones de vida. "Sin embargo,
los grupos sociales (universidades, intelectuales,
empresarios, políticos), estamos con la cabeza bajo tierra sin
tomar una decisión. Los problemas pueden evitarse o
combatirse. Pero cada sector ha escondido la cabeza para no
afrontar la responsabilidad. Todos escondimos la cabeza desde
que empezó la crisis".

También otras sensibilidades confluyen a esta misma percepción
de país. Antonio Rodríguez, el mejor jugador del sudamericano
de voleibol playero, dice que con mucha facilidad se lanza la
piedra y se esconde la mano". Es común que las autoridades se
hagan de la vista gorda ante problemas medulares. Un ejemplo
reciente, el energético. Se dijo que no iba a haber cortes y
sin prevenir a la gente hubo racionamientos". Además,
Rodríguez ve semejanzas con el avestruz en cuanto ésta tiene
una carrera descoordinada que pronto se convierte en un trote
o con repentinos cambios de dirección, "como el país que no
avanza con un rumbo ordenado ni con planificación".

Nelsa Curbelo, coordinadora del Servicio Paz y Justicia, pone
un ejemplo concreto: "viene el fenómeno de El Niño, todos lo
sabemos y no sabemos qué vamos a hacer, en los barrios
populares no nos movemos. Solo actuamos a sacudones, a
empujones pero no con visión de largo alcance ni pensando en
el país; hay actores sociales individuales pero no colectivos.
Por eso da la impresión de que es mejor esconder la cabeza y
dejar que pase lo que pase... ".

Tortuga

La inercia que pesa y bloquea, el conformismo que maniata

Pasos lentos, excesivamente lentos... un sendero difuso,
reacciones tardías, ninguna idea en perspectiva. Estas son las
mejores cualidades de la tortuga y, aunque se trata de un
animal amable, su velocidad exaspera hasta el extremo de la
derrota. ¿Es así el país?

Diez personalidades caracterizaron al Ecuador como "una
tortuga" en aprietos. En los encuestados es notoria su
angustia por la lentitud, por la imagen casi constante de ver
correr el tren de la historia, mientras el país aún viaja en
una locomotora. Por la inercia general frente a cada cambio
que se promueve, por la apatía y la falta de sentido de
orientación.

Galo Yépez, el primer nadador ecuatoriano que cruzó el Canal
de la Mancha, cree que "los trámites burocráticos y el ritmo
al que se moderniza el país son una clara evidencia de que
nuestro sistema avanza a ritmo de tortuga. No es que
retrocedemos, pero es un hecho que estamos 10 ó 15 años atrás
de los países desarrollados".

La lentitud se expresa en todas las áreas. Elsie Monge,
secretaria de la Comisión Ecuménica de los Derechos Humanos,
cree que "la falta de agilidad en la administración de
justicia contribuye a la impunidad y es por esto que el
Ecuador es tortuga, porque no quiere dar los pasos para el
cambio necesario".

Iván Narváez, presidente de la Federación de Trabajadores
Petroleros, cree que la tortuga simboliza un modelo de
desarrollo que no alcanza a despegar y que está lejos de la
contemporaneidad. "Necesitamos un modelo que dinamice el
desarrollo agroindustrial en función del crecimiento. Pero
éste tiene que contemplar la redistribución de la riqueza y el
mejoramiento de la calidad de vida de todos los ecuatorianos".


Para él, también hay tortuguismo en el sistema político, "que
no ha logrado estructurar una propuesta más identificada con
los grandes objetivos del país, sino que se ha quedado en el
inmediatismo, en el sectarismo, perdiendo de vista los grandes
intereses nacionales".

Luis Jácome, editor de Carta Económica de Cordes, ve en la
tortuga un símbolo de la crisis general. "Los sectores
dirigentes en el país: el Gobierno, los empresarios, los
partidos políticos, los sindicatos, buscan el bienestar pero
parten de premisas falsas al momento de establecer sus
posiciones. Esto ocasiona que no renuncien a sus
participaciones y los resultados sean mediocres. Con
resultados así, el avance de la economía es muy lento".

La inestabilidad es parte del síndrome de la tortuga. El
industrial Gustavo Pinto señala que la tortuga significa que
sí sabemos para dónde hay que dirigirse. Este animal conoce el
camino y eventualmente llega, pero muy lentamente, con una
apatía tal como que no tuviera un interés verdadero por
llegar, mientras otros países van como la liebre".

Pinto también señala tres causas: la falta de estabilidad
política, jurídica y económica. "No hablo de seguridad sino de
estabilidad. No hay en el país, no solo en el Gobierno,
políticas y objetivos claros. Se sabe para dónde quiere ir
pero no se sabe bien cómo y qué es primero, no hay
prioridades. Como que todo es urgente, pero al mismo tiempo
todo está atrasado. Nos dedicamos a buscar culpables, a
responsabilizar a otros y cortarles la cabeza, pero no
avanzamos".

La impronta de la tortuga parecería haberse impregnado en
todos los espacios de la vida pública e incluso de la
cotidianidad. "Avanzamos poco, somos más lentos que la
tortuga. Por ello, se necesitan muchos cambios: en los
dirigentes, en la gente, en el manejo de los tiempos...
Conozco incluso deportistas que están imitando los pasos del
país, pero no es su culpa, es la consecuencia del abandono en
que están inmersos todos los sectores de la sociedad", comenta
la joven ajedrecista Martha Fierro.

El escritor Iván Oñate es más duro. "No es gratuito que en el
ámbito internacional nos identifiquen con la tortuga (o
galápago). Soportamos una paciencia mineral sobre las
espaldas; maduramos demasiado tarde. Tanto, que cuando nos
damos cuenta ya estamos muertos".

El desencanto y la discriminación también podrían ser
caracterizados por el tortuguismo. Para el presidente de la
Asociación de Negros del Ecuador (Asone), Víctor León
Rodríguez, "Ecuador se identifica con una tortuga casi en
decadencia. En el país hay una lentitud profunda para resolver
problemas, hay incapacidad, desidia, y de esa manera no
llegamos a ninguna parte".

Pero no todo es tan negativo con respecto a la tortuga. Lola
Villaquirán, del Consejo Nacional de la Mujer, dice que el
país sí es como una tortuga, "porque avanza a pasos lentos
pero firmes".

El artista Alejandro Pinto también encuentra semejanzas
positivas entre el país y este animal que, "a pesar de su
inteligencia, su gran coraza para soportar el frío, el calor y
la lluvia, se mueve pero lento. No perdemos las esperanzas de
querer llegar, tal vez más lento y más tarde, pero llegar
algún día".

Cangrejo

Se avanza pero los retornos son brutales

El cangrejo, para varias de las personalidades consultadas,
bien podría ser el espejo del país. Y es que como van las
cosas, el proceso de desarrollo social y económico está trunco
o en la mayoría de los casos ha retrocedido. El sentimiento es
que hay indefiniciones desde las principales autoridades hacia
abajo- para encarar los problemas urgentes, lo que hace que el
Ecuador haya perdido lo poco que ha avanzado en ciertos
campos.

Para varios de los entrevistados, el estancamiento en la
reactivación del aparato económico del país es uno de los
principales referentes. Pero también encuentran erosión en los
planos político y cultural, la ausencia de participación
democrática y el vacío de autoridad. Así lo plantea el
congresista Luis Macas. Para él, hay una desatención
generalizada a las necesidades populares (como lo demuestra,
por ejemplo, el manejo irresponsable del área energética), lo
que a su criterio está instaurando en el país la cultura de
las medidas de hecho.

Lucas Achig, sociólogo, estima que lo que se ha logrado en los
períodos de progreso social ha quedado en nada. Desde la
perspectiva política e histórica, el ex mandatario Rodrigo
Borja fija tiempos y responsables en esta crisis. Para él, el
Ecuador se ha movido como un cangrejo en los últimos cinco
años. Hay más pobreza que antes. Mayor marginación social. Han
crecido el empleo y el subempleo. Las diferencias sociales son
mayores. Los programas sociales han sido desmantelados, la paz
se ha convertido en violencia. Las cifras macroeconómicas han
retrocedido, de la honestidad hemos pasado al latrocinio...
Para Borja, también hubo un retroceso en el tema territorial.

Cornelio Merchán, director de la Fundación Esquel, cree que el
escenario del cangrejo no es más que el reflejo de un país que
se aferra a sus antiguas instituciones que no funcionan y no
entienden las nuevas realidades que se generan en el
continente y el resto del planeta.

El Estado no se abre a la participación de los grupos sociales
quienes, junto al resto de la sociedad, no buscan la
concertación ni incorporarse, en forma apropiada, dentro del
proceso de globalización mundial.

Tampoco -dice- los grupos sociales aprenden a satisfacer las
necesidades fundamentales para un Estado que requiere cambios:
la modernización y el ataque frontal a la pobreza.

Marco Encalada, director de la Corporación Ecológica Oikos,
pone ejemplos en cuatro campos en los que el país ha sido
víctima del síndrome del cangrejo. En materia política, dice,
hay una baja credibilidad en el sistema democrático. A la vez,
el ingreso promedio de población ha disminuido en relación a
los países con igual desarrollo en la región. En la salud no
se ha podido controlar los índices de enfermedades que casi
estaban erradicadas. Y, por último, la calidad de la educación
ha disminuido con relación al pasado.

Para el escritor Julio Pazos, en este momento, el cangrejo
refleja bien la falta de definiciones en el Ecuador. "El país
se mueve erráticamente, como si quisiera buscar el orificio
del que salió. Está en la búsqueda pero no sabe hacia dónde
ir. Se va para un lado y para otro, como queriendo buscar un
camino que no encuentra".

Para ilustrar este escenario, el andinista Iván Vallejo pone
un ejemplo. Es increíble, señala, cómo el país retrocede.
Katmandú, en Nepal, no tenía electricidad hace cuatro años.
Hoy tiene un eficiente servicio de fluido eléctrico. En el
Ecuador, los cortes continúan".

También él señala retrocesos en áreas importantes como la
seguridad y la salud. "Hoy los asaltos y robos son noticia
diaria, mientras en los hospitales no hay quién atienda a
gente con enormes limitaciones económicas".

El jurista y ex magistrado Alberto Wray, si bien piensa que la
imagen que podría caracterizarnos como país es un monstruo
conformado por el cangrejo, la tortuga y el avestruz, porque
nunca damos la cara al futuro, encuentra en el cangrejo una
buena representación del Ecuador de hoy, porque como sociedad
no seguimos una trayectoria predefinida y caminamos
erráticamente.

Todos los consultados ponen a la clase dirigente,
especialmente la política, como la responsable de este proceso
de deterioro social. "Alguien dijo que Ecuador pensó que ya no
podía ir más atrás que al punto que llegó con Abdalá Bucaram,
pero Fabián Alarcón demostró lo contrario" reflexiona José
Vega, docente de la Universidad de Cuenca.

Fausto Dután, presidente del Cedocut, abunda en el tema: la
situación no mejoró desde el 5 de febrero sino que regresó a
lo mismo, comenta. "En lo económico no hay perspectivas, no
existen posibilidades de crédito , hay estancamiento, un
deterioro de la economía popular; incremento de desempleo,
mientras la inflación subió.

La crisis de energía, en vez de solucionarse, regresó. Y
también regresó la inmoralidad, al igual que los negociados.
Se sigue manteniendo la impunidad. Y la política sigue
inmiscuyéndose en la Justicia".

Varios de los consultados hacen un pequeño voto de confianza
en los cambios a futuro. ¿La nueva Corte Suprema de Justicia?,
se pregunta el ex presidente Osvaldo Hurtado Larrea. Para él,
la Asamblea Nacional podría ser una esperanza, siempre y
cuando se concrete en resultados.

Análisis

Cuando los discursos fallan, tal vez una imagen...

Se puede hablar de políticas de Estado. El presidente Fabián
Alarcón puede rectificar (los hechos dirán si era una
declaración más). Se puede aspirar a que la Asamblea una en
parte al país. Se pueden hacer foros para que los líderes
nacionales se den la mano y traten de llegar a acuerdos...
Todo eso se puede hacer, se debe hacer y, en parte, se está
haciendo.

Lo que persiguen todos esos esfuerzos -hechos sobre todo por
los medios de comunicación- es delinear qué país se quiere. Y,
al hacerlo, concretar metas, buscar acuerdos para lograrlas y
fijar etapas. Algo se ha avanzado y el país sabe sin duda
alguna que debe cambiar. No sabe aún cómo ni gracias a qué
mecanismos. Pero sabe que está en crisis y que nadie puede
imitar la política del avestruz.

Sin embargo, siguen primando miedos y aprehensiones y pocos
son los que conocen exactamente qué ganan si se arriesgan a
apostarle seriamente a un revolcón consensuado.

En general, al país le faltan referentes, pues el reciclaje de
los que conoce lo conduce irremediablemente al mismo bloqueo.
Las dirigencias empiezan a explorar experiencias y a importar
-así sea por horas- algunos de los protagonistas esenciales en
los cambios que han sufrido -para bien- otros países.
Recientemente han pasado por el país el ex presidente
boliviano Sánchez de Lozada, el líder socialista español
Felipe González y, la semana pasada, Alfonso Revollo, artífice
de los cambios estructurales en Bolivia.

Esos signos son esperanzadores y ponen en su justa medida a
algunos de los políticos que, al estilo de Rosalía Arteaga o
Carlos Solórzano, pretenden seguir haciendo política con
"frases-asesinas" que a nadie interesan.

El país busca salidas. Y, en ese sentido, debe indagar por
formas valiosas -cuyas bondades han sido ensayadas en otros
países- y que han contribuido a que sus poblaciones se junten,
se hablen y traten de negociar su presente en función de sus
grandes intereses.

El ejercicio que hoy proponemos en este Diario fue empleado,
por ejemplo, en Africa del Sur. Lo fue tras el fin del
apartheid cuando negros y blancos se percataron de que debían
pensar en común el futuro de su país. Los discursos no
bastaron. Entonces se pensó en imágenes. Estas tienen, entre
tantas cualidades, una primordial: ayudan a ver. Y VER no es
fácil.

Una tortuga es un animal hermoso: pero para los tiempos que
corren, tal vez no conviene tomarla como símbolo de lo que el
país quiere ser. El cangrejo menos. La avestruz ya se sabe.

En esa forma, medio lúdica pero terriblemente desencarnada, el
país podría llegar a visualizar lo que quiere ser. Entonces, y
si esa fuera una convicción compartida y debatida, podría cada
uno, en el sitio en el que se encuentre, evaluar qué tiene que
hacer y qué tiene que olvidar, cambiar, ceder o transar, para
hacer que esa imagen se haga realidad. Lo importante en el
ejercicio es que desdramatiza los bloqueos y los sitúa en un
camino medio jocoso y apto para la imaginación.

El ejercicio que, es a todas luces interactivo, comienza hoy.
La idea central es que los lectores nos hagan saber, llenando
el cupón, cómo proyectan al país que quieren. Pero esta vez no
en palabras sino a través de la imagen de un animal. (Texto
tomado de El Comercio)
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