Quito (Ecuador). 19 may 96. Frente a un ceviche, León Febres
Cordero resolvió que podía ganarle a Rodrigo Borja, luego de
su derrota en la primera vuelta electoral de los electores no
se definen por su ideología o las determinaciones de la cúpula
de los partidos. El voto de los ecuatorianos se resuelve por
factores más personales, donde priman desde los propios
intereses hasta los temores por el candidato.

Y eso, precisamente fue lo que olvidó la campaña de Borja, en
esa, la segunda vuelta más apasionante de la historia
electoral moderna.

Este domingo, los ecuatorianos llegan a la quinta elección
continua. Algo para aplaudir.

Pero, a partir de las cinco de la tarde de este día, todo lo
que ha pasado en la campaña electoral ya será historia .

Los perdedores pasarán por los canales de televisión,
expondrán lo mejor de su nobleza o bajeza y saldrán del mapa
de la historia hasta mediano plazo.

Los dos que siguen adelante no son más que el reflejo de lo
quieren, y son, los habitantes del Ecuador.

El bolero se baila entre dos

¿Por quién votar en la segunda vuelta? es la última pregunta
que se harán los ecuatorianos al finalizar el día, con los
resultados electorales en la mano.

Los líderes políticos de las diferentes tendencias, que se
saben sin posibilidades, se han adelantado a anunciar su apoyo
a tal o cual finalista, dependiendo de sus simpatías.

Pero los votos de los electores no se endosan. Sean quienes
sean los finalistas de la campaña de la primera vuelta, los
criterios y apoyos de los líderes políticos perdedores es lo
que menos importa a los electores. Eso lo ha demostrado la
historia electoral de los últimos 17 años. Las decisiones de
las cúpulas de los partidos no se refleja en los electores ni
en las bases de las tiendas políticas. En la primera vuelta
electoral ya se vota por los partidos. El voto tiene mayor
consistencia ideológica. Eso se refleja en las votaciones para
diputados y gobiernos seccionales.

Para la segunda vuelta el elector tiene "una libertad
ideológica. Su voto depende de otros criterios, como lo
regional, la campaña misma, la personalidad del candidato",
dice el analista político, Simón Pachano.

Pesan también los grados de rechazo de un finalista, que los
de aceptación. Eso es lo que ha ocurrido en las últimas
segundas vueltas electorales, cuando, despejados los abrojos
quedan en la mira nacional dos personajes, uno frente al otro
y juntos ante la historia.

Jaime Roldós - Sixto Durán Ballén (1979), Febres Cordero -
Rodrigo Borja (1984), Rodrigo Borja - Abdalá Bucaram (1988),
Sixto Durán Ballén - Jaime Nebot (1992) son los protagonistas
de estas lides.

En los triunfos de Roldós y Febres Cordero primó el carácter
regional de sus candidaturas: vencieron gracias a las
votaciones alcanzadas en la provincia del Guayas mientras que
en los de Borja y Durán Ballén este mito se rompió, al
recibir, estos dos candidatos identificados con la Sierra
ecuatoriana, un apoyo inusitado en la Costa.

Cada coyuntura electoral rompe, entonces, las consideraciones
regionales por diversos factores. Estos nos remiten a la
personalidad y carisma de los candidatos, a los antecedentes
políticos de los mismos, a los niveles de conflictividad con
el gobierno de turno, a las organizaciones políticas y
clientelares de los partidos, y quizá lo más importante, al
sentimiento de los electores: algo que no se define con
estadísticas ni encuestas.

Las constantes

El enfrentamiento entre dos candidatos de regiones distintas
ha sido una constante.

La otra es que una segunda vuelta implica, para los
finalistas, emprender en una suma de votos y apoyos. Por ello
es que los candidatos con mayores posibilidades se empeñan en
enviar "señales", tanto a las otras fuerzas políticas como a
los electores de la tendencia.

Sin embargo, a la clásica pregunta de ¿por quién votaría usted
en caso de no llegar a la segunda vuelta? se responde por
quién no se votaría.

De todas maneras, las campañas cambian sus estrategias para la
disputa final. Desde ya, por ejemplo, Jaime Nebot anuncia una
debate público "con el que venga".

El mandato no claro

Otorgar al nuevo gobierno un mandato claro fue la intención de
quienes instauraron la segunda vuelta en el sistema electoral
ecuatoriano. Así, el nuevo presidente tendría el respaldo de
la mitad más uno de los electores.

Eso no es tan cierto, dice Pachano, que esto le de mayor
apoyo, y por ende mayor legitimidad al nuevo gobierno, porque
para el voto de la segunda vuelta prima un criterio personal.
Ya no hay el voto partidista.

Esto lleva a que la votación no le asegura una mayoría sólida,
en lo político. Ya se ha elegido al nuevo congreso y para la
nueva administración "la suerte está echada", al menos en lo
que respecta a sus relaciones con el legislativo.

Hasta las elecciones de abril de 1979, los ecuatorianos
eligieron a los diputados en la segunda vuelta electoral y
sucedió lo mismo, con el agravante se da mayor dispersión
política: en la primera vuelta, los partidos han puesto a sus
mejores cuadros en la carrera presidencial, entonces, los
perdedores de esa contienda, pueden presentarse como
candidatos a diputados en la segunda vuelta. Así pasó con
Rodrigo Borja, Raúl Clemente Huerta, etc. Las relaciones con
el nuevo congreso, entonces, se tornan más difíciles, porque
se está enfrentado en el congreso con sus oponentes
electorales, que es lo que sucedió con Roldós.

1979: mi corazón en el pueblo

El último día de marzo de ese histórico 1979 Jaime Roldós es
ya prácticamente presidente. Falta un mes para las elecciones
pero todo el país solo espera el momento de votar por este
joven abogado que, en la primera elección de la nueva era
democrática, dejó en el camino a los patriarcas de la antigua
política. Solo la sombra militar amenazaba su segura unción.

En una casa quiteña coinciden el candidato con varios
intelectuales. Ellos le invitan a un almuerzo para plantearle
la creación de un Ministerio de Cultura. "De pronto, llega un
vehículo. Buscan a Roldós. Se le aproxima un coideario que
trae el rostro alterado. Le da la noticia: Velasco Ibarra ha
muerto", relata Pedro Saad en el libro "Viva la Patria",
publicado en tiempo récord por la editorial "El Conejo", un
mes después de la muerte y trágica de 1981.

La reacción de quienes rodean a Roldós no se hace esperar: la
muerte d Velasco podría alterar las fuerzas políticas al punto
de amenazar la elección de Roldós. Pero el hombre no se
inmuta, y en lugar de analizar las amenazas coyunturales,
dice: "30 de marzo, Es curioso. Como si hubiera una justicia
histórica. Que Velasco tenga que morir un 30 de marzo". Y
explica que la fecha coincide con uno de los innumerables
golpes de Estado del Caudillo.

Contra ese hombre cerebral y con sentido concreto de la
historia se enfrentaba Sixto Durán Ballén, el exitoso alcalde
de Quito gracias al apoyo de la dictadura.

El arquitecto quedaba herido a la primera vuelta. Su disputa
con Raúl Clemente Huerta, y el hecho de haberle ganado el paso
a la final con apenas 17 mil votos decía más sobre las
debilidades de la candidatura de Huerta que sobre las
fortalezas del candidato socialcristiano.

Roldós, a pesar de llegar primero, tampoco lo había hecho con
una gran diferencia (53 mil votos por sobre su inmediato
seguidor) sin embargo de que ese resultado se convertía en la
sorpresa de la elección presidencial. Los técnicos hablarían
ahora de "un empate técnico".

Pero Roldós iba como una flecha y el respaldo del pueblo a sus
21 puntos programáticos parecía irreversible. "Sixto se dio
por muerto", cuenta un dirigente político quiteño, que en ese
entonces dirigía la campaña de Huerta. Y todos, menos la
oligarquía, se sentaron a esperar que Jaime Roldós llegue
solo.

Los conspicuos representantes de quienes Asaad Bucaram
calificaba como personajes "de sobacos perfumados" pidieron
que Sixto renuncie.

El pretexto era que la "diferencia de votos" era tan grande
como para que Sixto tuviese alguna posibilidad. En el fondo,
se buscaba un pretexto legal para frenar el proceso electoral
y detener inevitable triunfo de "La fuerza del cambio".

Durán Ballén no cedió a esas pretenciones, y con ello se ganó
la fama de demócrata.

El gran batazo

Los 553 mil votos de diferencia que Roldós le arrancó a Durán
Ballén fueron la demostración de que el fenómeno populista del
nuevo presidente no era la tal "suerte" de principiante. Por
cada sitio que iba, Roldós arrancaba el fervor de la gente.
Eso se reflejó en las urnas.

La diferencia de 3 a 1 que Roldós sacó a Durán Ballén en la
primera vuelta en el Guayas se mantuvo en la segunda; no así
en Pichincha, donde una victoria apretada de Roldós s
convirtió en un claro 2,5 a 1. En Manabí, en cambio, la
victoria de Durán Ballén se convirtió en una derrota con el
doble de votos.

Azuay también se viró, habiendo dado la victoria inicial al
candidato socialcristiano, terminó votando por Roldós.

En la segunda vuelta, Durán Ballén solo ganó en Loja, con
1.500 votos de diferencia. Una victoria pírrica, porque en la
primera votación había arrasado con Roldós 6 a 1.

1984: "Ya la di por perdida"

Con la intención de captar un mayor porcentaje de afiliados a
su partido, los líderes de la Izquierda Democrática -ID-, tras
la derrota electoral en 1979, emplearon una campaña de
invitación ciudadana desde los inicios de la década del 80.

Fue suficiente que seis automóviles, con parlantes a todo
volumen, entonen hasta la saciedad el característico himno de
su partido; que las cuñas televisivas transmitan a los
ecuatorianos la reacción positiva de varios ciudadanos, de
distintas clases sociales; que se rumore la novedosa compra de
una "computadora", por parte de la Izquierda Democrática para
registrar a sus nuevos partidarios (cuando, en ese entonces,
una computadora era síntoma de "modernidad"); en definitiva,
bastó que los ciudadanos capten el mensaje: "Ven, tu partido
te llama" para que, en un tiempo récord, la gente se congregue
en la central de campaña a ofrecer su incondicional apoyo al
candidato que terciaría en las elecciones de 1984.

Lo que aquellos ciudadanos nunca supieron fue que la comentada
"computadora", que había atraído la curiosidad de próximos
adeptos al partido, era tan vieja y de tan mala calidad, que
nunca cumplió con las expectativas que los chismes habían
expuesto.

De todas maneras, esa fue una campaña excepcional, que superó
ampliamente al éxito alcanzado en esa época por el Partido
Socialista Español (PESOE). Fue una experiencia muy comentada
a nivel internacional, recuerda el director de su campaña en
cuya memoria aún perdura la tarde del 15 de julio de 1983,
como la fecha en que el partido ID lanzó su campaña electoral
en Guayaquil.

El estratega admite que las elecciones de 1984 fueron las más
transparentes, desde el punto de vista ideológico, aunque
también denuncia que en ellas se empleó el mayor número de
artimañas por él conocidos, en sus treinta años de experiencia
electoral.

Pero, ¿Por qué la ID perdió esas elecciones?

Muchos dicen que por haber dedicado su campaña exclusivamente
al electorado de Guayaquil, sin percatarse que el de Pichincha
podía transferir sus votos al candidato socialcristiano León
Febres Cordero.

Esa derrota fue consecuencia de la falta de profesionalismo
que, en esa época, era el denominador común entre los asesores
políticos y publicitarios de los partidos políticos, admite
ahora el ex asesor.

¿El asesoramiento que tuvo la campaña de León fue acaso más
profesional, como para que éste ganara en las elecciones? El
cambio de su imagen lo reflejó así; su asesoramiento fue a
nivel internacional, el colombiano Oscar Lombana lo
encabezaba.

La innovación en la apariencia física de León tendía a la
informalidad; él empezó a usar guayabera blanca y alborotó su
cabello, en lugar de lucir los elegantes ternos y peinada
cabellera, que anteriormente lo habían caracterizado.

Como estrategia electoral de la primera vuelta, el Partido
Social Cristiano se basó en la teoría del péndulo político
para apoyar la candidatura de León Febres Cordero. Por eso
logró que el elector identificara al candidato Rodrigo Borja
con el gobierno saliente de Osvaldo Hurtado: "Cuatro años más
no los aguanta nadie" fue la frase célebre que logró ese
impacto.

Pero la primera gran acción que viraría la tortilla de la
derrota electoral se la habría tomado en una cevichería del
Guayaquil: León Febres Cordero se reunió con algunos de sus
coidearios a estudiar la estrategia para ganar la segunda
vuelta. "En realidad, León ya se dio por derrotado", declara
un dirigente político quiteño. Esta misma fuente asegura que
esa mesa, donde estaban reunidos Joffre Torbay, Sixto Durán
Ballén, y algunos otros del círculo íntimo de León, el
dirigente empresarial diría que "ya la daba por perdida", pero
dio la batalla solo para demostrar a los socialdemócratas que
aquí no estaba ningún pintado. De esa mesa salió la decisión
de pelear las elecciones de la provincia de Los Ríos, que
habían sido anuladas y debían repetirse. La lógica dictaba que
los votantes, al conocer ya los resultados, se irían con el
ganador. Pero, en una campaña puerta a puerta, los social
cristianos demostraron que la gente podía irse con el
perdedor. UN golpe sicológico importante, que no los
socialdemócratas no tomarían muy en cuenta: continuaban con
los festejos electorales.

"Pan, techo y empleo" y la continuidad de la campaña puerta a
puerta fueron los dos grandes aciertos siguientes.

Como consecuencia, León Febres Cordero demostró a Rodrigo
Borja que quien ríe al último ríe mejor, al derrotarlo con una
ventaja de 200 mil votos, el 6 de mayo de 1984. Esas
elecciones son recordadas en la historia de las campañas
electorales: una estrategia científica de comunicación
inauguraba la era de los consultores profesionales y lograba
que, tras 25 años, la derecha recuperaba el poder en una
sucesión democrática.

1988: "Bucaram, te odio..."

En la mañana subsiguiente a la segunda vuelta electoral del 6
de mayo de 1984, el derrotado candidato presidencial social
demócrata, Rodrigo Borja, no estaba en su domicilio; había
salido, como de costumbre, a cumplir con su diario trote
matinal.

Su jefe de campaña fue a visitarlo. Al culminar Borja su
ejercicio físico, lo invitó a desayunar. Fue ahí, frente a las
humeantes tazas de café, que juntos estructuraron el nuevo
plan para las próximas elecciones.

La puesta en marcha, fue inmediata, el mismo Rodrigo Borja se
encargó de liderarla. Fue su tercer y definitivo intento.

En principio, casi todos quienes apoyaron la candidatura de
Rodrigo Borja en 1984, decidieron continuar junto a él en esta
nueva contienda.

Pero antes de tomar aquella decisión, los partidarios de la ID
tuvieron que escoger entre Rodrigo Borja y Raúl Baca Carbo
para lanzar su candidato presidencial de 1988. Estas inéditas
elecciones internas posicionaron al partido como el más grande
y organizado del país.

Finalmente Borja resultó el más opcionado, pese a sus dos
continuas pérdidas electorales, y Raúl Baca Carbo no vaciló en
apoyarlo. Gracias a esa actitud fue calificado como "un
príncipe", mucho más que un caballero.

Matantiru tirulán

"Ofrecieron pan y no dan. Ofrecieron techo y no han hecho, y
el empleo no lo veo", fue el mensaje que abrió su campaña, en
1986. "Ahora le toca al pueblo", se presentó como el eslogan
central de la campaña. La lucha no fue contra el candidato del
oficialismo desprestigiado, sino contra Abdalá Bucaram.
"Escogimos a Abdalá porque era un candidato fácil de ganar",
confiesa Pedro Saad, director de la campaña electoral.

Resultado: Borja ganó la primera vuelta electoral con 160.503
votos de ventaja, ante el roldosista Bucaram, y con 249.052
con respecto a los obtenidos por Sixto Durán Ballén.

"No dar golpes bajos a los adversarios, no engañar al pueblo,
no mentirle, no ofrecerle lo que no se puede cumplir; esa es
la mejor táctica electoral", opinó Rodrigo Borja cuando se
verificó su triunfo en las urnas. Bucaram, el rival para la
segunda vuelta, fue más directo: "El pueblo ecuatoriano sabe
que estamos cero a cero".

La lid electoral, en las finales, se tornó sucia de lado y
lado.. Cada uno atacó las debilidades del adversario y las
propuestas fueron dejadas a un lado. De debates ni hablar: el
desprecio del intelectual socialdemocrata por sobre el fogoso
populista guayaquileño primó por sobre los pedidos de los
medios.

La ID explotó la estadía de Abdalá Bucaram en Panamá, acusado
de malversación de fondos. El líder del PRE replicó enseñando
en la televisión dos botellas de wisky, con lo que "demostraba
el "alcoholismo" de Rodrigo Borja. El voto de rechazo se
manifestó nuevamente: Bucaram causaba físico pánico y eso fue
utilizado de manera zagas por los campañistas de Borja.

Llegó el 17 de mayo

El día de la segunda vuelta electoral, Borja se refugió
secretamente en la casa de un amigo. Ahí recibió los
resultados electorales, pero nadie sabía dónde estaba.

Un descuido de Pedro Saad, quien salió de esa casa para
brindar una entrevista de televisión, permitió a la prensa
ubicar el lugar del escondite de Borja, donde los partidarios
naranjas adelantaban el festejo de un triunfo buscado desde
1979, que se dejó escapar en 1984, y luchado hasta el último
minuto en ese 1988, años finales de la década perdida.

1992: derecha versus derecha

Seis puntos separaron a Sixto Durán Ballén de Nebot en la
primera vuelta electoral del 17 de mayo de 1992. Nebot había
mantenido un porcentaje constante, que terminó ratificándose
en las urnas. Sixto, en cambio, con un sorprendente 51 por
ciento de intenciones de voto seis meses antes de las
votaciones, terminó en 31 por ciento, con tendencia a la baja.

Durán Ballén arrasó en Pichincha con una diferencia de 5,8
(402.844) a 1 (69.110 votos) sobre Nebot; en Guayas, sin
embargo, Nebot no logró superar una ventaja de 3 a 1. Durán
Ballén venció por un corto margen en Manabí y duplicó la
votación de Nebot en Azuay.

En la primera vuelta, Pichincha aportó con 40 por ciento de la
votación nacional en favor del candidato del Partido Unidad
Republicana. Guayas, en cambio, significó la mitad de toda la
votación nacional del socialcristiano Nebot.

Para la segunda vuelta, una diferencia de algo más de 200 mil
votos no parecía un obstáculo insalvable para Nebot. Habida
cuenta que su partido, el PSC, gracias a las votaciones
obtenidas para diputados, alcaldes y prefectos, se había
ratificado como la primera fuerza política del país.

Pero Nebot tenía dos grandes desventajas: no podía aparecer
nítidamente como el candidato de la Costa, ya que Durán Ballén
le había ganado en Manabí y él quedado tercero, después de
Abdalá Bucaram; y, mantenía un alto porcentaje de rechazo. A
la pregunta de ¿por quién usted nunca votaría?, Nebot iba un
poco más atrás de Bucaram, el campeón del voto rechazo.

Uno de sus asesores admite una acumulación de errores en la
campaña del socialcristiano: "Acumuló todo el rechazo
nacional", dice ahora, después de cuatro años.

En efecto, aunque los votos no son endosables, la inteligente
campaña de Durán Ballén planteó como estrategia central una
lucha del "bueno" contra el "malo". Al admitir que la única
opción era por la derecha, los votantes se vieron impelidos a
escoger la opción aparentemente menos radical.

La campaña de Sixto ocultó hábilmente el carácter indeciso del
personaje y su necesidad política de estar siempre bajo una
conducción. Ese vacío lo vendría a llenar su vicepresidente,
Alberto Dahik, al que por razones de mercadeo electoral le
pidieron que mejor se calle.

En cumplimiento del esquema de que la segunda vuelta significa
el arte de sumar apoyos, Durán Ballén se llevó a Nebot por
delante. El PRE, como tercera fuerza electoral y la disminuida
Democracia Popular llamaron al país a votar por Durán Ballén,
en rechazo, por cierto a la candidatura de Nebot. Lo mismo
hizo el resto de la centro izquierda: Nebot era el enemigo a
derrotar.

Un importante detalle a favor de Durán Ballén fue el cambio en
la cabeza de la campaña: Mario Elgarresta llegó desde Caracas,
tentado por el propio candidato a la presidencia. El cubano
norteamericano había sido el asesor de Nebot desde la campaña
por la diputación hasta que las diferencias con Charlie Pareja
le alejaron de las huestes social cristianas. Un hombre que
sabía cómo explotar las debilidades de Jaime Nebot era una
adquisición invalorable, aunque, otro de los estrategas de
Durán Ballén aseveró que Elgarresta "fue muy caballeroso", y
no utilizó esos conocimientos en contra de Nebot. Seguramente
fue el nuevo asesor quien impidió que Durán Ballén acepte un
debate televisado: las dotes histriónicas de su oponente podía
ser más perjudicial que nada.

Sea como fuere, el voto de rechazo pesó sobre la espalda del
socialcristiano.

Así, la noche del 5 de julio, la votación nacional otorgó un
contundente 57,3 por ciento para Sixto, mientras que Nebot
alcanzaba 42 por ciento de la votación.

En la Costa, Nebot superó a su rival con 338 mil votos. En la
Sierra, en cambio, se consolidó la diferencia a favor de Sixto
con casi 900 mil votos. Ahí estuvo la victoria del nuevo
presidente. En Pichincha y Azuay, la diferencia a favor del
ganador fue de 5 a 1. Pero Nebot solo pudo duplicar a Durán
Ballén en su votación en Guayas.

Los festejos del triunfo no fueron muy sentidos, sin embargo.
La clásica dicotomía entre la derecha y la centroizquierda
había sido destruida, y una población serrana, que en su
esencia política se sintió derrotada, se quedó en su casa,
esperando los tiempos del neoliberalismo.

Nebot, de su parte, descubrió que para ser presidente de este
país tenía que reducir radicalmente el voto de rechazo y
cambiar su imagen dura por un "nuevo Nebot": tolerante,
democrático, sensible y solidario. Con mucho esfuerzo fue
puliendo su cambio de estilo. Su campaña de 1996 demostraría
que desde esa noche de la derrota del 5 de julio, se trazó esa
estrategia, que lo mantendría adelante en las preferencias
electorales.

¿Para qué se creó la segunda vuelta electoral?

A nivel jurídico, la realización de una segunda vuelta
electoral -en caso de que ninguno de los candidatos
presidenciales alcanzara la mitad más uno de los sufragios-
fue una innovación en la legislación política ecuatoriana, que
pretendía asegurar al gobierno un respaldo electoral sólido.

Varios historiadores afirmaban que este sistema tenía
antecedentes en el modelo francés del "ballotage" que
establece, para los comicios franceses, un lapso de siete días
entre la primera y segunda vuelta electoral; plazo
notablemente superado en nuestro país. Como ejemplo: entre las
dos consultas electorales de 1979, que concluyeron con el
triunfo del binomio Roldós-Hurtado, mediaron casi diez meses.

Fue esa la primera ocasión en que dos candidatos
presidenciales se sometieron a doble contienda electoral para
acceder al poder Ejecutivo.

No obstante, el régimen de Francia no se asemeja al nuestro y,
por ende, -según el editorialista José Sánchez Parga- el
sistema de la segunda vuelta electoral en Ecuador no tiene
nada que ver con el semi parlamentario o presidencial que se
instauró en ese país europeo, con la reforma de Charles de
Gaulle, desde la década del 60.

Debe entenderse entonces -a la modalidad de la segunda vuelta
electoral- como uno de los aspectos considerados por el
Consejo Supremo de Gobierno en el Plan de Reestructuración
Jurídica del Estado que emprendieron en 1977; y como la
mayoritaria decisión que el pueblo ecuatoriano expuso en el
plebiscito efectuado al año siguiente.

¿Es una modalidad que garantiza el éxito?

Los presidentes de la República que gobernaron en base a la
Constitución de 1978 (Jaime Roldós Aguilera-1979, León Febres
Cordero-1984, Rodrigo Borja Cevallos-1988 y Sixto Durán
Ballén-1992), tuvieron que lidiar su triunfo en la segunda
vuelta electoral; ya que ninguno de ellos logró obtener más
del 50% de los votos válidos emitidos, como lo disponen los
artículos 80 y 81 de la Ley de elecciones.

Sin embargo, la historia lo certifica, no todos los gobiernos
que ascendieron al poder respaldados en una amplia aceptación
por parte de los votantes, culminaron su mandato; a diferencia
de otros que, aunque ganaron la Presidencia con un estrecho
margen de votos, ejercieron su mandato con estabilidad, hasta
culminarlo.

Por ejemplo, la primera vez que a José M. Velasco Ibarra lo
eligieron presidente de la República fue por mayoría absoluta;
mas, su constante enfrentamiento con el Congreso Nacional
terminó con su mandato. Un caso adverso es el de Galo Plaza
Lasso, quien ganó en 1948 con un triunfo mínimo en cuanto a
votos, pero culminó su cuatrienio.

En 1952, José M. Velasco Ibarra retornó a la Presidencia y,
aunque en aquella ocasión tuvo menor apoyo electoral, sí
cumplió con sus cuatro años de gobierno. Le siguió Camilo
Ponce Enríquez, cuya candidatura triunfó gracias a un pequeño
porcentaje y cuya permanencia en el poder fue hasta el final.

José M. Velasco Ibarra vuelve a ganar en 1960, esta vez, con
48,7% de los votos emitidos a nivel nacional. De todas
maneras, bastaron casi quince meses, para que su abrumadora
victoria decline hacia la derrota.

Cabe recordar que de haberse aprobado la decisión de volver al
voto facultativo, en la consulta popular realizada en 1994, se
eliminaba el objetivo de la segunda vuelta electoral (conceder
amplio respaldo al presidente de la República, a fin de
fortalecer la efectividad de su mandato); debido a que sólo el
veinte o treinta por ciento del electorado, aproximadamente,
iba a participar en los comicios.

Ya que la voluntad ecuatoriana rechazó aquella posibilidad, y
sin perder de vista la decisión que aprobó en la Constitución
de 1978, vale añadir que la segunda vuelta electoral permite
vislumbrar el apoyo que a un nuevo gobierno le depara el país.
Por ello se dice que es una forma electoral que engloba triple
importancia: política, económica y social.

"Eliminar la segunda vuelta"

Es preciso reformar la Ley de Elecciones para permitir
alianzas partidarias que pueda terciar juntas en las
elecciones pluripersonales, es el planteamiento de Simón
Pachano. Esto permitiría la consolidación de grandes
tendencias.

Otra reforma -"mucho más radical"- es que el Congreso elija
entre los dos primeros. Esto pasa en Bolivia, que ha sido un
país con una tradicional inestabilidad.

Esto permitiría acuerdos, no solo electorales, sino de
gobierno.
Lo que pasa en el Ecuador es que un partido que perdió en la
primera vuelta decide y anuncia apoyar a uno de los candidatos
finalistas, o a ninguno. Este llamado a votar no es orgánico,
no hay el compromiso de las directivas del partido y peor de
sus bases. Se convierte en un apoyo lírico, declamativo. No
sirve para nada.

En cambio, si ese partido tiene que definir en el Congreso
entre los dos primeros, no va a ser solo una negociación de
votos por algo, sino de acuerdos de gobierno. Es posible,
entonces que el nuevo gobierno vaya más fortalecido, eliminado
así la segunda vuelta.

La poca ideología del voto de los ecuatorianos, su poca
consistencia política e ideológica en una segunda vuelta hace
que el nuevo régimen no vaya fortalecido.

El año electoral -en este punto, un europeo abriría los ojos-
significa una innecesaria parálisis en la administración del
Estado. Para Simón Pachano, los tiempos electorales en el
Ecuador son muy largos. La campaña electoral arranca con meses
de anticipación mientras que los 50 días que separan a la
primera de la segunda vueltas de 1996 es un tiempo propicio
para la especulación económica, política y administrativa.

La tecnología existente puede permitir que en tres o cuatro
días se tengan resultados oficiales para presidente y
vicepresidente. Dejando un plazo para las impugnaciones y
reclamos, es posible tener una segunda vuelta electoral en
tres semanas. Esto, obviamente, favorecería a quien haya
llegado primero en la primera vuelta, pero, alguna ventaja
debe tener ser el vencedor.

Los analistas consultados creen que esos temas deben tratarse
seriamente para el perfeccionamiento de los procesos
electorales. No durante la campaña, cuando, "lamentablemente",
los políticos quieren hablar de estos temas, siempre y cuando
les sirva para sus intereses particulares.

Un champus de sistemas

La idea de una segunda vuelta electoral para fortalecer al
nuevo gobierno y permitir apoyos políticos, ha sido mal
aplicada, a criterio de Julio César Trujillo, ex legislador y
quien propuso la idea de la segunda vuelta en las comisiones
que preparaban el retorno constitucional a finales de la
década del 70. "Quienes acogieron esta idea lo hicieron
parcialmente y no como parte de un sistema".

Trujillo advierte algunas debilidades en lo que él llama
"institución de la mayoría absoluta": para una sola ley, n
este caso la Electoral, se legisla tomando literalmente ideas
de sistemas distintos. "Parece una aplicación de la tendencia
al sincretismo cultural, que está en nuestra sangre, ironiza
Trujillo, para explicar que en el sistema electoral hay
infinidad de partes de otros sistemas sin un propósito
definido y peor coherente: así, para la elección presidencial
se aplica el sistema de la mayoría absoluta; para alcaldes y
prefectos, el de mayoría simple, y para diputados, concejales
y consejeros, el sistema proporcional o de minorías.

Es decir, en la legislación electoral ecuatoriana se aplican
tres sistemas diferentes.

El sistema de mayoría absoluta tiende a favorecer a partidos
nacionales y poderosos. El de mayoría simple o relativa a los
partidos pequeños y locales, lo mismo que el sistema
distributivo o de lista cerrada. "Tenemos los defectos de
todos los sistemas", expresa Trujillo.

La comisión constitucional propuso el sistema integral de
mayoría absoluta, pero fue aplicada a medias.

Esta deficiencia crea dificultades a los propios partidos: las
tiendas políticas que lanzan sus respectivas candidaturas
presidenciales deben además escribir candidaturas en al menos
diez provincias, so pena de quedar eliminados del sistema de
partidos. Para Trujillo, esta es la razón por la que los
partidos lanzan el mayor número de candidatos a la Presidencia
de la República: lograr inscribir su lista en el mayor número
de provincias. (Revista Blanco y Negro No. 108) (Diario HOY)
(págs 1-8)
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