MUERTE DE LOS PARTIDOS Por Juan Pablo Moncagatta
Quito. 19-07-91. (Editorial) Un columnista escribió hace poco
que el Tribunal Supremo Electoral deberÃa obligar a que se
fundan entre sà los partidos que tengan una misma ideologÃa.
Me parece una insensatez, pues dejarÃa al arbitrio de unos
pocos el establecer cuáles son esos partidos. Sin duda, la
idea nace de una mente poco democrática, pues pretende someter
el destino de las organizaciones polÃticas a decisiones de
unos cuantos jueces que pueden obrar movidos por el provecho
propio, las presiones o, simplemente, la ignorancia.
El análisis de las ideologÃas exige discernimiento sereno y
gran libertad intelectual. No lo pueden realizar quienes
integran el TSE en calidad de delegados de sus partidos, ya
que son parte interesada. PodrÃan llegar al caso de suprimir
a todos los partidos que carezcan de representación en el TSE,
lo cual es, a todas luces, una barbaridad.
Las ideologÃas modernas son el resultado de la evolución
histórica del pensamiento polÃtico, y tienen entre sà lÃneas
que se cruzan o se superponen. DifÃcil es hallar una
ideologÃa quÃmicamente pura: el liberalismo moderno, por
ejemplo, tiene rasgos propios del socialismo, su supuesta
antÃtesis.
Aplicadas en el Ecuador, las ideologÃas tienen perfiles
confusos que impiden una distinción neta entre ellas. Esto,
al menos, según las declaraciones programáticas registradas en
el TSE. En muchos casos afirman principios similares, y es
más bien la praxis diaria, la raÃz histórica o el carácter de
sus dirigentes lo que hace posible diferenciar entre tal y
cual partido.
Esta realidad, la confusión ideológica documental, ha llevado
al Dr. Gil Barragán a desarrollar un ejercicio académico
interesante publicado en su columna del diario HOY bajo el
tÃtulo "Partidos viejos y partidos nuevos". En él sostiene
que los idearios y programas de nuestros partidos son
prácticamente iguales, y se divierte el autor mostrándonos las
coincidencia entre la ID, el PSC y el MPD.
El asunto no da para llegar al extremo de sostener que todos
nuestros partidos son ideológicamente iguales, por más que en
sus programas se encuentren planteamientos generales a manera
de revoltillo. Hay ciertos conceptos, o mejor ciertas
expresiones, que son usadas por todos pero que significan
cosas muy distintas en boca de cada cual.
AsÃ, por ejemplo, las palabras "bien común" tienen contenido
conceptual diferente para demócratas cristianos, marxistas o
liberales. Si tanto el MPD como los socialcristianos creen en
la conveniencia de la reforma agraria, está claro que
comprende prácticas muy distintas y hasta opuestas para cada
uno de ellos. Y podrÃamos seguir, sin siquiera adentrarnos en
la especulación sobre la sinceridad o hipocresÃa de
determinadas propuestas.
Lo que deberÃa quedar en claro es que ninguna autoridad,
tribunal o magistrado deberÃa tener potestad para juzgar sobre
estas materias si de su decisión depende la vida o muerte de
un partido. Eso es cosa que le toca al pueblo.
Está bien que el TSE deba autorizar el nacimiento de un
partido, una vez cumplidas las formalidades de ley. Alguien
tiene que hacerlo, pero que yo sepa, hasta ahora a ninguno de
sus miembros se le ha ocurrido ponerse a analizar las
declaraciones de principios presentadas para establecer si son
correctas y diferentes de las otras que guardan en su archivo.
Si lo hicieran incurrirÃan en abuso de autoridad.
Como es inconveniente mantener o, peor aún, aumentar el número
de partidos polÃticos que existe, es preciso volver a la
disposición que imponÃa la muerte de los partidos que no
alcanzaran por lo menos el 5% de los votos. Esa sà es una
regla democrática, inobjetable. La suerte de los partidos
debe quedar en manos del pueblo, y de nadie más. (4-A).
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Publicado el 19/Julio/1991 | 00:00