LAS FIESTAS DE SARAYACU EN MEDIO DE LA AMAZONIA. Tania Laurini
Quito. 09.03.92. La fiesta de Sarayacu,
la sÃntesis de la
cotidianeidad de
un pueblo único
Las pieles y plumas de todos los animales casados cubren al
chayuc, el dueño y servidor de la fiesta. Llegaron soberbios
los hombres. Quince dÃas cazaron en la selva, ahumaron la
carne, secaron los cueros, hicieron sus coronas
Sin chicha los runasarayacu murieran. La chicha calma la sed y
el hambre. Sin tambor la fiesta muriera. El tambor calma
angustias y desafÃa a la naturaleza (FOTO 3 -vertical)
No cesan. Desde que amanece hasta que anochece los tambores
del pueblo del cenit retumban en la selva. Cuatro dÃas los
tambores de los hombres despiertan a niños y visitantes y
animan a las mujeres que dan los últimos toques a esa chicha
de yuca que no falta, que no puede faltar. Los tambores son la
única luz en las madrugadas de la selva en fiesta. Iluminan
los caminos verdes, congregan a los pobladores y danzan en el
viento.
Sarayacu, uno de los más numerosos y cohesionados centros
indÃgenas de la AmazonÃa, está en fiesta. En febrero los
hombres y mujeres quichuas de Sarayacu festejan a su pueblo
que -según se enorgullecen sus mayores- es el núcleo de los
pueblos indÃgenas de Pastaza, es como el sol en el centro, es
el pueblo del cenit.
Ellos y ellas ansiosos
La fiesta empieza en los rostros de las mujeres de Sarayacu.
Un dÃa antes de la llegada de sus hombres se pintan con
personalÃsimos y estéticos diseños. Sus hombres llegarán de
quince dÃas de cacerÃa ininterrumpida. Recorrieron hermosas
playas de los rÃos más grandes y de los más pequeños,
pezcaron, entraron a la selva espesa, cazaron las más diversas
aves y los más ligeros animales terrrestres.
Mientras ellas se adornan, ellos también lo hacen en una playa
cercana en la que esperan el amanecer del dÃa primero de la
fiesta. Ambos recogieron esa planta tinta que los embellece,
el witug, ferozmente negro. Por más sudor, por más agua de
rÃo, el Witug no se irá mientras dure la fiesta. Y las mujeres
y los hombres permanecerán entonces hermosos.
La llegada de los cazadores
Las mujeres de Sarayacu llegan a la playa del encuentro,
tienen lista su chicha, el mejor homenaje para los agotados
cazadores. Para poder tenerla, también trabajaron hace quince
dÃas atrás. Fueron a las minas de barro, crearon la cerámica,
pintaron las mocahuas y las tinajas, masticaron hasta más no
poder la yuca que ellas mismo sembraron y prepararon la
chicha, en cantidades descomunales. Veinte, treinta,cuarenta
tinajas de chicha reposan en las casas. Y ahora esperan
ansiosas en la playa de rÃo.
Por atrás de la neblina aparece la primera canoa. Ellos vienen
soberbios, de pie en perfecto equilibrio, con sus coronas de
tucán tejidas el dÃa anterior y con los pechos cubiertos de
sus proezas de cacerÃa; pieles y plumajes de los animales
cuelgan como vestimena de triunfo en cada cazador. Los comanda
el chayuc, responsable de la fiesta por cada año. Uno a uno
bajan, reciben la chicha y se icorporan a un cÃrculo de
tambores que gira y gira y gira.
Están todos, pueden ya ir a la casa del chayuc a exhibir el
producto de la cacerÃa. La caza ha sido buena; de las canastas
caen los monos, bagres, sajinos, ardillas, pavas, tucanes,
guantas, cuantos más. En un grupo lo que vuela, en otro lo que
camina, en otro lo que nada. Más de 520 presas en total. En
poco tiempo ya cuelgan de los pilares, postes y techo de la
caza de fibra vegetal y madera.
Y nuevamente, los tambores cantan.
El dÃa de las flores
Un Jesucristo con corona de papagayo, un sacerdote cristiano
con tahuasa (corona) de plumas rojas y amarillas
(caracterÃsticas de un buen cazador), una religiosa con el
witug negro que le marca la cara, el silencio de una iglesia
exorcisado con los rugidos de los tambores, una virgen bañada
en collares de mullos, una procesión con danzas amazónicas y
... tambores.
Este es el dÃa de las flores. Se fuciona curiosamente lo que
siempre fue y es raÃz, con una religión que inevitablemente
desentona en un medio como este.
Es el segundo dÃa; la chicha sigue... y los tambores.
La comelona
Hay cuatro chayuc, encargados de desarrollar la fiesta en cada
casa. Los chayuc y sus ayudantes de caza, seguidos de las
mujeres y los niños, se visitan entre sÃ, nunca se separan de
sus tambores, no dejan de tocarlos y siguen bailando. Cada
mujer de chayuc baila con el chayuc visitante, ambos chayuc
permanecen inmóviles ante el baile. La chicha se intercambia
sin ton ni son. Este es el tercer dÃa, no solo se cambiará la
chicha sino la comida. Los techos antes llenos de animales de
caza quedan vacÃos, todo a las ollas.
Los lanceros, bailarines ancestrales, tampoco fallan. Bailan
en honor de la fiesta y de los dueños de la fiesta. Sus pasos,
muy distintos a los de la mujer y los ayudantes, simbolizan el
saludo, la valentÃa, la guerr...
Las plumas por el rÃo...
otra historia comienza
Es el dÃa último. El chayuc después de haber cumplido a
cabalidad su rol de dueño y servidor de la fiesta, pasa por
una fuerte prueba. Las pieles y plumajes de todos sus
cazadores ahora las vestirá solamente él. Es un gran peso, lo
que se puede ver de sus brazos está enrojecido, hinchado.
Peregrinará de casa de chayuc a casa de chayuc por primera vez
tocando el tambor. Hasta esto ya buscó su sucesor como chayuc,
con él intercambió tambor y corona.
El rÃo es el fin de este sacrificado peregrinaje, no solo de
la caminata del chayuc, sino del trabajo de la mujer y del
hombre de Sarayacu que resume en esta fiesta una alabanza a su
cotidianeidad. En ella intervienen Amasanga, el espÃritu dueño
de todos los animales de la selva, que enseño al runasarayacu
a ser buen cazador. Nunguli, espÃritu de la tierra, de la
fertilidad, de la mujer. Tsumi, espÃritu del pueblo que vive
bajo el agua.
Y a ese reino del agua va el chayuc ha devolver lo que de
Amasanga ha usurpado; las pieles y plumas, las coronas, todos
los animales son devueltos al rÃo, a la naturaleza, para que
nuevamente se reproduzcan. Una a una caen las pieles al rÃo.
Los ayudantes y tambores se bañan. El chayuc ya no es más
chayuc. Las plumas ya no se ven. Los runasarayacu salen del
rÃo y siguen haciendo bailar a los tambores.
en
Explored
Ciudad N/D
Publicado el 09/Marzo/1992 | 00:00