Quito. 20.03.92. "La soledad es hermosa, pero el desamparo ya
no. ¿Te imaginas?" Lo dice, pero sonríe mientras describe las
peripecias de un encierro involuntario a causa de una breve enfermedad.

Efraín Jara Idrovo, poeta y maestro, está habituado a la
soledad. O, más bien, al peligroso juego de tentarla constantemente.

Hijo único de un matrimonio divorciado, buscó desde muy
pequeño la distancia entre su persona y los demás. A los 27
años dejó la casa y los amigos, la bohemia del grupo ELAN,
para lanzarse a la aventura de vivir cinco años (1954-1959) en
Galápagos.

En el prólogo de "El Mundo de las Evidencias" (1980) nos
informa lo que era la isla Floreana en ese entonces: quince
adultos, once o doce niños, cinco en edad escolar, con los que
fundó una escuela. Barcos del Continente aparecían cada tres o
cuatro meses. La isla Isabela, la más cercana, estaba a diez
horas en embarcación de pesca. Graduado en jurisprudencia,
estudiante de letras, profesor de lengua española en un
colegio, en Galápagos fue profesor de escuela y pescador. Más
tarde, juez provincial en Puerto Baquerizo.

Siempre añoró volver a las islas. Por eso en Cuenca vive como
un transeúnte, dice, procurando no atarse a nada, en
permanente estado de "disparabilidad", para poder zarpar en
cualquier momento. No es asceta. Le gusta el buen vino y, cuando sospecha
que un trago malo puede estropearle una fiesta, pues, lleva su propio
vodka. Cuida el físico levantando pesas, trotando y nadando.

Trabajador incansable y disciplinado, publica relativamente
poco. Antes de partir a las islas quemó lo que había escrito
hasta entonces. Durante 25 años no dio a imprenta ni una sola
poesía. En 1973 aparecieron dos poemas. En 1978 "Sollozo por
Pedro Jara", su hijo muerto. Poco después las "Evidencias" y
ocho años más tarde una elegía a si mismo "Alguien dispone de
su muerte". En breve aparecerá en Suiza "Ars Amandi", una
colección de seis poemas eróticos (1975-1991) ilustrados por
Francisco Coello.

El lenguaje directo de su poesía erótica, una desgarradora
distancia que se esmera en interponer entre las vivencias más
duras de su vida y la escritura, la fama de eterno enamorado
de las mujeres, que ha logrado conservar a lo largo de los
años y a través de dos prolongados matrimonios, son los
elementos con las que Efraín Jara se subleva contra las normas
de una sociedad hermética y convencional.

En su juventud trató con el grupo ELAN de "incorporar a Cuenca
al mundo... ponerle al día en materia artística, literaria y
científica". Esa labor originó después la revista humorística
"La Escoba". Fue asimismo el humor el arma con la que ELAN
arremetió contra la célebre Fiesta de la Lira, "última defensa
que tuvieron las estirpes feudales para hacer un coto cerrado
para el arte y defenderlo del avance de los movimientos de
vanguardia", allá en los años cuarenta. En un mundo dinámico y
convulsionado, fascinado por la máquina, totalmente nihilista,
resultaban "un anacronismo completo" las musas escogidas entre
las niñas más bonitas de las clases privilegiadas para recitar
las poesías premiadas. "Y en una época, en que, caramba, el
escritor necesitaba volver a su trabajo rentable, se pagaba
con una violeta o un capulí de oro". ¿Lograron ponerle a
Cuenca al día? "No, al día no. Pero por lo menos le hicimos
avanzar un poco".

El amor: un bellísimo acto de imbecilidad

Por la poesía he vivido,
bebido y copulado
como los dioses

- Das la impresión de ser un hombre rebelde. ¿Lo eras desde
niño?

Siempre estuve contra lo establecido.

-¿Y cómo ejercías esa rebeldía?

Bueno, en primer lugar, mi oposición personal a la educación
confesional a la que mi madre me obligó. Toda mi vida me he
pasado entre polleras, monjas catalinas, hermanos cristianos y
jesuitas del Borja, lo cual explica mi reacción un poco
violenta contra todas las formas de opresión religiosa.

- Ahora, ¿cuáles son las cosas que todavía logran sacarte de
quicio?

Bueno, las injusticias, cualquier forma de opresión, cualquier
forma de restricción de la libertad y cualquier limitación a
la expresión del genuino ser de uno. No he cambiado.

- En varias ocasiones has dicho que pretendes desprenderte de
todo lo material. ¿Lo has hecho?

Bueno, yo creo que para desprenderse de lo material, primero
hay que estar prendido a ello. Yo nunca he estado adherido a
los bienes de fortuna. Poseo, como tú puedes ver en mi casa,
exactamente lo necesario para vivir y nada más.

- De tener que hacerlo, ¿qué conservarías hasta el último?
Mis libros y mis discos.

- ¿Que música prefieres?

Pues prefiero la música contemporánea. Yo tuve un contacto muy
temprano con la música contemporánea.

- ¿En donde se compraban esos discos en Cuenca?

En Cuenca no había en donde comprar. Pero teníamos un amigo
que traía los discos de Colombia.

- En una entrevista con Cristóbal Zapata (Catedral Salvaje
21.5.83) declaraste: "he sacrificado muchas cosas en mi vida
por escribir". ¿Que es lo que más te ha costado sacrificar?
Bueno, yo diría que gozar la vida en todos sus aspectos.

- ¿De qué vives?

De la enseñanza.

- Como maestro has visto muchas generaciones de jóvenes. ¿Cuál
te ha sido la más simpática?

La de la década del sesenta, cuando hubo una especie de
campanazo y despertar de la juventud. La época del hippismo;
yo creo que es esa la época más hermosa, por esa consagración
de la libertad más absoluta, ese rompimiento con la sugestión
dictatorial de la moda. De esos años conservo un recuerdo muy nítido.

- ¿Participastes con ellos?

Por supuesto, yo conviví con ellos.

- ¿Recuerdas a algún alumno en especial?

Por supuesto que sí. De manera especial - yo suelo decir que
es mi discípulo en quien puse todas mis complacencias- a
Alfonso Carrasco. Yo creo que la bondad en el sentido de
operancia del profesor se mide sobre todo por la capacidad de
ser superado por sus propios alumnos.

- Eres meticuloso, perfeccionista en tu trabajo. Haces y
rehaces "hasta que el trabajo se justifique por sí mismo".

¿Eres capaz de exigir lo mismo de tus alumnos?

Creo que ninguna exigencia es excesiva. Rilke decía que
realmente lo verdaderamente valioso es lo difícil.

- De T.S. Eliot dices haber aprendido que no hay posibilidad
de poesía significativa sin visión clara del mundo y de la
vida. ¿Cuál es tu visión?

No estamos aquí para lamentarnos, sino para gozar de todas las
oportunidades que nos da la vida. Y, por otro lado, lo que
llamamos nosotros vida, yo creo que solamente es una forma de
falsa modestia. Decimos la vida me da esto o la vida me niega
esto. Y en realidad soy yo el que me niego y me doy.

- Cuando fuiste a Galápagos, dejándolo todo, ¿qué buscabas?

Me buscaba a mí mismo.

- ¿Y qué encontraste?

Pues, encontré que yo era hermoso como la vida que hacía.

- En tu introducción a "El Mundo de las Evidencias" confiesas
sobre esa época: "...padecí los extremos de la soledad, me
familiaricé con su vértigo y la erigí en elemento de mi
ascensión espiritual". ¿Fue un acto de humildad volver al
Continente, buscar compañía?

No. Se trató mejor de una salida prematura. No desde el punto
de vista intelectual, de la disciplina, del rigor de la
escritura que aprendí en Galápagos. Pero en cambio, desde el
punto de vista vital ...como que todavía no estaba realizado
como para poder salir a enfrentar la vida del Continente. Y
eso, pues, ha sido motivo de tremendas frustraciones para mí.

- ¿Volverías a Galápagos?

Por supuesto que volvería.

- ¿Cuándo?

Para eso se necesita un tremendo espíritu de decisión. En una
ocasión había vendido ya el piano, el carro, la biblioteca
estaba prácticamente vendida y me quedaba solo por vender la
casa para irme. Y sin embargo, pues, a última hora, vender la
casa resulto tan difícil.

- Has manifestado que hay que aceptar la soledad como
requisito para amar. ¿Lo has logrado?

Pues, yo creo que no. No creo.

- Preguntado por Zapata por el amor, respondiste: "Me contento
con practicarlo". Hablaste enseguida de la relación
hombre-mujer. ¿Qué es del amor al prójimo, los amigos, la
familia?

Alguna vez me preguntaron que qué era el amor para mí y yo
dije que era un bellísimo acto de imbecilidad. Me ratifico en
eso. Yo creo que si uno no renuncia a todo lo que hay en uno
de reflexivo, del primado de la razón, no podría amar.

- También dijiste: "Ni la escritura, ni la cátedra, me han
dispensado fortuna. Pero por la poesía he vivido, bebido y
copulado como los dioses. ¿Qué más puedo pedir?" De no ser
poeta, ¿cuál hubiese sido la fórmula para poder vivir "como
los dioses"?

Yo creo que, de no ser poeta, no hay como vivir como los
dioses.
EXPLORED
en Autor: Susana Klinkicht - Ciudad N/D

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