LA SEMIOLOGþA, UNA ESPECIE DE AGUAFIESTAS. SEMI-O-LOCOS
Por Iván Ulchur Collazos
QUITO. 22.03.92. Un nuevo fantasma recorre el mundo. Fantasma
imperialista, sugiere Umberto Eco, al que se le antoja
explicar, recorrer, untar y permear todo. Su objetivo, por lo
tanto, abarca todo, pues toda acción humana es signo de algo.
Del lenguaje articulado avanzamos hacia el comportamiento,
hacia la verdad, hacia nuestros gustos y nuestas creencias.
La omnipresencia del lenguaje es la omnipresencia de los
signos. Asà mismo, se habla de la omnipresencia del cuerpo
inteligible a través del lenguaje y del comportamiento -según
comenta Eliseo Verón.
Semeion sistematizado por el lingüista suizo Ferdinand de
Saussure, fascinó a los filósofos de la Grecia clásica.
Roland Barthes insistió lúcidamente en analizar los menús y
los semáforos. Se sumergió en las mitologÃas de nuestros
tiempos abarrotados de imagen y dejó un aporte a la historia
concebida como confusión terrible entre los signos y las
cosas.Lo hizo tan fielmente que el mismo murió, distraÃdo,
vÃctima de los signos, arrollado por un carro.
La historia del señor Sigma
Se llama SemiologÃa y no tiene que ver con asuntos urinarios,
aunque la orina es un sÃntoma interpretado por el médico y,
por lo tanto, un caso semiológico. SÃ. En la medicina se
rastrea la reflexión cognoscitiva sobre la realidad hecha
signo o imagen o imago mundi del cuerpo, en manos de
Hipócrates. La semiótica clÃnica ha recurrido siempre a los
sÃntomas exteriores de le enfermedad. Umberto Eco cita el
siguiente ejemplo: "Supongamos que el señor Sigma en el curso
de un viaje a ParÃs, empieza a sentir molestias en el vientre
(...) Se concentra e intenta definir las moletias (...)
Intenta dar nombre a unos estÃmulos imprecisos; intenta dar a
una experiencia personal propia una calificación que la haga
similar a otras experiencias ya expresadas en los libros de
medicina (...) Esta palabra que el señor Sigma ha
individualizado es un signo".
Eco le sigue la pista a su señor Signa y se lo encuentra en la
guÃa telefónica de ParÃs y en sus calles repletas de signos
gráficos; lo ve tratando de comunicarse en francés con el
médico y lo abandona justo cuando el pobre Sigma tiene que
descifrar la letra del médico. Semáforos, taxis, timbres,
formas de comunicación y funciones. Sigma tuvo que vérselas
con la denotación de la vida y la connotación de la muerte.
Sigma era vÃctima de un sistema de signos imbricados en la
sociedad, en la cultura, en todo cuento huele a actividad del
hombre, de los animales y de las máquinas. Por ejemplo, la
zoosemiótica y la cibernética.
Un ejercicio múltiple
Cuando observamos el cielo, sin pretensiones poéticas o nos
topamos con un lunar inédito e Ãntimo en la piel de nuestra
consorte, hacemos semiologÃa. Hay una semiologÃa del discurso
amoroso construido con señales fáticas y de comunión de los
gestos, una semiologÃa de lo no dicho aunque subentendido, de
la vida, en general, en procura del sentido y de la
significación. Cuando ciertos polÃticos abren la boca para
articular "palabras persuasivas" (como dirÃa Daniel Santos),
pero les sale espuma y sofismas de distracción, entonces los
llamamos retóricos y los sometemos a la guillotina
semiológica.
Cuando penetramos en el texto publicitario y descomponemos la
intrincada red de manipulaciones, guiados por la mano
preciosista de Péninou, estamos analizando, asimilando y
cuestionando el terrorismo de los signos. Porque los signos
pueden amedrentarnos con su presencia abrumadora. O pueden
solamente insinuarse, sugerirse o dispararse hacia la
polisemia. También adquiren, muchas veces, una autonomÃa
abismática.
En el caso de la publicidad, los signos sirven al producto que
se quiere vender y someten inmisericordemente al cliente
obnubilado por su magia asociativa. Cuando leemos este
priódico y descubrimos cadenas de significados escondidos tras
la apariencia de objetividad, incurionamos en el territorio de
la semiologÃa. El periódico ya no significará la disposición
gratuita de fotos y artÃculos sino la manifestación del juego
peligroso de los signos gráficos.
La SemiologÃa ve al mundo como sistema de signos que invade la
ilusoria apacibilidad de nuestros dÃas. Organiza lo que
aparece desordenado y confuso. Formaliza y agudiza la
percepción de las cosas. Intenta revivir la manera monótona
como percibimos al mundo.
Loquitos de la imagen
Signos. Iconos. Indices. SÃmbolos, Somos signos de los signos.
Realidades representadas. Decimos la realidad y ella nos dice
significativamente. Creaturas del verbo-palabra, signo del
principio y del final. Muchos crecimos con la señal del
cristiano, esta cruz considerada el sÃmbolo de la totalidad,
"el equilibrio perfecto -dice Armando Silva- entre las fuerzar
verticales y horizontales. La cruz, como tantas otras
señales, prolonga nuestra existencia. Le da sentido a
nuestras actuaciones. Trasciende la comunicación inmediata.
Entre broma y serio, Umberto Eco se dio a la tarea de
averiguar el sentido último que para los intelectuales
medievales tenÃa el ladrido de los perros (Latratus canis).
Para él ese ladrido no se quedaba en un simple ladrido de
vecino ruidoso. DebÃa significar mucho más que la literalidad
del guau guau. DebÃa tener connotaciones importantes como
para mezclar su ensayo con citas de Boecio, Bacon y Abelardo.
¿Tomadura de pelo? Puede ser.
Sin embargo, el mismo autor de "El nombrede la rosa"aborda la
tira cómica de Carlitos y lúcidamente analiza aquella pequeña
comedia humana que metaforiza la condición neurótica que
aqueja a la civilización industrial. Luego, ¿dónde reside la
novedad de esta disciplina abstrusa y de pronto pedante?
Pienso que en su deseo de saber consciente y autónomo. En su
voluntad de demolición de lo gratuito. Al codificar,
clasificar y restablecer unidades, la semiologÃa puede
llevarnos incluso a una destrivialización de la vida. Es tal
su afán de disección y de explicación de la imagen que con
ella habremos perdido la virginidad y ya no tragaremos entero.
(El actor William Hurt, homosexual en "El beso de la mujer
araña", afirma que él prefiere no explicar las pelÃculas
porque uno se pierde la emoción que reside en el contarlas y
vivirlas). Nuestra mirada será otra, pues veremos una cadena
de significantes que se apretujan en la aparente inocuidad de
lo que hacemos, decimos, vemos o tocamos. Nuestra relación
amorosa se resentirá de telarañas interpretativas y
peliagudas.
La semiologÃa es una especie de agusfiestas que nos alerta
sobre la no obviedad de lo obvio. No deja tranquilos ni
siquiera a los cuerpos seductores inundados de agua sexual que
nos invitan al placer del objeto comible y vendible. Tampoco
deja tranquilos a los grafittis que como poemas populares
aparecen firmados con un triángulo, en las calles de Quito.
Tampoco al tema de la educación considerada en sus
significantes de poder y en su modalidad de comunicación de
maniobras discursivas.
Detrás de los signos vive la conmoción. El mundo es más
complejo de lo que queremos que sea.
También es posible que de tanto escarbar, terminemos sacándole
pelos a una calavera, descubriendo el agua tibia que un ojo
intuitivo y nada académico ya ha sopesado brillantemente. No
se descarta que como disciplina coherente, ella sea una moda.
Pero, ¿es moda el reeducar la percepción?
Greimas -otro de los tantos franceses devotos- dice que la
semiologÃa tiende a revivir nuestros sistemas de valores y a
mostrar las cosas como son y no como parecen ser.
Loquitos tiene la santa madre imagen. Logia de semiochiflados
especialistas en traer de los cabellos. ¿Qué será más
saludable: vegetar sin ton ni son o vivir poniéndole el
cascabel al gato de la curiosidad crÃtica? 2C
en
Explored
Autor: Ivan Ulchur - Ciudad N/D
Publicado el 22/Marzo/1992 | 00:00