LIMA.- El último escándalo en los círculos literarios latinoamericanos: una de las ferias del libro más conocidas -la Feria del Libro de Guadalajara- está celebrando su evento anual esta semana en honor a Cuba, el único país del continente que oficialmente prohíbe la libertad de expresión.
Suena cómico, como si alguien organizara una conferencia internacional de DDHH en honor al ex dictador chileno Augusto Pinochet, o una convención mundial de la mujer dedicada al derrocado gobierno talibán de Afganistán, que prohibía que las mujeres fueran a la escuela o trabajaran.
Sin embargo, la Universidad de Guadalajara, que organiza este evento todos los años con apoyo económico de Conaculta, la agencia cultural del Gobierno mexicano, invitó hace dos años al régimen cubano como huésped de honor en la feria de este año, sin exigir que el Gobierno cubano permitiera que viajaran al evento varios escritores independientes de la isla que están a favor de elecciones libres en su país.
Como resultado, la Feria del Libro de Guadalajara fue inundada por una delegación gubernamental cubana de unas 600 personas, incluyendo algunos escritores y cientos de funcionarios del Partido Comunista que se presentan como periodistas y trabajadores de la cultura.
Muchos escritores independientes de la isla que querían participar en la feria, como el poeta y periodista Raúl Rivero, no pudieron viajar porque el Gobierno cubano no les permite salir de la isla. En Cuba, los escritores que están a favor de las libertades políticas no solo tienen prohibido publicar en la isla, sino también en el exterior.
Según la Ley No. 88 de 1999, pueden ser condenados a ocho años de prisión por "reproducir información subversiva" o "colaborar con estaciones de radio o televisión extranjeras, diarios, revistas y otros órganos de difusión masiva con el propósito de desestabilizar al país y destruir el Estado socialista".
Como era previsible, las tropas culturales del régimen de La Habana "tomaron" la Feria de Guadalajara: el domingo, miembros de la delegación cubana y activistas procastristas interrumpieron un panel de escritores de la revista mexicana Letras Libres, uno de los pocos encuentros de la Feria que ofrecía una visión no oficial de la tragedia cubana.
Gritando "Cuba sí, yanquis no", la turba -que incluía a varios funcionarios cubanos- interrumpió el panel, tomó los micrófonos, y por unos momentos impidió la salida de los panelistas. Tal como lo reportó la periodista Blanche Petrich, del periódico mexicano La Jornada, un periodista de la agencia cubana de noticias Prensa Latina que participó del episodio acusó a uno de los panelistas de "ser financiado por la CIA".
Rivero, uno de los escritores independientes de la isla que no obtuvo permiso para salir de su país, me dijo en una entrevista telefónica desde La Habana que no estaba solo. Los poetas Lina de Feria, Rafael Alcides y Reina María Rodríguez -dos veces ganadora del premio literario oficial Casa de las Américas- también habían expresado interés por ir a Guadalajara, pero no fueron incluidos en la delegación oficial por su independencia ideológica, dijo.
"Yo estoy pidiendo permiso para viajar desde hace 15 años, sin ningún resultado", me dijo Rivero, que no pudo viajar a París y Nueva York para recibir, respectivamente, el premio de Reporteros sin Fronteras y una mención especial del premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia. "Te dicen que si te vas, no puedes regresar".
Rivero no está sorprendido en absoluto por la "toma" del panel de Letras Libres en Guadalajara.
"Eso pasa todo el tiempo: es algo absolutamente orquestado (por el Gobierno)", dijo. "Estas delegaciones de escritores oficiales están entrenadas para "confrontar al enemigo", y este es cualquier persona que no opina como ellos".
"En su mentalidad estalinista, cualquier persona que no aplauda al Gobierno es un agente de la CIA, hasta que demuestre lo contrario. Es lo que dicen sobre nosotros todos los días".
El director de la Feria, Raúl Padilla, en lugar de exigir en nombre de la libertad académica que Cuba permita viajar a los intelectuales incómodos para el régimen cubano, hizo declaraciones timoratas, aduciendo que se había invitado a todo el mundo y tratando de minimizar la censura a los panelistas de Letras Libres.
Sari Bermúdez, la directora de Conaculta, me dijo en una entrevista telefónica que va a considerar, tras un examen de los incidentes, si su oficina seguirá auspiciando la Feria.
"Padilla me había asegurado que los dos lados estarían representados", dijo Bermúdez. "Si las informaciones que estoy recibiendo son correctas, hubo obviamente una falta de respeto y violación de los DDHH de los panelistas. Este tipo de comportamiento no puede ser permitido en un país democrático como el nuestro".
No hay nada de malo en invitar al Gobierno cubano a una feria del libro: hasta quienes prohíben la libertad de expresión deben ser invitados a debatir en un país libre. Pero invitar a Cuba sin exigir que todos los cubanos que quisieran participar fueran invitados, o que los cubanos exiliados en México pudieran hablar libremente, convirtió esta Feria del Libro en una oda a la intolerancia.

2001 El Nuevo Herald Dist por Los Angeles Times Syndicate International
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en Autor: Andrés Oppenheimer - Ciudad Quito

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