El general (r) Oswaldo Jarrín asegura que los problemas solucionados a medias se repiten

No se lo siente ajeno al ambiente académico. Ahora el ex general Jarrín porta terno y corbata y es catedrático en la Flacso sobre temas de seguridad. No solo parece un especialista. Se conduce como tal: a cada rato abandona su asiento para consultar libros, informes y estudios que le cuesta encontrar. El desorden en su oficina, situada en un tercer piso, corre por cuenta del traslado que está haciendo a la nueva sede de esta institución. Jarrín es militar retirado: es directo, claro y sin poses. Tiende a contextualizar sus respuestas y a establecer diferencias entre las Fuerzas Armadas ecuatorianas y las de otros países. Una y otra vez vuelve sobre el Libro Blanco en cuya elaboración tuvo una activa participación. Para él sigue siendo el norte de la modernización de la institución militar y se impone un balance tras tres años de su publicación.

José Hernández

Cuando hay problemas en las Fuerzas Armadas siempre hay evasivas. O se trata caso por caso o se habla de malos elementos. Nunca se reconoce que esa institución también está en crisis. ¿La reconoce usted?

La crisis se vive en una forma definitiva y clara a partir del 21 de enero del año 2000, por cuanto, mientras la institución hacía esfuerzos para mejorar su profesionalización, actualizar su cuerpo legal, establecer una política de defensa, modernizarse, el gobierno de Lucio Gutiérrez reactivó la crisis.

Usted ha hablado públicamente de politización dentro de las Fuerzas Armadas.

Absolutamente.

¿Quién es el responsable de esa politización?

Desde que me hice cargo del Comando Conjunto ya veíamos este problema y lo advirtió la prensa. Le dijo (al Presidente) que no vaya a politizar a la institución.

Usted le endosa esa responsabilidad a Lucio Gutiérrez. Pero él fue producto de una politización que ya cundía en esa institución. ¿De dónde proviene entonces?

Una de las características de las crisis es que se repiten mientras no se solucione el conflicto. Se solucionó la crisis del 21 de enero con medidas políticas no muy ajustadas a la realidad, comenzando por la amnistía. Al dejar cabos sueltos, el conflicto se ha ido revitalizando y cíclicamente repitiendo. ¿O acaso no hay similitud entre el 21 de enero y el 20 de abril? Es el segundo capítulo y podrá haber más de la misma naturaleza porque no se ha resuelto el conflicto dentro de la institución.

¿A qué conflicto se refiere usted?

El conflicto se centra en 4 aspectos que necesita la institución. Primero: actualización de su cuerpo legal. La nueva Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas está en el Ministerio de Defensa desde hace 3 años. Quedó hecha en el período del almirante Unda. El Código de Procedimiento Penal sigue en el Congreso desde hace más de 5 años. Otro aspecto es la capacidad operativa. Si queremos que haya una separación política de lo militar, los líderes militares deben entender bien lo que significa desempeño estrictamente institucional y profesional. La cuarta es articularse a las otras instituciones en una política integral. No es militarizar la seguridad, pues tiene que haber otros planes de seguridad no-militar. Esta política de seguridad nacional integral quedó suspendida. Con estos cuatro campos de acción, vamos a superar la crisis de identidad de las Fuerzas Armadas.

¿No hay un problema de ideología en los cuarteles? Creerse, por ejemplo, la reserva moral de la nación. Esto aúpa visiones políticas y, lo que es peor, visiones mesiánicas.

Eso es producto de la visión catastrófica que tiene el país. Cuando las instituciones han sido rebasadas por debilidad, corrupción y falta de capacidad para procesar el conflicto político, recurren a las Fuerzas Armadas y las politizan. No quiere decir que no exista un efecto recíproco. Pero hay que separar lo que es institucional de un grupo de rebeldes e insubordinados y de rezagos que queden con esa tendencia. Mientras no se siga saneando, seguirá de forma permanente ese problema.

¿La ideología redentora no es entonces, según usted, de la institución militar?

De ninguna manera. Lo que sí existe es la desesperación, el involucramiento y una confusión, en sus tareas y misiones, de determinados grupos y sectores.

¿Dentro de Fuerzas Armadas?

Dentro de las Fuerzas Armadas. Pero no podemos decir que la institución militar está desviada de sus roles y misiones y que hay que reorientarla porque no tiene norte.

Si la institución no se ha desviado de sus roles y misiones, ¿cómo explica que en el alto mando se haya llegado a votar a favor o en contra de la continuidad de un presidente?

El tercer grave problema es un liderazgo incapaz, prebendario, cortoplacista y débil.

¿Dentro de Fuerzas Armadas?

Dentro de Fuerzas Armadas. ¿O acaso el ministro de Defensa no las abandonó el 20 de abril? Si hubiera estado el ministro de Defensa hasta el último y hubiera afrontado la situación, ¿hubiera tenido que salir el jefe del Comando Conjunto? ¿Y por qué el mando militar respaldó el decreto de emergencia ilegal? ¿Nos olvidamos acaso de que a raíz de querer olvidar los castigos, para tener favores y adeptos incondicionales dentro del Ejército, (Lucio Gutiérrez) llevó a los golpistas al palacio, les dio una cena y les dijo que eran héroes?

¿Pero las Fuerzas Armadas no son responsables de aceptar la utilización política? ¿No enviaron militares en activo a cargos públicos?

Por eso he hablado del liderazgo prebendario. Se aceptan las ventajas, se aceptan los ascensos y otras prebendas en función del intercambio del favor político. También se confunde lo que es la subordinación, la obediencia y el respeto, que es a la Constitución y al poder público, y no al gobernante para que ejerza un pretorianismo exagerado, para que haga y deshaga al margen de la Constitución.

El país previno a las Fuerzas Armadas de que ese involucramiento político les haría daño. No oyeron. ¿Cómo lo explica?

Educación, fortalecimiento de valores profesionales, mejoramiento del pénsum en cuanto tiene que ver con cultura democrática y derechos humanos. La participación de criterio de ciencias políticas no es para hacer política; es para reforzar el fundamento profesional en respaldo a las decisiones políticas del Estado, no del señor que está en el gobierno.

Usted está reconociendo que la crisis en la institución militar es variada y profunda.

Hay crisis de mandos. Los mandos arrastraron a la institución. Ellos no son los causantes originales. Son los efectos que causa un gobernante que confunde poder político y poder constitucional con poder personal.

Los mandos se forman en las Fuerzas Armadas. Si hay crisis de mandos es porque la institución no tiene claro sus roles y misiones.

Hay dos tipos de liderazgos: uno estratégico militar de mandos militares. Al que yo hago referencia es al liderazgo representativo, institucional y político. El nexo entre el gobierno y la institución.

Que se hayan reunido generales para deliberar a favor o en contra de un presidente muestra la debilidad de un mando que, además, es vertical.

Es un vicio. Yo no hubiera convocado para eso. Se convoca en función de la Constitución y los reglamentos militares. Y eso no está. También hubo incondicionalidad de los mandos para declarar estado de emergencia sin ningún motivo de conmoción. Es un defecto de los que se prestaron para eso. Un defecto del ministro de Defensa por involucrar al mando militar en esas circunstancias. No es la institución, sino quiénes la representan.

¿Pero esos elementos sumados conducen a pensar que Fuerzas Armadas requieren una transformación integral y profunda?

Desde luego. La crisis que hay requiere los cuatro elementos de acción que señalé. Los problemas internos de la institución no se van a solucionar ni se pueden dejar exclusivamente en la sanción, aunque ese es un requisito ineludible. Se tiene que hacer un saneamiento con absoluto apego a lo que ha ocurrido últimamente.

¿Saneamiento, como siempre, puertas adentro?

No está puertas adentro porque todo está en proceso civil. La investigación está en manos de la Fiscal.

Al margen de la investigación, ¿no le debe la institución militar explicaciones al país?

Hablemos del 20 de abril. Los mandos que estuvieron frente a la institución tienen que responder por todo lo que se ha hecho.

¿No está prohibido al alto mando desconocer presidentes?

Está prohibido.

Es la tercera vez que lo hace en ocho años.

Liderazgo débil. ¿Qué puede esperarse de un ministro de defensa que abandona a las Fuerzas Armadas y desaparece el 20 de abril?

¿Explica usted esa atribución que se otorgan las Fuerzas Armadas por la deserción de un ministro de Defensa?

No hablemos de Fuerzas Armadas. Hablemos de un grupo que sucesivamente seguirá generando problemas mientras no se cicatrice definitivamente este problema de intervención política e insubordinación que se vivió. No es una actitud institucional. Y no vamos a analizar el problema de la crisis política del Ecuador por los mandos que han participado porque estaríamos tapando el sol con un dedo sin ver el clima de anarquía al que se llegó. Eso podía desembocar en numerosas muertes si (los militares) hubieran sido respetuosos de la voluntad de Lucio Gutiérrez.

La diferencia es que los civiles ahora sí reconocen vacíos y falencias. Reconocen también que el sistema político se agotó. Los militares no aceptan siquiera que la institución está en crisis.

Creo que tienen conciencia de la crisis en la que se vive. No es una crisis profunda como la de las demás instituciones. Las Fuerzas Armadas tienen un problema grave pero perfectamente solucionable. He dado una propuesta de cuatro campos de acción. Uno más, uno menos, con contenidos variables, pero es una propuesta. Y es para hacerla ya. Se puede recuperar la credibilidad y el profesionalismo de las Fuerzas Armadas porque estos asuntos prebendales no les llegaron a los soldados. Se quedaron en los que estaban próximos al dictócrata.

¿Cómo se operan los cambios que propone, pues las Fuerzas Armadas son de hecho una sociedad aparte con sus códigos, su corte y sus secretos?

Visiones, tareas, responsabilidades y organización: son tareas sociales y democráticas que corresponde fijar a la sociedad. El Ejecutivo dicta la política y la ejecuta el ministerio del ramo. Pero han pasado cinco años discutiendo los roles de las Fuerzas Armadas y no salió nada. Es un vacío de integración social de las relaciones civiles y militares.

En parte porque las Fuerzas Armadas no se abren a la sociedad civil. ¿Cree que hoy estén dispuestas a discutir su nuevo perfil con la sociedad?

Hay que plantear cuales son los temas que hay que discutir con la sociedad. Pero si queremos discutir las hojas de vida de los generales para ascensos, creo que nos estamos yendo contra los derechos humanos.

¿Acaso la sociedad no está pidiendo conocer, por ejemplo, hojas de vida para seleccionar los miembros de la Corte Suprema de Justicia?

Estamos hablando de procedimientos matemáticos, parámetros de calificación, currículo y hoja de vida. Otra cosa es el momento en que un consejo de generales salga a discutir con toda la sociedad los problemas familiares que ha tenido tal o cual y por qué no califica. Hay un derecho a la privacidad.

En este proceso de transformación se debería revisar parte de lo que ha sido la cultura militar. Tener empresas o hacer parte de los directorios de empresas nacionales.

Yo diría que hay cosas que faltan por hacer, no que sobran. La Constitución es muy clara: dice las empresas que corresponden a la defensa…

Eso, que también es cuestionable, no se cumple. Los militares manejan empresas de otras índoles.

Todo eso es motivo de ser discutido y analizado. ¿Por qué no discutimos que siendo una institución profesional, no de servicios, ni compañía privada, tiene que aportar en el presupuesto, como autogestión, sobre 23% de su presupuesto? ¿Es lógico eso?

¿En cuánto tiempo se podría ejecutar la transformación en las Fuerzas Armadas?

La Ley Orgánica de Fuerzas Armadas no necesita más de 60 días para discutirla con los sectores sociales y mandarla al Congreso. Así de sencillo. Esa ley estuvo hecha en el Ministerio de Defensa, pero su pensamiento era meramente legal. Hacía falta el criterio estratégico y la visión social.

¿Ha faltado, entonces, decisión política del Ejecutivo?

Hasta ahora no ha habido decisión política del Ejecutivo y una directriz estratégica del Ministerio de Defensa para dar la orientación de la transformación. No se le puede decir a las Fuerzas Armadas reorganícense como quieran.

¿Políticamente, qué tiene que incluir la solución a la crisis en la institución militar?

La salida es cuestión de una política de Estado en materia de defensa. Y una política clara y un planeamiento estratégico reajustado a los problemas que se tienen. Las Fuerzas Armadas tienen que salir de esta crisis apuntando hacia el mismo problema: fortalecer la institucionalidad militar y la profesionalización. Se necesita decisión política, participación social y tiene que haber una comisión del Congreso que participe.

¿Esta es la tarea prioritaria que debe asumir el Ministerio de Defensa en este momento?

Por ahí comienza. Comienza por la cabeza, comienza por el Presidente. La transformación, en función de estas directrices, de este escenario, de estos recursos, implica reajustar las fuerzas. Eso significa cambiar el orgánico de las fuerzas Armadas. Y ese orgánico tiene que ser con facultad legislativa. Lo que significa que la reglamentación está sobrepasada por los acontecimientos. No solo la reglamentación, también las leyes y las políticas.

¿Las diferencias entre el ministro de Defensa y el coronel Jorge Brito auguran un arranque con pie equivocado?

Después de esta larga charla, la conclusión a esa pregunta debe ser absolutamente clara y no me pronuncio.
EXPLORED
en Ciudad Quito

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