Quito 17.02.91. En el cuerpo de la madre se gesta el cuerpo
del hijo; en medio de una frase cualquiera se puede introducir
otra frase y, a su vez, dentro de ésta, otra frase y así
sucesivamente, en un proceso sin fin; en matemáticas, un
conjunto puede incluir a otro, que a su vez incluye a otro y
así ad infinitum.
Lo que ocurre con las muñecas rusas también ocurre en "Las Mil
y Una Noches" cuando, a mitad del libro, Scherezada narra al
Emir de los Creyentes la propia historia de "Las Mil y Una
Noches".
La idea de esta imbricación infinita se repite en numerosas
disciplinas; para Pascal lo vertiginoso estriba en que nuestro
universo puede estar contenido dentro de otro universo más
vasto y a la vez éste dentro de otro... y también el que
nuestro universo contenga otros universos más pequeños que a
su vez contienen a otros más diminutos y así ilimitadamente.
Ahora se suma a esta ilustre progenie la última teoría
cosmológica de Stephen Hawking, el conocido autor de "Una
breve historia del tiempo".
Hoy, Hawking nos pide imaginarnos a nuestro cosmos como una
gigantesca esfera o globo que se infla velozmente arrastrando
en su superficie al polvo cósmico, a planetas, estrellas y
galaxias; luego, nos pide imaginar que estamos observando la
superficie del globo a través de un microscopio. Con poco
aumento, nos dice Hawking, aquella superficie nos parecerá
homogénea y tersa. Pero con un gran aumento en la resolución
del microscopio, las vibraciones de la superficie nos
parecerán extremadamente violentas y caóticas: entonces será
probable que en tal superficie ocurra cualquier cosa.
En particular, afirma Hawking, es probable que la superficie
del globo cósmico, al vibrar alocadamente, desarrolle un
pliegue diminuto, una especie de aneurisma, que se hincharía
hacia afuera, expandiéndose indefinidamente. Y ello sería el
nacimiento de un nuevo universo a partir del espacio vacío
dentro del pliegue.
Tal como en los primeros instantes de nuestro cosmos, la
expansión súbita de ese universo produciría una tempestad de
partículas: el incremento de la energía potencial negativa de
la gravedad sería convertida en la energía positiva de la
materia y aquel cosmos eventualmente tendría estrellas,
galaxias, incluso vida.
Para Hawking, nuestro universo pudo haberse formado así y es
probable que estén creándose de continuo nuevos universos, que
se separan o se imbrican unos con otros en una secuencia
laberíntica sin fin.
Por si fuera poco, la teoría de Hawking tiende a armonizar dos
concepciones que hasta ahora se han llevado mal: la teoría de
la relatividad y la teoría cuántica. La primera describe bien
la dinámica de un globo cósmico a gran escala: su materia y
energía producen la curvatura de la superficie y pueden crear
pliegues y hoyuelos de acuerdo a su densidad. No obstante, si
se extrapolan las ecuaciones einstenianas al momento de la
expansión cósmica inicial, o Big bang, las ecuaciones se
rompen, produciendo absurdos como el de una densidad infinita
y una curvatura infinita.
Hawking sin embargo aplica la teoría cuántica a otro aspecto
del globo cósmico. La teoría cuántica es la expresión
matemática de una percepción extraña y perturbante: lo que nos
place pensar como "la realidad" descansa sobre una base
intrínsicamente impredictible y caótica. Como ejemplo,
examinemos un electrón. La teoría cuántica afirma (y los
experimentos lo han confirmado) que cada electrón está sujeto
a cierta opacidad, a una falta de definición que encuentra su
expresión formal en el principio de incertidumbre de
Heisemberg.
Al igual que cuando mirábamos con un microscopio la superficie
del globo cósmico, ahora veremos con poco aumento que el
electrón parece tener una trayectoria perfectamente
predictible pero si lo examinamos con un gran aumento nos
parecerá que ese electrón tiene violentas vibraciones
caóticas.
A la final no habrá manera de expresar el comportamiento de
ese electrón o de cualquier otra partícula salvo como un
conjunto de probabilidades: la partícula tiene tal o cual
probabilidad de estar aquí, o tal o cual probabilidad de estar
moviéndose hacia allá.
Hawking empezó aplicando este principio de incertidumbre al
globo cósmico y derivó su propia concepción, una de cuyas
consecuencias es que todos los universos, excepto el nuestro,
serían para nosotros totalmente invisibles. Ello, porque el
globo inicial, conectado con la superficie de nuestro cosmos
por un cordón umbilical, conocido en cosmología como "agujero
de gusano", tendría apenas 10-33 centímetros de ancho, o sea
el mismo tamaño que la fluctuación cuántica de la superficie.
Desde nuestro punto de vista macroscópico, los huevos de
gusano aparecerían como agujeros infinitesimales que
destellarían y desaparecerían en 10-43 segundos, perdiéndose
en el caos de la vibración cuántica. No los veríamos nunca.
De hecho, para un electrón, el espacio vacío en cualquier
punto de la superficie de nuestro cosmos, aparecería como un
campo repleto de agujeros deslizantes. Al topar uno de estos
huecos, el electrón caería adentro e iría a otro universo
mientras otro electrón vendría del lado opuesto y saltaría a
nuestro universo para conservar el total universal de energía,
momento y carga. Si el electrón que cae o el que emerge
viniese acompañado de un fotón, el proceso aparecería al mundo
exterior como la absorción o la emisión de un fotón, es decir
como una interacción electromagnética.
Hawking afirma que es al menos concebible que este fenómeno
sea el responsable de todas las masas de las partículas y de
las interacciones entre ellas. Como consecuencia, los huecos
podrían ofrecer una solución a uno de los más trabados
problemas cosmológicos: el desaparecimiento de la constante
cosmológica.
La constante cosmológica matemáticamente es una extensión de
las ecuaciones einstenianas. Se trata de una suerte de
presión que actúa uniforme e inexorablemente sobre todo punto
del universo, aún en el espacio vacío. Esta presión sería
producto de la fábrica del mismo espacio vacío. Y forzaría a
nuestro universo a expandirse mucho más rápidamente de lo que
actualmente lo hace. Pero la constante no ha sido observada
pese a que la teoría cuántica predice que debería ser enorme.
Por lo demás, esta predicción es inexorable puesto que es una
aplicación directa del principio de incertidumbre, que afirma
que todo campo cuántico contiene cierta cantidad irreductible
de energía, incluso en el espacio vacío. A ello contribuyen
electrones,, fotones, quearks, -el campo cuántico de cada
partícula. Y esa energía es exactamente equivalente al tipo
de presión descrita por la constante cosmológica. Así, la
constante ha sido un obstáculo y una frustración para los
físicos contemporáneos.
Pero los huecos de gusano ofrecen hoy una solución inesperada.
Elaborando la teoría de Hawking, Sidney Coleman ha mostrado
que si el universo está agujereado por una pululación de tales
huecos, entonces éstos actuarían para evacuar la constante
cósmica, cancelándola.
De acuerdo a sus cálculos, los universos con una constante
cósmica de valor cero (como nuestro cosmos) son muchísimo más
probables que universos con distinto valor. Y esto sería no
sólo otra validación empírica de las ideas de Hawking, sino un
aspecto más en que se armonizarían la teoría einsteniana y la
cuántica. No obstante, el hecho de que la teoría einsteniana
se agrupe con las filosofías deterministas mientras que la
mecánica cuántica no, sigue siendo un escollo fundamental,
tanto más cuanto que ambas teorías parten de supuestos
distintos e incompatibles, si bien ambas teorías han sido
confirmadas empíricamente.
¿Quién creó la creación?
Si extrapolamos las ecuaciones cosmológicas de Hawking hacia
el Big bang, éstas no se rompen produciendo una serie de
absurdos sino que más bien resultan en varios sin-sentidos.
Así, preguntar qué ocurrió antes de la creación del primer
universo es equivalente a preguntar quién creó la creación.
Como en las remotas cosmogonías orientales de nuevo es aquí el
vacío la madre del Todo. Y asimismo, es gracias al espacio
vacío en el útero que la gestación es posible, y al intangible
vacío entre frase y frase que una imbricación sin fin es
posible, aunque pueda producir algo ininteligible. O, como lo
afirma el Tao Te ching, de Lao Tzu: "Treinta rayos convergen
hacia el centro de una rueda, pero el vacío en el medio hace
marchar el carro. Con arcilla se moldea un recipiente, pero se
le utiliza por su vacío.
Se hacen puertas y ventanas en la cosa y es el vacío el que
permite habitarla. Por eso, del ser provienen las cosas y del
no-ser su utilidad. (C-3)
en
Explored
Ciudad N/D
Publicado el 17/Febrero/1991 | 00:00