Ha sido una semana movida en el maravilloso mundo del Islam. El choque del Islam nigeriano con ese antro de subversión, el concurso Miss Mundo, ha sido poco edificante, para decirlo con suavidad.
En primer lugar, algunas de las concursantes tuvieron el atrevimiento de cuestionar la sentencia de un tribunal islámico de lapidar a una mujer nigeriana condenada por adulterio y amenazaron con boicotear la competencia. Eso obligó a las autoridades nigerianas a prometer que la mujer en cuestión no serÃa sometida a una letal lluvia de piedras. Luego, Isioma Daniel, un periodista nigeriano de fe cristiana, tuvo la audacia de sugerir que si el profeta Mahoma viviera, tal vez hubiera querido casarse con algunas de esas bellezas en traje de baño. Bueno, obviamente, eso fue ir muy lejos. Los fanáticos musulmanes de Nigeria se dedicaron entonces a la sagrada tarea de asesinar, saquear e incendiar, mientras exigÃan la decapitación de Daniel.
Y ¿quién puede culparlos? No el presidente de Nigeria, que acusó de los motines al desafortunado periodista. (Germaine Greer y otras feministas británicas, molestas por la decisión de mudar el evento de Miss Mundo a Londres, prefirieron emitir opiniones sobre el concurso de belleza. La noción de que los asesinos, saqueadores e incendiarios deben ser llevados ante la justicia, parece que no fue tomada en cuenta).
Entre tanto, en la República Islámica de Irán, Hashem Aghajari, una persona con ejemplares credenciales islámicas -perdió una pierna en combate y formó parte de la fuerza de ocupación que tomo la embajada del "Gran Satán" en Teherán, en los dÃas prósperos de la revolución-, languidece bajo una condena a muerte impuesta porque criticó a los mulás que gobiernan el paÃs. En Irán, no se requiere tener siquiera desenfadados pensamientos acerca del profeta para merecer la pena de muerte. Los corazones de los verdaderos creyentes se enloquecen con mucho más facilidad que eso.
Miles de jóvenes en todas partes de Irán fueron lo bastante inmaduros como para protestar contra la sentencia de Aghajari, por lo cual el lÃder supremo, el ayatola Ali Khamenei, los censuró. (Más de 10 mil fanáticos desfilaron por Teherán en respaldo al islamismo de lÃnea dura).
Entre tanto en Egipto, una exitosa serie de televisión, Jinete sin caballo, ha estado ofreciendo calumnias antisemitas a una vasta y propicia audiencia. Los protocolos de los sabios de Sión, un documento que intenta demostrar que existe un complot judÃo para apropiarse del mundo, y que, según se demostró hace mucho, fue falsificado por la policÃa secreta del Zar Nicolás II, es tratado en esa serie de televisión como si fuera verdadero. Y eso en el mismo Egipto en el cual la prensa es rigurosamente censurada para evitar que surjan a la luz cualquier clase de datos que ofendan a las autoridades.
Curiosamente, la estrella de la serie, y coguionista, Mohammed Sobhi, nos dice que lo que está en juego es nada menos que la libertad de expresión, y si sus mentiras âaterrorizan a los sionistasâ, pues bien, que lo hagan. El piensa hacer más programas de ese tipo.
Finalmente, no olvidemos la aterradora historia de la mujer musulmana Ayaan Hirsi Ali, quien debió huir de Holanda porque osó decir que los hombres musulmanes subyugan a sus mujeres. Una idea tan vil, que furiosos hombres musulmanes formularon amenazas de muerte contra la temeraria mujer.
¿Es justo aglutinar todas esas fealdades? Tal vez no. Pero todas tienen algo en común. Ayaan Hirsi Ali fue acusada de ser la âSalman Rushdie de Holandaâ; Aghajari, de ser la versión iranÃ, e Isioma Daniel, de ser la encarnación nigeriana del mismo demonio. Hace un par de meses, dije que detestaba la idea de usar mi nombre como un lema por parte de islamitas de todo el mundo. Ahora estoy comenzando a repensar esa posición. Tal vez no es tan malo ser un Rushdie entre otros "Rushdies". Por la mayor parte, me siento cómodo, e incluso orgulloso, de la compañÃa en que me encuentro.
Y después de todo, ¿dónde está la indignación musulmana ante esos eventos? Mientras esa antigua y profunda cultura del amor, el arte y la reflexión filosófica es secuestrada por paranoicos, racistas, mentirosos, supremacistas masculinos, tiranos, fanáticos y adictos a la violencia ¿por qué no están gritando?
Al menos en Irán los estudiantes protestan. Pero ¿en qué otra parte del mundo musulmán se escuchan las voces de la justa, tolerante mayorÃa musulmana deplorando lo que están haciendo los musulmanes nigerianos, egipcios, árabes y holandeses?
También los musulmanes de Occidente parecen demasiado silenciosos en estos temas. Y si están gritando, yo no alcanzo a oÃrlos.
Si las voces moderadas del islamismo no pueden o no quieren insistir en la modernización de su cultura, asà como de su fe, entonces, deberán hacerlo aquellos a los que se llama "los Rushdies". Por cada individuo que es insultado y oprimido, dos más, 10 más, un millar más surgirán. Y surgirán porque no se pueden mantener encarcelados para siempre los sentimientos, las mentes y las necesidades de la gente, sin importar lo brutales que sean los inquisidores.
El mundo islámico de la actualidad está aprisionado no por Occidente, sino por sus secuestradores islámicos, quienes luchan por mantener clausurado un mundo que lamentablemente solo algunos pocos intentan abrir. Mientras la mayorÃa permanezca silenciosa, será una guerra muy difÃcil de ganar. Pero al final -al menos esa es nuestra esperanza-, alguien echará abajo las puertas de esa prisión.
Salman Rushdie es novelista hindú, de lengua inglesa. Por los Versos satánicos fue condenado a muerte por el régimen del ayatola Jomeini. Es autor de Hijos de la medianoche, Fury: A Novel y de la colección de ensayos Step Across This Line.