Quito. 12 ene 97. (Editorial) La reciente firma de paz entre
la guerrilla y el gobierno guatemalteco y la toma de rehenes en
Lima por parte del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru me
recuerda un trabajo que le presenté a Che Guevara hace
exactamente 34 años, cuando colaboraba con él en el Ministerio
de Industrias de Cuba. Era un análisis crítico de la Segunda
Declaración de la Habana, que consideraba la lucha armada de la
guerrilla como el único camino para acabar con los flagelos de
la injusticia social y el hambre en América Latina. Argumenté
que, en vez de fomentar la revolución y otro Vietnam en el
subcontinente, Cuba debería concentrarse en su propio desarrollo
económico y social y convertirse en una vitrina para los
latinoamericanos en este terreno. Además, sostuve que una vez que
la Revolución Cubana adoptó el comunismo y era un aliado estrecho
de la Unión Soviética, los movimientos guerrilleros en América
Latina no podrían repetir su ejemplo y obtener el masivo apoyo
de todas las capas de la población, como sucedió en Cuba. Ni los
regímenes instalados ni los Estados Unidos permitirían que otro
régimen comunista se estableciera en el hemisferio.

Como era de esperar, el Che no estaba de acuerdo con esta tesis.
En los decenios que siguieron hasta la fecha la lucha guerrillera
surgió y fracasó en una decena de países en Centroamérica y
América del Sur, en lo que, en su mayor parte, fue un estéril y
costoso intento de conquistar el poder por esta vía. Estéril no
solo por el evidente desequilibrio en la correlación de
fuerzas,sino también porque el marxismo-leninismo al estilo
soviético- como lo saben y cantan hasta los gorriones de los
techos- no conduce al prometido paraíso terrenal, sino todo lo
contrario a una dictadura y falta total de libertades políticas
y una crisis económica sin fondo, como las que sufre el pueblo
cubano bajo el régimen de Fidel Castro.

No sé cuantas víctimas esta lucha cobró ni las pérdidas
materiales que ocasionó. Pero estoy seguro de que entre los
caídos se encontraban muchos que representaban la flor y nata de
una juventud idealista, ansiosa de superar las injusticias y el
hambre que sufría tanta gente y el grave subdesarrollo de toda
América Latina.

El presidente Fujimori tiene razón cuando declara que la
violencia desatada por la guerrilla no es el camino para superar
la miseria y el atraso. Hace tiempo que la guerrilla venezolana
comprendió esta verdad. Ahora la guerrilla de Guatemala, después
de 36 años de lucha, hizo las paces y decidió incorporarse a la
lucha política pacífica. Es el único camino de bregar por la
justicia social y el progreso dentro de un marco democrático, de
participación y de respeto a los fundamentales derechos humanos.

Lamentablemente Sendero Luminoso y el MRTA en Perú y las
guerrillas colombianas, a pesar de tantos años de derramamiento
de sangre infructuoso, no parecen haberlo aprendido aún. Ojalá
se convenzan de que, transformados en partidos políticos y como
representantes elegidos por el pueblo, podrán hacer más para el
cambio que con el fusil y el terrorismo.
Pero el drama en Lima ilustra también otra verdad que no cabe
ocultar con un discurso frívolo y que debería motivar a
gobernantes como Fujimori en Perú y Zedillo en México a la
reflexión.

La violencia y la acción subversiva no son el producto de
criminales malvados o de ambiciosos que buscan el disfrute del
poder, de riquezas o de la notoriedad, sino nacen de la pobreza
institucionalizada y la falta de esperanza y de un futuro digno,
a que se encuentran condenados vastos sectores latinoamericanos.
Es cierto que solo ilusos pueden creer que es posible superar
esta pobreza en un lapso corto, como con una varita mágica.

Pero no es menos cierto que el modelo económico, actualmente en
boga en América Latina, no puede realizarse a espaldas de estos
sectores, sino que debe propiciar las condiciones que les
permitan incorporarse a una vida digna y económicamente
productiva y activa y convertirse en actores del desarrollo en
vez de permanecer como sus perennes víctimas. Esto, me parece,
es el desafío más grande que los sistemas democráticos confrontan
en América Latina en la actualidad y también la única vía para
desterrar de estas tierras la violencia de la lucha guerrillera
para siempre.

Escritor, doctor en Ciencias Políticas. (DIARIO HOY) (P. 5-A)
EXPLORED
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