Quito. 20.04.94. Los treinta minutos reglamentarios del vuelo que
me lleva a Cuenca se alargan. El piloto decide prolongar por
quince minutos su lance contra esas nubes que mantienen a la
ciudad completamente cubierta. Por el altavoz, el capitán de la
nave dice, educadísimo: "Señores pasajeros: debido al intenso
tráfico aéreo nos vemos obligados a esperar unos breves momentos
antes de arribar al aeropuerto Mariscal Lamar". ¿Intenso tráfico
aéreo?, pregunto, incrédulo, para mis adentros.

El verdadero intenso tráfico aéreo es el que comienzo a comprobar
más tarde, ya en las calles, cuando veo que la gente salta por
las aceras evitando las zanjas y los desechos de materiales. Me
quedo turulato ante la agilidad con que las cuencanas trasponen
las pequeñas quebradas junto a las calzadas o ascienden por los
montículos de piedras y luego coronan los altos picos de lodo,
sin que sus tacos se quiebren ni sus medias se corran. "Es la
práctica que hemos llegado a alcanzar", me dice una chica,
orgullosísima y sobradísima de su limpieza, al tiempo que dirige
a mis zapatos, ya para entonces mugrientos, una mirada de
profundo desprecio.

De pronto, siento que detrás de mí viene por la vereda una
motocicleta de esas full equipo y sin escape, bajo cuyas llantas
voy a morir indefectiblemente por cuanto no tengo posibilidad
alguna de huir: a mis izquierda está la pared de una casa y a mi
derecha una mini quebrada de alcantarillado que, con mis años y
mis pulmones tabaquísticos, jamás lograré traspasar. La moto
alcanza a frenar justo en mis talones y entonces, con la palidez
espectral de un resucitado, cedo el paso al motociclista, que
enseguida se despoja de su casco en un gesto que yo intuyo de
fina cortesía, amabilidad y respeto cuencanos, pero que en
realidad es la mejor manera de putearme a su sabor mientras
acelera y, raudo, sigue su periplo arriesgadamente veredístico.

El tráfico está atascado. Los semáforos son un adorno inútil.
Los claxones de los autos expresan su ira, con un cantadito que,
francamente, no tiene nada de cuencano. Todos -peatones y
automovilistas- buscan la manera más explícita de proclamar su
indignación, en una suerte de orgía de maldiciones.

Los únicos que se frotan las manos son los lustrabotas que, al
buen paso enlodado que van las cosas, pasarán muy pronto de la
pobreza a la opulencia.

"Son cuatro días que no vendo un bordado", me cuenta la dueña de
un almacén que parece ser la única que se aburre entre un
tránsito peatonal y automovilístico tan emocionante. Yo quiero
comprarle unos tapetitos coquetones, pero están tan empolvados
los pobres que desisto de la transacción, aunque con el corazón
encogido por la pena.

"Evítese problemas, llámenos al teléfono y le visitaremos en su
domicilio para que usted no tenga que venir al centro", son
algunos de los réclames radiales que se transmiten
periódicamente. Ir al centro es una afrenta que solo en caso de
extrema necesidad hay que soportar, es el consenso que logro
rescatar luego de hablar por aquí y por allá.

Distraídisimo y divertidísimo como estaba contemplando un caos
tan bien organizado, me doy manos a boca en una esquina con un
vendedor de pan a quien, enseguida, como buen samaritano, ayudo a
recoger del lodo lo que, a nuestro buen juicio, puede ser todavía
digerible por un hambriento y despreocupado viandante.

"¿Has notado lo mucho que los cuencanos hemos ganado en roce
social?", me dice por la noche Bertha Vintimilla, mientras me
siento, por fin, a tomarme cómodamente un trago en su impecable
local, situado en pleno centro de esa ciudad despanzurrada.

"Nos estamos organizando", me consuela al día siguiente Juan
Manuel Ramos, un mexicano a lo mero mero, inteligente y
simpatiquísimo, quien desde hace seis años administra "El
pedregal azteca", un restaurante incrustado en la Casa Azul, a la
que se la ha restaurado con primor.

-¿Y cómo se están organizando?, le pregunto.

-Pues con un objetivo claro: la defensa del centro histórico.

La cosa es que los moradores de la calle Gran Colombia han
formado una Asociación para involucrarse directamente en el
problema que les afecta y buscar, entre todos, las mejores
soluciones. Y es que tal parece que en la apertura de las vías
de la ciudad para instalar nuevas redes de alcantarillado, agua
potable y luz eléctrica, no se tomó en cuenta el impacto
económico y social de las obras.

"Queremos colaborar, participar, dar nuestras ideas, pero hemos
sido ignorados", me dice Juan Manuel.

Y éste -el problema de la desinformación- es para mí el causante
de tanta ira ciudadana, de tanto malestar, de tanto resentimiento
público. Es como si las autoridades actuaran a espaldas de la
comunidad. Como si no les importaran los problemas que ocasionan
unas obras que van a producir, más temprano que tarde, un enorme
beneficio que, sin embargo, ningún político cuerdo se hubiera
atrevido a empezar pues sabía que corría el riesgo de morir
lapidado. Porque tantos desvelos que modernizarán a Cuenca y le
darán un respiro por los próximos 40 años, quedarán sepultados
bajo esas mismísimas zanjas que ahora hacen que los cuencanos
maldigan a su alcalde.

Cuando me pongo a recorrer las obras me emociono, aunque sea a
saltos y a brincos. Y compruebo que es una labor que, en su
mayoría, no puede hacerse mecánica sino manualmente, en una tarea
cercana a la de la orfebrería: una herrumbrada conexión de agua
que entra a una casa tiene que ser cambiada por una tubería de
cobre, una desportillada alcantarilla de ladrillo tiene que ser
suplantada por enormes tubos de cemento, la maraña de los cables
eléctricos que surcan los cielos es sustituida por alambres que
permanecerán sepultados bajo las aceras.

Y encima, llueve. Y entonces las calles que ya fueron cerradas,
no pueden ser compactadas a la perfección por no sé qué líos de
la excesiva humedad.

Además, están los adoquines, cuya colocación es, obviamente,
mucho más pacienciosa que el pavimento.

Y si la ciudadanía se queja de los constructores, los
constructores se quejan de la ciudadanía: las gentes se roban las
señales, las piedras, los adoquines, los rótulos, las mallas, en
unos actos vandálicos impropios de los habitantes de ­ay!, (¿digo
o no digo? Bueno ya, digo, qué churos) la Atenas del Ecuador.

­Qué bestia! Lo que está haciendo el alcalde Javier Muñoz Chávez
es todo menos una obra de relumbrón. Y como quedará enterrada,
nadie nunca más se acordará de ella y se pondrá a pensar en que,
si la autoridad no hubiera tenido el coraje de afrontarla, Cuenca
se hubiera secado sin agua, electrocutado con tanto cable aéreo y
anegado con esas eses que corren por las alcantarillas y que, tal
como nuestras vidas, van a dar a la mar, "que es el morir".

¿Por qué el alcalde no hizo que el pueblo tomara conciencia de la
magnitud de las obras? ¿Por qué las informaciones que se dan
sobre las obras llegan tarde -y mal- a los oídos de los usuarios?
¿Por qué el alcalde, con su actitud lejana, da la imagen de un
funcionario que ignora el clamor popular? ¿Por qué, por qué, por
qué?

Pasada la tempestad, vendrá la calma. Y Cuenca será otra, aunque
nadie lo sepa porque su nueva, reluciente, fisonomía yacerá bajo
la tierra..

CORTOS

-Tras siete años de planificación, el 7 de diciembre de 1992
comenzó la renovación del sistema eléctrico de Cuenca, con la
construcción de 39 cámaras con transformadores, interruptores de
alta tensión y tableros de distribución de baja tensión, que
terminarán para siempre con los cortes de luz. 34 están
totalmente equipadas.

-En agosto del año pasado se inició el tendido de las redes. El
plazo es de 16 meses. Sin embargo, Efrén Torres, coordinador de
la obra, dio su palabra que el trabajo, que incomoda sobre todo a
los peatones, estará totalmente concluído hasta fines de mayo
("si no llueve mucho").

-320 hombres por día intervienen, según Torres, en estos
trabajos, que en total abarcan 160 manzanas; de ellas, en 150 se
ha concluido la instalación. Sin embargo, es fácil observar que
en muchas cuadras falta el terminado y que algunas zanjas
permanecen abiertas durante varias semanas.

-Seis guardianes custodian los materiales eléctricos contra robo.
Lo más cotizado es el alambre de cobre, utilizado por los
joyeros.

-El proyecto cuesta 12.500 millones de sucres, incluyendo el 47
por ciento de reajuste. El BEDE contribuyó con 6.500 millones y
2.600 millones fueron pagados ya por los favorecidos, a través de
un cobro por mejoras. El resto cubrirá la empresa.

-El contrato no prevé una fiscalización, a más de la realizada
por la misma Empresa Eléctrica. Tampoco hay un rubro para
mitigación de impactos. La empresa publica periódicamente mapas
de las obras, en las que sin embargo se señalan como terminadas
zonas en donde aún falta el revestimiento.

AGUA POTABLE Y ALCANTARILLADO

-Los Planes Maestros de Agua Potable y Alcantarillado tienen dos
etapas, de las que está en marcha la primera, con cinco secciones
diferentes encomendadas a tres consorcios. Las obras comenzaron
en junio del año pasado, después de casi diez años de
planificación. Comprenden 111 kilómetros de red de
alcantarillado, grandes colectores de aguas servidas y 134
kilómetros de agua potable, tanques y tomas de agua.

-El costo total asciende a 57 millones de dólares, esperándose
reajustes menores, dado a que la empresa tiene el dinero en
dólares. 1.500 trabajadores laboran simultáneamente en todo el
proyecto. El rubro sexto aún no está licitado y es la
construcción de una planta de tratamiento de aguas servidas.
Falta también la segunda etapa, que básicamente incrementará las
reservas y el volumen de producción de agua.

-Los trabajos de excavación y tendido en el centro histórico de
la ciudad, donde lógicamente más estragos causan, corren a cargo
del consorcio "Hidalgo Hidalgo", que a su vez dice haber
subcontratado a cinco empresas. La obra durará dos años y tres
meses a partir de abril del 93.

-Según el consorcio fiscalizador israelí-ecuatoriano
"TAHAL-ACSAM", cuyo contrato asciende 2.316 millones de sucres y
1.800 millones de dólares, el proyecto de agua potable mostraba
en enero de este año un ligero retraso, compensado por los
avances en alcantarillado, que se hallaban adelantados. Hoy ambos
tendidos cumplen con el cronograma. El contratista ha solicitado
una reprogramación de la obra.

-Todos los técnicos coincidieron en que los colectores de la
calle Gran Colombia, la más transitada y turística de la ciudad,
no tienen dimensiones como para obstaculizar totalmente el flujo
peatonal, ni para poner en peligro las edificaciones, cosa que se
ha venido asegurando insistentemente. A fines de mayo comenzarán
los trabajos en las cuadras más transitadas, a partir de la
intersección con la Hermano Miguel.

POLICIA Y MUNICIPIO

-El jefe de la policía de tránsito, Vicente Benalcázar, tiene a
su disposición 60 policías y dijo que todos están empeñados en la
regulación del tráfico en las areas afectadas. Indicó además que
con una pausa de hora y media para almorzar, trabajan hasta las
20H00. La ciudadanía, en cambio, se queja de que no pueden ser
más de una quincena de policías, que almuerzan por lo menos dos
horas y media y se "despiden" a las 18H30, hora de mayor
congestión.

-Tampoco los proyectos de agua y alcantarillado prevén los
impactos socioeconómicos. De fuentes de ETAPA trascendió que las
constructoras entregan cada mes diez millones de sucres al
Municipio, para información de la ciudadanía. Casi todo se gasta
en cuñas radiales, muchas de las cuales después resultan
equivocadas. Además se han puesto algunas vallas, que han sido
robadas mientras tanto.

-Mucho antes de comenzar, la Empresa Eléctrica propuso sin éxito
al Municipio compartir gastos para dejar las aceras bien
terminadas y sin remiendos, como están quedando ahora.

-Por su parte ETAPA, la semana pasada, ha hecho una propuesta
similar al alcalde Javier Muñoz Chávez. "Todavía estamos a
tiempo", dijo al respecto el coordinador Hernan Tamayo, ahora
convencido de que no sirve el método de abrir sólo la franja
indispensable para realizar los trabajos. Los adoquines sueltos
son robados, rotos y la capa de rodadura queda mal apisonada.
Está pendiente la respuesta municipal.

-Las obras de alcantarillado comenzaron por el sur de la ciudad;
las de electricidad, por el norte. Un día, inevitablemente,
ambas de juntaron en el centro y ahí se complicó todo.

-Las viejas redes de alcantarillado, agua y luz han durado 40
años. Y no daban más.

-Anuncio radial oído el 16 de abril: "La Calle Larga va a estar
abierta hasta el 29 de marzo".

-Y después de esta experiencia, ¿por qué no se piensa en volver
peatonales por lo menos ciertas calles del centro?

-"Creo que no se ha contemplado el impacto económico y social que
estas obras han causado a la ciudadanía": Juan Manuel Ramos.

-El círculo vicioso: el intenso tráfico de automóviles no deja
trabajar a los obreros y los obreros no dejan que el flujo
vehicular sea normal. (10B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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