Las ciudades con raíces son como el vino añejo. El tiempo no
pasa en vano y mejora sus calidades hasta volver placentero al
vino y bellas a las urbes.

Cuenca tiene una traza urbana sustentada en raíces muy profundas.
La sobriedad y belleza van casi siempre de la mano. Sus calles
adoquinadas con piedra y sus casas blancas de adobe están
salpicadas de iglesias y conventos. Cuatro ríos lamen a la vieja
ciudad convirtiéndola en una mesopotamia andina de insospechadas
potencialidades turísticas. Allí están el Tomebamba y el
Yanuncay, el Machángara y el Tarqui.

La ciudad ahora está despanzurrada. Sus tripas de lodo y piedra
impiden la circulación y dañan el genio de los cuencanos. Lo que
se está haciendo es indudablemente bueno a la larga, pero
excepcionalmente mal hecho. En efecto, se trata de tender cables
eléctricos, mejorar el alcantarillado, modernizar las conecciones
de agua potable, todo lo cual está muy bien, pero lo desastrozo e
imperdonable es que las obras se llevan a cabo sin orden alguno y
Cuenca semeja actualmente a Sarajevo después de una noche de
misiles.

Como la duración de estas obras públicas tomará muchos años -se
habla de tres por lo menos- mucho me temo que el centro de la
ciudad sea abandonado por comercios y bancos, por instituciones y
oficinas y se convierta en tugurio. Cuando se tuguriza una
ciudad, el proceso es irreversible. Por eso este Diario está
empeñado en una campaña cívica para salvar a Cuenca de esta
carnicería despiadada.

Ojeada al pasado

Cuando el 12 de abril de 1557 Hurtado de Mendoza, marqués de
Cañete, ordenó a Gil Ramírez Dávalos que funde la ciudad de
Cuenca, curiosamente la ciudad ya existía. Fue algo así como
llover sobre mojado. El efecto, el grupo de los cañaris ya
existía un centro habitado que se llamaba Guapondelig, que
significa llanura grande como el cielo. Luego, durante la breve
ocupación incaica, pasó a denominarse Tomebamba y allí nació
Huaynacapac. Posteriormente las fuerzas de Atahualpa arrasaron
la ciudad asentada en el valle del Tomebamba, que otros preferían
llamar Paucarbamba. La vida volvió a florecer poco a poco en
esta zona de clima plácido, cielo azul, cuatro ríos y un subsuelo
rico en toda clase de minas. Allí habitaban los caciques Duma y
Leopulla. Por estas razones, cuando los españoles la fundan, lo
que realmente hacen es un "refacimiento" del Tomebamba, como dice
con justa razón Remigio Crespo Toral. Las raíces de Cuenca
sobrepasan con mucho el período de colonización española.

Las instrucciones que da el marqués de Cañete a Gil Ramírez
Dávalos para la fundación dicen así: "Teniendo atención -como
dice el primero- a que tenga agua perpetua y monte para leña e
tierras para poder repartir y disposición para hacer molinos
juntos al pueblo,y en parte donde se pueda andar y tratar con
carretas y que esté más cerca del puente de Túmbez, que sea
posible; y visto y examinado el lugar más conveniente, se trazará
el dicho pueblo, el cual se ha de intitular la ciudad de Cuenca y
dársele la horca y cuchillo y jurisdicción civil y criminal, y la
horca se hará luego en la plaza pública en medio della".

Los españoles originalmente llamaron a la ciudad Santa Ana de las
Aguas, "por sus muchos ríos, asequias y arroyos que la
fertilizan", luego fue conocida como Santa Ana de los Cuatro Ríos
de Cuenca. El licenciado Salvador de Villasante, en 1563, así
describe la ciudad: "Esta ciudad de Cuenca -dice- está en el
mejor asiento del mundo porque está en una planicie y la misma
planicie tiene dos y tres leguas alrededor de ella. Es tierra de
mucho trigo y maíz y en esta ciudad y sus términos hay grandes
metales y muchos porque hay oro y plata; hay mucho cobre y
hierro; hay otras minas de oro de a cinco y diez y nueve quilates
y están una legua de Cuenca en una serrazuela y junto a esta
ciudad están dos ríos de a donde beben grandes; vienen por metal
de oro y plata, y es buena agua, mejor que la agua de Quito... Si
se labrasen las minas acudiría mucha gente y se haría gran ciudad
en poco tiempo y aún estaría allí mejor el Audiencia"...

Los oficiales de la Real Audiencia de Quito Pedro de Valverde y
Juan Rodríguez, en 1573, dicen: "En el más lindo asiento que hay
en todo este reyno. Esta tierra de mucha labranza y crianza;
tierra fría y de buen temple... Doce leguas de este pueblo está
el río que llaman de Santa Bárbara, donde todos los más vecinos
desta ciudad echaban cuadrillas de indios a sacar oro y lo
sacaron algunos años".

En 1751, el padre Bernardo Recio así opina de Cuenca: "Yo cierto
que no solo viví en Cuenca algunos años, sino que registré los
más de sus pueblos, eché de ver, no solo la belleza y felicidad
de aquella tierra sino lo que voy ponderando, la variedad que se
encuentra en muchas de sus poblaciones de bien en mejor, debido a
la más feliz situación. Hay entre otras tierras un valle que se
llama de Paute, cuyas bellas cualidades me hacen acordar lo que
tanto ponderaba el poeta en el país de Tempe en la Tesalia,
porque no solo es tierra en que propiamente se verifica el correr
leche y miel por la abundancia y dulzura de sus frutos, sino que
también parece paraíso por su rara temperie".

Francisco José de Caldas, sabio naturalista, visita Cuenca en
1804. Alguien le trata mal y Caldas, con su mal genio
caracterítico, reacciona fuertemente, lanzando contra Cuenca
muchos y duros insultos, entre ellos el de morlacos. Parece que
antes de Caldas, ya Antonio de Ulloa y Jorge Juan nos trataron
despectivamente de morlacos. Veamos cómo Caldas insulta de lo
lindo a Cuenca: "El morlaco nacido en el seno de las tinieblas de
su patria, se cree el más importante del universo y mira con
desprecio a cuantos le rodean. Orgullosos, creen que todo existe
para que sirva a sus caprichos tan vacuos como insentatos. La
más ligera resistencia a sus deseos, la falta más leve enciende
el fuego de la discordia. Su honor está en arruinar al que no
dobló la rodilla en su presencia, en tener grandes riquezas, en
jugar a la espada, en traer un aire de Catón en público, en un
tren que ellos juzgan magnífico y que no pasa de mediano y
anticuado. Ha pocos años que el desafío, el asesinato y las
manchas de sangre de un desgraciado era el más preclaro blasón de
su gloria. Amigo de litigios, vive rara vez en paz".

Morlaco es el gentilicio de los habitantes de la Morlaquía,
región situada en la orilla oriental del mar Adriático, junto a
Dalmacia. El diccionario nos da también otro significado: "que
finge tontería o ignorancia". Se dice que algunas familias
dálmatas habitaban Cuenca y la gente acostumbraba a llamarles
morlacos. La verdad es que la palabrita fue transformándose y
ahora es utilizada orgullosamente. Nos gusta que nos llamen
morlacos. Estamos orgullosos de serlo.

En latín marranoico, se ha difundido una sentencia sobre los
morlacos:

Morlacus nunquam bonus,
et si bonus -nunquam perfectus,
et si perfectus -semper morlacus.

En 1939 ocurrió un hecho de sangre que se ha convertido en
historia. Un miembro de la Misión Geodésica Francesa fue
asesinado por la población cuencana en plena plaza pública. En
efecto, el médico de la Misión, Jean Segiergues, se había
enamorado perdidamente de una bella y alegre cuencana llamada
Manuela Quezada, más conocida como la Cusinga. La moral de la
época convirtió en crimen los simples amores del francés con una
morlaca, y en plena plaza de San Sebastián, mientras se celebraba
una corrida de toros, llegaron los tiernos amantes a los que la
gente trataba de concubinos. Los insultos y los incidentes en la
plaza fueron creciendo de tono, hasta que las masas enardecidas
lincharon al francés enamorado, quien murió cuatro días después.
Así terminó esta historia de fanatismo y amor.

Coplas de la Morlaquía

No la fiebre que tortura,
ni aun el hambre que maltrata;
lo que a nosotros nos mata
es la falta de cordura.
La fiebre no siempre dura...
los pobres encuentran modos
de no comerse los codos
ni caminar en soleta...
Pero lo que es la chaveta
perdida tenemos todos.

El asno de Sancho Panza,
expulsado de Castilla,
tiene en Cuenca pienso y silla
que Rocinante no alcanza...
Sin yelmo, escudo ni lanza,
el pie enjuto, el cuello en gancho,
mendigo, de rancho en rancho,
y tratado al estricote,
detrás Rucio va el Quijote,
con las alforjas de Sancho

Alfonso Andrade Chiriboga, Coplas de los años 30 (10B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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