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Quito. 15.10.93. Imaginemos por un momento un escenario en el
cual el manejo económico sigue consiguiendo resultados en el
objetivo de reducir la inflación, que no sucede nada
extraordinario en el ámbito político, que la economía no se vea
afectada por acontecimientos exógenos imprevistos y que, por
tanto, al finalizar este año, la tasa de inflación se acercara a
la meta fijada por el gobierno; es decir que termina, según
nuestros cálculos, con un índice entre 32% y 35% anual.

Si este escenario se cumple, será necesario reconocer dos cosas:
la primera, que el programa económico fue coherente con los
objetivos buscados; que fue exitoso porque el gobierno cumplió su
meta y que la velocidad a la que aumentan los precios se
desaceleró en alrededor de 25 puntos porcentuales entre diciembre
de l992 y diciembre de 1993

Pero también será pertinente aceptar, en segundo término, que se
ha ganado solamente una batalla, aunque muy importante, y que la
guerra contra la inflación entrará precisamente a una de las
fases más duras en los próximos años: reducir la inflación de
tasas moderadas a tasas bajas (de un dígito, para cuantificarla
de alguna forma)

UN PROCESO DIFICIL

En efecto la teoría económica ha puesto mucha atención en los
últimos años al estudio del fenómeno que enfrentan algunos países
en desarrollo, cuando tratan de reducir su inflación de tasas
moderadas pero persistentes, de entre 10 y 30%, inflaciones
similares a las de los países desarrollados (ver, por ejemplo,
Jadresic, 1992) Y han prestado mucha atención al tema,
precisamente por la existencia de una serie de mecanismos
institucionales, inerciales de expectativas, etc. que hacen que
este proceso sea muy complejo y difícil, en especial en países
como el ecuatoriano, que arrastra una década de alta inflación.

Probablemente todos los que leen esta nota dirán: Bajar la
inflación a niveles de un dígito?... Imposible. Pero no
necesariamente es así y aquí se analizarán algunos de los
elementos involucrados en este hecho.

NO HAY TRADICION INFLACIONARIA

Es necesario recordar como premisa, que si se echa un vistazo a
la historia económica contemporánea, las evidencias muestran
justamente que el país vivió con tasas de inflación de un dígito
hasta la década de los ochenta, con muy cortas excepciones. El
Ecuador no tiene una larga tradición inflacionaria, ni por los
niveles de incremento de precios alcanzados, ni por la
persistencia durante largos períodos de este fenómeno, a
diferencia de otros países en América Latina como Brasil,
Bolivia, Chile o Argentina

La existencia de tasas de inflación altas o moderadas han sido la
excepción más que la regla en el caso ecuatoriano a lo largo de
su historia contemporánea. Por lo tanto, si se puedo mantener
niveles inflacionarios de un dígito en el pasado, nada impide
pensar que se pueda volver conseguirlos en el futuro.

¿Por qué a un dígito?

Tomar como referencia, como objetivo de largo plazo, la inflación
de un dígito que experimentan los países desarrollados no es una
mera coincidencia.

Con bastante amplitud se ha enumerado la larga lista de "costo"
que significa tener una inflación alta superior a la
internacional. Entre ellos cabe destacar que la inflación
provoca que los agentes económicos incurran en altos costos de
transacción, al tiempo que distorsiona los precios relativos.
Estos dos factores repercuten en la eficiencia de la economía,
tanto desde el punto de vista financiero (microeconómico), como
de la asignación de recursos a nivel macroeconómico.

Desde una perspectiva social, el principal costo de la inflación
es el deterioro de la distribución del ingreso en contra de los
estratos medios y bajos, que son los que más utilizan el dinero y
aquellos que logran acumular patrimonio en activos denominados en
moneda nacional.

No obstante, además de estos costos "tradicionales" de la
inflación alta, los países con tasas moderadas tienen otros
estímulos poderosos para reducirla. Uno es el riesgo permanente
que enfrentan estas economías de un rebrote inflacionario
inducido endógenamente por la existencia de mecanismos de
indexación, como la reajustabilidad periódica de los salarios,
las revisiones de los contratos colectivos, la creación de
unidades con fórmulas automáticas de reajustabilidad como el UVC,
el ajuste de los precios de los servicios públicos, etc.

Otra razón es para evitar el peligro permanente de presiones
inflacionarias por causas exógenas, como pueden ser la caída en
las principales exportaciones, el aumento del precio de las
importaciones o el incremento de la tasa de interés
internacional.

En definitiva, debe comprenderse que el beneficio de tener una
inflación baja en el largo plazo, en términos de eficiencia,
distribución del ingreso y empleo, es superior a los costos
coyunturales que significa reducirla.

Qué hacer?

El gobierno actual se ha planteado como objetivo reducir la
inflación al 15% en 1994 y a menos del l0% en l995. Para que eso
suceda el equipo económico deberá insistir en la aplicación de un
conjunto de políticas básicas que deberían incluir, de acuerdo a
la experiencia de otros países, entre otras las siguientes:

a) Eliminar toda fuente de emisión inorgánica, sea para financiar
el déficit del sector público o como consecuencia de
desequilibrios cuasifiscales del Banco Central. Aquí deberá
concentrarse el trabajo de las autoridades en los próximos años,
toda vez que aún no se concluye (apenas si ha empezado) el
proceso de reestructuración del sector público.

b) Aprovechar los impactos favorables en la reducción coyuntural
de los costos, como pueden ser rebajas de impuestos, disminución
del costo de insumos básicos por reducción de tarifas, ganancias
en productividad, una revaluación real de la moneda, etc, para
bajar la inflación en forma permanente.

c) planificar adecuadamente el control de la demanda agregada
para ir consiguiendo metas graduales de reducción de la inflación
y de crecimiento económico que minimicen el costo recesivo del
ajuste.

d) Mantener la credibilidad de la política de ajuste, para lo
cual se requiere que el gobierno mantenga una información
adecuada y oportuna para los agentes que hacen las proyecciones
en base a las cuales toman decisiones futuras. Que emita
políticas económicas consistentes con el objeto de bajar la
inflación; y que impulse la legislación requerida para
profundizar el proceso de desinfección. Todo esto repercutirá en
un cambio en las expectativas de la población. Al respecto vale
la pena recordar que un artículo publicado en esta misma página
por Luis Jácome hacía notar que la gente todavía no cree que la
inflación esta bajando y analizaba la razones por las cuales
atribuía este comportamiento. Sin embargo, esto dice que el
gobierno deberá hacer muchos mayores esfuerzos para que las
expectativas y la credibilidad de la política económica sean
aceptadas.

e) Reducir al máximo las inercias inflacionarias, promoviendo el
reajuste de precios y salarios en función de la inflación futura
y no de la pasada; reduciendo, primero y alargando después el
período de revisión de contratos laborales, etc.

f) Aprovechar "solo muy temporalmente" el uso de anclas nominales
como el tipo de cambio, por el peligro que representa en el
desequilibrio en los precios relativos y porque si bien ayuda a
lograr objetivos de corto plazo, puede constituirse en una "bomba
de tiempo" en el largo plazo; y

g) Convencerse a sí mismo, como gobierno, y formular el reto de
instancias políticas y sociales del país, el planteamiento de que
la necesidad de mantener una inflación baja y estable en el largo
plazo debe ser un consenso nacional. Esta es la mejor arma contra
la inflación. (2A)
EXPLORED
en Autor: José Samaniego - [email protected] Ciudad N/D

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