Quito. 31.10.93. Los pactos con el adversario o las concesiones a
las ideas establecidas no son escasas en las biografías de los
jefes rebeldes o de los dirigentes revolucionarios. Tampoco en
las de escritores y científicos.

Como dice Isaac Deutscher, muchos tuvieron que pagar una
"hipoteca moral para salvarse y continuar su obra... el heroísmo
supremo es raro y su ausencia no es necesariamente un vicio en sí
misma". El juicio de la historia, al final, les fue favorable.

Todo indica que no va a ser así en el caso del sorprendente
viraje que ha dado Abimael Guzmán (...) El héroe fundamental de
los senderistas ha saltado desde el umbral de la leyenda hacia
las sátiras políticas (...).

Hablando de negocios

La captura de Abimael Guzmán fue toda una lotería para el
presidente Fujimori y su entorno. Depositarlo en la prisión ha
sido como abrir una cuenta a la que el jefe de Estado acude
periódicamente para extraer nuevos beneficios y mejorar su
posición política. El inefable "emisario" funciona como el
agente de bolsa que le sugiere cuándo, cómo y para qué mover el
capital.

Un principio de las finanzas es la diversificación de
inversiones. Desde el punto de vista del gobierno, el negocio de
las cartas de Guzmán apunta hacia varios mercados: la imagen
externa, la política interna y, naturalmente, la guerra
antisubversiva.

Alguien gana...

Así, cuando divulga las cartas, el presidente Fujimori piensa
simultáneamente en la terca resistencia de los senderistas, los
tortuosos créditos internacionales, la desconfiada inversión
extranjera, y en cómo facilitar su ajedrez con la oposición
partidaria.

Por eso es que el primer episodio de las cartas tuvo lugar en los
Estados Unidos: con la ONU como escenario, en medio de una
campaña hacia los inversionistas extranjeros, y a escasas semanas
del referéndum.

En lo que respecta a los senderistas, Fujimori no ve estas cartas
como un paso inicial hacia ulteriores negociaciones para la paz.
Ni siquiera especula sobre ello. El presidente se ha referido a
ellas solo como una gran conquista en el marco de la "guerra
psicológica" contra la subversión. Si las conversaciones con
Abimael continúan, es para obtener de él nuevas armas
subliminales contra la organización senderista. Hasta allí va el
negocio. Nada más.

... si alguien pierde

A diferencia de su adversarios, Guzmán había perdido todo capital
tangible. Absolutamente apartado de todos los auditorios
imaginables, su rol político ya estaba definitivamente cancelado.
Aislado por completo, el "presidente Gonzalo" estaba
materialmente muerto para el mundo de la política y de la guerra.

Pero, como sabemos, le queda -o le quedaba- un intangible: la de
símbolo central de la insurrección senderista. El mítico jefe
cautivo al que los senderistas le seguían jurando lealtad. Mas
un intangible solo puede transformarse en un valor material si es
colocado en el mercado. Ese debe haber sido el mensaje
insistente del "emisario" sobre los oídos de Guzmán.

Al firmar las cartas, el "presidente Gonzalo" ha salido en busca
de una cotización. Lo que ha hecho es comenzar a regatear el
precio que él piensa obtener a cambio de poner fin a la guerra.
Imposible conocer todas las expectativas que tiene, pero es
seguro que hay dos que a su modo de ver pueden explicar la
transacción.

Primero, la recuperación de una parte del espacio político que se
le cerró abruptamente al año pasado. Si se descarta la amnistía
o el indulto, Guzmán debe acariciar por lo menos la idea de
retomar contacto con el exterior de su celda.

Debe imaginarse pontificando ante sus visitas, especialmente ante
la prensa, para voltear el juicio de la posteridad. No quedar
como el jefe alucinado de un movimiento terrorista que se agotó
con el tiempo. Al contrario: posar como el profeta cautivo de
una insurrección debelada pero justa, que enterró las armas en el
momento oportuno.

Segundo, el rescate de la organización senderista del destino de
liquidación, o por lo menos de marginalidad, que le aguarda en el
mediano plazo si persiste en su guerra. Cualquier persona bien
informada podía darse cuenta de que esta es una de las tendencias
más visibles de los últimos tiempos. Lo único que tiene que
haber hecho el "emisario" es haberle pasado todos los detalles
acerca de las sucesivas capturas de sus lugartenientes en el
último año.

Tales las apuestas de Guzmán. Pero un primer indicio de que en
el comercio con el Estado ha perdido el sentido de las
proporciones, y por tanto el negocio, es que a través de sus
cartas él ya se ha hipotecado moralmente al adversario y a cambio
no ha obtenido nada más que buenas maneras.

Por el contrario, su actitud puede haber sembrado las bases de la
primera escisión de Sendero desde que acordó el inicio de la
lucha armada. Aun así, es posible que con su reciente
capitulación Abimael Guzmán no haya hecho otra cosa que ser leal
con ciertos aspectos más o menos encubiertos de sí mismo y del
propio Sendero.

Continuidad en la ruptura

Aún en los virajes más dislocados, siempre es posible encontrar
algunos puntos de continuidad, que son justamente los que hacen
posible la contorsión.

Un primer elemento de continuidad es esa tendencia de Guzmán a
hacer pasar sus propias necesidades políticas como necesidades
universales. Tanto al preparar a su movimiento para la guerra,
como al pedirle que se aliste para aceptar la paz, ha invocado
los intereses de la nación, el pueblo y las masas.

Tras su decisión de hace trece años sobrevino el sacrificio de
millares de peruanos. Después de sus cartas, es casi seguro que
será su propio Partido el sacrificado. Luego del inicio de la
lucha armada Abimael se convirtió en un actor protagónico.
Después de sus cartas, por lo menos ha logrado estar nuevamente
en el reparto, aunque sea como actor secundario. En cada caso
hay cuotas que pagar... pero son otros los que pagan.

Un segundo elemento de continuidad es que en la mentalidad
senderista el destino de su proyecto estaba atado al de su jefe.
"Gonzalo" en persona era -o es- la garantía de triunfo de la
guerra popular. Como tal, mediante las increíbles cartas de
sujeción, cada uno se entregaba en cuerpo y alma a la voluntad de
la jefatura.

Desde la prisión, lo que hace ahora Guzmán es cobrar de otra
manera el mismo cheque en blanco que le extendió cada senderista.
Es la revolución misma la que está en cautiverio, puede decir.
Por tanto, no queda otra que alinearse nuevamente, pero esta vez
para capitular.

Ruptura en la continuidad

De todos modos, el significado más intenso de las cartas de
Abimael son las de una ruptura total con la identidad y las
tradiciones senderistas más importantes. Su pedido de
conversaciones para un acuerdo de paz, así no sean vistas como un
pedido para negociar la rendición, está por fuera y en oposición
a esa identidad y a esas tradiciones.

El proyecto senderista se moldeó conforme con los cánones del
llamado "pensamiento Gonzalo". Este no es otra cosa que un
extravagante culto a la guerra. Una mistificación de las armas.

En él hay dos conceptos centrales: la "militarización del
partido" y la idea de una sociedad futura definida como un "mar
armado de masas".

Lo rimero alude a una organización política que tiene que ser una
máquina de guerra. Lo segundo remite a una sociedad totalmente
fagocitada por este partido: todos se convierten en soldados del
partido en el poder.

Ambos planteamientos presumen una validez que rebasa el corto
plazo y las fronteras del país. Son formulados como necesidades
universales: para la época y para todo el mundo. Así, en la
ideología que forma a cada senderista las acciones de guerra son
consideradas como las claves maestras que resolverán todos los
problemas en la marcha hacia el poder. Si Georges Sorel, el
sindicalista francés, enalteció a la huelga general como mito
movilizador del proletariado, Guzmán educó y cohesionó a sus
seguidores en torno al mito de la guerra.

De este modo, el senderismo se edificó, por la mano del propio
Guzmán, como una construcción absolutamente refractaria a
cualquier posibilidad de paz con el adversario excepto la que se
identificaba con la rendición de este (cita de Olaechea en la
revista Sí).

El maestro como hereje

En una frase aplicable al senderismo, Thomas Carlyle decía que
"la sociedad está fundada sobre el culto a los héroes". Ahora,
al solicitar la paz en medio de grandes concesiones al
adversario, la imagen que emerge es que el propio héroe
fundamental ha roto las tablas sagradas del culto. El Maestro
fundador es a la vez el gran hereje. La rebelión contra el padre
encabezada por el propio padre. Una prueba seguramente excesiva
para los senderistas.

Es muy difícil que este ataque de esquizofrenia no produzca la
escisión del movimiento. Unos van a escoger la ortodoxia,
mientras otros optarán por la autoridad del jefe. Como en toda
escisión, muchos van a quedarse en el limbo y reunirán para
siempre a uno y otro bando.

La autoridad de la llamada jefatura -o lo que reste de ella
después de sus cartas- no podrá impedir nada de esto. Lo que
esos mensajes han hecho posible es que los senderistas puedan
separar, por primera vez, las ideas de "Gonzalo" de la persona de
Abimael Guzmán. Unos se quedarán con las primeras y otros con la
segunda.

Pero en ambos casos la coherencia brillará por su ausencia. Una
confusión traumática ha quedado instalada entre los senderistas
para siempre. Resulta una cruel ironía que esto haya sucedido
por obra del mismo Prometeo andino de que creyeron recibir la
luz.

Reflejos del otro

Si miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de
ti, advertía Nietzsche. La breve historia de las cartas ha
tenido un lado de ominosas coincidencias entre el presidente
Fujimori y Abimael guzmán. Es como si, después de más de tres
años de pensarse mutuamente, algunos de sus rasgos hubieran
comenzado a reflejar los del otro.

Por cierto, son muy diferentes hasta ahora. Pero el propio
presidente comentó cómo coincidían sus análisis y los del jefe
senderista.

Por otro lado, en esa alusión a la situación concreta que hace
Guzmán en su segunda carta hay una cierta reverberación del
pragmatismo que Fujimori expresa tan concentradamente.

Pero la semejanza más onerosa para el país está en que ambos
demuestran para convicción respecto a la necesidad de una
auténtica propuesta de cese de las acciones armadas y de
construcción de la paz.

La paz toda una necesidad

Es posible que para el presidente Fujimori y las Fuerzas Armadas
resulte virtualmente anacrónico y utópico un "acuerdo de paz",
pues perciben que Sendero ya está derrotado y en procesos de
desarticulación. A la vez, deben juzgar inviable la coexistencia
o la simple interlocución política con un grupo como el
senderista.

Por su parte, Guzmán hace pasar un acento justificador de la
guerra, por debajo del tono de capitulación que tienen sus
cartas. En su propuesta, la palabra paz suena solo como una
forzada concesión a la coyuntura.

Sin embargo, sí es verdad que el cese inmediato de la guerra
interna y la construcción de la paz son una necesidad del pueblo
peruano. Cada mes mueren, en promedio, más de 100 personas por
efecto de la violencia política, casi todos ellos de los estratos
o las comunidades más pobres. La sociedad y las instituciones
civiles debieran recuperar la convicción, la firmeza y la
capacidad de formular propuestas en torno a esa necesidad.

De ello va a depender que la paz que se alcance sea una
democrática y estable. Si no es así, más de un abismo va a
quedar abierto, incubando a los reemplazantes del héroe al revés
que ha comenzado a eclipsarse definitivamente, incluso como
leyenda. (8A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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