Quito. 22 abr 97. El 19 de enero de 1997, General Motors y
Volkswagen anunciaron el final de una batalla legal de casi
cuatro años. Se había desarrollado de cara al público,
saltando por los juzgados de dos continentes, costó a cada
compañía millones de dólares, amenazó incluso con
desestabilizar las relaciones entre Alemania y Estados Unidos.
Desde el lado de GM se habló de devolver a VW "al búnker"; los
ejecutivos de VW hicieron alusiones al imperialismo yanqui.

Dada esta tensa situación las condiciones del arreglo
parecieron absurdas: un intercambio de cartas
intencionadamente ambiguas, un acuerdo de compras que en
realidad reduciría las relaciones comerciales entre ambas
partes y el despido de la figura central de la controversia:
un hombre que ya había dejado su puesto.

¿Cómo pudieron estas dos compañías permitir que la disputa
escalara hasta convertirse en una guerra en cruenta? La
respuesta es que no fue un enfrentamiento empresarial sino
personal, manejado más como un divorcio amargo. Es una
historia de personalidades apasionadas, de engaño, traición, e
incluso amor.

"Estoy muy bien", dice José Ignacio López de Arriortua al
recibirme en el aeropuerto de Bilbao, en el País Vasco de
España. López es la figura central en el litigio entre GM y
VW. Es un hombre delgado de 56 años, de mirada melancólica y
un porte rígido, casi formal.

López nació en la cercana Amorebieta, y mantiene estrechos
lazos con esta región. "Nadie ama su país como un vasco",
dice, con un brillo en los ojos "Uno lo da todo por su
patria". Según López, eso fue precisamente lo que hizo.

En general Motors, López era un reductor de costos, aunque es
un poco como decir que Picasso era un pintor. Jack Smith, el
director de GM, le convirtió en el "zar" mundial de compras
para la compañía en 1992. La misión de López era clara:
disminuir el costo de la fabricación de automóviles.

No puede haber duda de que López tuvo éxito en la tarea y en
un tiempo increíblemente corto. Cuando salió de GM un año más
tarde, la compañía ya había ahorrado miles de millones en
dólares. "Mi arma secreta", acostumbraba el director a llamar
a López.

Dentro de GM, el brillante reductor de costos era algo así
como un "gurú". Llamaba "guerreros" a la docena de discípulos
principales. López también tenía debilidad por los gestos
grandiosos. Durante una cena en la casa de Smith, se quitó el
reloj de la mano izquierda y lo puso en su derecha,
proclamando que lo llevaría ahí hasta que GM lograra
utilidades récord en Estados Unidos.

El gesto de López quedó vinculado a un sueño que acariciaba:
quería que GM construyera una planta automotriz en su pueblo
de Amorebieta. Sería un aparador para las teorías de López
sobre la manufactura. Prácticamente desde el momento que llegó
a Detroit, López comenzó a presionar por la construcción de la
"Planta X", como la llamaba GM.

Pocos en GM compartían el entusiasmo de López. En particular,
Lou Hughes, director de GM Europa, pensaba que no tenía
sentido en absoluto. Esto colocó a Smith en una situación
difícil. ¿Cómo podía mantener contento a López sin construir
la fábrica? Al final, la respuesta fue que no podía.

En enero de 1993 apareció otra posibilidad: López había
comenzado a coquetear con el recién designado director
ejecutivo de Volkswagen, Ferdinand Piech. Era obvio que éste
necesitaba los servicios de López: VW era una de las compañías
automotrices más ineficaces del planeta. Piech había sido
llamado para transformar rápidamente la situación. Y la
urgencia le llevóa a llamar a López.

Piech le ofreció oportunidad de ser un salvador: llevó al
reductor de costos de GM de visita a la planta automotriz de
VW en Wolfsburg, Alemania, para demostrarle lo increíblemente
ineficiente que era toda la compañía. Le ofreció poder y
dinero: un salario de 1,6 millones de dólares (López ganaba
menos de 400.000 en GM) Y sobre todo, le dio esperanzas de
que, en VW, la Planta X podría convertirse en realidad.

El 9 de marzo, López fue contratado por VW. Al día siguiente
presentó a Smith una emotiva carta de renuncia. "Jack, eres la
persona más maravillosa para quien haya trabajado", escribió.
Pero, agregó: "Debo materializar este sueño de construir la
planta, porque es vital para mi país. Ellos me necesitan".

En respuesta, Smith y sus subalternos cayeron prácticamente de
rodillas para suplicar a López que se quedara. Le ofrecieron
más dinero que VW y una amplia promoción. Incluso prometieron
construir la Planta X en Amorebieta. Luego de un fin de semana
de discusiones, López accedió a quedarse. Para el lunes por la
mañana estaba escribiendo un discurso para explicar su
decisión en una conferencia de prensa programada para las tres
de la tarde ese día.

Pero más adelante, aquella misma mañana, López cambió de idea
de nuevo.

Según López, Harry Pearce, entonces abogado general de GM,
trató de encadenarlo a un contrato por cinco años. Después de
aquello, ya no podía confiar en la compañía. (Pearce ha negado
todo esto). López voló con su familia a Frankfurt aquella
tarde. Así que cuando dieron las tres, Jack Smith, en lugar de
anunciar que López se quedaba con él, tuvo que comunicar que
les había abandonado. Para muchos ejecutivos de GM, la memoria
de aquella humillación ardería durante muchos años.

Había otra razón por la cual GM quería ir detrás de López:
faltaban documentos secretos. Hubo dos fuerzas dentro de GM
que motivaron las acciones de la compañía tras la partida de
López. La primera fue Hughes, un empleado de toda la vida de
GM cuya pasión por los proyectos le había hecho merecedor del
apodo de Mad Dog (Perro Loco). Como jefe de GM Europa, el
territorio de Hughes incluía a la subsidiaria de la compañía
en Alemania, Opel, que competía ferozmente con VW.

Hughes definió y determinó la enérgica pasión del fabricante:
insistió que el caso no podía resolverse -que no podían ni
siquiera comenzar las conversaciones de paz- hasta que VW
dejar ir a López. Según esta perspectiva, VW estaba metida
hasta el cuello. "Querrían contratar a López, junto con todo
su equipo. Querían quedarse con toda la información
confidencial. Claramente este pretendía ser un esfuerzo para
reducir nuestra ventaja competitiva", asegura Hughes.

La segunda fuerza dentro de General Motors fue su departamento
legal. Uno de los abogados era un veterano con 16 años en GM,
de nombre Michael Millikin, quien había sido asistente del
fiscal de los Estados Unidos. Millikin y su equipo comenzaron
a recolectar información. GM se dio cuenta con horror q8ué
clase de documentos faltaban. Los más importantes
correspondían a cuatro áreas: (1) un impreso de 3.350 páginas
con una lista de 60.000 partes automotrices y sus proveedores
para GM Europa, junto con los precios exactos y fechas de
entrega; (2) fotografías y descripciones de los futuros
modelos de autos Opel; (3) materiales de presentación para el
programa de López, para reducir costos de abastos; y (4) un
detallado estudio d ela Planta X.

Los abogados de GM comenzaron a presentar demandas, empezando
con una para evitar que otros discípulos de López e fueran a
VW. Presentaron una queja criminal en Alemania contra López,
la cual desató la investigación que llevaría a la acusación de
López más de tres años después.

Entonces G; tuvo una gran oportunidad. El 22 de junio de 1993,
la policía de Wiesbaden confiscó cuatro cajas con documentos
de GM en el apartamento de dos de los 'guerreros' de López.
¿La respuesta oficial de VW? Sí, habían aparecido algunos
documentos de GM, pero López ordenó que fueran destruidos para
evitar que alguien en VW utilizara.

Durante meses, VW y López habían negado haber hecho nada
erróneo. Pero ahora no eran solo acusaciones de GM sino que
había evidencia de que se había sustraído documentos. Aun así,
duran una conferencia de prensa, Piech se mostró combativo.
"Estamos en una guerra económica', dijo. "Y saldremos
vencedores". Piech llegó incluso a sugerir que GM había puesto
los documentos para tender una trampa a López Esa declaración
fue demasiado para GM.

Para cualquiera que conociera el director de VW, su
observación es pertinente con su carácter. De 56 años de edad,
Piech era un brillante ingeniero automotriz y un administrador
estricto y detallista. También era un hombre abrupto, directo
y desafiante.

La única persona a quien Piech era capaz de soportar era su
nuevo brazo derecho, López. Dio a López su apoyo
incondicional. "Pondría mi mano en el fuego por él"; dijo a
una revista. También pudo desviar el asunto de la Planta X
ofreciendo a López una salida intermedia: podría construir su
planta en Resende, Brasil, don VW estaba en buenas posición.

Un mes después del descubrimiento de los documentos, Piech
llamó finalmente a un grupo de asesores estadounidenses. Estos
trataron de concentrar la atención pública en la buena noticia
de la recuperación de VW. Persuadieron a esta compañía de que
abandonara el inamovible apoyo de Piech hacia López. Luego de
que una masiva búsqueda de la policía en el complejo de VW y
las casas de López y otros destapase nuevos documentos de GM,
VW dijo simplemente que la compañía no estaba enterada de nada
cuestionable. Finalmente, para restaurar su credibilidad, VW
llamó a la firma de auditoría KPMG Peat Marwick para que
realizara una investigación independiente. KPMB publicó un
reporte con su investigación den 1993, en el cual dijo que no
había evidencia de que VW hubiera cometido espionaje
industrial. Aunque aparecieron algunos expedientes en
propiedad de VW, no había prueba de que ningún empleado de la
compañía hubiera hecho uso de materiales secretos de GM.

Para fines de 1994, GM creía tener pruebas de que se trataba
de un caso claro de espionaje industrial. Pero era igualmente
cierto que la guerra con VW entraba ya en su segundo año. Si
los documentos rindieron fruto, ya se había hecho uso de su
importancia. Los fiscales de dos países estaban investigando.
¿Qué propósito tenía que GM continuara con su incansable
búsqueda?

Este es el momento en que uno podría haber esperado que GM
volviera su atención a su oficio de fabricante de autos. En
lugar de ello, estaba preparando la escalada más significativa
aún: una demanda contra López y VW por colaborar en una
"empresa criminal".

Una acción así de drástica requeriría la aprobación de la
junta directiva de GM. Varios directores comenzaron a hacer
preguntas difíciles. ¿Cuánto duraría un caso así? Quizá cinco
años, les dijeron los abogados. ¿Cuánto costaría? Decenas de
millones. ¿Cuáles eran las probabilidades de ganar? No más del
50%. Pero cuando las preguntas de los pragmáticos comenzaron a
crear dudas, el presidente de la junta, John Smale, habló. GM
había sido terriblemente perjudicada, insistió. No podían
dejar las cosas así. "Algunos asuntos no se miden en tiempo y
dinero", dijo a sus colegas. "Simplemente indican quiénes
somos".

El 7 de marzo de 1996, GM soltó la bomba. La demanda de GM por
colaboración criminal, de 99 páginas, se lee como una novela
de espionaje. A corto plazo, la demanda reavivó el fuego: VW
demandó a GM por difamación en Alemania. Pero la demanda
finalmente estaba cercando a la mesa de negociaciones a las
dos partes. ¿Por qué? En VW, se creía que la demanda se
libraría en el territorio de GM. En Alemania la perspectiva de
un enorme juicio criminal con triples daños creaba pánico. En
Frankfurt, las acciones de VW cayeron.

En cuanto a GM, la demanda significaba que todos los altos
directivos se verían envuelto en una pesadilla. GM también
tenía conciencia de lo que tenía que perder en el extranjero:
la amenaza de un fuerte golpe a VW podría hacer que Opel fuera
blanco de la furia nacionalista.

El sitio para las conversaciones de paz fue Londres, GM quería
que se reuniera una delegación de directores de las dos
partes. VW estuvo de acuerdo. El primer tema fue López. GM
quería que fuera despedido. GM quería además una compensación
financiera. Los directores buscaron una forma elegante de
arreglarlo, quizá un acuerdo para que VW comprara partes a GM.
Finalmente, GM exigía una disculpa. Los directores de VW
exigía una disculpa. Los directores de VW hicieron ver que
esta compañía también tenía motivos para sentirse ofendida.
Quizá pudiera haber un intercambio de cartas.

Pero nadie había contado con la penúltima carta del caso:
López. Luego de la reunión de Londres, el presidente de la
junta directiva de VW., Klaus Liesen, habló con el vasco,
explicando que se estaban realizando conversaciones para
solucionar las diferencias y que su renuncia sería parte de
cualquier arreglo. El plan era incluir la salida de López como
parte del arreglo para que GM pudiera atribuirse la victoria.
Pero el 3 de octubre, López le dijo a un ejecutivo de GM que
conocía que iba a renunciar en VW para convertirse en asesor
privado.

En GM enfurecieron. La tranquilidad que mostraba López sobre
su salida fortaleció la opinión de los halcones de GM, quienes
insistían que VW no estaba pagando un precio suficientemente
alto. Opel dijo que no se haría ninguna negociaciones
formales; no quería un arreglo indujera a los alemanes a
tratar con indulgencia a López. Mientras tanto, los juzgados
estaban inclinándose a favor de GM. Un juez de Detroit rechazó
las mociones de VW para declarar improcedente la demanda
criminal. El anuncio de la renuncia de López, el 29 de
noviembre, hizo enojar más a GM. VW declaró que estaba en
libertad de contratar a López como asesor.

Finalmente, el 13 de diciembre, López fue procesado. Los
fiscales alemanes le acusaron junto con tres de sus seguidores
de espionaje industrial. Pero también declararon inocentes a
los altos ejecutivos de VW. Seis días después se reunieron de
nuevo. GM quería un pago de 400 millones de dólares, la
devolución de todos los documentos, cese total de toda
relación de VW con López y los tres "guerreros" acusados, y
una amplia carta de disculpa. VW tenía que responder el 6 de
enero, cuando ambos lados acordaban reunirse de nuevo.

En los días anteriores, los abogados de GM dejaron saber a VW
que aunque en su demanda formal se hablaba de 400 millones de
dólares, su verdadera cifra era de 100 millones. Eran una suma
suficiente para convencerlo de que GM había ganado.

En los días anteriores, los abogados de GM dejaron saber a VW
que aunque en su demanda formal se hablaba de 400 millones de
dólares, su verdadera cifra era de 100 millones. Era una suma
suficiente para convencerlo de que GM había ganado.

Los abogados de VW en Estados Unidos habían estado trabajando
con ahínco para lograr que los ejecutivos alemanes acepten la
extraña costumbre estadounidense de pagar por retirar una
demanda. Ahora VW tenía que asimilar la noción de que la cifra
tendría también un valor simbólico. La "disculpa" era más
problemática. VW rechazaba cualquier sugerencia de complicidad
con las acciones de López. E insistía en un intercambio de
cartas como "cuestión de respeto". Finalmente, ambas partes
encontraron un lenguaje que no dice mucho en absoluto. El
acuerdo pedía que VW comprara 1.000 millones de dólares en
partes de GM en un período de siete años, lo cual sería menos
de lo que actualmente estaba comprando. Y prohibía que López
trabajara para VW hasta el año 2000, a menos que fuera
declarado inocente de todas las acusaciones criminales. Los
tres otros "guerreros" acusados también quedaban a un lado. El
9 de enero de este año, se firmaron los documentos. la guerra
había concluido. ¿Qué logró al final la larga, amarga y
costosa lucha? No mucho.

GM clama victoria, y dice que el pago es equivalente a una
disculpa. Pero VW dice que simplemente representa el costo
probable de librar las demandas hasta su fin. "Los 100
millones de dólares no son una disculpa", dice firmemente
Liesen, presidente de la junta directiva. Y también está
Hughes. Este aún está convencido de que VW utilizó documentos
de GM. "La información no ha sido destruida", agrega
amargamente. "Creo personalmente que está en una caja de
seguridad en algún sitio". Hughes hace una pausa por un
momento y después agrega: "Pero quizá es solo pura fantasía".
(Texto tomado de REVISTA FORTUNE)
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