Jericó. 14.10.93. Apenas ha amanecido pero el sol resplandece ya.
En Rafah frontera entre Egipto e Israel más de un millar de
mercaderes egipcios, en perfecta columna, aguardan impacientes
que los espigados guardias israelÃes abran la frontera y los
dejen atravesar con sus mercancÃas para hacer negocio.
A simple vista la escena no tiene nada de excepcional. Es un
ritual que se sucede en cualquier paso fronterizo del mundo. Al
viajero se le solicita pasaporte, visado, etc, pero cuando
quienes buscan cruzar la otrora infranqueable lÃnea son árabes,
la cosa cambia radicalmente. O mejor dicho cambiaba, porque
después del 13 de septiembre, (fecha de la firma del acuerdo de
paz entre la Organización para la Liberación de Palestina, OLP, e
Israel), aquà todo se ha simplificado, hasta la normalidad, al
punto que asimilamos se trata de un paso conflictivo solamente
por las atractivas chilabas, (vestido largo hasta el tobillo),
indumentaria que llevan estos árabes viajeros. Y porque estamos
en pleno desierto, en el SinaÃ.
ParecerÃa, entonces, que nunca hubo problemas en el Medio
Oriente, es el comentario.
Aquà tenÃamos miedo
Pero la réplica no se hace esperar: "!Qué va!. Hasta hace pocos
dÃas para un egipcio ir al otro lado era muy difÃcil. AquÃ
tenÃamos miedo", comenta un experimentado guÃa que cada semana
visita la frontera para enviar turistas a Israel. Para él los
cambios desde la firma del acuerdo en Washington, son patéticos.
También un europeo que ha estado antes en esta frontera nota la
diferencia y celebra lo ocurrido. "Apenas dejabas Egipto habÃa
una columna de policÃas israelÃes bien armados que parecÃa te
apuntaban", recuerda Marc, mientras se solaza que ahora sea una
frontera más en el mundo. "!La paz es una realidad!", admite
emocionado.
Y en verdad que la paz se siente. Los cambios están al orden del
dÃa.
En el Monte de los Olivos, en Jerusalem, dos soldados israelÃes,
se aproximan a un camellero árabe que ha "instalado" su negocio
en esa legendaria colina desde donde hay una visita excepcional
de la ciudad eterna.
Uno de los uniformados mira con ternura al extenuado camello que,
bajo el inclemente sol, ha cumplido un agotadora jornada cargando
y descargando a los turistas que encaramados en el se sacan fotos
en la célebre colina con la fantástica vista de la histórica
Jerusalem.
El soldado se despoja de la gorra y los gafas dejando ver su pelo
castaño y sus claros ojos; saca luego de su bolsillo un pedazo de
pan y da de comer al mamÃfero mientras acaricia su joroba. La
escena es conmovedora. !Resulta increÃble!.
El otro gendarme, en tanto, conversa con el dueño del animal.
El diálogo entre el soldado y el camellero se percibe cordial.
Conversan en árabe. Lástima que no nos enteramos del tema, pero
captamos la cordialidad que es evidente e impensable hasta hace
poco. Esto regocijó a todos. Las cámaras hicieron su trabajo
registrando la escena. Tampoco resistimos la tentación de
abordarles sobre el acuerdo de paz.
"Estamos felices por lo que hizo Arafat. El es un gran lider.
Todo está ahora aquà en paz", balbucea en incipiente francés el
camellero árabe, mientras el soldado israelà asiente con la
cabeza pero sin pronunciar nada en absoluto. Su profesión,
seguramente, le impide hacer comentario alguno, pero su
satisfacción es elocuente.
"Cuando tu enemigo quiere la paz......."
En los predios de la magnÃfica universidad Hebrea, unas de las
cinco existentes en el paÃs, las clases están por comenzar. Las
enormes aulas y los bien cuidados jardines aguardan por sus
inquietos inquilinos, Algunos obreros, la mayorÃa de rasgos
musulmanes, dan los últimos toques de limpieza. Desde este
espacio se hará oir también el criterio de la juventud sobre el
anhelado acuerdo. Moshe y David, que laboran en un Kibbutz nos
adelantan esa reacción. "Todos hemos soñado con este acuerdo;
ahora vamos a esforzarnos para preservarlo".
Este anhelo se evidencia también en otras partes de Israel y
otros paÃses árabes.
En Jericó, una de las ciudades más antiguas del mundo, (11 mil
años), y el punto neurálgico del territorio Palestino una
manifestación de hombres y mujeres, la mayorÃa jóvenes, expresa
la satisfacción con el acuerdo. El ambiente es de algarabÃa. Las
calles están como empapeladas con la bandera palestina y fotos de
su lider Yaser Arafat.
Quienes presencian esta marcha y, más, si se involucran en ella,
no podrÃan imaginar que existen sectores radicales que cuestionan
el acuerdo.
Pero en Jericó, vergel en el desierto, también abundan los
graffitis como éste que recoge un pacifista versÃculo del Corán y
concita el interés de todos: "Cuando tu enemigo quiere la paz,
haz como él".
Jerusalén el dilema
Ya en las afueras de la ciudad, un estudiante palestino que ese
dÃa visitaba a su primo en un negocio de souvenirs, pide a los
clientes no le paguen con shekel la moneda israelÃ, sino en
dólares porque "aquà es Palestina".
Le pregunto sobre el acuerdo de paz y, de pronto, con la cabeza
inclinada inicia un monólogo recordando los años de sufrimiento
en los territorios ocupados. "Todos tenemos un amigo o familiar
muerto. Hemos sufrido demasiado", dice. Por ello considera
prematuro hablar de éxito. Y también porque "primero hay que
definir la capital del Estado palestino y eso traerá conflictos",
predice, mientras remarca que Jerusalem debe ser esa capital.
Al escuchar el comentario recuerdo que en El Cairo un abogado
musulmán dijo lo mismo: "todo está bien ahora porque no se ha
discutido lo más importante, la capital de Palestina". Será por
eso que en Estambul una profesora de Historia dijo que para los
turcos, "expectadores imparciales", el acuerdo aún no se ha
completado porque hay una solo ciudad para ser capital de dos
estados.
Pero con menos o más optimismo todos quieren la paz. Todos ansÃan
que los dÃas de odio y sorpresas no vuelvan. La prensa ha dado lo
suyo. Ha dedicado ediciones completas y suplementos especiales al
tema. RabÃn y Arafat han copado las páginas y los espacios de los
medios de comunicación. Es que "la región vive un estado mágico
de euforia, como si los pueblos se sintieran aliviados al
liberarse de ese sentimiento de victimización que les atenazaba,
de ese ombliguismo narcisista que les hacÃa creer que ellos solos
tenÃan la exclusiva del sufrimiento: los unos por el Holocausto
que culminó dos milenios de persecuciones, los otros por haber
sido desposeÃdos de su patria en redención de esa milenaria
maldición", escribÃa Lola Infante, destacada periodista española.
Se llegó a un nivel de conciencia de que la paz es el único
camino que le quedaba a esos dos pueblos. Y no habÃa otra salida.
Asà ha afirmado el célebre Abba Eban que decÃa: "Los pueblos usan
la razón cuando han agotado las otras vÃas: los israelÃes ya no
tenÃan nada que ganar y los palestinos nada que perder. Este
acuerdo no es el triunfo de la virtud y el idealismo sino del
realismo y el interés mutuo bien comprendido".
Shalom
Es una espléndida tarde en el desierto de Judea, los beduinos
regresan a sus desvencijadas tiendas luego de pastorear sus
rebaños. Me pregunto si se habrán enterado de que la historia de
su pueblo. Su historia ha cambiado su curso. Que ya no deben
temer nuevas guerras. Que ya no hay más enemigos sino
aliados.....
Pasan las horas y otro dÃa comienza en estos territorios que
estrenan la paz. Mientras atravesamos el mar de Galilea, de
TiberÃas a Cafarnaum, releo lo que ha expresado sobre el acuerdo
el escritor israelà A. B. Yehosúa quien destaca que se haya
logrado la paz sin presiones de los Estados Unidos o de la
Comunidad Económica Europea ni bajo una amenaza militar externa.
"Esto no solo lo convierte al acuerdo en auténtico y duradero
sino le confiere un mayor significado moral", sostiene. Ojalá sea
perenne. Ese es el sentir de los pueblos del área. Del mundo
entero.
Mientras dura la travesÃa un grupo de cristianos en peregrinación
corean eufóricos: "Ebenu shalom, shalom, shalom alejem..". Que
con nosotros siempre, siempre esté la paz. En Oriente Medio se
vive la paz. (9A)