Quito. 31.10.93. La relación del hombre contemporáneo con la
muerte, es cada vez un ejercicio mayor de desmemoria. Un abandono
del lenguaje de los ritos.
Entretanto, para los pueblos que se enrocan al interior de las
culturas para sobrevivir, el ritual de muerte está vigente, "el
ritual tiene una tristeza que también es una especie de alegrÃa,
un reconocimiento Ãntimo de que la muerte también conduce a una
nueva vida".
Aquellas sociedades han mantenido un "arte de la necromancia"
para reglamentar los roles de los difuntos cuyas almas "vagan por
la noche".
En aquel mundo balcánico azotado por la guerra y donde la cultura
se ha vuelto una cosa de vida o muerte, alguna estela funeraria
reza asÃ: "Ahora el combate está ganado/tú has obtenido una mejor
morada".
La muerte fue, para todas las culturas, el punto focal de toda
sociedad. Si las nuestras tienden a olvidarla con ceremonias cada
vez más simples, es porque dan las espaldas a la muerte. Al
tiempo que otras sociedades aún vivas la miran de frente. Cada
una a través de comportamientos distintos, responden de modo
diverso a ese enfrentamiento...
La muerte de una persona corresponde al momento en que su grupo
pone en escena su propia reproducción, tanto en el plan cultural
como en el de las estructuras sociales y económicas. Es la
reafirmación de su colectividad en la que cada uno, desde los
niños hasta los mayores, tendrá su rol.
En el Islam asiático los procesos que anuncian el futuro y las
diversas modalidades tendientes a modificarlo están ligados a la
concepción, el parto, el matrimonio y la muerte. En Siberia
entretanto, la muerte no es nunca vista como un acto natural sino
como la obra de espÃritus cazadores de almas; de modo que sobre
el cadáver, el pariente más cercano realiza la autopsia para
descubrir en el corazón y el higado, si el difunto sucumbió de
miedo o de desesperación.
En la Europa rural, el anuncio del deceso es el gesto más
relevante. En las paredes y puertas se han de pegar dichos
anuncios con detalles del difunto, costumbre que ha llegado hasta
nosotros juntamente con la práctica del velorio... Una noche en
que hay desde agua de canela hasta juegos de dados.
En toda la América indÃgena, el dÃa de recordación de la muerte
es un gran banquete. Sobre las tumbas, sea en México, Perú o
Ecuador, los parientes beben y comen conjuntamente con sus
muertos, introduciendo en las tumbas alimentos y bebidas. Hay
paÃses como México, que han transformado buena parte el viejo
ritual de la muerte en la más profunda expresión del humor negro.
La calavera es casi el sÃmbolo de una cultura popular mexicana.
Finalmente Africa negra es una de las regiones donde la vida
está más rodeada de ritos. Allà es profunda la relación entre los
vivos y los ancestros que sintetizan un ciclo permanente: el
difunto muere en la casa... de la casa es conducido a la tumba...
y de la tumba volverá a la casa convertido en ancestro. La vida,
entonces, se convierte en un largo preparativo de la muerte. Y
ésta no es un drama sino una vivencia cotidiana.
"El desprecio a la muerte -escribe Octavio Paz- no está reñido
con el culto que le profesamos. Ella está presente en nuestras
fiestas y en nuestros juegos, en nuestros amores y en nuestros
pensamientos. Morir y matar son ideas que pocas veces nos
abandonan. La muerte nos seduce.
La fascinación que ejerce sobre nosotros quizá brote de nuestro
hermetismo y de la furia con que lo rompemos... En un mundo
cerrado y sin salida, en donde todo es muerte, lo único valioso
es la muerte. Pero afirmamos algo negativo. Calaveras de azúcar o
de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos de artificio,
nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida,
afirmación de la naderÃa e insignificancia de la humana
existencia".
Lamentos andinos
Entre nosotros, las comunidades indÃgenas conservan aún las
lamentaciones. En estas páginas reproducimos una selección de
ellas, recogidas y traducidas del quichua por Alfonso Maygua y
que aparecen en el volumen de poesÃa popular andina preparado por
Abdón Ubidia para el Instituto Andino de Artes Populares.
"Ay, mi mamacita,
mi alegrÃa,
vengo a decirte que te levantes
mi mamacita,
mi "sabidita".
Nos hemos reunido todos
y llorando venimos,
haciéndonos entre hermanos
estamos llorando, mamita.
Sin poder reunirme contigo ando, mamita
Ay, a mà llévame,
mi mamacita
A mà que me pariste, mamita,
ahorita estamos juntas
A mi que me pariste,
mi mamita.
Ay mamita, a mà que me conoces
mi madre, que me pariste,
mi mamita.
Ay, te pido que me des siquiera "agüita", mamacita
mi mamacita "gordita",
por qué lloraré,
mi "negrita" estoy hecha una lástima llorando hoy.
Ay, mi "paridorita"
ay, mi hijita", "hijita de plata"
ay, mi "hermanita" sonreidita"
ay, ahora en quién buscaré cariño.
Ay, por más que ande no me cansaré
ay, y ahora llorando aquÃ, me estoy yendo.
Ay, "maridito" es " marido", tal vez hasta el otro año no viviré,
ay, "marido" es "marido" hasta el otro año no viviré.
Cargada he de volver por aquà otra vez.
Cargada he de volver a rodear nuevamente
ay, mi "virgencita"
mi "gordita" mamacita.
Ay, mi "hija", "hijita"
ay, mi mamacita".
El canto de las albas
En Rumania, el musicólogo Constantin Brailoui recogió hace no
muchos años una lamentación bajo la forma de un diálogo dramático
entre las mujeres y las albas, expresión entre teatral y ritual
de extraordinaria fuerza:
Las mujeres:
Oh, vosotras las albas, hermanas matinales,
os suplicamos, no os precipitéis
Las Albas:
Nosotras podemos retardarnos
pero los rayos vienen, hélos aquÃ
Las mujeres:
Dejad a lon tomar descanso
Pues muy pronto debe dejar
Este mundo hacia el otro mundo
El paÃs del desconocido!
Las Albas:
Oh mujer, buenas mujeres
No os dirijáis a mÃ
Sino al Sol, al santo Sol
El es el más grande, el todopoderoso
El que da calor a las colinas
Los valles, los grandes bosques
Los arroyos y riberas
Los pastores y sus rebaños
Las mujeres:
Juan debe también preparar
Nueve hogazas de buen pan
Nueve barriles de vino
Nueve marmitas de menestra
Y después lon debe enviar
Nueve correos a todos los suyos
Para que todos vengan a lamentar
La tristeza de su partida. (1C)
en
Explored
Ciudad N/D
Publicado el 31/Octubre/1993 | 00:00