Oportunidad

"OPORTUNIDAD". Por Luis Alberto Luna Tobar

Quito. 16.11.91. (Editorial) Con trazos fuertes en el aire, de
un extremo al otro del escenario de ese teatro lleno de
ansiedad, una mujer que esconde su nombre y su historia,
escribió una palabra que permaneció inscrita en la conciencia
de cuantos le acompañábamos: "oportunidad". Escrita en el
aire. Inscrita en la conciencia. En el aire, el único elemento
que no se enreda ni teme las rejas. En la conciencia, el único
espacio que podría redimirse de todos los engaños sociales.

Hemos vivido en Cuenca, durante esta semana, el "tercer
festival del teatro penitenciario". Nada más agresivo que este
intento de desposar teatro con penitenciaría y de celebrar
ese desposario calificándolo de festival. Padecemos el recurso
a los significados impuestos. La cárcel de las palabras, que
es su mal uso, limita tanto la natural libertad de ser
sencillos y pretende ganar tanta cultura con el mestizo argot
de las técnicas oficiales.

La muestra de teatro ofrecida por los distintos grupos de
internos de nuestras cárceles, -ellos jamás aceptaron como
real el término de centros de rehabilitación social y siempre
se sintieron presos- ha sido desde muchos puntos de vista una
llamada impactante y removedora a la conciencia cívica. Mucho
se debería decir sobre el significado de esta participación de
seres sin libertad en expresiones de arte, cuya condición
primera de naturalidad no concordará jamás con prisión alguna
ni con la íntima situación de todo encarcelado. Pero el arte
siempre fue un camino de la esperanza y ofrecerles a las
personas que perdieron libertad esa posibilidad de justa
evasión psíquica, no sólo es deber social para con ellos, sino
ofrenda a la justicia. Solamente cuando se llega a conocer
los fondos humanos de dolor escondido, se comienza a entender
lo que es solidaridad.

Y eso demandaron en su presentación teatral las internas del
centro penitenciario de Cuenca. Magistralmente dirigidas, en
trabajo tesonero, por Francisco Aguirre, compusieron el
argumento, lo revistieron de su propia literatura, aderezaron
desde su pobreza el escenario natural de las tragedias vividas
y subieron por primera vez a las tablas para demostrar que ni
la verdad, ni la esperanza se encarcelan.

Desde estrechos cubos de madera, símbolos de toda una historia
estrechante, se erguían acompañadas de música electrizadora,
cinco figuras de mujer, que pretendían arañar el aire con su
dolor, con su esperanza, con conciencia de encarcelamiento y
con ilusión de libertad. La expresión de cada una, de cada
mano, de todo gesto, de cualquier movimiento, tenía fuerza
suficiente como para contar a todo espectador, sin recurso a
una sola palabra, la historia por la cual una de ellas fue
encarcelada y también la razón de justicia por la que todas
esperaban libertad.

Pero en el camino que va desde la esperanza hasta la libertad,
la cárcel se presenta en la conciencia de toda encarcelada,
como la ciega vengadora de la historia y de una historia sin
redención. Basta llevar escritas en el libro de la vida la
fecha de ingreso a una cárcel, para tener inscrita para
siempre en el alma propia y en la conducta impropia de la
sociedad, la sentencia definitiva: "para ti ya no hay
oportunidad".

Vivimos en pocos momentos la historia de la "inoportunidad"
social, relatada teatralmente por las internas del centro de
rehabilitación de Cuenca. Sentimos el significado restaurador
que tiene todo esfuerzo compartido con ellas para aliviar su
prisión y preparar su camino hacia la libertad. Pero también
sentimos cruelmente cómo la sociedad obliga a toda encarcelada
a llevarse para siempre la cárcel en su valija. Dejan la
prisión absueltas por la justicia y se llevan la cárcel en el
alma, porque la cargan consigo para siempre. De un extremo al
otro del escenario, en un teatro lleno de ansiedad, esa mujer,
artista encarcelada, escribió lentamente, con lentitud de
dolor solitario: "oportunidad". Es una demanda a este mundo
frío, injusto y en él a todos nosotros. (4A)