Quito 4 ago 96. Mientras bajaba con un grupo de turistas desde
la cumbre del Cotopaxi la llamada telefónica alertó a Rafael
Martínez: un español, en estado se shock, informaba que su
mujer había resbalado en el Cayambe. Media hora después, Iván
Vallejo, jefe del Club de Andinismo de la Politécnica, recibía
la llamada de Martínez. El se encontraba en esos momentos
subiendo, con otro grupo de turistas, al Cayambe. Eran las 6
de la mañana.

Las indicaciones atolondradas del marido de la española solo
confundió a Vallejo y a dos jóvenes de la población de Cayambe
que se encontraban en el lugar con su equipo de montaña. El
informe de que había caído en una grieta obligó a empezar la
búsqueda desde las partes altas, precisamente donde están las
grietas. Pero fue en vano.

La razón obligó a que el equipo de rescate vuelva sus ojos a
la parte de abajo, junto al sitio por donde había salido el
andinista español.

Ahí fue encontrado el cadáver de Miriam Iriandú, de 28 años,
con una fractura expuesta en la pierna derecha y un golpe
fortísimo en la frente, "el que seguramente la mató", dijo
Vallejo.

Envolvieron el cadáver y los dos muchachos cayambeños
empezaron a bajarlo por la pendiente. De pronto, oyeron un
grito a sus espaldas: era un agente del GIR, que les
preguntaba, en medio del ulular del viento, si es que
necesitaban una camilla. ¡Claro!, fue la respuesta, pero el
ofrecimiento nunca llegó. Debieron abrazar el cadáver para que
no se les resbale montaña abajo y luego de varias horas de una
dura y triste marcha llegaron al refugio. A sus puertas
permaneció el cadáver, que fue luego transportado por el GIR
hasta el vehículo. A la hora de las explicaciones, la gente
del GIR, por llevar solo sus botas normales, se resbaló en la
nieve endurecida. Y se les perdió la perra rastreadora que
llevaron para localizar el cuerpo.

Los guías de montaña que hicieron el rescate es probable que
pasen por el mismo una factura por tres mil dólares. Alguien
tiene que pagar esas operaciones.

En las investigaciones que se realizaron sobre la muerte de
Miriam destaca que "hubo irresponsabilidad" por parte de los
ascensionistas españoles: como muchos otros montañistas
confiaron en informaciones editadas en el exterior, donde se
asegura que las montañas ecuatorianas son una "perita en
dulce". No es así: son lo suficientemente seguras en la medida
que se tome todas las precauciones recomendadas para la alta
montaña.

Cinco días después del accidente fatal del Cayambe, un grupo
de tres franceses ascendieron al Illiniza Sur, pero tuvieron
otro accidente: un muerto, un herido, y otro operativo de
rescate que empezó al medio día del jueves 1 de agosto para
terminar al día siguiente. Esta vez, los guías de montaña que
salvaron la vida de estos turistas no recibieron ni siquiera
las gracias.

¡SOCORRO!

Los guías que realizan rescates en el Ecuador piensan que, de
alguna manera, el Estado ecuatoriano debe tomar en serio el
fenómeno del turismo de montaña. Cualquier montañista
extranjero asciende a las montañas del Ecuador. No es mayor el
problema si es que lo hace con el apoyo de guías
especializados. Incluso, en una emergencia, estos
profesionales de la montaña saben qué hacer y a quién llamar.

Pero hay veces, como en los dos accidentes de estos días, que
los ascensionistas suben solos y luego ponen en riesgo la vida
de otras personas que tienen que acudir, con plata y persona,
a rescatarlos. Después nadie quiere pagar la factura.

Los 75 guías profesionales de montaña están proponiendo exista
u respaldo de las Fuerzas Armadas para contar con helicópteros
en las tareas de rescate y que la embajada del turista
rescatado asuma los costos del rescate.

Conforme aumenta la afluencia de turistas a las montañas,
aumentan los accidentes.

A futuro, se intenta revitalizar el antiguo Cuerpo de Socorro
Andino, e el que participe profesionales montañeros y no
"gente de buena voluntad que va a los rescates a salir en la
fotos mientras los montañistas se juegan la vida en las
grietas de nuestras montañas", como dice un andinista
ecuatoriano.

80 VICTIMAS FATALES

Tragedias en el andinismo ecuatoriano hay varias. La más
cercana es la muerte de siete turistas el 2 de abril de 1996
en el refugio del Cotopaxi, los que fueron sepultados por una
avalancha de nieve.

Con la excursionista española Miriam Irandú, quien muriera en
el Cayambe el sábado 27 de julio, la cifra de fallecidos en
las montañas ecuatorianas asciende a 79, contados desde 1951.
Esta cifra surge de una investigación realizada por el médico
neurólogo y montañista ecuatoriano Marcos Serrano. Al
presentarla, él aclaró que "al recopilar, analizar y concluir
sobre los fallecidos en nuestras montañas ha sido una tarea
penosa y difícil". Penosa, porque en varios de los casos, él
mismo participó en el rescate de quienes eran sus amigos, y
difícil porque en muchos de los accidentes no hay datos
claros.

No es un lista completa. Nadie puede saber, por ejemplo, la
suerte de algún solitario turista que subió solo a una montaña
y luego desapareciera. Pero sí es la lista más actualizada de
quienes por varios motivos dejaron su vida entre las rocas y
las nieves eternas.

De acuerdo a esta recopilación, en el Chimborazo murieron,
hasta diciembre de 1994, 29 personas. La tragedia más grave
fue los diez andinistas fallecidos el 10 de noviembre de 1993
por una avalancha de nieve. Fueron seis franceses, dos
ecuatorianos, un chileno y un suizo.

En el Chimborazo se dio también el único caso de dos
montañistas muertos cuando les cayó un rayo. Fueron Danilo
Mayorga y Roland Blanc y el hecho ocurrió un año antes de la
avalancha.

El último que murió en el Chimborazo fue el ascensionista
japonés Shigueo Okamato, por causa desconocida.

Después de la montaña símbolo, el Pichincha es el que ha
cobrado más víctimas: cinco ecuatorianos, dos norteamericanos
y dos suizos. Los últimos fueron los ecuatorianos Alvaro
Sánchez y Víctor Pérez, en marzo de 1993, cuando fueron
víctimas de una explosión del Guagua Pichincha.

El Cotopaxi y el Cayambe tienen seis víctimas a su haber. La
última fue Miriam Iraundí, el sábado 27 de julio, en el
Cayambe, mientras que en el Cotopaxi fueron siete las últimas
víctimas de la avalancha de Semana Santa.

También los Illinizas Norte y Sur han cobrado seis vidas, la
última por el accidente del grupo francés, en el que murió el
ascensionista....

En el Tungurahua murieron otras seis personas, todas
extranjeras. En el Antisana murieron cuatro personas, dos
ecuatorianos y dos extranjeros. Todos por causas desconocidas.

Entre el Sangay, el Cotacachi, el Corazón y el Saraurcu suman
seis víctimas.

VIVIR O MORIR POR LA MONTAÑA

Marco Cruz dice amar la montaña y, como a todo amor sincero,
él la respeta. Así lo demuestra mientras relata algunas de sus
buenas y malas experiencias en andinismo.

Esta actividad sedujo a Cruz desde hace más de 30 años, cuando
por vez primera ascendió al Cotopaxi, en compañía de un grupo
de jóvenes y del padre Rivas, usando el equipo que un viajero
alemán había empeñado en la casa de su abuela. Desde entonces,
y ante el asombro de sus ascendientes toreros, él ha
incursionado por los níveos senderos andinos y alpinos.

Cuenta que una de sus satisfacciones más grandes, en
andinismo, fue cuando escaló los 5319 metros del Altar, en
1963. Cinco años más tarde viajó a España, con la intención de
obtener el título oficial de técnico en Empresas y Actividades
Turísticas.

Sin embargo, su perseverancia no solo fue premiada por ese
país europeo, sino también por la Escuela de Sky y Alpinismo
de Chamonix de Francia, al diplomarlo como guía de Alta
Montaña.

Entre sus ascensos en América, constan los 6.768 m. del
Huascarán, en Perú; los 6.882 m. del Illimani, en Bolivia; el
Aconcagua, en Chile; el Cumbal, el volcán Huila y el Cocuy, en
Colombia. También participó en la primera expedición
ecuatoriana hacia los Alpes, donde logró coronar la montaña
más alta de Europa -el Mont Blanc- y el Matterhorn, entre
otras.

Pese a que muchos lo consideran el primer andinista
ecuatoriano y a su vasta experiencia nacional e internacional
-hasta el momento, sus ascensos a las cumbres del Chimborazo y
el Cotopaxi bordean el medio millón de veces- él se
caracteriza como un hombre humilde y sincero, cuando confiesa
que siempre encomienda a Dios el éxito de sus excursiones, no
tanto porque teme a la montaña, sino porque la respeta.

Su percepción sobre el andinismo va más allá de la simple
aspiración comercial o el no sentirse impotente ante la
montaña, pues él cree que quien llega a la cumbre -venciendo
el miedo y los obstáculos- "no se vence a la naturaleza, sino
a uno mismo. Ese es el ideal, al menos en mi caso".

AUN HAY PERDIDOS

"Uno no se puede convertir en guía de la noche a la mañana,
por más cursos que tenga", cuestiona Marco Cruz, quien cree
que lo más importante es que éste tenga experiencia en la
montaña.

Marco Cruz es uno de los guías de montaña con mayor demanda
internacional. En su hotel Abraspungo, ubicado en su nativo
Riobamba, recibe a los clientes. Los instruye, los equipa y,
junto a varios ayudantes que él mismo ha capacitado, empieza
una nueva aventura hacia la cumbre.

Cuenta que, en varias ocasiones, ha debido retornar de su
excursión con el cadáver de algún andinista que ha encontrado
inerte sobre la nieve.

Recuerda aquella ocasión en que, mientras ascendía con sus
clientes, divisó dos cuerpos carbonizados por el impacto de un
rayo. Eran los cuerpos del ecuatoriano Danilo Mayorga y el
suizo Roland Blanc, que hace cuatro años murieron en el
Chimborazo.

Otra experiencia lamentable, según recuerda, fue cuando
tropezó con un sliping amarillo en el Chimborazo. Con la
intención de saludar al andinista que dentro de él descansaba,
dio una suave palmada y le dijo: "hey hombre, a levantarse";
mas no escuchó respuesta alguna, el hombre había en la noche a
causa de un ataque cardíaco.

Cruz supone que bajo los nevados ecuatorianos aún reposan los
cuerpos de varios andinistas. "Solo se han rescatado aquellos
que son reclamados", recalca. Su opinión se fundamenta en la
hipótesis de que muchos extranjeros que suben a la cumbre
muchas veces no lo comentan con nadie, si éstos llegan a
accidentarse y no cuentan con alguien que extrañe su ausencia,
terminan sumándose al testigo mudo de las alturas: la nieve.

"Alguna vez me llamaron a preguntar sobre un francés que viajó
a Ecuador para visitar las montañas y que aún no regresaba",
comenta Cruz y asegura que enseguida emprendió su búsqueda. No
halló ni las pisadas, solo sabe que alguna vez ascendió a la
cumbre. Desde entonces son dos años que nadie lo ha vuelto a
ver.

Cruz señala que los accidentes de los andinistas pueden
originarse por dos causas distintas: las objetivas -avalancha,
caída de piedras, impacto de un rayo- y las subjetivas -la
inexperiencia del guía, si él dirige la expedición, o la
irresponsabilidad del andinista, cuando no previene los
riesgos a los que se somete sin el apoyo de un profesional-.

Afirma que, hasta el momento, ha sido envuelto por cuatro
avalanchas; una de ellas estuvo a punto de matarlo. Fue cuando
la nieve lo cubría y descubría, formando una pesada capa de 4
metros de altura que terminó inmovilizando sus brazos. Pero
contó con la ayuda oportuna de sus acompañantes "y de Dios",
añade él y concluye diciendo: "yo he vivido todo el tiempo en
la montaña, para la montaña y, durante el tiempo que me queda,
seguiré viviendo por la montaña".

RAMIRO NAVARRETE

Fue un ecuatoriano con una destacada trayectoria en el
andinismo y que encontró su muerte sobre la lejana nieve de
los Himalayas.

Desde que dejó su nativo San Gabriel, de la provincia del
Carchi, para estudiar la secundaria en el colegio del mismo
nombre, de Quito, él se vinculó en el club de Ascensionismo,
donde poco a poco aprendió a querer el quehacer montañero y
empezó a proyectarse hacia las más altas cumbres del planeta.

Tuvo la oportunidad de participar en la primera expedición
ecuatoriana a los Alpes, efectuada en 1962, con motivo de los
25 años de vida del ascensionismo. En esa oportunidad alcanzó
las cumbres del Cervino y del Monte Blanc.

Para continuar con sus estudios, él viajó hacia Europa en
1974. Aprovechó su estadía en ese continente para ascender los
Pirineos y los Alpes. Cabe indicar que en esa época escaló por
primera vez los Himalayas.

Tras varias expediciones y logros alcanzados en Ecuador, Perú,
Bolivia, Colombia y varios países europeos -entre los que se
anota, con gran admiración, su ascenso al Shisha Pangma y al
Annapurna, dos de los catorce ochomiles del planeta- el
desprendimiento de una cornisa lo sorprende mientras descendía
el Annapurna, el 17 de octubre de 1988.

La primera cumbre que Navarrete ascendió fue el "Corazón", en
1962. Hoy, treinta años más tarde, su recuerdo aún prevalece
intacto en el corazón de muchos amigos y andinista que
aspiran, como él, coronar la ilusión de su vida.

NO ES COSA DE NIÑOS

El director del grupo de Rescate de ASEGUIM, Freddy Ramírez,
aclara que son muchos los riesgos a los que uno se expone en
un rescate de montaña y que, para afrontarlos sin problemas,
es necesario una buena preparación.

Por eso la asociación creó el grupo de Rescate, en noviembre
de 1993, luego de la tragedia ocurrida en el Chimborazo, que
terminó con la vida de dos guías ecuatorianos, que pertenecían
a esa asociación, y de ocho andinistas extranjeros. Desde
entonces, se han mantenido alertas de los incidentes trágicos
de la montaña, atendiendo a todas las llamadas de auxilio.

El cuestiona que, en un momento tan crítico y peligroso, no es
conveniente que existan muchos frente al rescate, pues solo
pueden estar ahí las personas con una vasta experiencia en
alta montaña. "No puede enviarse a un guía a apagar los
incendios", señala.

No obstante, reconoce que para lograr mayor efectividad en el
rescate necesitan "obligatoriamente" la ayuda de diversos
sectores, como las Fuerzas Armadas, la Cruz Roja e incluso del
Gobierno; pero no en el asesoramiento del rescate, sino en la
implementación logística y económica que coopere para la
efectivización del mismo.

EN 30 MINUTOS, SI AYUDARAN

Ramírez cree que uno de los motivos por los que algunos
operativos de rescate resultan deficientes es la falta de
coordinación entre la ASEGUIM y las Fuerzas Armadas,
especialmente en ofrecer la ayuda oportuna.

Refiriéndose al accidente ocurrido el fin de semana pasado en
el Cayambe, con una andinista española, Ramírez dice que la
llamada de auxilio receptaron a las 8h30 del sábado y que las
Fuerzas Armadas les ofrecieron un helicóptero para las 17h00.
"Imagínese, cómo podía ella sobrevivir a tanto tiempo, son
cuestiones que necesitan ser atendidas inmediatamente".

Es optimista al confesar que si todos cooperaran con la
función emprendida por el Grupo de Rescate -el Gobierno,
dotando de material de rescate y de una planta física a la
ASEGUIM; las Fuerzas Armadas, permitiendo emplear sus
helicópteros y hasta su contingente humano, de ser necesario;
la Cruz Roja, enviando los grupos de enlace y los paramédicos-
"pudiéramos, en 30 minutos, poner una patrulla de rescate en
el lugar del accidente".

Hace un llamado a las autoridades para que entiendan la
importancia de su labor, porque "con un accidente en la
montaña, se pone en juego la imagen turística del país",
indica. Y los cuadros estadísticos de la CETUR respaldan su
versión al señalar que, aproximadamente, al 38 por ciento de
turistas que visitan Ecuador lo hacen para ascender sus
montañas, nevados y volcanes.

"POR AMOR A LA BANDERA"

La función de Freddy Ramírez es coordinar y efectuar el
rescate, pero aclara que el hacerlo implica una gran dosis de
riesgo y de inversión económica, que pocas veces es reconocida
por los medios de comunicación; pues mientras unos se juegan
el pellejo quienes reciben el agradecimiento son las Fuerzas
Armadas u otros organismos.

Pero "hasta en eso hemos sido lo suficientemente humildes",
precisa Ramírez e indica que lo que sí aspiran es a que sus
servicios sean cancelados porque hasta el momento lo han
estado haciendo "por amor a la bandera"

QUIEREN EL EVEREST

El andinismo ecuatoriano quiere conquistar el Everest, el
monte más alto del mundo, antes del año 2.000.

Quizá la medalla de oro de Jefferson Pérez fue el aliciente
final para Iván Vallejo, admirador de antes del cuencano,
profesor politécnico y quien, en sus ratos libres es guía de
montaña y ascensionista entre Alaska o el Perú.

Una expedición de ese tipo requiere una planificación de años.
Un proyecto que llevará a seis andinistas ecuatorianos a la
medalla de oro del montañismo solamente puede lograrse con un
esfuerzo nacional.

La cordillera del Himalaya y su perla preciosa, el Everest, es
el sueño de los montañistas de todo el mundo. Pero como el
Nepal vive de eso, ascender a un monte nepalino cuesta un
promedio de a dólar por metro de altura.

TRES ETAPAS

La expedición, que cuesta cerca de 30 mil dólares, está lista
para iniciar en septiembre de este año. Es la primera etapa:
se trata de conquistar el Ama-Dablam, que tiene 6.856 metros.

Para el próximo año, los expedicionarios buscarán conquistar
un monte de más de 8 mil metros de altura. Y al año siguiente
llegarán al Everest.

Lo realizan en tres etapas porque es preciso conocer las
reacciones del cuerpo humano en alturas superiores a las del
Ecuador y las más altas de América. También porque es preciso
conocer a detalle la situación del Nepal y la condiciones
logísticas más seguras para llevar la empresa con éxito, dice
Iván Vallejo, quien desde su corta estatura busca ascender al
más alto peldaño geográfico del planeta.

UNA HISTORIA DEL ANDINISMO

En la primera etapa del andinismo ecuatoriano, cuando se
descubrían las montañas más altas y se abrían rutas destacaron
el riobambeño Pedro Vicente Maldonado, quien colaboró
estrechamente con la Misión Geodésica Francesa que llegó al
país en 1735.

Alejandro Von Humbolt, el sabio alemán realizó desde 1802
varias ascensiones en lo que luego sería el Ecuador. Su
apuntes sobre su ascensión al Chimborazo (aunque no coronó)
hicieron sonar el nombre de esa montaña por vez primera en
todo el mundo.

Destaca en la primera etapa del andinismo ecuatoriano la
figura del explorador y científico inglés Edward Whymper,
quien ascendió a la mayoría de montañas del Ecuador y además
hizo un detallado informe de su contorno humano, geográfico y
social.

Nicolás Martínez, hermano de Luis Martínez,, autor de "A la
Costa", fue el pionero del andinismo ecuatoriano y tal vez de
América Latina. El ascendió también las principales montañas
ecuatorianas e ilustró sus estudios y aventuras en varios
libros.

Los clubes de andinismo empiezan su carrera en la década de
los cuarenta , de ahí en adelante, las generaciones de
andinistas ecuatorianos se forjaron en el seno de colegios y
universidades.

El andinismo ecuatoriano hoy tiene las modalidades de
aficionado, cuyos cultores ha llegado a regiones tan remotas
como los montes del Himalaya, el Palmir y Alaska. Y la
modalidad de andinismo profesional como guías de alta montaña,
y su tarea es cuidar y guiar a los turistas que llegan al
Ecuador para ascender por sus volcanes y nevados.

PETER SI TUVO SUERTE

En los últimos tres años se han realizado más de 30 rescates
exitosos en la montañas del Ecuador. Pero en lo que va de este
año se han dado 15 rescates. El promedio anual se duplicó en
1996 gracias al incremento vertiginoso del turismo de montaña.

En los últimos años, Ecuador se benefició del abandono del
turismo en las cordilleras peruanas. El Perú está calificado
como el paraíso para los montañeros. Quien desde Europa quería
subir a los Andes, iba al Perú. Pero el terrorismo y otros
factores hicieron que la masa de montañeros se trasladase al
Ecuador. En 1990 se creó la ASEGUIM, a iniciativa de varios
montañistas ecuatorianos, quienes hacían de guían se modo
particular, para organizar el caos en el que empezó a crecer
esta actividad.

Así, empezó a consolidarse el andinismo como práctica
profesional: se necesitaban guías de montaña con la suficiente
experiencia y eficiencia como para atender la demanda
extranjera.

Así se dieron las cosas, pero la suerte para muchos turistas
fue distinta.

Peter Schrom es un muchacho suizo de 25 años de edad, que se
ha subido a todos los montes que ha podido en Europa. Ansioso
de nuevas experiencias pide a una agencia "especializada" en
ascensiones a los Andes que le venda un paquete para llegar
hasta Perú. Le informan en la agencia que el Perú se ha vuelto
un sitio peligroso, pero como opción tienen las montañas del
Ecuador, kilómetros más arriba, donde, por el mismo precio
puede tener experiencias asombrosas.

Peter acepta el paquete de la agencia. Esta tiene en Quito una
agencia socia que espera a Peter con un guía especializado, el
que lleva al suizo por varios cumbres como los Pichinchas, los
Illinizas, para aclimatarlo, para luego asaltar las cumbres
del Cotopaxi y el Chimborazo, los más solicitados. Luego de
realizar con éxito estas ascensiones, gracias a la experiencia
de su guía, al buen campamento montado y al inmejorable
transporte, Peter, sano y salvo, retorna a su país, y lo más
probable es que hable tan bien del Ecuador que para el próximo
año un grupo de amigos planee una expedición a ese remoto pero
emocionante y seguro país suramericano.

Para otros, la situación puede ser distinta.

María, una cachorra de francesa, se lanza a la aventura del
mundo, y por esos avatares llegan, ella y su mochila, hasta la
ciudad de Quito.

Para ganarle tiempo al mes que tiene para gastar y a sus
escasos fondos, María hace lo que más puede y contrata de
todo: ecoturismo, se va al oriente, a las Galápagos, a
Otavalo, etc; luego hace ciclismo de montaña y navega en los
rápidos de la cordillera oriental.

Finalmente pasa por enfrente de una agencia donde mira fotos
de varios nevados y volcanes y lee: "Cotopaxi, 100 dólares".
Barata la cosa. Decide trepar a ese coloso blanco que
impresionó su retina la primera vez que lo vio: un cono
perfecto, como un gran helado.

Pues le ponen un "guía" a su disposición y un Land Rover
viejo. Por lo general, este guía ha cobrado 40 mil sucres a la
agencia para acompañar a la gringa (un guía profesional cobra
la suma de 70 dólares diarios), es amigo del dueño y ha subido
al Cotopaxi dos o tres veces. Al llegar al refugio y mirar que
la empresa está más allá de sus posibilidades, el guía opta
por hacer subir a la turista lo más rápido posible, tanto que
le obligue a cansarse. Si ella llegó un día antes del oriente,
lo más seguro es que le de un soroche galopante que podría
causarle hasta la muerte.

Pero en este caso, María tiene una salud de hierro, por lo que
come en el refugio la comida que le ha dado el guía y espera
la una de la mañana para iniciar el ascenso. Pero tras dos
horas de marcha se le descompone el estómago. No da más y pide
retornar al refugio. Qué salada. Lo que no sabe la francesita
es que su guía le ha dado algo para que precisamente le suceda
esto.

Y si, de todas maneras logra avanzar lo ocurre un accidente
una tormenta o se pierden, entonces, las posibilidades de
María de salir con vida de su aventura se reducen: su "guía"
no está en capacidad para solventar una sola tarea de rescate
y ni siquiera sabrá qué hacer en caso de ventisca. Turistas
como María han sido abandonados en medio de la nieve y fueron
hallados deambulando o en calidad de cadáveres. Una vez, -y
estos casos se repiten con frecuencia- un conocido andinista
ecuatoriano halló, al pie de una grieta del Carihuairazo una
mochila, unas gafas de sol y una cuerda cuidadosamente
enrollada. Por su desgaste tenía varios años y nunca se supo
qué pasó con el dueño de esto.

O, si es que lograron avisar, hay que ir al rescate del
turista y del "guía". Operación que le cuesta precisamente al
extranjero.

Si sale con vida, irá a su país y hablará pestes del Ecuador y
de sus "guías" de montaña. Y sabemos que un cliente
insatisfecho no regresará jamás. (DIARIO HOY) (R. BLANCO Y
NEGRO)
EXPLORED
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