Guayaquil. 01.08.93. El 11 de febrero de 1979 triunfó en Irán
una revolución de corte islámico cuya imagen en el exterior
fueron unas figuras oscuras y sin forma, que casi parecÃan
clónicas: las mujeres cubiertas por el chador. "Desde
entonces", dice la señora Rahnavard, esposa del antiguo primer
ministro, "es lo único que se sabe de la mujer iranà y a lo
que ha reducido al paÃs en el extranjero". Legalmente se
dispone que la mujer debe observar la jiyab, es decir,
cubrirse de forma apropiada, mostrando tan solo manos y
rostro, ocultando completamente las formas. El chador, una
tela negra que se enreda alrededor del cuerpo y la cabeza (y
que algunas mujeres, al tener ocupadas las manos, sujetan con
sus dientes), no es obligatorio. El modelo general es una
especie de gabán que cubre la ropa y disimula las formas, y
un pañuelo -ahora puede ser de cualquier color- que debe
mantenerse, constantemente en público, es decir, en los
lugares de trabajo e incluso en un restaurante o en el cine.
Cubiertas siempre. Incluso las extranjeras que viven o visitan
Irán deben vestirse apropiadamente, respetando la ley. Los
hombres a su vez deben usar mangas largas y no se permiten
pantalones cortos.
Participación Femenina
"Lo que más coraje me produce es el equÃvoco de esta imagen,
la vestimenta tan ajena a la occidental nos enmarca, nos
encierra", dice Mitra, una funcionaria del Ministerio de la
Salud. "La mujer iranÃ", continúa, "participa vivamente en
todas las actividades polÃticas, económicas y sociales del
paÃs. Y desde hace unos años aún más; dados los tiempos
difÃciles una familia no puede vivir con un solo sueldo. El
30% de los empleados gubernamentales son mujeres. Y en
sectores como educación o el mÃo, sanidad, este porcentaje se
eleva al 43% y 41% respectivamente. Las ideas de
discriminación y pasividad no son ciertas. Cuando viajo
representando a mi paÃs en conferencias internacionales me
hacen preguntas inverosÃmiles, tales como si en Irán la mujer
puede salir sola a la calle o si se pueden adquirir
preservativos... Creo que los estereotipos de Occidente hacia
Irán y viceversa se deben a la falta de información. Y luego
me preguntan sobre las relaciones hombre y mujer".
Mitra sale al extranjero, pero lo cierto es que la mujer iranÃ
necesita aún el permiso de su marido para viajar fuera del
paÃs. Y en el interior tampoco puede hacerlo sola, pues
ningún hotel alojará a una mujer que no esté acompañada de su
marido.
Sin embargo, la rigidez de antaño ya no se respira. Los
pasdarán, o vigilantes de las buenas costumbres y la moral de
la revolución, aún merodean por las calles, aunque su
vigilancia es más ligera. Se empiezan a ver algunas parejas,
aunque cualquier tipo de manifestación afectiva -incluso
saludarse estrechando la mano o una risa en tono alto-
está mal vista e incluso sancionada. Sin embargo, los pasdarán
ya no preguntarán, con riesgo de penalización, si tal pareja
está o no casada.
A la hora punta en Teherán, una de las ciudades más pobladas y
contaminadas del mundo, tan solo se puede llegar al centro en
transporte público. La imagen más corriente es una fila de
mujeres que gritan en farsi la dirección a la que desean
dirigirse cuando un taxi pasa. Es un taxi de color naranja, de
recorrido fijo, que toma pasajeros cuando le conviene. El taxi
es el único sitio público donde mujeres y hombres van
realmente juntos. De forma literal una mujer estará sentada en
los muslos de un hombre, pues en el asiento delantero van
tres.
Pero lo cierto es que la separación en los lugares públicos,
con la excepción de las parejas, continúa. En los cafés, en
los restaurantes, en los transportes públicos, incluso en las
pistas de esquÃ, existe un lado para hombres y otro para
mujeres; en las universidades sucede lo mismo, una parte del
aula destinada a cada sexo.
En la clase de NaserÃn -una joven profesora de la Universidad
de Teherán que terminó hace un año sus estudios-, la mitad son
chicas. "En todas las ramas de la Universidad -y no exagero-
el 50% de los estudiantes son féminas. Para nosotras, la
vestimenta no es lo peor, sino la limitación en la vida
social; a veces, la vida es muy difÃcil, nos sentimos incluso
recluidas o forzadas a la tristeza".
NaserÃn forma parte de la clase social alta, que fue la que
realmente tuvo dificultades en adaptarse a la nueva forma de
vida para las mujeres en la revolución. Acostumbradas a una
vida de hábitos liberales con el sha, el cambio fue brutal.
"En la actualidad el problema de la mujer no es primordial; la
sociedad está sumergida en otros miles de obstáculos diarios,
económicos ante todo. Yo estoy soltera y la vida para una
mujer sin marido es prácticamente inconcebible... origina
demasiados problemas, ante todo, de discriminación".
Pero al lado de una población joven que desea adoptar estilos
más espontáneos y libres de conducta, existe un grupo cada vez
más numeroso de mujeres que creen y defienden la forma de vida
implantada por la revolución. Generalmente ocupan cargos de
responsabilidad en el Gobierno o en los ministerios, han
viajado o vivido en el exterior y gozan del reconocimiento y
la legalidad para actuar en favor de la mujer llevan a cabo
campañas de alfabetización -hoy dÃa, aún, el 48% de la
población es analfabeta-, de integración de la misma en todos
los campos...Ellas fueron las promotoras de la revolución del
79.
"Yo recuerdo a mi madre y a mi abuela siempre vestidas con el
velo. Es parte de nuestra historia; esta ropa es un sÃmbolo.
Para mi esta vestimenta en público me facilita la integración
en la sociedad", dice la señora Rahnavard -mujer del ex primer
ministro, pintora, escritora y catedrática-, "soy considerada
como un ser humano y no como una mujer: la mujer la vivo hacia
dentro".
Rahnavard reconoce que "todo esto en Occidente puede parecer
un tanto ingenuo, una excusa, paro hay un argumento escencial
en nuestra cultura, el concepto de pureza, de virginidad del
espÃritu". "Yo vivà en Estados Unidos durante 10 años y conocÃ
la vida en familia de las mujeres occidentales y la presión
que existÃa. Vi los mismos problemas y otros en sus vidas;
sentà un vacÃo en su intimidad, una incapacidad de estar
consigo mismas en silencio".
Y añade Rahnavard: "Explotadas en el fondo por el consumo,
por necesidades sin sentido. Las mujeres europeas trabajan
para gastar el dinero en casa y las iranÃes lo hacen para
ellas;(aquÃ) la carga de la casa recae en el hombre, de ahà la
justificación de leyes como la sucesión ; la mujer tan solo
tiene derecho a heredar la mitad que el hombre. Su
responsabilidad es la de educar a los hijos. Y ellas
constituyen el centro de la familia. Ante todo lo que deseamos
es que la sociedad familiar no se destruya, ni se tambalee.
Irán se está construyendo y no destruyendo".
La sociedad iranà está cambiando. En las últimas elecciones,
en abril de 1992, el partido de Salvación Nacional fue
eliminado y nueve mujeres resultaron elegidas como
parlamentarias. Una de ellas representa Mashad, que junto a
Quom, es la ciudad más religiosa de todo el paÃs. El escritor
más leÃdo es una mujer, Samin Daneshvar... La legislación
iranà concede una gran importancia a la mujer, a diferencia de
otras sociedades musulmanas, el divorcio no puede obtenerse
sin el consentimiento de la mujer; se establece igualdad de
salarios; se ha aprobado una ley que regula el trabajo de la
mujer a tiempo parcial... Sin embargo, resulta chocante, casi
anacrónico, leer en el preámbulo de su Constitución: "La mujer
no será tratada un objeto o instrumento de consumo, sino como
el pilar de la familia".
*FUENTE: Texto tomado de EL UNIVERSO (p.1A)
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Publicado el 01/Agosto/1993 | 00:00