Quito. 13.03.94 El inicio de la vida amorosa se ha adelantado, tanto por
razones fisiológicas como sociales, dijo a Domingo José Gonzalo Bonilla,
filósofo, con conocimientos de sexología y sicología.

Esto responde, en su opinión, " a que la adolescencia se ha
adelantado debido a que hay un espacio muy corto para desarrollar
la infancia y hay escasas o nulas actividades para el mundo
especifico del adolescente. Entonces: o se es niño o se es
adulto; como consecuencia, los enamoramientos comienzan ya desde
los 12 años o antes. Conversaba con una amiga y élla me decia
que está asustada porque a su hija de 12 años le preocupan cosas
que a élla recién le interesaban a los 16 ó 17 años... Así,
pues, comenzamos a vivir el mundo de los adultos antes y a la vez
alargamos ese futuro.

"En lo fisiológico- añadió- los muchachos ahora son mucho más
altos que sus padres, al igual que las chicas con respecto de sus
madres. Eso provocaría que la percepción de los padres sobre sus
hijos sea distinta y que los vean como a pequeños grandes
hombres, por lo que serían más permisivos".

- ¿Qué es el enamoramiento para los adolescentes? - Una
manifestación de socialización, en un plano de juego, de querer
experimentar, de ver hasta dónde pueden llegar con el otro.
Manifiesta también una relación de competitividad con los otros
miembros de su sexo y de dominación hacia el otro sexo. Pero
recordemos que el primer amor del adolescente es un amor a sí
mismo y a sus posibilidades de gustar y conquistar al otro, pues
el otro es como un espejo que refuerza su imagen. A eso se llama
enamoramiento en la adolescencia, pero no es tal. Es un
aprendizaje del amor.

- ¿Los ritos de enamoramiento han variado o siguen siendo los
mismos?

- Siguen manteniéndose, pero se ha vuelto a recuperar la famosa
declaración. El problema es que los adultos empezamos a mirar
con malos ojos quizá por una cierta envidia inconsciente y por
eso criticamos y no queremos ver que, en fin de cuentas, siguen
habiendo las mismas ritualidades. En mi adolescencia las cosas
era iguales: había parejas que se declaraban, otras que se
cogían la mano...

- ¿Ha cambiado algo?

- En los sectores medios y altos hay una mayor permisividad para
que las chicas reciban a sus enamorados en sus casas, por
ejemplo. Antes, diría hace 10 años, las estudiantes de un
colegio religioso no podían salir del colegio y verse con el
enamorado, pues una monja se daba el trabajo de recorrer la
manzana y ver cuál de ellas estaba acompañada. Al otro día la
retaba y la bajaba puntos en conducta. Ahora me han dicho que, al
menos en ese colegio, ya no hay esa práctica. Otro cambio es que
hace 10 años los padres iban a dejar a los adolescentes con su
enamorada a las fiestas o al cine y luego los recogían. Ahora ya
no ocurre eso.

Sin embargo, el hecho de que las familias sean un poco más
abiertas no ha hecho que estén más permitidas las expresiones de
la sexualidad y la genitalidad dentro del enamoramiento. Ni
siquiera las asumen. De todas maneras permiten que exista la
posibilidad de una relación mucho más sana. Pero esto, dentro de
una educación que yo catalogo como enferma en la medida en que
aún hay colegios femeninos y masculinos. ¿Cómo va a cambiar la
concepción de la sociedad si aún hay esa estructura tan rígida,
donde a los hombres -y mucho más a las chicas- nos cuesta mucho
al salir del colegio, abordar un mundo que es heterosexual?

- ¿El romanticismo recupera terreno?

- Sí. Creo que comparando con la generación pasada sí hay un poco
más de romanticismo y las relaciones son más frescas, los jóvenes
se permiten expresar con mayor tranquilidad sus sentimientos.

- ¿Qué signos encontraría para afirmar eso?

- Un indicador es la aceptación de cosas que en otras épocas eran
consideradas totalmente cursis. Ahora esta generación de
adolescentes ha asumido con más tranquilidad aquello que para
nosotros fue una cursilería. Pensemos como catalogábamos hace 10
años al bolero o a la música y poesía románticas. En ese tiempo
aceptábamos más bien la onda intelectual y la poesía y la
literatura del boom, mediadas por la revolución o las
dificultades de la vida cotidiana. Eran los Inti Illimani, los
Quilapayún, que muy poco nos permitían expresar amor.

- ¿Cómo juzgaría los cambios en la relación entre chicas y
chicos? Por ejemplo, antes eran criticadas las que llamaban a
los varones. Igualmente era rarísimo que una chica pagara la
cuenta de una invitación, o al menos que la compartiera. Ahora
eso no es extraordinario...

- Desde hace algunos años se trataron de implantar estas
costumbres. Lo que en un inicio comenzó como moda, por la
influencia de los movimientos de liberación de la mujer, ahora
está introyectado y son valores reales para esa nueva generación.
A las primeras mujeres que comenzaron a llamar a un hombre o a
pagar la cuenta les costó mucho esfuerzo y dolor. Pero las
adolescentes, seguramente las hijas de esas mujeres que lograron
esos cambios, los asumieron desde sus primeros años de vida, pues
sus madres les educaron con otros valores y actitudes. Pero hay
un contraste con los hombres. Ellos no están yendo a ese mismo
ritmo. Los padres, liberados en su juventud, en su madurez
empezaron a introducir los valores tradicionales machistas en sus
hijos adolescentes. Por eso, en este momento hay un desencuentro
entre los adolescentes de ambos sexos.

- ¿Esto a qué conduciría?

- A una generación de adultos solos si no se ponen a buscar
puntos de encuentro entre los dos sexos. Pero también hay otro
tipo de parejas, más frescas, menos problematizadas que las de
generaciones anteriores. No podría establecer tipologías muy
estrictas, porque hay variaciones según el grupo social y el
nivel educativo. También veo grupos mixtos, donde las chicas van
a buscar al muchacho en auto y nadie se escandaliza.

Temor a amar en la adultez

"En la adolescencia aún no hay tanto temor a enamorarse, a amar",
afirmó José Gonzalo Bonilla. "Es pasada cierto edad donde
comenzamos a temer enamorarnos, pues empezamos a ver las cosas
con miras al futuro, a preocuparnos de nosotros mismos y quizá
nos volvemos más pragmáticos y nos relacionamos por interés
económico, por no estar solos o porque socialmente hay presiones.

- Sin embargo muchas mujeres jóvenes deciden que no se van a
enamorar sino hasta tal edad, luego de estudiar, terminar una
carrera y vivir independientemente unos cuantos años...

- Siempre me han parecido sospechosos los incasables. ¿Por qué
insistir tanto en que no me voy a casar? Las personas que tanto
hablan de eso resulta que son las primeras en casarse. Eso me
parece un síntoma de la necesidad de lo contrario, quizá para
autoconvencerse.

- ¿Pero acaso no podría significar la determinación de tomar las
riendas de su vida?

- Puede ser, pero no en todos los casos. Pensemos qué es lo que
pasa, cuál es la proyección de eso, porque ya tenemos una
generación de mujeres y hombres que pensaron así. La presión
social en nuestro medio es terrible. Tengo amigas de 30, 40 años,
ejecutivas de éxito, que ahora empiezan a preocuparse de por qué
no se casaron. Pudieron haber sido más lógicas y pragmáticas en
ese momento cuando construían su futuro, un futuro medio ambiguo
e ideal. Pero el futuro de ese entonces es hoy su presente.
Ahora se supone que los 30 es la edad ideal para casarse. Pero
nadie se enamora por decreto, así como nadie puede escoger la
edad en la que va a quedar calvo. Lo que sí se debe analizar es
este síntoma: por qué quiero aplazar la realización dentro de una
vida de pareja.

- ¿Por qué?

- Porque lo que está por debajo es una exacerbación de los
valores individualistas. Es el individualismo el que se está
afirmando. Y se ha perdido cada vez más el sentido de comunidad.
Es la individualidad, unida al miedo al fracaso, la que nos hace
pensar que primero tengo que desarrollarme para que si me va mal
en mi matrimonio encuentre una salida conveniente. Y claro,
frente a la crisis del matrimonio que viene arrastrándose desde
hace unos años, ésta es una de las salidas pragmáticas más
comunes. Y nos hemos olvidado de la pareja. En un libro de
Chesterton sobre el divorcio me encontré con una crítica a la
permisividad de la sociedad inglesa, que la presentaba con una
metáfora. Decía que ante el fracaso de un matrimonio, siempre
debe haber una ventana, que es el divorcio. Pero, añadía, lo que
la sociedad moderna está tratando de construir son edificios
llenos de ventanas y sin muros. Yo sí creo que ese individualismo
ha llevado a construir edificaciones con muchas ventanas y muy
pocos muros.

- ¿Sería también síntoma de una cierta inseguridad entre los
individuos?

- Claro: inseguridad frente a la crisis económica. En el boom
petrolero, los hijos abandonaron la casa familiar porque había
condiciones para independizarse. Pero ahora esas condiciones son
más difíciles, más aún con pareja e hijos. Eso crea un
sentimiento de inseguridad.

- ¿El relacionamiento afectivo entre los adultos ha cambiado con
relación al de hace algunos años?

- Creo que sí. Sin embargo, en la relación de pareja todavía hay
un inconsciente colectivo que pesa, por la educación de aquellas
personas que hoy tienen 90 años y que trasmitieron valores del
siglo 19. A pesar de ello, las mujeres han ido ganando mayor
espacio dentro de su devenir histórico de libertad, quizá los
hombres nos hemos mantenido, o los cambios han sido menores en
nuestro carril. - ¿Cómo ha incidido este cambio de las mujeres?

- El momento en que la mujer adquirió un protagonismo en la vida
política, económica y social, obviamente los cambios invadieron
las relaciones cotidianas. De todas maneras, el cambio ha sido
cada vez más gradual en beneficio de una mayor concientización de
los adolescentes. Ahora los hijos van acortando la brecha que les
separa de sus padres. Obviamente siempre tiene que haber un
espacio de conflicto para poder generar su identidad. De lo
contrario no sería posible construirla. Por la mayor libertad
que a lo largo de la historia el hombre va consiguiendo y las
generaciones van conquistando, el adolescente ha disminuido su
grado de rebeldía precisamente. Pero de todas maneras siempre
vamos a estar yendo de un mundo dominado a otro autónomo, para
tratar de gobernarnos y dejar de depender de los padres. (REVISTA DOMINGO)
EXPLORED
en Autor: Consuelo Albornoz - [email protected] Ciudad N/D

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