Quito. 08.08.93. Habitantes de "favelas" pobres, un grupo de
mujeres pobres cumple empecinadamente, desde hace casi tres
años, un doloroso deber en Brasil: exigir que se aclaren las
circunstancias en que desaparecieron sus once hijos.

Conocidas como "Las madres de Acari", en un homenaje de
asociación a las "Madres de Plaza de Mayo" argentinas, estas
mujeres no han cedido un milímetro de terreno en un combate
que las enfrenta a fuerzas oscuras y poderosas y crecen en
proporción directa a las dificultades que se les oponen.

Edmeia fue asesinada cuando buscaba a su hijo

Esa lucha penosa ya costó la vida a una de ellas, Edeima Da
Silva Eusebio, asesinada cuando buscaba por cuenta propia
información sobre lo ocurrido a su hijo Luis Henrique, quien
tenía 17 años al desaparecer.

Menos trágica, pero no menos dolorosa, es la situación de
otras dos, que vieron disolverse sus matrimonios por la
negativa de sus maridos a seguir corriendo los riesgos que
implica la búsqueda de indicios y datos que aclaren lo
ocurrido a sus hijos.

"Su historia tiene la fuerza de las tragedias griegas, por la
entereza y obstinación con que esas mujeres persiguen su
objetivo. Allí no hay héroes masculinos, sino esa oscura
fuerza que surge de la profundidad del útero", dijo a IPS
Carlos Nobre, autor de un libro sobre ellas.

"Las madres de Acari en la tierra de la impunidad" cuenta
todas las alternativas de esa trama en que se mezclan los
submundos del bandolerismo, de la corrupción policial, de los
intereses políticos subalternos y del desinterés oficial,
cuando las víctimas son pobres y desconocidas.

Nobre era un reportero policial que cubría el caso desde su
inicio. Llevado por su conocimiento de todos los aspectos del
mismo, se sumó a los que apoyaban a esas mujeres y terminó por
dejar su trabajo en un diario para escribir esa historia.

"No pretendo ser un cronista objetivo. En un caso como este,
la aspiración de imparcialidad es lo primero que se pierde por
el camino. Uno se compromete, lo quiera o no, y toma partido.
Yo lo tomé, hasta los huesos", confesó Nobre. Su opción
también costó una ruptura con su compañera debido a la
"excesiva" dedicación.

Acari es un barrio pobre de la periferia de Río de Janeiro,
donde vivía la mayor parte de un grupo de muchachos que
decidieron pasar unos días en el campo, en la casa de la
abuela de uno de ellos en el vecino municipio de Mage.

Tres eran delincuentes y se sumaron al grupo para evadir la
persecución de policías que, en lugar de capturarlos, querían
sacarles el dinero que conseguían con sus robos.

Cuatro de los muchachos eran ya mayores. Los otros siete,
entre ellos tres mujeres, tenían entre 13 y 17 años.

Una noche, un grupo de encapuchados armados invadió la casa y
se los llevó a todos. La abuela, único testigo, consiguió
esconderse entre los árboles y luego contó lo ocurrido.

Al día siguiente la policía local encontró cerca una camioneta
semiquemada donde estaban los documentos y algunas ropas de
los muchachos. Nada más, ni rastro alguno de los
secuestradores. Era el 17 de julio de 1990.

¿Dónde estaban sus hijos?

Empezó entonces la peregrinación de las "Madres de Acari". Sus
hijos estaban vivos o muertos? Dónde estaban en cualquiera de
los dos casos? Y empezó también a comprobarse la solidaridad
de los demás habitantes de la "favela".

Decenas de vecinos de Acari viajaron en tres buses a Mage a
buscar en los campos y en los cerros los cuerpos de los
muchachos, o cualquier indicio de su paradero. Todo resultó
inútil.

"Fueron todos. Los bandidos y los trabajadores, amigos y
simples conocidos, hombres, mujeres y hasta niños. Siempre
contamos con la solidaridad de nuestros vecinos", narró Ana
María Dos Santos, madre de Hudson, uno de los desaparecidos.

Días después, apoyadas por organizaciones de defensa de los
derechos humanos, las madres protagonizaron una manifestación
ante el distrito policial, exigieron una investigación
exhaustiva y proporcionaron a las autoridades datos sobre el
grupo de agentes que extorsionaba a los tres asaltantes de
camiones.

" La decisión de las mujeres era impresionante y decidimos
prestarles todo el apoyo necesario. Ellas querían enterrar a
sus chicos, si estaban muertos, o rescatarlos, si estuviesen
vivos", explicó Ivanir Dos Santos, del Centro de Articulación
de Poblaciones Marginadas (CEAP).

Apoyo legal y material

La militancia del CEAP en favor de las madres de Acari se
tradujo en apoyo legal y material, en la difusión nacional e
internacional del caso y, con apoyo de la Fundación Danielle
Mitterrand en el proyecto de escribir su historia.

A lo largo de su trabajosa búsqueda, las madres de Acari
obtuvieron el reconocimiento de Amnistía Internacional, que
transformó a la asesinada Edmeia Eusebio en símbolo de la
lucha contra la impunidad de los asesinos.

Sin embargo, las mujeres no han logrado obtener el mismo
respeto de las autoridades locales.

Fue necesaria la muerte de Edmeia, baleada en plena calle,
para que el secretario de Policía civil de Río de Janeiro
recibiera a las demás madres, que pidieron una audiencia desde
el principio del caso.

"Ellas no cejan. desde que esto empezó, crecieron, se
politizaron, descubrieron toda la complejidad del tejido
social. Las mujeres de "Favelas", en Brasil como en toda
América Latina, tienen una increíble fuerza y capacidad de
lucha", puntualizó Carlos Nobre. (IPS) (6C)
EXPLORED
en Ciudad N/D

Otras Noticias del día 08/Agosto/1993

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el