Quito. 6 ene 2001. Pese a los requerimientos, los agentes de la PolicÃa
Nacional Antinarcóticos aún no utilizan un método técnico para detectar a
las personas que, desde los aeropuertos de Quito y Guayaquil, intentan
transportar cápsulas con clorhidrato de cocaìÃna o heroÃna en su
estómago.
Ello, pese a que, solo el año anterior, fallecieron 14, luego de que
alguna cápsula reventara en su organismo. El negocio de las denominadas
mulas del narcotráfico continúa, debido a su rentabilidad: el kilogramo
de cocaÃna se cotiza, como mÃnimo, en $50 mil en Europa. La demanda de
Estados Unidos, además de la coca, es, sobre todo, la heroÃna (derivado
de la amapola), cuyo precio por kilo fluctúa entre $80 mil y $100 mil.
La historia del porqué arriesgan su vida son cada vez más sorprendentes.
Y lo hacen sin importarles las consecvencias ni dónde ingerir la droga:
en un terreno lleno de maleza, el cuarto de un hotel o hasta en el
interior de un vehÃculo en marcha. (APM)
Habla lentamente. Su rostro denota angustia, mientras su cuerpo parece
enflaquecerse, debido al obligado ayuno. Por la cabeza de Jorge transita
la esperanza de una condena leve. Su apellido no se puede revelar; lo
exige el oficial que lo vigila en la Jefatura de la PolicÃa
Antinarcóticos del Guayas. Está asilado en un pequeño cuarto donde el
hedor impera.
Guayaquileño de 26 años de edad y 1.75 de estatura, fue detenido la noche
del 24 de diciembre pasado, en el aeropuerto internacional Simón BolÃvar
de Guayaquil, cuando iba a pasar el control para tomar el vuelo de Iberia
con destino a Madrid. En su estómago yacÃan 95 cápsulas con clorhidrato
de cocaÃna.
Los agentes antinarcóticos evidenciaron el nerviosismo de la novata mula
del narcotráfico: sudaba frÃo, y las contradicciones fueron constantes en
el interrogatorio de rigor. Lo delató, además, la pequeña maleta negra
que portaba, la cual contenÃa poca ropa.
Los contactos comenzaron, entre cervezas, en una fiesta
Aún lo recuerda. Mientras relata su historia, el vigÃa, sentado en una
esquina, limpia su arma y trata de controlar la entrevista. Jorge, el 1º
de diciembre anterior, habÃa bebido mucho licor con varios amigos en una
fiesta, al sur de la ciudad. Allà le presentaron a El Colorado, un tipo
alto, fornido, de 28 años de edad, buen vestir y ojos claros, cuya labor
era la de reclutar a potenciales mulas. "Le dije que no tenÃa un trabajo
estable para mantener a mi familia", y él con palabras sencillas le
explicó en qué consistÃa la lucrativa operación que podrÃa sacarlo de la
pobreza y desesperación.
Entonces -admite Jorge- depositó su confianza en El Colorado, quien le
explicó cómo ingerir las rosadas cápsulas con gelatina, los trámites y la
ruta con destino a Madrid, donde, supuestamente, lo esperarÃa un
contacto.
Entre música y después de un brindis, propuso pagarle $4 mil, que le
cancelarÃan cuando entregue la mercancÃa. "Me dijo que podÃa quedarme en
Madrid. Y desde allá llamarÃa a mi casa. Es que era secreto. QuerÃa
llegar y anunciar la buena noticia. Pero, nada fue como me lo pintaron",
se lamenta.
Luego de una semana, el 8 de diciembre de 2000, se reunieron en la
avenida 9 de Octubre y Chimborazo, centro de Guayaquil, a las 10:00. "Me
pidió mi cédula de identidad y una copia de mi partida de nacimiento.
Además, me consiguió libreta militar y otros certificados".
Y desde su celular, El Colorado se comunicó con conocidos de la
Gobernación, para que le ayudaran a obtener rápidamente el pasaporte. "No
te puedes arrepentir", le advirtió.
Con droga y gelatina, un recorrido en Noche Buena
Acordaron encontrarse en el mismo lugar dos veces a la semana. Las
conversaciones siempre transcurrieron en un vehÃculo Ford 350, color
blanco, sin placas y con vidrios polarizados, manejado por un moreno
alto.
El 20 de diciembre Jorge recibió el pasaporte y también el boleto aéreo
para abordar el avión en Noche Buena. Ya el 24 de diciembre, a las 11:00,
y en la misma esquina céntrica, saludó al conductor y a El Colorado.
Subió a la parte trasera del vehÃculo. "HabÃa una mesa de madera, una
jarra con gelatina y un botiquÃn. Me senté en una pequeña silla, comencé
a ingerir la cápsulas y el carro empezó la marcha. Dio vueltas por el
Malecón, la 9 de Octubre, Boyacá y Chile, hasta las 15:00, cuando las
cápsulas ya estaban en mi estómago". Después, lo dejaron al norte de la
ciudad con $60 para que se compre ropa deportiva. Antes de las 21:00
llegó al aeropuerto, donde el reclutador lo vigilarÃa. Este le recomendó
que solo ingiriera lÃquidos.
El policÃa advierte que se cumplió el tiempo de la entrevista. Jorge sabe
que estará 25 años en prisión. Llora y acude otra vez al baño. Seis
cápsulas aún permanecen en su organismo. (CHM)
Detección se complica cada vez
Las estadÃsticas de 1993 señalaban que las mulas eran principalmente
extranjeros de raza negra, como nigerianos. Pero desde 1997 son decenas
de ecuatorianos los que intentan transportar cápsulas de droga en su
organismo.
"No importa la contextura fÃsica. Incluso, una persona delgada puede
llevar más carga", afirma el jefe de la PolicÃa Antinarcóticos del
Guayas, Fausto Flores Clerque.
Además, él explica que cada dÃa los narcotraficantes mejoran las técnicas
para pasar los controles. En Brasil, por ejemplo, los fabricantes de las
cápsulas emplean, actualmente, aluminio especial en la penúltima capa de
látex que cubre la cápsula. Aquello, dice el oficial, evita que las mulas
sean detectadas en los exámenes de rayos X, que se realizan cuando los
agentes antinarcóticos tienen sospecha de alguien que está en el
aeropuerto listo para viajar. "Nuestra labor se complica cada vez más",
manifiesta.
Según Flores, los reclutadores frecuentan constantemente cantinas, bares,
salas de juegos electrónicos, parques y hasta zonas de prostitución para
contactar a las posibles mulas.
De acuerdo a las estadÃsticas, en los últimos 13 meses en Guayas se
incautó más dinero por narcotráfico, en comparación con los años
anteriores: 11 millones de sucres, $360 823, $46 450 falsos, 1 095 515
pesos colombianos, 13 mil pesetas españolas, 32 mil florines, 52 mil
liras, 89 510 francos y 9100 en dinares. Y se decomisó, solo en 2000, 1
586 kilos de marihuana, 860 de clorhidrato de cocaÃna y 34 de heroÃna.
(CHM) (Diario Hoy) (Blanco y Negro)