Quito. 03.11.91. En las últimas semanas una vez más, el país ha
vivido preocupado por los acontecimientos en la frontera
amazónica, en el lugar donde es inejutable el Protocolo de
Río de Janeiro, que debía establecer los nuevos límites entre
Ecuador y Perú.

Ha sido una práctica casi generalizada tratar y explicar el
tema limítrofe, desde una perspectiva que da cuenta de la
evolución de la diplomacia ecuatoriana, desde los tratados,
laudos, actas, conferencias y más instrumentos legales que
obran en favor o en contra de las dos partes involucradas.

Nuestro interés, en cambio, es reseñar someramente las
relaciones de orden económico y social que tuvieron como
escenario a la Amazonía y que explicarían en mucho el problema
limítrofe en el contexto del proceso de formación del
Estado-Nacional y además señalar que, en todo este proceso,
los pueblos indígenas, pese a estar en medio del conflicto,
fueron los principales perjudicados durante y después del
mismo.

La Frontera y el Estado Nacional

A pocos días de la batalla de Pichincha, el 20 de junio de
1822 se inicia el conflicto territorial con el Perú, cuando
éste reclamaba soberanía sobre los territorios de Mainas, Jaen
y Quijos en la Amazonía, que correspondían a la Gran Colombia,
en la región del Departamento del Sur, hoy Ecuador.

En 1830, el Departamento del Sur se separa de la Gran Colombia
y se conforma el Ecuador. En los primeros treinta años, la
constitución del Estado nacional, está lejos de ser una
realidad. El regionalismo con los conflictos entre caciques y
grupos de poder, debilitó la formación del naciente Estado y
el peligro no solo de la división, sino de la disolución, se
hizo presente, en un país sin vías de comunicación, sin un
andamiaje jurídico político, sin un sistema educativo que lo
articule.

Todo el caos económico y político obedecía a la ausencia de
una clase hegemónica, que fuera capaz de imponer su proyecto
político, como un proyecto histórico de largo alcance para
todo el territorio nacional, con un aparato institucional que
viabilizara las políticas emanadas de un centro de poder
claramente constituido hacia la población nacional.

El proceso de constitución del Estado nacional -proyecto que
se mantiene inacabado aún en la actualidad- se iniciará recién
en el gobierno de García Moreno (1861-1865). Este proceso, no
contó con condiciones objetivas de concreción, al no existir
una base consensual ni étnica, ni cultural, ni política.

En Sierra y Costa este proceso fue favorecido de alguna manera
por una mayor integración social, espacial y económica entre
ellas; en la Amazonía ecuatoriana, en cambio, no tuvo mayor
incidencia, en tanto, no se le concedía mayor importancia para
el desarrollo del país.

Ello explica que de los más de veinte proyectos de
articulación vial y de colonización de la Amazonía, en el
período 1860-1912, ninguno llegara a ser realidad, pues el
proceso de integración espacial fue determinado, en gran
medida por su mínima participación en los agregados
macroeconómicos nacionales y débiles o inexistentes grupos
regionales de poder, lo que mermó su capacidad de negociación
y presión en la asignación de recursos fiscales. Tuvieron
incidencia también las características ecológicas y
geográficas de la región, así como la concepción elaborada en
la sociedad de la misma, al considerarla como tierra de
salvajes, árboles y fieras.

La Amazonía, conocida generalmente como el Oriente, a más de
ser un punto cardinal en la geografía del país, se constituyó
en un débil polo de atracción, hacia el cual confluían
misioneros, comerciantes, colonos empobrecidos, refugiados
políticos, empleados estatales, etc., que más por tenacidad,
que por responder a una política oficial, se asentaron con sus
familiares y crearon pueblos o refundaron aquellos que siglos
atrás habían nacido bajo el ímpetu español.

En este contexto, las sociedades indígenas amazónicas, nunca
fueron consideradas como sectores fundamentales para el
desarrollo de la región y país, más bien se las vio como un
obstáculo y fueron utilizadas por la sociedad hegemónica como
vehículos para el enriquecimiento de colonos blancos,
autoridades civiles y eclesiásticas.

En un primer momento, se exigió a la fuerza laboral indígena
la explotación de actividades económicas ligadas a la
extracción de quina, caucho, oro, pita, bálsamos, etc., a más
de la producción de bienes de consumo necesarios para la
subsistencia de la población colona, así como también a la
construcción de obras públicas y religiosas; se la utilizó
también para suplir con sus músculos la falta de máquinas de
vapor, en pleno auge en la Costa, en actividades vinculadas a
la producción cacaotera.

La expansión peruana

El poco interés económico, social y político del Estado
ecuatoriano hacia la Amazonía, contrasta con el inicio de la
expansión y ocupación peruana de los territorios que se
encontraban en disputa. Una y otra tanto desde la iniciativa
de particulares vinculados a la explotación del caucho, como
la desde la política estatal mediante el apoyo a esas
actividades y a la colonización.

A fines del siglo pasado, el caucho, un producto extraído de
la selva tropical, desde hace muchos años, comenzó a tener
importancia nunca antes conocida. Este fenómeno se lo conoce
como el "boom del caucho" (1880-1920) y tuvo como detonante el
rodaje del primer automóvil en 1895, que dio paso al
florecimiento de la industria automotriz en los países de
capitalismo avanzado como Estados Unidos e Inglaterra.

La explotación cauchera en la Amazonía ecuatoriana, posibilitó
la articulación de la región, antes que al resto del país, al
interior de la cuenca, estableciendo una relación comercial
dinámica con Iquitos, que junto a Manaos y Belem, era el
principal mercado de producción cauchera amazónica.

Esta situación obedeció a varias razones, a saber: la falta de
vías de comunicación entre la Amazonía y el resto del país,
las facilidades de comunicación a través de los ríos afluentes
del Amazonas hacia los centros de acopio del producto como
Iquitos y Manaos, el hecho que el destino de la producción
principal era Inglaterra a través del Océano Atlántico.

El Ecuador, por ser un país de producción marginal, no generó
alrededor de esta actividad, poderosos grupos de poder
locales, situación que sí aconteció en Perú y Brasil. Los
caucheros ecuatorianos como Armando Llori, que operaban en la
zona del Napo, Curaray, etc. no tenían la fuerza económica ni
la influencia política de los Arana y Fitzcarrald en el Perú,
Suárez en Bolivia o de Funes en Venezuela, que conformaron
verdaderas empresas multinacionales.

El caucho en la Amazonía ecuatoriana no tuvo la resonancia en
la economía nacional, como sí lo tuvo en el Perú, pues llegó a
representar hasta el 24.23% del total de las exportaciones.
En la Amazonía ecuatoriana, no se dio la formación abierta o
velada de verdaderos ejércitos privados, con el objetivo de
subordinar a la mano de obra indígena al esquema de producción
cauchera, por medio de la fuerza y explotar al máximo el
rendimiento de ésta.

En esta región, si bien se presentaron situaciones inclusive
de trata de esclavos con indígenas que eran vendidos en
Iquitos y de crueles niveles de explotación de esta mano de
obra, que buscó ser controlada incluso con la expedición de
la primera Ley Especial de Oriente en 1899, la explotación se
sustentó sobre todo en la integración progresiva del indígena
a la estructura productiva cauchera, por el sistema del
intercambio, endeudamiento y potenciación de la generación de
las necesidades, lo cual fue apoyado por mecanismos
ideológicos y políticos del Estado y la Iglesia.

Colonización violenta

Mientras tanto en la zona del Putumayo, territorio de
aproximadamente 200.000 millas cuadradas, por estar en
disputa entre Colombia, Ecuador y Perú y contar con reserva de
mano de obra indígena, como la de los Huitotos, Andokes y
Muinanes, se dio un modelo de explotación cauchera basado en
la violencia y terror a cargo de la Casa Arana, lo cual obligó
incluso al Parlamento Inglés a realizar una investigación ante
la evidencia de las atrocidades que se realizaban en contra de
la población indígena.

La diferencia de poder económico entre los patrones caucheros
ecuatorianos y peruanos, poseedores estos últimos de flotas
navieras que surcaban los ríos tributarios del Amazonas, como
el Napo, Putumayo, Pastaza, Morona, etc. dio lugar a que
fueran tomando posesión efectiva del territorio, ante la
imposibilidad política y económica para detener tal avance
desde el Estado ecuatoriano.

El Perú comienza además, un período de colonización agresiva
de la Amazonía, da fundamental importancia al desarrollo de
la navegación fluvial a vapor y a la formación de un centro de
concentración y distribución de productos, como Iquitos.

El flujo migratorio favorecido por las diferentes leyes de
colonización que el Estado peruano expidió (Ley de Inmigración
y Colonización de 1893, Ley Orgánica de Tierras de Montaña de
1898, etc.) va a tener mayor dinamismo con las actividades
extractivas de caucho. Así por ejemplo el Departamento de
Loreto de 52.124 habitantes en 1862, alcanzó en 1896 los
100.598.

Son estas las condiciones objetivas que atrajeron a
empresarios y trabajadores a la Amazonía para, gracias a la
economía extractiva, generar círculos locales de poder que
actuaban desde Iquitos y desde donde comenzaron su expansión
por los afluentes del Amazonas.

Mientras el Estado peruano actuaba directa e indirectamente en
la colonización de la Amazonía, incluidas las áreas en
litigio, paralelamente realizaba acciones de tipo militar que
dieron como resultado el combate de Angoteros en 1903 o el de
Torres Causana en 1904, las que son profundizadas en la década
del 30, con el avance de destacamentos peruanos por los ríos
amazónicos, para finalmente, en julio de 1941, ampliar la
invasión a poblaciones de la Costa y de la Sierra.

El fondo del conflicto

De lo anterior podemos afirmar que la guerra de 1941, fue una
acción armada, de mayor envergadura que las anteriores, en la
que el Perú, por medio del aprovechamiento de un poderío
económico-militar superior, resolvió a su favor y a su manera,
mediante la suscripción del Protocolo de Río de Janeiro, el
conflicto sobre los territorios, que previamente había
ocupado, con el objeto de controlar para sí los recursos
provenientes de la explotación cauchera, cascarillera y
aurífera en su primer momento y petrolera después, mediante el
aprovechamiento de las vías fluviales y la utilización de mano
de obra de la población indígena.

La población indígena en todo este proceso de ocupación de la
Amazonía por parte de los Estados Nacionales del Ecuador y del
Perú, fue la principal perjudicada, ya sea por cuanto se
inicia en contra de ella un ininterrumpido proceso de
etnocidio, instrumentado mediante la explotación directa de
una fuerza laboral a la que no se le reconocía sus derechos,
dada la característica del modelo de explotación cauchera y de
la marginalidad respecto al accionar estatal; así, como por
las epidemias que se constituyeron para los pueblos indios en
verdaderas guerras biológicas por lo devastador de sus
efectos, lo cual determinó la desaparición de muchas de estas
culturas.

Además el establecimiento de fronteras al margen de
consideraciones étnicas dividió a culturas de selva tropical,
que tenian una misma raíz cultural, lingYística y étnica como
el caso de shuaras, huambizas, cofanes, sionas-secoyas,
huaoranis, aguarunas, quichuas, achuaras. El discrimen rebasa
en ese sentido los estrechos marcos del Estado nación para
proyectarse en los conflictos que los estados tienen, como en
el caso de la construcción de fronteras, desde intereses que
muchas veces los pueblos indígenas no entienden ni comparten. (3C)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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