Madrid. 24. 04. 90. (opinión) El Quinto Centenario del
Descubrimiento del Nuevo Mundo no puede, ni debe, servir de
pretexto para minúsculas y ridÃculas reyertas verbales entre
amigos de España y enemigos de ella.
El descubrimiento de aquella parte del globo terráqueo que no era
conocida ni de los europeos ni de los asiáticos ni de los nor y
sud-africanos de los siglos posteriores a Cristo, es un hecho que
nada ni nadie puede minimizar ni adulterar.
A partir del 12 de octubre de 1492 todo fue distinto en el Viejo
como en el Nuevo Mundo. Amanecieron nuevas razas y nuevas
perspectivas de la existencia, del comercio y de las relaciones
entre los diversos pueblos de la Tierra.
España, por ser la nación descubridora, da al mundo nuevo el
sello de su personalidad, la impronta de su cultura, que en el
siglo XVI era todavÃa una cultura religiosa en lo fundamental.
El papel de la evangelización del Nuevo Mundo merece ocupar el
primer plano en el estudio objetivo y honesto de lo ocurrido en
América a partir de 1492. Uno de esos historiadores lúcidos
ecuatorianos, Enrique MarÃa VillacÃs Terán, aporta al Quinto
Centenario un libro ejemplar.
"Hacer con la historia del pasado un texto vivo e interesante
para los hombres del presente, es una empresa ardua para
cualquier historiador. VillacÃs Terán lo ha conseguido, desde su
plenitud de hombre de estudios y desde su noble postura de
cristiano". (A-5)