Quito. 28 feb 99. Tiene casi ochenta años. Tiene las manos
agrietadas, como los surcos de la tierra. Tiene en su rostro
las utopías, la rebeldía. Tiene en su ojo derecho una nube.

Oswaldo Guayasamín tiene la lucidez y tenacidad del hombre que
aún sube a un gigantesco caballete para pintar los murales de
la Capilla del Hombre.

También gigantescas son las planchas sobre las cuales pinta,
acrílico sobre acrílico, los colores eternos, los de la serie
que cubrirá las paredes del monumental edificio.

Con la mirada fija sobre los bocetos, explica el otro sentido
de "capilla", no como el pequeño espacio religioso, sino como
el lugar para meditar y encontrarse con uno mismo.

Pero no hay duda, en esa capilla hay una desmesura, la misma
de este artista, de su forma de ser y actuar. Y, sobre todo,
"es un llamado a la unidad de América Latina: de México a la
Patagonia, un solo país".

La idea nació de una rebeldía personal. "Para ir a Cuba había
que pasar por México y en la aduana estaba la CIA y a uno le
humillaban hasta el fondo. Solo les faltaba ponernos el
letrero de comunistas en la frente. Había que hacer algo por
nuestra dignidad".

Ahora, Guayasamín se apodera de los cuerpos arquitectónicos,
en maquetas, aquellos que sostendrán los murales. Y explica:
"He seleccionado a cuatro civilizaciones precolombinas: maya,
azteca, inca y aymara que, en su tiempo, vivían prácticamente
juntos".

De los mayas, el conocimiento del universo. De los incas, la
arquitectura e ingeniería. De los aymaras, la energía del ser
humano. "Estas culturas están vivas. Si fueran historia no me
interesarían", recalca.

En su estudio reposan más de mil metros cuadrados de murales,
de los 2500 en total.

"Hace siete años llevé a la Unesco las maquetas y dibujos, y
Federico Mayor declaró el proyecto como el acontecimiento
cultural del siglo. Así, empecé el trabajo en los murales".

Para Guayasamín, el trabajo es el día y la noche. Es dormir y
soñar. "A raíz del asesinato de los emerretistas en la
embajada del Japón en Lima, se me ocurrió pintar un mural
sobre las gradas en donde estaban los guerrileros muertos. Lo
pinté. Al momento de firmar, me desperté y descubrí que había
pintado en sueño todo el mural", recuerda.

El tiempo, su rutina, significan diez, doce horas diarias de
usar la paleta, "aunque los últimos meses he pintado un poco
menos por el derrame de mácula en mi vista". Y cierra los
ojos.

Para Guayasamín no hay competencia, ni carrera contra el
reloj. La Capilla del Hombre, con un diseño que asemeja al
templo del sol, se inaugura el 24 de junio del año 2001, con
todos los murales, los que describen las culturas
precolombinas, la cruenta conquista y la República. En el
suelo, la muerte de Tupac Amaru. Y en la cúpula (en forma de
cerro), la mortandad de los indios en las minas de Potosí,
Bolivia.

Sobre las planchas de acrílico, en blanco y negro, se apoya
con sus manos, acerca el rostro a las figuras esqueléticas de
esos mineros, evita la nube de su ojo derecho y pone la firma.
"Guayasamín".

Un financiamiento sui géneris para la cultura

Las grandes obras arquitectónicas de la Colonia fueron
financiadas por la Iglesia. Las construcciones civiles lo son
por el Estado. Pero ¿quién financia un edificio destinado para
la cultura?

Los periplos que la Fundación Guayasamín ha tenido que
realizar para conseguir recursos, tienen su historia.

"Empezamos con una aportación que gestionó Jamil Mahuad,
entonces alcalde, con el Gobierno. Se comprometieron a aportar
tres mil millones de sucres, que fueron entregados en cuotas,
durante 18 meses", explica Alfredo Vera, director de asuntos
internacionales de la Fundación.

Luego, las gestiones continuaron con Federico Mayor, director
general de la Unesco, quien envió una carta de colaboración a
los presidentes de América Latina.

Chile respondió con una donación de cobre para la cúpula; lo
mismo Uruguay y Cuba.

"Fue una iniciativa de Fidel Castro que Guayasamín hiciera 30
cofres para cigarros. Cuando la marca Coiba cumplió 30 años,
se subastó uno de ellos.

Entonces, concurrieron 800 fumadores de todo el mundo, a una
cena que costaba 500 dólares. Un egipcio remató la caja en
130.000 dólares", dice.

Luego vino el Festival "Todas las voces todas", en 1996, con
la presencia de 18 artistas.

Con diario HOY, se vendieron los discos compactos del
festival, que incluso llegaron a Colombia, Perú, Chile,
Argentina y Uruguay.

"Además, casi todos los proveedores de materiales nos
vendieron a precios económicos y los profesionales que
trabajan en el proyecto cobran menos de lo que deberían".

El diseño: de la idea al plano

La obra física de la Capilla del Hombre está por concluir.
Ahora, solo falta la instalación de los murales.

Pero ¿cómo se plasmó la idea del artista en un proyecto
arquitectónico?

Para enfrentar la tarea de la construcción, se contrató al
arquitecto Andel Guayasamín. Luego, se sacó a concurso, se
hizo una licitación privada y se convocó a seis constructores.

La mejor oferta, la más creativa en diseño estructural, fue la
del ingeniero Diego Robalino.

"Mi propuesta está dentro de los términos que han permitido
ejecutar la obra en buenos niveles de ingeniería y calidad, y
en costos ecuatorianos", señala.

Los planos empezaron en diciembre de 1995 y la obra, en marzo
de 1996.
Robalino destaca el uso de materiales ecuatorianos (piedra de
los Andes, hormigón, acero), a excepción del cobre, chileno.

"La perspectiva de un mural exige las dimensiones planteadas
en la arquitectura de este proyecto. Por eso, las dimensiones
son ajenas a lo normal en un museo", dice.

La capilla está formada por dos grandes salones: uno,
subterráneo, de 46 por 46 metros, cubiertos con loza plana,
transitable. Otro, superior, de 30 por 30 metros, con
entrepisos de ocho metros de altura, entre cada loza.

"El mensaje de exponer el arte en esas magnitudes y calidad de
exposición es trascendental, pues esta es la obra civil más
grande que se ha hecho desde que se construyeron las iglesias
de San Francisco y la Catedral".

Murales

La afección a la vista que sufre actualmente Oswaldo
Guayasamín es un derrame en la mácula del ojo derecho.

En estos días, el pintor está recibiendo atención médica
especializada en los Estados Unidos.

El próximo 6 de julio, Guayasamín cumplirá 80 años.

En cuanto a los rumores de desalojo de los pobladores
contiguos al terreno de la Capilla, la Fundación Guayasamín
aclara que "nadie ha sido desalojado. Había un vecino que
empezó a decir que iban a expropiar toda el área.

Entonces, la gente se puso nerviosa y reclamó, pero no se ha
expropiado nada", dice Vera.

La Capilla del Hombre se integra a un proyecto mayor: el del
Centro Cultural Guayasamín que incluye los museos de la
Fundación y la casa del pintor.

La Capilla también ha recibido las donaciones del Convenio
Andrés Bello, la Unesco, la Universidad Sek internacional, los
laboratorios Grunenthal y Petroecuador. (DIARIO HOY) (P. 8-A)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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