España. Alemania. 20.11.91. Los ocho misiles Scud que cayeron
en Tel Aviv y cerca de Haifa 25 horas después del inicio de la
guerra del Golfo, hicieron cundir el pánico en el cuartel
general de las FFAA norteamericanas en Riad, en Arabia
Saudita. Los organizadores del ataque habÃan esperado que las
plataformas de lanzamiento en el oeste de Irak hubieran sido
destruidas ya en el primer bombardeo.
Todos los esfuerzos para aclarar la situación se concentraron
en averiguar cuántos misiles podÃa lanzar todavÃa Hussein. Las
cámaras en los satélites y los aviones espÃas encontraron un
número de plataformas de lanzamiento significativamente más
alto de lo que habÃan contado los servicios secretos
estadounidenses antes del estallido de la guerra.
Pero las fotografÃas de la región en conflicto mostraron
también que el peligro no se limitaba únicamente a Irak. Un
satélite espÃa envió datos cuya interpretación habÃa
convencido a los analistas norteamericanos de que Israel tenÃa
en estado de alerta su potencial nuclear. Durante el resto de
la guerra, Washington hizo todos los esfuerzos diplomáticos
imaginables para convencer a los israelÃes de que no fueran
más allá, para evitar una expansión de la guerra que la
convertirÃa en incontrolable.
Engaños y fraudes
Los polÃticos y militares israelÃes habÃan echado mano de engaños y
fraudes para encubrir el verdadero carácter de su proyecto atómico en
el desierto de Negev. Cuando el potencial nuclear israelÃ
alcanzó ya niveles elevados, Israel espió incluso a sus
aliados para conseguir información que EEUU guardaba
celosamente.
La doctrina de seguridad de Israel no abarcaba únicamente
ciudades enemigas vecinas: su plan de emergencia se extendÃa
desde Africa central, por el sur, hasta la URSS por el norte.
Incluso Moscú se encontraba en el punto de mira de los
estrategas israelÃes. El padre de la bomba atómica israelà fue
David Ben Gurión, quien, con pocas interrupciones durante el
perÃodo 1948-1963, fue primer ministro o ministro de Defensa,
alternativamente. Le atormentaba la duda sobre la capacidad de
supervivencia del Estado que él habÃa creado. Una "polÃtica de
armamento autónoma", deberÃa sustituir a aquello que él no
podÃa alcanzar por medios polÃticos: una garantÃa de
protección atómica por parte de EEUU.
Ben Gurión envió a Peres y a Golda Meir a negociar
secretamente a ParÃs. A cambio de la promesa israelà de
aprobar el estacionamiento de tropas de la ONU en la penÃnsula
del SinaÃ, el gobierno del socialista Guy Mollet aseguró a
Israel la construcción de un reactor nuclear y de una
instalación de reprocesamiento. El secreto de israelÃes y
franceses fue descubierto rápidamente por los espÃas celestes
norteamericanos, los aviones U2. La CIA identificó, a unos 20
kilómetros de la pequeña ciudad de Dimona, un gran pedazo del
desierto cerrado en el que comenzaron excavaciones a
principios de 1958 y se construyeron fuertes cimientos de
hormigón. A finales de 1958, o principios de 1959, el analista
jefe de la CIA, Arthur Lundahl, informó oficialmente a la Casa
Blanca sobre la construcción de la central atómica israelÃ.
Sin embargo, Eisenhower tomó nota de la información sin hacer
ningún comentario. No ocurrió nada.
El ratón y el gato
Los agregados militares de los EEUU en Israel tuvieron que
averiguar más tarde si la instalación atómica ya habÃa entrado
en funcionamiento y si se podÃan encontrar huellas de
productos de fisión nuclear, por ejemplo, entre la vegetación.
El ex analista jefe de la CIA, Dino Brugioni, recuerda:
"Alguien iba hacia un lugar. Y hacÃa como si quisiera cagar.
Mientras fingÃa que se limpiaba el culo, arrancaba un par de
hierbajos y se los metÃa en el bolsillo".
El juego del ratón y el gato todavÃa iba a durar 10 años,
hasta que los norteamericanos pudieron demostrar la existencia
de una instalación de reprocesamiento. El 21 de diciembre de
1960, pocos dÃas después de que los medios de información
europeos y americanos hubieran especulado sobre el proyecto
atómico de Israel, Ben Gurión dio a conocer ante el Parlamento
judÃo que el reactor de Dimona era parte de un programa
pacÃfica para el desarrollo del desierto de Negev. Según sus
palabras, en la región se encontraba además un "instituto
cientÃfico para la investigación de las zonas secas". Una vez
concluido el trabajo, dijo, la totalidad de la instalación
quedarÃa abierta para estudiosos de todos los paÃses. A falta
de una información mejor, el gobierno de Eisenhower se dio por
satisfecho con la declaración.
500 mil dólares para Kennedy
El sucesor de Eisenhower, John F. Kennedy, tuvo un problema:
como eran famosos los chistes antijudÃos de su padre, y como
era candidato a la presidencia, no podÃa rechazar los votos de
los judÃos. La persona que mejoró para Kennedy las precarias
relaciones con los judÃos, pero que siempre intervenÃa en
favor de Israel, se llamaba Abraham Feinberg, uno de los más
importantes recaudador de fondos para el Partido Demócrata,
que pudo reunir 500 mil dólares para la campaña electoral.
La presión de John Kennedy
Siendo presidente, Kennedy comenzó un intercambio epistolar
con Ben Gurión con el que el tema de Dimona, que terminó por
llevarles a la desconfianza recÃproca. El primer ministro
israelà sólo se dirigÃa al presidente estadounidense con la
expresión "joven", y las respuestas de éste tampoco eran más
educadas.
El presidente de Estados Unidos querÃa conseguir que el
Organismo Internacional para la EnergÃa Atómica (OIEA)
inspeccionara Dimona. "Para disuadirles de solicitar una
inspección total tuve que sostener la más dura lucha de mi
carrera", recuerda Feinberg. "No sólo una vez, sino 12, tuve
que intervenir enérgicamente". Con éxito, evidentemente. Paul
Nitze, en aquel entonces colaborador directo del ministro de
Defensa, Robert McNamara, relata cómo los israelÃes querÃan
comprar modernos aviones: "Rehusé, mientras no dijeran la
verdad en el asunto de Dimona. Entonces Feinberg se
precipitóen mi despacho y me increpó: "No nos puede hacer
esto". Yo respondÃ: "Ya lo he hecho". Recuerdo que le eché de
allÃ. Tres dÃas después recibà una llamada de McNamara
diciéndome que por orden de arriba tenÃa que invitarme a
modificar mi punto de vista.
Cosa que hice entonces
Ben Gurión y Feinberg tuvieron que ceder ante la continua
presión del presidente y llegar a un compromiso. EEUU recibió
la autorización para inspeccionar una vez al año la
instalación atómica de Dimona, aunque no, como Kennedy deseaba
con equipos de la OIEA. Evidentemente, las visitas fueron una
farsa.
Los israelÃes construyeron en Dimona un falso espacio de
control y lo equiparon con aparatos de medición dirigidos por
computadora, que mostrarÃan que el reactor sólo podÃa operar
con una potencia de 24 megavatios, mientras que en realidad
producÃa el triple de rendimiento. Las entradas que conducÃan
a la instalación subterránea de reprocesamiento fueron
condenadas tras el aviso de la inspección, las paredes se
blanquearon de nuevo, los signos externos delatores fueron
cubiertos con césped y arbustos. Además, ningún inspector de
EEUU entendÃa ni una palabra de hebreo.
Actuaba de intérprete un funcionario del gobierno israelà que
hoy admite haber pertenecido a un grupo "encargado de la
cobertura". Si uno de los ingenieros de Dimona hablaba
demasiado, le reprendÃa en hebreo con un tono aparentemente de
charla: "Oye hijo de puta, no contestes esa pregunta". (10A)
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Ciudad N/D
Publicado el 20/Noviembre/1991 | 00:00