Quito. 02.04.95. De acuerdo a las cifras obtenidas de la revisión
de los partes de la Central de Radiopatrullas de la Policía
Nacional, entre enero y marzo de 1995 se han registrado doce
muertos y 10 heridos por disparos de arma de fuego o heridas de
arma blanca.

Solo en marzo (hasta antes del día 27) se reportaron ocho
víctimas mortales, cinco de las cuales responden a hechos de
violencia propiciados con puñales u objetos punso cortantes. Los
tres restantes son disparos hechos con revólveres y cartucheras.
En marzo hubo además dos heridos de bala.

Enero reporta dos muertos, uno por bala y otro por arma blanca,
con un herido de puñal, cuatro de bala y un herido más de
cartuchera, dando un total de seis heridos.

Febrero es aparentemente más tranquilo con un muerto de disparo,
un herido de bala y un herido de cuchillo.

Pero los hechos de violencia generados con armas de fuego
alcanzan algunas circunstancias en las que necesariamente no se
produjeron víctimas como es el caso de once asaltos a mano armada
contra bancos y establecimientos comerciales, un secuestro, seis
atentados y una invasión de tierras. Registrada por la policía
junto a otros hechos de violencia.

Estas páginas consignan algunas de esas historias, centrales
preferentemente en la capital de la República, ciudad tenida
tradicionalmente por pacífica y menos peligrosa que otras, como
Guayaquil, lo que queda en duda. Ahora los ladrones ingresan al
domicilio de dos ciudadanos extranjeros y los asesinan a
mansalva. O el conductor de un vehículo puede perder la vida a
cualquier hora. Y, figuradamente, usted corre el riesgo de salir
de su domicilio y morir sin remedio.

La información que hoy llega al lector no se centra en la
búsqueda de explicaciones. Se privilegian los hechos, aunque es
cierto que se señalan posibles pistas que vinculan la pobreza con
la violencia, el crecimiento de la ciudad con comportamientos
individuales patológicos. Y se menciona la impunidad y el
misterio en que se han quedado muchos de esos delitos.

ASALTOS EN EL NORTE

El viernes 17 de marzo de 1995 a las 21h00, Guadalupe Molina de
44 años de edad, era una de las tantas víctimas de asalto de las
últimas semanas.

Dos asaltantes encapuchados intentaron robar su vehículo Toyota
concho de vino sin placas a costa de todo. En su loco intento
descerrajaron dos balazos en la humanidad de la señora. El padre
de la infortunada que la acompañaba en el momento del asalto, el
señor Héctor Molina Maldonado, no sufrió heridas.

El asalto ocurrió en el sector de las Naciones Unidas y América,
al norte de Quito, en los bajos del edificio Izurieta.

Los delincuentes ocultaban sus rostros con pasamontañas y se
hallaban trajeados con ropa de tipo militar. Con habilidad
absoluta flanquearon las puertas del automotor para en alarde de
fuerza pretender forzar las puertas aseguradas por los asustados
ocupantes.

En medio del incidente hubo varias detonaciones con los
resultados ya anotados. Guadalupe Molina murió horas más tarde en
el hospital Metropolitano.

Testigos presenciales señalaron que en medio de la confusión los
asesinos abordaron una camioneta que se encontraba parqueada en
las cercanías en donde permanecían alrededor de ocho individuos
varios de ellos de aspecto colombiano.

Después sobrevino el espanto.

MIERCOLES TRAGICO

El caso de Guadalupe Molina no es extraño. Ni único.

Era el miércoles trágico que el destino le deparaba a Luis
Rodríguez Murillo un pacífico cuarentón, amigo de medio mundo.
Para él era un día como cualquier otro, aunque, como siempre, era
una jornada para conducir a la defensiva, por si acaso. Eran las
17h55 del día fatídico.

Luis Rodríguez Murillo se movilizaba en su atractivo auto por el
sector de la Juan de Azcaray, en la denominada Y de Iñaquito, al
norte de Quito. De pronto fue abordado por tres sujetos armados,
a quienes ningún testigo pudo identificar con precisión, quienes
le abrieron abruptamente las puertas de su flamante jeep Montero
Mitsubishi sin placas color azul plateado.

Las intenciones eran claras y por elemental sentido de protección
el conductor intentó maniobrar y ponerse a buen recaudo. Dos
disparos rompieron el silencio de la tranquila tarde, aunque
incapaces de atraer el auxilio inmediato de alguien o de algún
policía amigo.

Los delincuentes escaparon a velocidad vertiginosa por las
inmediaciones con rumbo al norte de la urbe abandonando al
indefenso hombre quien se debatía entre la vida y la muerte.

Una herida a la altura del hipocondrio y otra en la clavícula
media acabaron con la vida de Luis Rodríguez Murillo quien fue
conducido dando ya los últimos estertores al hospital
Metropolitano. El caso es un misterio todavía.

ECUADOR: UN PAIS VIOLENTO

Según un despacho de la agencia EFE, publicado el año anterior,
el Ecuador es el segundo país más violento del mundo, después de
Sudáfrica.

Esa fuente cita a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que
señala que el Ecuador registra un índice de 21.8 homicidios por
cada 100 mil habitantes.

Un promedio diario de 315 delitos de toda índole se cometen en el
Ecuador. De esta cifra, las infracciones relacionadas con el
narcotráfico se destacan por el significativo volumen de
ganancias que reportan, debido a los precios significativos que
tienen las drogas en el mercado internacional.

De acuerdo con cifras oficiales, sólo en 1992 se incautaron
diversos tipos de estupefacientes que están valorados en casi
1.200 millones de dólares.

Cada día en Guayaquil se sustraen 5 vehículos y 4 en Quito. A
nivel nacional, al día se violentan casi 6 automotores, sea por
robo parcial o total, lo que arroja un total de 2.136 robos de
automotores denunciados en 1992.

Mientras en 1981 se registró una cifra de algo más de 16 mil
delitos de diversa índole, los datos estadísticos
correspondientes a 1992 hablan de un abrupto ascenso a cerca de
42.000 hechos delictivos, lo que representa un aumento del 163%.

En los últimos 20 años, el fenómeno de la delincuencia en el país
ha experimentado un incremento que se manifiesta en una tasa
anual del 5,7, marcadamente superior al crecimiento de la
población penitenciaria (3,4% anual), lo que implica que en las
calles de las ciudades ecuatorianas se encuentren un gran número
de potenciales delincuentes que han escapado de control policial.

LA SALAMANDRA DE LA PASION

Dicen que la pasión es una de las causas de los crímenes más
horrendos. Y que la pasión que nace, como una salamandra, entre
personas del mismo sexo, es sencillamente brutal.

Esa es, posiblemente, una de las explicaciones a que se recurre
para explicar una serie ininterrumpida de homicidios de
homosexuales en la capital de la República.

-"sexo más imaginación"- puede llegar a convertirse en
motivaciones espantosos dicen también Lixi Muchos de ellos han
sido registrados por la Policía. Otros por la prensa llamada
sensacionalista. Todos por la comidilla solapada de las gentes de
Quito.

En octubre del año anterior un homosexual chileno -extrañamente
en las crónicas de sangre los homosexuales son colombianos,
chilenos, panameños cuarentón, "cientista social" por si fuera
poco, fue muerto luego de una reunión en su departamento ubicado
en el Norte de la ciudad (avenidas Rumipamba y Amazonas).

El día de su muerte, el fallecido había concurrido a su lugar de
trabajo de su muerte, luego fue a una reunión de un grupo llamado
"Humanista" y llamó por teléfono a su compañero para preparar una
fiesta en su domicilio.

Desde las 22h00 la víctima y otros tres sujetos libaron y
bailaron. Un testigo, de apellido Ayala, dijo a la Policía que él
y la víctima convivían maritalmente.

Según el testimonio, se produjo un "cambio de parejas", en los
condujo a las alcobas.

En algún momento, la pareja de la víctima se dirigió a la cocina,
tomó un cuchillo, volvió a la alcoba y dio muerte a su compañero
de cama.

Ante ello, los "invitados" procedieron a inmovilizar al autor del
crimen -pareja del occiso-, y huir con un televisor, un equipo de
VHS y un equipo de sonido.

Informe de "Extra":el protocolo de la autopsia señala que la
muerte se produjo por asfixia y estrangulamiento. El cadáver del
chileno fue encontrado sobre la cama de su dormitorio -que era un
desorden total-, atado de pies y manos, con sus prendas
interiores y con una media introducida en la boca. El cuerpo
mostraba golpes en la zona del abdomen, escoriaciones múltiples
en el cuello.

Varios casos muy similares han sido registrados.

Pero, ¿es la pasión homosexual? En Quito se rumorea que se trata
de una banda de "fascistas" que, desde algún tiempo, se dedica a
exterminar maricones.r Una vez es un peinador, otra un
profesional, quizás un funcionario actúa siempre La Policía sigue
despistada.

¿POBRES Y PELIGROSOS?

La crisis económica que se acentúa, el aumento en extensión y
profundidad de las condiciones de pobreza de grandes sectores de
la población (que se expresan en las condiciones de desempleo y
subempleo, inflación reprimida, insatisfacción de las necesidades
básicas, desigual distribución de ingreso y la riqueza), en
criterio de especialistas del tema, han sido el caldo de cultivo
ideal para el aparecimiento de diversas formas de violencia que
han desembocado en el origen de una delincuencia organizada que
azota al país entero y que cada día crece de manera incontenible,
a pesar de los esfuerzos y múltiples operativos policiales.

Se menciona la cifra de alrededor de 500 organizaciones
delictivas que operan en el Ecuador, entre las que se cuentan las
pandillas juveniles que proliferan (solo en la ciudad de
Guayaquil se habla de más de 120 pandillas conformadas por
jóvenes, muchos de ellos altamente peligrosos y que cargan con
algunas víctimas mortales encima).

En los últimos 10 años en Pichincha se cometieron 8.228 delitos y
en Guayas 9.322. Sin embargo, a partir de 1991 esta tendencia se
invierte, pues cuantitativamente la delincuencia es mayor en
Pichincha que en Guayas, con promedios anuales de 11.115 casos y
9.993, respectivamente.

¿QUIEN LOS MATA?

Ya no es sorprendente que usted, cualquier día, encuentra frente
a su casa, cerca de su centro de estudios, próximo a su trabajo,
en el parque La Carolina, en la calle por donde usualmente
transita, que la gente esté arremolinada junto a un cadáver.

Una horas antes moradores del sector de el Comité del Pueblo,
barrio marginal ubicado al norte de la ciudad, reportaron el
hallazgo de dos personas no identificadas que habían sido
ajusticiadas y abandonadas en un polvoriento lugar.

La semana pasada un ciudadano identificado como Eduardo Madrid
fue encontrado en el botadero de basura de Zámbiza, al norte de
la urbe, completamente calcinado e irreconocible, dos días
después que la Policía halló abandonado su vehículo completamente
ensangrentado.

No siempre son muertos con nombre y apellido.

Hacia fines del año anterior, en la vía Pifo-Papallacta fue
encontrado el cadáver de un hombre de aparentemente 38 años de
edad en la guardarraya de la carretera.

Yacía sobre un charco de sangre. Sus prendas de vestir intactas.
¿Fue arrollado en la noche por un "carro fantasma?

Nadie lo sabe. La Policía se refirió a él como N.N., junto a
quien se encontró un pasamontaña, una funda de pistola, una
linterna y cinco balas 9mm, y el más profundo silencio.

UNA BALA PERDIDA

Tenía por delante una vida llena de sueños y aspiraciones.

A sus 17 años de edad, soñaba con realizarse como mujer y como
hija, destacarse como la mejor estudiante de su ciclo.

Como cualquier joven de esa edad solía divertirse "un chance" y
bromear con sus padres a quienes guardaba los sentimientos más
gratos de su vida.

Era una chica plagada de energía, vida y pasión. Ese positivismo
hacia la vida hizo que pensara en algunas actividades prácticas
que la ligaran con el colegio de sus amores, el Fernández Madrid,
y pensó, con acierto, ser porrista y compartir junto a sus amigas
algunos momentos extras de amistad y deporte.

Como era ya su costumbre los viernes, aguardaba los ensayos del
grupo deportivo estudiantil junto a una compañera en medio de
unas gradas del patio principal del colegio, que por la
topografía del lugar resulta un sitio intrincado en medio de
casas coloniales y callejuelas del centro histórico.

Algo conversaba la guapa adolescente cuando en forma inexplicable
se desplomó al piso. Al constatar sus compañeras se encontraron
con que María Elena Sosa Mencías emanaba sangre por la cabeza.
Eran las 14h30 del viernes 20 de enero de 1995.

La chica, que cursaba el sexto curso del Fernández Madrid
presentaba un impacto de bala a la altura del frontal derecho
mientras observaba a sus compañeras ejercitando el básquetball.

Fue trasladada a una clínica particular en donde diagnosticaron
la gravedad de las heridas. El sábado 21 de enero a las 21h30 su
resistencia juvenil no pudo más ante el infortunio.

Posteriores investigaciones establecieron que una bala fortuita
disparada por un habitante de La Loma desde un lugar cercano y
que originalmente iba dirigida contra un delincuente impactó a la
chica causándole la muerte.

LOS PROYECTILES DE LA IRA

Un jueves de julio del año anterior en horas de la tarde en el
sector de la avenida Eloy Alfaro y Ambassi, a un costado de la
fábrica Sedal, al norte de Quito, cuando un iracundo conductor
disparó su arma de fuego a quemarropa contra tres jóvenes ante el
estupor de algunos testigos.

Un vehículo no identificado había escapado de atropellar a tres
jóvenes de transitaban por el sector antes indicado en aparente
estado de embriaguez, según dijo la Policía.

Esta situación degeneró en una gresca de proporciones entre el
propietario del automóvil y los tres muchachos que en medio del

calor de la discusión destruyeron uno de los parabrisas del
carro.

Esto provocó que el conductor ofendido ingresara a la cabina de
su vehículo y sacara a relucir un revólver que descargó en varias
oportunidades contra el grupo de agresores impactándoles con
certeza. Edgar Centurión de 30 años de edad, de tez blanca que
vestía una camiseta blanca, un saco verde y pantalón jean,
recibió un impacto de bala en la parte lateral derecha del tórax
que le comprometió órganos vitales. Su amigo, Geovanni Oviedo
Cabrera de 21 años de edad, trigueño, que vestía saco morado y
pantalón verde sufrió una mortal herida a la altura de la tetilla
izquierda y otra en el hombro del mismo costado, en tanto que el
tercer sujeto, Javier Constante Barros, salió mejor librado al
ser impactado con dos disparos en la región inguinal y en la
rodilla izquierda, respectivamente. Los dos primeros murieron
instantáneamente. El autor de este doble crimen abordó su
vehículo y fugó del sitio del acontecimiento en medio del asombro
de varios testigos.

EL FRANCOTIRADOR DISPARA DE NUEVO

Aparentemente no había nada qué hacer, cómo matar el tiempo para
algún pistolero de vocación. Era una mañana soleada, fresca,
inicio de semana, un 23 de enero, en el que las actividades en la
ciudad se desarrollaban sin mayores alteraciones.

Pero para el ingeniero Juan Barriga, gerente de la Compañía
Municipal de Transportes de Quito, fue un día más que atareado.
Un telefonazo le dio cuenta que en la Juan de Azcaray y Amazonas,
a la altura de la Plaza de Toros, se había registrado un estúpido
pero bien librado atentado "en cadena" contra la flotilla de
buses articulados.

El traslado al lugar de los hechos fue urgente, pues se temía lo
peor. Ya en el lugar, las autoridades municipales comprobaron,
poco menos que estupefactos, cómo cuatro vehículos articulados
habían sufrido abaleamientos en serie por parte de desconocidos
francotiradores, apostados en algún lugar no establecido de la
concurrida avenida del norte de la capital.

Eran balas de buen calibre que destruyeron ventanales posteriores
de las unidades, aunque la buena suerte hizo que ni el personal
municipal ni los pasajeros de los buses sufrieran las
consecuencias de los brutales atentados. Solo eran daños
materiales, por suerte.

Posteriores verificaciones establecieron que iguales balas de
calibre 22 fueron disparadas desde lugares no establecidos contra
los ventanales de una farmacia del lugar, sin que tampoco
lastimaran a algún inocente. El o los francotiradores nunca más
aparecieron. (Tomado de Revista Blanco y Negro #49) (P 1 - 4)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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