Quito. 25.02.95. A las 7h30 sonó el timbre que indicaba el
ingreso a las aulas. Como de costumbre, Mirian, una niña que
vive en el sur de Quito, entró al segunto grado. La profesora,
luego de correr lista, comenzó a revisar las tareas del dÃa
anterior.
Mirian cambió su sonrisa por una cara de susto y nerviosismo,
que iba en aumento cuando se acercaba su turno.
¿Y tu deber?, preguntó en voz alta la maestra. "No hice
señorita", contestó Mirian. ¿Cómo...?, replicó la profesora.
No hubo tiempo para las explicaciones.
El castigo que recibió la niña fue un tremendo jalón de oreja
que le causó una herida sangrante.
En medio del llanto y las miradas de temor de sus compañeros
de grado, Mirian esperó hasta que finalicen las clases. A las
13hOO corrió desesperada a su casa. Allà le contó lo sucedido
a su madre.
Más tarde la madre y la niña concurrieron al Departamento de
Quejas y Reclamos del Ministerio de educación a denunciar el
caso. El chequeo médico confirmó que la niña sufrió una
"escoriación en el lado interno del pabellón de la oreja
derecha".
De este trámite se pasó a un careo entre la profesora, la niña
y la madre de familia. La maestra negó la acusación. La niña,
en cambio, visiblemente nerviosa, ratificó ante las
autoridades la agresión.
El director de la escuela, que también fue convocado, se negó
a creer que la maestra haya maltratado a su alumna. Argumentó
que se trata de una venganza personal de la madre contra la
profesora. Incluso llegó a decir que la niña se autoagredió.
DÃas después el jefe de Quejas y Reclamos se dirigió al
plantel ubicado al sur. Ahà los compañeros de grado le
confirmaron del maltrato que sufrió Mirian.
No hubo sanciones. Simplemente una llamada de atención a la
maestra.
Hoy, Mirian estudia en otro plantel. Su madre le cambió de
escuela para evitar represalias.
El caso de Mirian es apenas uno más de los maltratos a alumnos
en planteles educativos. La oficina de Quejas y Reclamos del
Ministerio de Educación está repleta de denuncias.
El refrán de "La letra con sangre entra" sigue grabado en la
memoria de muchos profesores. "Que el maestro le dio con el
puntero y le rompió la cabeza; por no dar la lección la
maestra por poco le arranca los pelos a un niño; por no saber
sumar el maestro le dio un puntapié y por la caÃda el alumno
se fracturó la nariz; que un profesor le bajó el pantalón a un
niño y le castigó con un alambre de luz". Son algunos de los
casos que reposan en la oficina.
Pero también hay denuncias de maltratos sicológicos,
institucionales, pedagógicos, abuso sexual y violación.
El maltrato, ese antiguo abuso de poder que utiliza métodos,
sistemas y herramientas que imponen criterios y acciones sin
tomar en cuenta los sentimientos y posturas del abusado, no
pierde vigencia.
En enero de 1995 la oficina recibió 12 denuncias de maltratos,
más fÃsicos que sicológicos. La cifra superarÃa el 30 por
ciento al mes, según Rodolfo VillacÃs, jefe nacional de Quejas
y Reclamos. Lamentablemente, muchos padres de familia no se
atreven a denunciar por temor a las represalias.
"Hay padres de familia que prefieren ser cómplices del abuso",
comenta Carlos Tapia, director administrativo del ministerio.
Pero no toda denuncia es sancionada con severidad. El caso de
Mirian es un ejemplo.
Los trámites que siguen a una denuncia de maltrato son
interminables. Si la oficina de Quejas comprueba la
culpabilidad del profesor y el ministro ordena su destitución,
el maestro puede apelar ante un Comité de Defensa Profesional
provincial o nacional, integrado en su mayorÃa por docentes.
Tapia señala que detrás de todo este entrampe legal hay una
actitud benevolente que permite a muchos profesores abusan de
su cátedra. En cualquier momento el Comite de Defensa puede
anular la sanción.
Los casos de maltrato a los niños en el aula quitan el sueño
al Ministro de Educación. Según Fausto Segovia, son muchos los
profesores -no dio cifras- que incumplen con el Art. 271 de la
Ley de Educación que prohÃbe los castigos corporales y
psÃquicos que atenten contra la integridad y la personalidad
del estudiante.
"Los profesores maltratan al alumno sin darse cuenta que tiene
algún problema auditivo o visual. Les insultan y califican de
ciegos o tontos".
Segovia asegura que menos del 10 por ciento de alumnos ha sido
revisado de la audición y la vista en todo el paÃs.
El ministerio promete tomar acciones en 1995. Se pondrá en
práctica el Programa Educación y Maltrato, un convenio con
AmnistÃa Internacional para capacitar a los maestros sobre los
derechos humanos del niño.
INSTRUMENTOS DE CASTIGO
Chicle, patatas, llavero, estirones de pelo, de patilla y de
oreja, pellizcones, goles contra el pizarrón, empujones.
Alambres o cables se utilizan más en los varones (7.0%) que en
las mujeres (3.5 %).
MAS DE 70 INSULTOS
Y de los apodos ni hablar. El insulto que con más frecuencia
dicen los profesores a sus alumnos es Vago (13.4%). Pero un
12.1% recibe "insultos" en general: "shunsha (o), burro,
cerebro desgastado, maricones, hijo de puta, no sirven para
nada, sucia (o), hipócrita, mudo, mamarracho, tienen aserrÃn
en la cabeza, pendejo, rudas, loras, animal, entre otros.
LA HUMILLAClON LO PEOR
En la mayorÃa de los casos, las condiciones fÃsicas, el
excesivo número de estudiantes por grado (40, 50 y 60), la
falta de un currÃculum escolar acorde con la realidad del
paÃs, la falta de formación permanente de los maestros, son
factores que hacen que las condiciones de la educación sean
maltratantes.
Mary-Astrid Dupret, sicoanalista de nacionalidad belga y
asesora de Defensa de los Niños Internacional (DNI), analiza
los efectos que produce el maltrato fÃsico o psicológico en
los niños.
Cree que hay un maltrato que es grave: la humillación por un
castigo fÃsico o psicológico. Dejar a un niño que se orinó,
con su pantalón mojado, parado por un tiempo en la esquina del
aula puede ser terrible. "Del trato que reciba el niño en la
escuela dependerá su seguridad en la sociedad".
Si el niño se siente apoyado por sus padres y por la
institución educativa va a tener confianza y desarrollará la
autoestima, señala Dupret.
Dice que de nada sirve la represión. "Muchos de los profesores
agresivos han tenido un pasado de maltrato. Y creen que la
escuela es un espacio de desahogo".
Frente a ello si el niño no encuentra un lugar donde se sienta
seguro y con afecto lógicamente se vuelve agresivo, retraÃdo
falta a clases, al estudio le da poca importancia, se ahonda
su inseguridad y crece su agresividad.
Muchas veces estos niños maltratados van asumiendo que esta
cultura de maltrato es "algo normal" y se habitúan a ella,
desconociendo que ellos son sujetos de derechos y no objeto de
maltrato.
Esta cultura del maltrato en la escuela genera en el niño la
pérdida de la creatividad, entusiasmo por aprender, falta de
desarrollo de su psico-motricidad. Y se asegura que sus
valores humanos cada dÃa sean menos cultivados.
LO QUE MAS LES DISGUSTA A LOS NIÃOS
¿Cuál es el castigo o sanción que a ti no te gusta que el
profesor haga a tus compañeros?. Esa pregunta hizo en 1994 DNI
de Ecuador y R"dda Barnen de Suecia a 1.200 niños de ambos
sexos, de entre 6 y 17 años de edad. Se realizó en las zonas
urbanas y rurales de Costa y Sierra.
Que les peguen es lo que más les disgusta (31.4%). Por edades,
los niños de entre 6 y 10 años son quienes expresan su mayor
disgusto al maltrato fÃsico de parte de sus profesores
(46.3%). Por estratos sociales, el sector alto expresa su
disgusto (41.6%) frente a los sectores marginales (27.3%).
Que les expulsen o saquen de clase (15.6%) es otra de las
sanciones que les disgusta a los alumnos. Que les priven del
recreo les disgusta como sanción al 11% de los estudiantes;
más a los niños (13%) que a las niñas (9%) y mucho más a los
estudiantes de Quito (21.8%) que a los de Guayaquil (6.8%).
El castigo público afecta más a los adolescentes de 17 años
(12%) y el castigo de llenar planas escritas afecta más a los
niños de entre 14 y 16 años (6.9%).
* TEXTO TOMADO DE EL COMERCIO. P-5B
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Publicado el 25/Febrero/1995 | 00:00