Quito. 20.02.95. En Loja -quizás por la nostalgia, quizás por la
esperanza- me retumban las palabras de Benjamín Carrión: "Es
necesario volver a tener patria". Una patria distinta en la que
siempre -como en estos días- todos estemos hermanados. Una patria
en que -como en estos días- todos nos reconozcamos en los otros.
Una patria en la que -como en estos días- nos limpiemos de
complejos y comencemos a pisar en la realidad para, desde allí,
seguir soñando.

En Loja -quizás por la tanta lejanía- encuentro el pretexto
perfecto para regresar al pasado. Caminando por el parque
central, me detengo ante el anuncio de una exposición de
fotografías que está abierta en el Museo del Banco Central. Entro
a esa casa bellísima, con salones de muebles vieneses y un piano
de cola que, sin que nadie lo toque, suena a pasillo. Con las
fotografías me voy, me remonto hacia atrás. Y, entonces, me
maravillo hasta el punto de reconciliarme con la vida. Ahí está,
por ejemplo, el testimonio de la llegada a la ciudad del primer
automóvil, en 1925. El carromato (¿un Ford modelo T?, ¿un
Bughatti?) camina por las calles polvorientas escoltado por un
tropel de jinetes que espolean sus caballos de paso, en un
desfile que resulta la conjugación perfecta entre dos tiempos,
entre dos actitudes, entre dos concepciones del presente. Y allí
están también unas señoritas de mirada lánguida que formaron el
coro Santa Cecilia: con sus manos sujetan guitarras y bandolinas
mientras dejan descansar sus pies sobre almohadones. Ellas, todas
tan hermosas envueltas como están en sus trajes vaporosos, me
invitan a entrar en ese terreno tan ingenuo que yace en el fondo
del corazón de nuestro pueblo: el de lo cursi. Y, entonces, soy
feliz. Soy feliz imaginando esas inacabables veladas literarias,
las almibaradas proclamaciones de las reinas, los festivales de
la lira, las procesiones y, en general, todos esos espacios en
que los ecuatorianos dejamos aflorar la sensiblería que nos
conduce al más fértil de todos los terrenos: el del absurdo.

¿No es absurdo -le pregunto después a Fabián Rodríguez- comprobar
que en Sabanillas fueron los más pobres quienes abrieron las
puertas de sus casas para que a ellas entraran los más pobres
refugiados de Arenillas? ¿No es ese absurdo -le digo, le repito-
lo que fortifica nuestros sueños? Y él, que estuvo en todas, me
cuenta que en Sosoranga vivía un grupo de empleadas públicas que
durante el conflicto se trasladaba por la mañana a cumplir con su
trabajo en Macará y por la noche, atravesando incluso terreno
minado, regresaba para alojar en sus humildes habitaciones a los
desplazados. ­Ah, la maravilla del absurdo!

Y me cuenta también que una noche que él llegó a Sabanillas
pensó: No son los peruanos los que nos pueden acabar, sino los
zancudos que, por millares, habían sacado la artillería pesada de
sus aguijones y levantaban a la población en vilo. Junto a ellos,
los grillos caían en una auténtica tempestad, hasta el extremo de
hacer pensar que esa noche llovían piedras. ­Ustedes allá
creyendo que necesitábamos balas, cuando solo clamábamos por
insecticida". ­Es el absurdo!

Como fue el absurdo la voz de alerta que dio un radiodifusor y
que provocó pánico entre la población: "Los peruanos están
atacando Zapotillo". Y todo porque oyó a la distancia el rumor de
las balas con que alguien se ejercitaba en el tiro al blanco.

A estas alturas, me acuerdo que la Mama Niña, entre sus muchos
cuentos, tenía éste: a las diez de la mañana llegaba a la escuela
donde ella estudiaba en Loja, una vaca tirada por una criada. La
profesora suspendía la clase para anunciar: las niñas Eguiguren
pueden salir a tomar su colación porque ya les llegó la leche.

Aquí todo es posible, porque la realidad y la ficción permanecen
fundidas. Es posible, por ejemplo, oír quejarse a una señora: "No
vuelvo a subirme en un avión. El otro día que tenía que ir a
Guayaquil llegué toda despeinada porque todas, pero todas las
ventanas del avión estaban abiertas".

Sí. Estoy de acuerdo. Este donde estoy es el último rincón del
mundo. Pero, por eso mismo, es el más bello. Es el del tiempo
detenido. El del recuerdo. El de la imaginación. El de los
cuentos, como ese que un día nos contó Benjamín Carrión sobre la
patria. Un cuento tan dulce, tan bonito, como para arrullar con
él el sueño más tierno que pueden soñar -todavía- nuestros hijos.

LOJA: LA SOCIEDAD MOVILIZADA

Loja es una provincia extensa y distante. Su distancia del país
no es geográfica: es social. Tiene su propio ritmo, su propio
tiempo, sus propias propuestas a los problemas que debe
enfrentar. En el caso del conflicto con el Perú no ha sido
distinto.

La respuesta que ha dado a la guerra ha sido social más que
militar. Ello se entiende por sí mismo. Loja es una provincia en
la que el poder de los uniformados no se ha impuesto sobre el
poder civil.

DESPLAZADOS Y REFUGIADOS

Dos órdenes de problemas ha tenido que enfrentar la población
lojana por causa de la guerra: 1. Refugiados y desplazados; 2.
apoyo al ejército y a los soldados del frente.

Procedentes de Macará y Zapotillo, en estas dos semanas han
salido de sus hogares unas 18.000 personas que se han asentado en
Zozoranga y Sabiango, Puyango (La Leonera), Celica, Macará
(Larama), Paltas, Pindal y Sabanilla.

Unos 12.000 que se han refugiado donde sus parientes y amigos, lo
cual ha venido a agravar su precaria situación económica. "La
gente se ha quedado sin nada", nos han contado. Unos 6.000 se han
localizado en escuelas, casas comunales y particulares, iglesias,
oficinas del Registro Civil. "Debajo de los aleros, viendo caer
la lluvia, nos quedamos los primeros días", nos han dicho.

Hasta el 16 de febrero,la Defensa Civil había atendido a unas
3.955 personas, entregando 2.560 raciones familiares (arroz,
fréjol, papa, fideo, azúcar, sal, manteca, jabón, enlatados) para
cuatro personas, cada cuatro y siete días. También ha repartido
vituallas (ropa, frazadas y colchonetas) entre los más pobres.

Si bien un 80% de esta población ya ha retornado a sus hogares,
quedan muchos en condiciones difíciles, circunstancia que ha
preparado a los lojanos a una emigración masiva hacia la costa y
el oriente.

COLABORACION CIUDADANA

Como en todo el país, la colaboración ciudadana ha sido enorme.
"Cuando vinieron los soldados la gente de la ciudad fue a darles
comida, ropa, zapatos. Sobre todo a los de la costa, que vinieron
en pantalonetas y se estaban muriendo de frío. En todas partes
las mujeres les han preparado comida y se la han ido a dejar
directamente".

Mediante una radio-tele-maratón se han recabado unos 190 millones
de sucres que se destinaron para comprar alimentos y vituallas
para los evacuados, como para satisfacer algunas necesidades del
Frente Militar de la provincia.

Loja ha recibido también la colaboración de diversas
instituciones del país, tales como el Innfa, Defensa Civil y
Patronato de Ibarra, Empresa de Agua Potable de Pichincha, Plan
Internacional, Visión Mundial. Se ha recibido también ayuda del
Frente Militar del Chimborazo, que ha entregado 690 quintales de
papas.

EL RADIO CLUB DE LOJA

Uno de los más valiosos aportes institucionales ha sido el del
Radio Club de Loja, como soporte logístico de la acción del
ejército en toda la frontera. Hasta donde sabemos, las
autoridades militares y la gobernación están muy reconocidos por
su participación,lo cual ha creado un puente sólido de
integración entre estos sectores. (5B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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