Lima. 12.10.93. Una delegación de la etnia Ashaninka visitó
Lima para gestionar apoyo económico y pedir armas con el
objeto de integrar un batallón contrainsurgente, al acentuarse
un giro que ya estaba presente en el conflicto interno que
vive la selva de Perú.

Los pobladores de la selva regresaron al valle del Ene con
promesas oficiales y con las 80 escopetas que lograron comprar
por su propia cuenta con la ayuda particular recibida.

Pero los Ashaninkas de la zona del río Ene quieren por lo
menos mil escopetas para imponer orden en su enclave en la
selva central peruana.

Allá, hace pocas semanas, una columna de guerrilleros de la
organización Sendero Luminoso asaltó seis aldeas Ashaninkas y
mató a 56 personas, entre nativos y colonos.

Además de los muertos 14 niños Ashaninkas fueron torturados y
sus orejas arrancadas con machetes, en una acción interpretada
por los analistas como una feroz manera de hacer una
advertencia a la comunidad de la selva y al resto del país.
Héctor Metcori, presidente de la Asociación de comunidades
Ashaninkas de la selva central, y Emilio Kitoniro, secretario
de autodefensa de esa entidad, recibieron una promesa del
presidente Alberto Fujimori: se creará una fuerza militar
contrainsurgente Ashaninka.

Vestidos con sus cushmas o ropas talares tradicionales y sus
originales sombreros de paja dura orlados con plumas,
distintivos jerárquicos de su etnia, regresaron al valle del
Ene con sus habituales expresiones de confianza en las
promesas oficiales.

Algo de historia

Los Ashaninkas son la nacionalidad étnica más numerosa en la
selva peruana, viven a la orilla de los ríos de la caza y la
pesca y practican una rudimentaria agricultura, que les
permite comercializar café, plátanos y otros cultivo.

Viven en una constante confrontación con los colonos
procedentes de la sierra.

Según el étnologo francés Michael Sáenz, quien vive en la
región desde hace ocho años, en el valle del Ene las bandas
colombianas comenzaron a promover a mediados de la década
pasada el cultivo de la coca, "Y junto con el narcotráfico
llegó Sendero".

Los insurgentes, sostiene Sáenz, apoyaron con medios
violentos el cultivo de la coca para lo que hasta llegaron en
algunas ocasiones a prohibir y quemar las plantaciones de café
y aprovecharon las confrontaciones inevitables entre los
colonos y la población Ashaninka.

A pesar de que la legislación los protege, en la práctica los
Ashaninkas son muy vulnerables a la agresiva expansión de los
serranos, en su mayor parte nativos o mestizos quechuas, mejor
adaptados a la economía comercial y más vinculados a las
autoridades locales.

La masacre senderista contra las seis aldeas Ashaninkas llamó
la atención de la prensa internacional, que lo consideró como
un rebrote de la violencia política de Sendero Luminoso,
ocurrido casi un año después que fuera apresado Abimael
Guzmán, su ideólogo y hasta ahora irremplazable lider máximo.

Foco insurgente

Pero, para algunos expertos, como los peruanos Carlos Tapia y
Oscar Espinoza, la masacre no fue un rebrote, porque los
senderistas están allí desde hace varios años y antes han
protagonizado episodios semejantes.

Ellos admiten que la selva central se ha convertido en el foco
insurgente senderista más importante del Perú después de su
debacle en Lima y de su virtual expulsión de los valles de las
sierras central y sur central.

"En Lima, Sendero cayó víctima de su equivocada estrategia
probablemente como fruto de la alucinada personalidad de
Abimael Guzmán cometió el error de querer forzar el desenlace
de la guerra, y toda su dirección nacional y metropolitana
cayó en forma sucesiva", señala Tapia.

En la sierra, apunta las rondas campesinas armadas por el
gobierno ya rompieron el miedo, e instrumento político más
importante de los rebeldes.

Sendero Luminoso llegó a la selva hace varios años. Desde
entonces, en alianza con el narcotráfico, mantiene allí una
estructura militar que aprovecha políticamente los conflictos
étnicos y sociales de la zona.

Metcori y Kitoniro vinieron a Lima no para sólo para solicitar
ayuda en favor de las víctimas de la masacre, sino también
para pedir un cambio de la estrategia contrainsurgente.

Denunciaron que sus hermanos de las aldeas atacadas no
pudieron defenderse porque, a pesar de haber aceptado formar
rondas campesinas, nunca recibieron las armas prometidas.

El incumplimientos en la entrega de las escopetas no es, como
podría parecer a primera vista, una deficiencia burocrática,
sino un criterio de apreciación táctica de los jefes militares
de la zona, según la percepción de Metcori y Kitoniro.

Ambos se entrevistaron con el presidente Alberto Fujimori y
con el comandante general del ejército, Nicolás de Bari
Hermosa, y les explicaron que las rondas campesinas no
funcionan en la selva porque los mandos militares no tienen
confianza en los Ashaninkas, sino en los colonos.

Militares no entienden a los selvícolas

Según varias versiones periodísticas, las rondas campesinas
Ashaninkas nunca recibieron definitivamente las armas, porque
después de enseñarles a usarlas, hacerlos desfilar y tomarles
fotos, se las quitaron.

"Los jefes militares no entienden a los selvícolas, me parece
que los consideran nómadas y creen que si les dan armas, los
Ashaninkas se internarán en la selva y se las robarán (...),
confían más en los colonos que son también indígenas andinos,
pero agricultores y, por lo tanto, más estable" señala la
socióloga Imelda Vega Centeno.

Esta consideración de los Ashaninkas como aliados poco fiables
es aprovechada por Sendero , que tampoco les daba armas, pero
además de proponerles sembrar coca y ayudarlos a
comercializarla, explota su ancestral confrontación con los
colonos intrusos.

Es posible que las seis aldeas atacadas por Sendero Luminoso
el 18 de agosto fueron castigadas por los insurgentes.

La represalia se ejecutó no solamente porque los Ashaninkas
aceptaron formar rondas campesinas sino también por la
composición mixta de las aldeas que tenían población servícola
y de colonos.

Según los supervivientes, en el ataque participaron , sin
armas de fuego pero con singular furia, algunos nativos
Ashaninkas de otras comunidades.

Metkori y Kitoniro aseveraron que a los senderistas los
apoyaban elementos que procedían de las aldeas Ashaninkas bajo
control militar de la organización rebelde.

Luego de recibir los informes de la delegación Ashaninka y del
comando militar de la zona. Fujimori anunció públicamente que
introducirá una variante en la estrategia contrainsurgente en
la selva: la mayor parte de los soldados serán jóvenes
Ashaninkas y no serranos o costeños, como hasta ahora.(IPS)
(9A)


EXPLORED
en Ciudad N/D

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