Quito. 16 abr 99. Tras las voces que claman por el federalismo
o las autonomÃas, surge una sola verdad: el modelo
administrativo del Estado centralizado no va más.
Para iniciar su negocio en Portoviejo, Ramiro Zambrano comenzó
el trámite de patentes y marcas en Quito, pero nunca se
imaginó que éste tomarÃa ocho meses y frecuentes viajes a la
capital por lo que, cada vez y cuando, tuvo que pagar
transporte, alimentación y alojamiento. Todo esto obligó a
duplicar los "gastos de constitución" que inicialmente habÃa
calculado.
Adriana González sabÃa que de cada diez becas estudiantiles,
cinco se quedan en la capital, dos en Guayaquil, una en Cuenca
y las dos restantes se reparten al resto del paÃs. A pesar de
eso, decidió probar suerte e iniciar los trámites para obtener
los documentos que necesitaba de la SubsecretarÃa de Educación
del Guayas. Su carpeta debÃa presentarla también en el
Ministerio de Relaciones Exteriores. Para su asombro, allà le
dijeron que tenÃa que sacar su partida de nacimiento en el
Registro Civil de Pichincha y volver a refrendar su tÃtulo en
el Ministerio de Educación. Eso significaba reiniciar los
trámites que le habÃan costado tiempo, esfuerzo y dinero en su
provincia. Adriana volvió desilusionada a Guayaquil y relató
lo sucedido en el IECE, en donde le afirmaron que todo aquello
era innecesario.
El Alcalde de Cuenca, Fernando Cordero, espera todavÃa que el
gobierno central le entregue a su ciudad lo que le
corresponde. "Cuenca genera entre ocho y nueve veces más de lo
que recibe. Si realmente se lo estuviera destinando a sectores
necesitados no nos quejarÃamos, pero todo se queda en el
Estado centralizado".
BOMBA DE TIEMPO
Hoy en dÃa, en el Ecuador se señala como el origen de todos
los problemas al centralismo. La concentración del manejo
polÃtico y económico en un solo núcleo, que empobreció a toda
la periferia, llegó a su minuto final y todos piden un cambio.
Más que nada, el Estado ecuatoriano ha marcado una profunda
diferencia entre el sector urbano, en donde realiza el 75 por
ciento de la inversión, y el rural, con solo el 25 por ciento
de la misma. En las ciudades, en donde vive el 60 por ciento
de los ecuatorianos, menos de la mitad lo hace con sus
necesidades básicas insatisfechas (NBI), como agua potable,
energÃa eléctrica, teléfono, eliminación de aguas servidas,
escolaridad y salud. Mientras tanto, en el campo, donde se
asienta el 40 por ciento de la población, un 60 por ciento de
ella sobrevive con sus necesidades básicas insatisfechas,
según datos del Instituto Ecuatoriano de EstadÃsticas y
Censos.
Del 75 por ciento de pobres en el paÃs, el 20 por ciento se
encuentra en la indigencia, y este porcentaje está en
vertiginosa ascendencia ante la crisis nacional que nos empuja
a la recesión y al desempleo.
Pero estos factores que se acentúan en la Costa con los
últimos acontecimientos han azuzado el fuego de las
diferencias regionales: la región destruida desde hace más de
un año y una promesa electoral de reconstrucción sin cumplir.
Una crisis económica que trajo como cola la caÃda del
Filanbanco y Banco del Progreso, dos de las instituciones
bancarias más representativas de Guayaquil y la Costa; y
Cámaras de la Producción de la misma región enérgicamente
opuestas a la conducción económica del Estado, sobre todo a la
congelación de sus cuentas y a la implantación de más
impuestos al sector productivo y exportador.
PRETENSIONES HISTÃRICAS
Guayaquil siempre ha pugnado por administrarse con sus propias
rentas. "Las intenciones de autonomÃa datan desde el Acta de
la Fragua de Vulcano del 1 de octubre de 1820, en el que todos
sus actores juraron solemnemente morir o triunfar por la
autonomÃa de Guayaquil. Pero luego de 22 meses de autonomÃa,
el 13 de julio de 1822, BolÃvar proclamó la anexión a la
República", menciona Joseph Garzozi, presidente de la
Fundación Francisco de Orellana.
Desde entonces hasta 1960, la República unitaria del Ecuador
funcionó con crisis polÃticas. "Pero la desigualdad
proveniente de la planificación central se radicalizó a partir
de 1970, cuando se crearon las grandes empresas del Estado,
proliferó la burocracia dorada y los contratos colectivos. Se
vigorizó el centralismo mientras la periferia se empobreció
hasta llegar a los extremos que vivimos hoy en dÃa", afirma el
diputado Ricardo Noboa.
El sociólogo Gaitán Villavicencio observa que siempre que el
paÃs se sume en una profunda crisis se avivan los problemas
sobre el centralismo y surgen pretensiones independentistas.
"La crisis es buena, porque ha sido la única manera de que el
paÃs despierte a su pesadilla de 150 años de miseria", observa
Joseph Garzozi, quien lleva 15 años trabajando en el tema de
la descentralización.
La pólvora está encendida en cada kilómetro cuadrado
ecuatoriano: Región Insular, Costa, Sierra y Oriente. Por
ello, desde distintas partes de la nación surgen varias ideas
provenientes de movimientos, estudiosos y polÃticos.
Que un federalismo. Que las autonomÃas regionales con una
nueva división horizontal o vertical del paÃs. Que las
autonomÃas provinciales. Que la descentralización es
suficiente. Todos tienen en común un mismo fin: un drástico
cambio en el poder económico y administrativo del Estado.
"En 1993, las Naciones Unidas encontró que todos los paÃses
que descentralizaban entre el 30 y 51 por ciento de sus gastos
se ubicaban entre los primeros 14 paÃses de mayor desarrollo
del mundo y habÃan alcanzado un Ãndice de Desarrollo Humano
(IDH) entre el 95 y el 98 por ciento. En el otro extremo, los
paÃses que menor porcentaje destinaban a los gobiernos
seccionales ocupaban los lugares de menor desarrollo. Paraguay
y Ecuador, con cinco y siete por ciento respectivamente de
descentralización, tenÃan un IDH de 64 y 65 por ciento
respectivamente. La correlación entre desarrollo y
descentralización no puede ser más evidente", observa Juan
José Illingworth.
LEY DE PAPEL
Si bien desde 1992 existe una ley de descentralización y
desconcentración que manda transferir competencias y tributos
a los gobiernos seccionales, y una Ley de Distribución del 15
por ciento del presupuesto nacional hacia los mismos, los
alcaldes no se cansan de protagonizar marchas y reclamos para
recibir los recursos que les corresponden para llevar adelante
su gestión. Hasta ahora, el Estado le adeuda a los municipios
más de 100 millones de dólares. "Se han creado leyes de
descentralización que establecieron normas para transferir
dinero y competencias, pero no ha habido la decisión polÃtica
para ponerlas en práctica. Por eso, es necesario un cambio más
profundo", dice Ricardo Noboa. Pero quizás el fracaso de estas
leyes sea precisamente el haber sido impuestas desde el
parlamento sin haber contado con la opinión de los
ecuatorianos.
Actualmente, algunos miembros de la sociedad civil están
proponiendo llegar a un verdadero cambio estructural, que debe
ser decidido por la ciudadanÃa mediante una consulta popular.
Federalismo, autonomÃa provincial, horizontal o vertical:
todos quieren una drástica descentralización.
LAS PROPUESTAS
Los más radicales, quieren que en el Ecuador se aplique el
federalismo, que ha ocasionado una profunda descentralización
en paÃses como los Estados Unidos, México, Suiza y Alemania.
El federalismo significa que existe soberanÃa en cada
provincia o estado, el mismo que decide cederle ciertas
competencias a la Confederación de Estados. Con esto, cada
estado administra sus propias rentas y puede dictar leyes
propias o impuestos adicionales.
El 22 de marzo, al calor de las protestas con ocasión del
cierre del Banco del Progreso frente al palacio municipal de
Guayaquil, muchas voces provenientes de la industria y el
comercio clamaban por el federalismo. Con el transcurso de los
dÃas, la idea fue perdiendo fuerza, y a falta de proyecto
propio, las Cámaras de la Producción del Guayas han ido
flexibilizando su posición: "federalismo o autonomÃas,
cualquier forma de descentralización es, en este momento,
mejor que el sistema actual", acepta Joyce de Ginatta,
presidenta de la Cámara de la Pequeña Industria.
Finalmente, un ex superintendente de Bancos añade: "Muchas
instituciones financieras han tenido un comportamiento
equivocado al mantener entre sus activos fijos, locales de
extremo lujo, obras de arte de incalculable valor y a la
colocación de créditos a corto y mediano plazo, por cifras
sumamente altas, en empresas Ãntimamente relacionadas con los
accionistas y administradores. Además, el clásico deseo de los
banqueros de hacer crecer a cualquier costo a sus
instituciones financieras rápidamente para ser uno de los
primeros del ranking, dejando de lado aspectos más importantes
como la seguridad y rentabilidad".
Hubo muchos que no consideraban conveniente que en estos
momentos gane terreno esta propuesta, pues "el federalismo es
una modificación tan esencial del Estado que se teme que pueda
destruir la unidad nacional al crear estados independientes".
Desde otro flanco se propone un régimen de cambio más gradual
y moderado: "El principio de autonomÃas está en que el Estado
escuche a los ciudadanos y transfiera competencias hacia sus
regiones, para que sean ellos mismos quienes decidan cómo
quieren vivir", indica César Coronel, coautor del Proyecto de
Reforma a la Constitución para la Organización Territorial del
Estado en Comunidades Autónomas, realizada por catedráticos de
la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Católica de
Guayaquil, en 1992.
Los beneficios de las autonomÃas son múltiples, y el fin es el
fortalecimiento de la unidad nacional y no su división, como
se alarma. "Quienes piensan que una estructura piramidal y
centralizada es más conveniente para sus intereses van a estar
en contra", enfatiza Coronel.
Lo más importante es que cada autonomÃa recaudarÃa sus propios
impuestos. Esto harÃa más efectiva la retención del IVA en los
cantones pequeños, por ejemplo. Luego, retendrÃa un porcentaje
para solventar las competencias transferidas a ella, como la
educación, salud, cultura, deporte, transporte, obra pública,
medio ambiente, incluso una policÃa local, más cercana a su
población, que no prescindirÃa de una a nivel nacional. Otro
monto serÃa su contribución al Estado central, para financiar
servicios indelegables como el exterior, fuerzas armadas y los
ministerios cuyas funciones estarÃan descentralizadas también.
Finalmente, como el concepto de autonomÃas acoge el principio
de solidaridad, habrÃa un porcentaje destinado a ser repartido
proporcionalmente entre las provincias que menos producción
tienen.
Las autonomÃas gozan de autonomÃa jurÃdica, económica,
polÃtica y administrativa. "Lo que las diferencia del
federalismo es que estos estados independientes deciden ceder
parte de sus competencias a la federación de estados, y en
caso de dudas al respecto, estas se resuelven a favor del
estado independiente. Mientras tanto, en las autonomÃas el
proceso es inverso. Es decir, el Estado les transfiere algunas
competencias especÃficas y en caso de haber dudas al respecto,
éstas se resuelven a favor del Estado", aclara Coronel.
Pero bajo la consigna de las autonomÃas parten varias
alternativas. Una primera propuesta serÃan las autonomÃas
horizontales. Esto quiere decir que el paÃs no se clasificarÃa
por su natural verticalidad y más bien se intentarÃa combinar
la producción y la población de cada región.
Fernando Carrión, director de la Facultad Latinoamericana de
Comunicación Social (FLACSO), propone una división geopolÃtica
en siete regiones horizontales, de las cuales se excluirÃan
Guayaquil y Quito, que se establecerÃan como distritos
metropolitanos. Mientras tanto, la región Centro-Occidental,
estarÃa comprendida por Guayas, Manabà y Los RÃos. La Sur, por
Cañar, Azuay, Loja, El Oro, Zamora Chinchipe y Morona
Santiago. La región Centro-Oriental, por Cotopaxi, BolÃvar,
Chimborazo, Pastaza y Tungurahua. La Norte, por Esmeraldas,
Pichincha, Imbabura, Carchi, SucumbÃos, Napo y Orellana.
Finalmente, Galápagos permanecerÃa como un distrito natural.
El Alcalde de Loja, José BolÃvar Castillo, difiere en la forma
pero coincide con que el paÃs necesita una regionalización
horizontal. "Los ecuatorianos no nos clasificamos por el
clima", estima. Ãl también es partidario de una división del
paÃs en siete regiones, "unidos por sus hondas raigambres
históricas y geográficas".
Por su parte, Ricardo Noboa tiene una segunda propuesta
mediante la cual se dividirÃa al paÃs en dos grandes
autonomÃas verticales: la Costa y Galápagos, la una; y la
Sierra y Amazonia, la otra. Noboa reconoce que estas
autonomÃas "implican un desplazamiento parcial del poder
polÃtico".
Por ello, el riesgo que se corre es que Quito permanezca
centralizando los recursos de la Sierra, mientras Guayaquil
pasarÃa a absorber los de la Costa, sin solucionar realmente
el problema.
¿CAMBIO DE MAPA?
De todas estas propuestas, Mae Montaño, gerenta de la
Autoridad Portuaria de Esmeraldas, piensa que si se pretende
diseñar un nuevo mapa del Ecuador, solamente para asignarle
determinada provincia a tal región, sin considerar los puntos
administrativo, polÃtico, económico, social, étnico-cultural y
la necesidad de establecer en el paÃs otros polos de
desarrollo económico, entonces se está hablando de una manera
muy superficial.
La propuesta de Fuerza Ecuador presenta una tercera
alternativa que tendrÃa una viabilidad más inmediata, distante
de una intervención polÃtica que encarnizarÃa la lucha por la
anexión entre las regiones. "Las divisiones no pueden ser
arbitrarias, nadie puede sentarse en un escritorio a dibujar
el paÃs", insiste Humberto Mata, director del movimiento. Por
ello, manejan la idea de las autonomÃas provinciales, mediante
la cual se mantendrÃan las 22 provincias existentes, con sus
capitales y municipios. Estos serÃan fortalecidos a través de
la recaudación interna de tributos e impuestos nacionales y
locales. De esta manera, cada provincia tendrÃa autonomÃa
administrativa y financiera para solventar sus potestades, lo
que fortalecerÃa la acción de los municipios.
El concepto de provincias autónomas no se opone al de regiones
autónomas, pues bien podrÃa seguirse uno tras del otro, de
acuerdo a la eficiencia del proceso.
Lo negativo de aplicar cualquiera de estos sistemas es la
idiosincracia ecuatoriana. "Si no existe un control adecuado,
la corrupción proliferará en los nuevos estados federales o
autonomÃas por igual", estima Carlos Córdova, director técnico
de CEDATOS, por lo que considera que primero habrÃa que
establecer los organismos de control necesarios para iniciar
un proceso semejante.
Además, Luis Fernando Torres, presidente de la Asociación de
Municipalidades Ecuatorianas (AME), piensa que "pasar a
conformar autonomÃas provinciales o regionales tiene un costo
significativo" al pensar en traslado de la burocracia hacia
las regiones, la creación de parlamentos regionales y
secretarÃas. Torres no está convencido de que hay que hacer un
cambio abrupto del sistema, sino que es partidario de la
descentralización fiscal y administrativa primero hacia los
municipios. Enfatiza que, actualmente, la participación de los
cabildos no supera el 11 por ciento del presupuesto nacional,
y no el 15 como deberÃa de ser. "El Estado actual no garantiza
el funcionamiento de los municipios", dice Torres.
Piensa que serÃa buena idea estudiar el caso boliviano, en el
cual se mantiene la estructura del Estado central pero que les
entregó autonomÃa administrativa a los municipios para
fortalecerlos y les delegó la recaudación de impuestos de los
que un porcentaje se queda para destinarlo a las obras que
consideren más necesarias.
Hay muchas buenas ideas para debatir. Recientemente, han
comenzado a reunirse los autores de distintos proyectos
provenientes de todas las regiones del paÃs. El objetivo es
llegar a uno en común, para que sea conocido y discutido por
la población. Pero esto tomará su tiempo. "Tenemos que buscar
nuestra salida idónea a través del diálogo. No se pueden
copiar las experiencias de otros paÃses con historia de
profundas diferencias étnico-culturales, o en donde el cambio
se haya impuesto de manera autoritaria y represiva", afirma
Gaitán Villavicencio.
Lamentablemente, piensa Carlos Córdova, "esto tomarÃa
demasiado tiempo y el paÃs no tiene eso, sino hambre,
desempleo y falta de servicios básicos".
Y si el Gobierno Nacional se limita solamente a observar cómo
la sociedad civil debate un nuevo modelo administrativo del
Estado, sin acelerar la descentralización y desconcentración
de recursos y funciones, entonces será corresponsable de un
estallido social y testigo de un precipitado cambio de
estructura que desconocemos cómo resulte en su aplicación
real. Muchos no comprenden con exactitud aquello de las
autonomÃas o el federalismo. Solo saben que quieren el fin del
centralismo. Pero ya.
El principio de las autonomÃas está en que los ciudadanos
deciden cómo quieren vivir. (Texto tomado de La Revista
Vistazo)