Quito. 30 abr 99. Al comenzar el año lectivo en la Costa,
algunas instituciones educativas no alcanzaron ni el 60 por
ciento de matriculación, mientras el año pasado superaban el
90 por ciento

A mediados de marzo, Mercedes Jiménez quiso matricular a su
hijo en el mismo colegio en el que había estado el año pasado.
En él, Mercedes fue informada de que este año la educación de
su hijo le costaría un millón 300 mil sucres mensuales. Ante
el persistente asombro de los padres, la institución todavía
estaba considerando disminuir esta cifra, pero Mercedes no
podía arriesgarse. "Al inicio del año pasado, la pensión
costaba 580 mil sucres, y al final, casi 800 mil", recuerda
Mercedes, quien hizo una evaluación de sus posibilidades
económicas y llegó a una franca conclusión: "El colegio me
gusta mucho, pero una tiene que pisar la tierra y aceptar que
la situación no mejorará pronto". Por ello cambió a su pequeño
a un colegio en donde paga 650 mil sucres.

El inicio del período lectivo en la Costa ha sido duramente
afectado por la crisis económica nacional. Al 20 de abril de
este año, algunas instituciones educativas no superaban el 60
por ciento del número de matrículas proyectadas, mientras que
a estas alturas, el año pasado ya estaba inscrita al menos el
90 por ciento de la población estudiantil, según datos de la
Subsecretaría Regional de Educación.

A diferencia de la práctica de nuestros políticos, los
"camisetazos" de los estudiantes no han sido por más, sino por
menos dinero. Los alumnos emigran a instituciones más
económicas. Entre los particulares se busca el más barato.
Algunos padres más afectados cambian a sus hijos de colegios
particulares a fiscales. Los establecimientos que han
permanecido con igual y hasta mayor demanda ante la crisis son
los considerados "grandes", así como los confesionales.

Volver a clases ha sido un verdadero vía crucis para los
padres, quienes luchan contra la crisis para no privar a sus
hijos de lo que consideran es su legado más valioso: la
educación, que es "algo muy importante" para el 90 por ciento
de los ecuatorianos, según un sondeo de la empresa Survey
Data.

La inflación anual, que en los dos últimos meses llega al 61
por ciento, se vio impresa en los recibos de matrículas y
pensiones, así como en las etiquetas de los libros y útiles
escolares.

En el mes de abril, los gastos en educación afectaron el 75
por ciento del presupuesto familiar, según el estudio "Efectos
de la crisis" realizado en Guayaquil y Manta por CEDATOS. Los
precios de los rubros escolares aumentaron en un 40 por
ciento, y si se considera que la inflación elevó también los
precios de los alimentos, transporte y medicinas, hay que
concluir que los padres de familia han hecho "de tripas
corazón" para poder seguir brindándole educación a sus hijos.

Por ello, las estrategias empleadas por los directores de los
colegios y padres de familia en este año han sido múltiples y
van desde insólitas hasta solidarias. En el Colegio Steiner se
aceptó que un padre de familia trueque la educación de su hijo
con lo único que tenía: arroz. En el Colegio Vicente
Rocafuerte el pago se realiza ahora por padre de familia y no
por el número de hijos, pues si a duras penas pueden enviar a
uno a clases, difícilmente podrían solventar la educación de
dos o tres hijos.

Otra táctica para sobrevivir a los costos de la educación es
el ahorro en el transporte. Algunos padres de familia han
optado por ponerse de acuerdo con otros para llevar a los
chicos que utilicen el mismo recorrido suyo.

AL CONGELADOR

Pero la constante en la mayoría de instituciones educativas
primarias y secundarias, particulares y fiscales, es que casi
todas optaron por meterse también en el congelador. Así,
muchas reconsideraron sus pensiones calculadas desde fines del
año pasado para el siguiente período lectivo y han
flexibilizado su posición para evitar volverse inalcanzables y
perder alumnos. De esta manera, "todo cálculo y meta trazada
antes de las medidas económicas han tenido que ser
reconsiderados", estima Aracelly Consuegra, subsecretaria
regional de educación.

En el Colegio Gabriela Mistral decidieron mantener las
pensiones igual que el año pasado y dar plazos para la
cancelación de la matrícula. "Más de la mitad de nuestros
alumnos aún no cancelan la pensión ni la matrícula. Esperamos
que en mayo o en junio lo puedan hacer", afirma Josefina
Galarza, directora encargada del establecimiento.

Susana Salcedo, directora del Colegio Logos, estuvo muy
preocupada por los bajos índices de matriculación que
existieron hasta una semana antes del inicio de las clases.
"En la última semana recién terminaron de matricularse.
Tuvimos que aceptar pagos con tarjetas de crédito a tres
meses, por ejemplo, cosa que no imaginaba adecuada para este
tipo de instituciones, pero la situación actual la hizo
necesaria".

La persistencia de los padres de familia por mantener a sus
hijos en los colegios particulares "de primera", tiene un
costo impresionante. Alegría, tiene a su hijo en el Colegio
Steiner. La pensión de primaria pasó de 620 mil sucres -del
año pasado- a 860 mil sucres más una matrícula de un millón
200 mil. Para Alegría, que su hijo vaya al colegio le ha
significado en el mes de inicio de clases alrededor de cuatro
millones de sucres, entre pensión, matrícula, uniforme,
transporte y útiles escolares.

Pero a pesar de la crisis, el cielo parece ser el límite. En
el Colegio Delta, si bien congelaron las pensiones, hay que
invertir un millón 700 mil en matrícula, igual suma en
pensión; dos millones en útiles escolares, 400 mil sucres en
transporte y quizás 300 mil en la complementación del
uniforme. En total, son más de seis millones de sucres.

A simple vista, la inversión en educación de los padres
guayaquileños es más exigente que las del resto de la región.
Cuando Fabiola de Trujillo tuvo que mudarse a Manta y cambiar
a sus hijos de colegio también redujo su presupuesto para la
educación de su familia. "Me ha convenido venir acá porque
estoy pagando la mitad de lo que pagaba en Guayaquil. Tengo
tres hijos en primaria, cada pensión me hubiera costado 400
mil sucres en Guayaquil. Aquí pago 200 mil sucres", dice
Fabiola, quien obtiene además un descuento por tratarse de
tres niños. Lo único que lamenta es que no reciban educación
bilingüe como en Guayaquil, pero está manteniendo a sus hijos
en un colegio con el mismo estatus en Manta.

FISCALES EN PROBLEMAS

Y en los casos de los colegios fiscales, la mayoría no estuvo
listo para comenzar en la segunda quincena de abril. La
ministra de Educación, Rosángela Adoum, postergó el inicio del
año lectivo hasta el tres de mayo, pues entonces solo se había
matriculado el 10 por ciento de la población estudiantil. Una
clara evidencia de que la crisis golpea los más caros
intereses de todo padre de familia, por muy humilde que éste
sea: la educación de sus hijos.

En los colegios fiscales, la pensión está regularizada en 250
mil sucres. Pero es por el costo de la matrícula que surgen
las protestas. Aracelly Consuegra reconoce que bajo este
concepto se incluyen ciertos costos de inversión que los
comités de padres de familia han calculado para realizar
ciertas obras de autogestión que consideran prioritarias para
los estudiantes.

Además, en muchos planteles como en el Colegio Presidente José
Luis Tamayo, de Daule, es evidente cómo "los profesores
contratados absorben el dinero de la autogestión de la
institución", indica la Subsecretaria de Educación. Allí,
tienen dos mil estudiantes y solo 12 profesores asalariados
por el Gobierno Nacional. Por eso han tenido que contratar,
adicionalmente, 40 profesores más que cubran todos horarios.

MEDIDAS DESMEDIDAS

Para cuantificar el impacto económico del inicio del año
lectivo en el bolsillo de los padres de familia, CEDATOS
realizó un estudio comparativo entre marzo de 1998 y marzo de
1999. Sondeó los presupuestos de los hogares y
establecimientos educativos de nivel socioeconómico bajo,
medio y alto; así como los precios en alrededor de 65 tiendas
de barrios, bodegas, micromercados y supermercados, en donde
la variación de los rubros escolares de un año a otro superaba
el 40 por ciento.

"En aquellos hogares en los que sólo trabaja uno de los
cónyuges y gana poco más de un millón de sucres, el gasto en
educación representaría casi el 50%. Si trabajan los dos, pero
con menores ingresos cada uno, el gasto en educación
representaría entre el 30%", concluye Carlos Córdova,
vicepresidente técnico de CEDATOS.

Pero hay más. Si se considera que el índice de desempleo en la
segunda semana de marzo sobrepasa el 15 por ciento y el del
subempleo, el 54 por ciento; que el descenso en la producción
y en las ventas se acerca al 50 por ciento, para muchos,
ninguna estrategia será suficientemente económica y lo más
probable es que un gran porcentaje de padres e hijos se tengan
que quedar en casa.

Esto es tan perjudicial para cada niño y joven que frena su
formación, como para el Estado que no protege ni garantiza la
educación y el futuro de sus habitantes. "Para el país, esto
es totalmente antieconómico, porque se invierte en profesores,
infraestructura y hasta en colación escolar", enfatiza la
Subsecretaria Regional de Educación. Pero no es una inversión
suficiente, y las políticas de desarrollo todavía no arrancan.
Mientras tanto, la educación se ha convertido en un anhelo
inalcanzable para el 80 por ciento de los ecuatorianos que
viven en niveles de pobreza.

La directora del Colegio Steiner, Lili de Arenas, opina que lo
realmente difícil para los padres de familia ha sido asumir el
costo de los libros, cuyos precios considera
sobredimensionados.

Al respecto, Verónica de Palacios, gerente administrativa de
la Librería Española observa ciertos comportamientos de la
oferta y la demanda que difieren de los del año pasado. Entre
los libros más comprados se encuentran tanto los libros más
caros -que aún son requeridos en los colegios de elite-, así
como los más baratos de su género en el mercado -pero que no
son precisamente buenos textos-. Asimismo, encuentra que la
elección de los profesores por determinados libros se la
realiza más por su presentación que por su contenido, y que
inexplicablemente, hay libros idóneos a precios convenientes
que no son tomados en cuenta.

También existen paradojas. En un colegio exigen la compra de
un libro en inglés que cuesta más de 300 mil sucres, y al
mismo tiempo, un texto de matemáticas mediocre de no más de 40
mil sucres bajo la excusa de que no pueden obligar a los
padres a gastar demasiado dinero, habiendo en el mercado
libros de mejor contenido un precio algo superior.

En cuanto a las diferencias de precios entre textos para la
misma materia, ésta radica básicamente en la calidad del
libro, su procedencia y la categoría de la editorial. "Existen
libros ecuatorianos muy buenos, adecuados a la reforma
curricular y realidad nacional, pero que no son preferidos en
el momento de la elección. Hay un evidente rechazo a lo
nuestro", afirma Verónica de Palacios de Librería Española.

Mas algunos ya han creado paliativos. En el Colegio NEC creó
un Banco de Libros, en donde se compran y venden los textos
que unos ya no necesitan y otros sí. Mientras tanto, en el
Colegio Guayaquil se formó un Banco de Uniformes, en el cual
las alumnas que egresan o aquellas que ya no necesitan el
uniforme lo donan para que el departamento de orientación
regale las prendas a las estudiantes que considere que
realmente no lo pueden adquirir.

En un colegio se practicó el trueque: arroz a cambio de
educación. La situación económica agobia a todos.

Los rubros escolares aumentaron un 40 por ciento. Muchos
planteles aceptan ahora las tarjetas de crédito. (Texto tomado
de La Revista Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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