Quito. 01 jun 2000. Según la Cepal, los escasos avances logrados
en los 90 para reducir la pobreza se vieron seriamente
comprometidos en el último bienio. La cifra de pobres en la región
es la más alta de su historia. Los salarios ni siquiera llegan a
los niveles de los años 80. América Latina y el Caribe viven una
etapa de transformación, pero signada por el cortoplacismo, el
trabajo en negro y la flexibilización laboral.

No tiene fronteras permanentes ni banderas, pero el país más
grande de América Latina y el Caribe es la pobreza: tiene 224
millones de ciudadanos y a pesar de que la Cepal dice que aumentó
un poco el gasto social en la presente década y que entre el 90 y
el 97 el número de pobres se redujo en 11 de 14 Estados de la
región, la cantidad de indigentes es la más alta de la historia.

Quizás debido a la gradual pérdida de paciencia de los excluidos
sociales, de lo cual es una muestra los recientes incidentes de
violencia en el noroeste argentino y en Brasil, el último informe
de la Cepal trata de mantener un difícil equilibrio entre los
magros resultados del modelo económico que se aplicó casi sin
diferencias en toda la región durante los últimos años y la
necesidad de sostener las renacidas democracias del continente.

Tras concluir la semana pasada en Santiago de Chile su Segunda
Conferencia Regional de Seguimiento de la Cumbre Mundial sobre
Desarrollo Social, la Cepal trató de documentar cuáles habían sido
los progresos y retrocesos de la presente década en materia de
pobreza, empleo, salud y educación en esta parte del mundo. El
balance ha sido, a grandes rasgos, desalentador.

En "La brecha de la equidad: una segunda evaluación", el Consejo
Económico para América Latina, que depende de las Naciones Unidas,
refleja la honda contradicción operada en la región, inmersa en
"un intenso proceso de transformación, caracterizado por avances
en el pluralismo democrático y en la gobernabilidad y por
profundas reformas económicas", pero al mismo tiempo con
"importante insuficiencias" en el terreno social.

En primer lugar, y con escasas excepciones, la tasa de crecimiento
del producto interno bruto ha sido bastante moderada, promediando
un 3,2% entre 1990 y 1999. Entre 1945 y 1980, según reconoce la
propia Cepal, los países de la región crecieron en promedio un
5,5% anual. Para "reducir razonablemente los rezagos tecnológicos
y sociales", el organismo estima que el crecimiento del PBI
debería ser de por lo menos el 6% anual.

"En segundo término -dice la Cepal- la mayor parte de las
economías de la región continúa desenvolviéndose en un contexto de
vulnerabilidad". Ello se debe a que, en buena parte de los casos,
"la estabilidad macroeconómica ha dependido excesivamente de
elevados déficit en cuenta corriente, financiados a veces con
capitales volátiles, lo que tiende a manifestarse en ciclos cortos
de expansión y ajuste, acordes al comportamiento de dichos
capitales".

En varias ocasiones, a esta situación se suma "la fragilidad de
los sistemas financieros y las diversas crisis internacionales que
han repercutido en las economías de la región, con altos costos
para las finanzas públicas". Pero, además, se están sufriendo las
consecuencias de la brusca caída de los coeficientes de ahorro y
de inversión que se vivió en la crisis de los años 80 y que sólo
parcialmente se remedió en los 90.

La intensidad del proceso de reestructuración económica en América
Latina y el Caribe definió nuevos sectores ganadores y perdedores.
Entre los primeros, según la Cepal, se encuentran las grandes
empresas, líderes en la modernización, mientras el resto lo
constituyen unidades tecnológicamente rezagadas en las que,
paradójicamente, se concentra el grueso del empleo.

"Esto no sólo sienta las bases materiales de mayores desigualdades
sociales, al acentuar las brechas internas de productividad e
ingresos, sino que también afecta la capacidad de crecimiento, al
limitar el enlace entre diversos sectores productivos y la
difusión del progreso técnico", con "un efecto arrastre en las
exportaciones".

Aunque la evolución de la pobreza en la región muestra marcadas
diferencias entre un país y otro, "en promedio, su incidencia
disminuyó del 41 al 36% del total de hogares entre 1990 y 1997",
pero esto fue insuficiente para contrarrestar el incremento que se
registró en los años 80, cuando el porcentaje de hogares pobres
pasó del 35 al 41. Lo que quiere decir la Cepal es que en los 90
se está pagando todavía, el retroceso operado en los 80.

De todos modos, esa disminución de la pobreza, aunque mínima,
llega hasta el 97. Entre el 98 y el 99 todo empeoró y no sólo se
frenaron los pocos avances que se habían registrado en esta
materia, sino que en algunos países los pobres fueron en aumento,
hasta alcanzar esa cifra global de 224 millones, la más alta en
toda la historia económica conocida de América Latina y el Caribe.

Quizás habría que plantearse si lo sucedido en estos últimos dos
años es una especie de sinceramiento, el resultado lógico de las
políticas económicas aplicadas en todo el área, o si todavía hay
que insistir con el mismo modelo para obtener mejores índices en
lo social.

La Cepal no profundiza esta vez en tales cuestiones, aunque señala
que la magnitud del crecimiento económico y la eliminación de la
hiperinflación representan "el primer factor determinante en la
reducción de la pobreza". Los países que muestran mayores avances
en ese sentido "son aquellos que lograron conciliar tasas de
crecimiento relativamente altas durante varios años, con una
reducción en la tasa de desempleo y un aumento del número de
personas ocupadas en las familias más pobres".

La observación de que "la reducción de la tasa de inflación
también permitió un incremento real de los ingresos laborales"
choca, sin embargo, con la realidad que viven algunos países, como
la Argentina, donde la inflación es cero y, a veces, de signo
negativo, el desempleo es altísimo y el número de pobres ha
aumentado ostensiblemente en esta última década. Y por lo mismo
que hay una sobreoferta en el mercado laboral, los salarios
también son bajos en relación con una canasta de consumo de
niveles dignos.

Por otra parte, la Cepal reconoce que incluso un escenario de
mayor crecimiento "no garantiza por sí solo una mejor distribución
del ingreso". Pero apunta que "el escaso progreso regional en
materia de reducción de la pobreza sigue asociado a la
insuficiencia del proceso de crecimiento, a sus limitados efectos
en el mercado del trabajo y al virtual estancamiento de la
productividad laboral promedio".

Empleo informal

Allí donde ha sido posible (quizás por un relajamiento en los
controles fiscales) el empleo ha crecido en el sector informal. La
Cepal estima que de cada 100 nuevos empleos creados en la región
entre 1990 y 1997, 69 correspondieron a ese sector. De hecho, el
47% de las personas ocupadas en las zonas urbanas de América
Latina trabaja "en negro". Este hecho, según el organismo
internacional "explica el actual estancamiento del promedio de los
niveles de productividad del trabajo, cifra que encubre
importantes diferencias entre países".

También esta situación explicaría el hecho de que "en varios
países los niveles salariales sean inferiores a los de 1980". Más
adelante, sin embargo, el documento de la Cepal atribuye parte de
la culpa de este achatamiento de los salarios a "la readecuación
competitiva de las empresas modernas", que privilegian "el
incremento de la productividad y la flexibilidad laboral, junto
con una sostenida y acentuada baja de la generación de empleo por
unidad de producto".

En 13 de 18 países de la región el salario mínimo real de 1998 fue
inferior al de 1980 y los trabajadores informales, en promedio,
perciben una remuneración equivalente a la mitad de la que cobran
los obreros y empleados de establecimientos modernos, que son, hay
que repetirlo, una minoría.

Sólo las actividades de profesionales y técnicos han resultado
privilegiadas en este nuevo esquema económico. La brecha entre los
salarios de ese sector y los ocupados en áreas de baja
productividad se elevó al 28% entre el 90 y el 97.

Tal como lo ha venido señalando en informes anteriores sobre las
economías latinoamericanas, la Cepal subraya la necesidad de
disponibilidad de crédito y asistencia técnica para la
modernización productiva, ya que ello mejoraría la competitividad
de las empresas, la calidad de los empleos y los niveles
salariales. Debe advertirse que, en todo caso, esto se contradice
con el reconocimiento, por parte de la misma Cepal, de que una
empresa moderna requiere menos trabajadores y trata de pagar
salarios inferiores a cambio de una productividad mayor.

"En los años 90 -recuerda el documento de la Cepal- varios
países han reformado su legislación laboral, sobre todo en lo que
se refiere a contratos de trabajo, despidos y negociación
colectiva". La trayectoria "no ha sido única" en todos los países
donde se aplicaron tales reformas. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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