Quito. 29 jun 2000. La Amazonía no es solo aquel lugar exuberante,
maravilloso, lleno de plantas y animales únicos en el mundo. Es
también el hogar donde habitan varias tribus, de milenaria cultura
y sabios conocimientos:
Sionas - secoyas
Apenas quedan algo más de 250 sionas en el Ecuador. Están
formados por pequeños grupos familiares, clanes que habitan en las
riberas de los ríos. Aman la libertad, por eso se aislan del
resto de tribus, excepto de los secoyas. Subsisten de la caza,
pesca y recolección.
Los secoyas provienen del mismo tronco cultural que los sionas.
Comparten casi idénticas costumbres, y aunque hablan dialectos
distintos, se entienden a la perfección. A veces, sionas y
secoyas viven juntos, a veces se separan.
Los casi 300 secoyas que existen en nuestro país, se adornan con
objetos coloridos y ampulosos.
COFANES
A la llegada de los españoles, los cofanes eran un poderoso
pueblo, que dominaba las riberas de los ríos Coca y Aguarico.
Después de años, disminuidos por las enfermedades que trajeron los
conquistadores, su población ha quedado reducida a menos de 400.
Son nómadas y subsisten del comercio. Su vestimenta es muy
conocida, y la adoptaron desde su contacto con los misioneros:
utilizan una especie de camisa sin mangas, cusma, que les llega
hasta la rodilla.
HUAORANI
Se presume que tal vez son uno de los pueblos más antiguos. No se
parecen en nada a los demás grupos. Consiguen el sustento
mediante la caza de animales y la recolección de frutos. No sen
buenos para la navegación y tiene pocca habilidad para la pesca.
Durante años, gracias a su gran valor y agresividad lograron
mantener un enorme territorio selvático.
Los naporunas
Los naporunas o quichuas son una de las culturas más grandes que
puebla el Napo. Su universo es otro y durante siglos han sabido
mantener su cultura, su estilo de vida, sus tradiciones:
El nacimiento
Nacer es una gran alegría, por lo tanto se arma un fiestón en el
que los abuelos deciden el nombre del nuevo ser. Lo escogen de
acuerdo con las habilidades que, piensan, tendrá la nueva
criatura; pero, si alguno de ellos soñó que será curandero, talvez
se llame como un árbol o una planta.
La boda
El matrimonio es definitivo, por lo tanto es muy importante.
Cuando un hombre o una mujer se casa, solo entonces es considerado
como adulto, así tenga 16 o menos años.
La fiesta se prepara con muchos días de anticipación, en los que
las mujeres recolectan los mejores frutos de la selva y los
hombres salen a cazar para llevar la carne más rica. El día
escogido, se sirve todo y se prepara un vinillo que se destila del
plátano, además se preparan enormes cantidades de chicha de yuca.
Las madrinas de la mujer se encargan de vestir a la novia y
adornarla con joyas. Los padrinos se responsabilizan del novio y
lo visten de manera vistosa.
La fiesta suele durar hasta tres o cuatro días. Depende de para
cuánto tiempo alcanza la comida.
Finalmente, los novios duermen en una misma hamaca y en medio de
ellos se coloca un muñequito, la representación del hijo que
tendrán.
La muerte
Cuando alguien muere es enterrado con todos sus objetos. Antes de
ser colocado en el ataúd, le lavan los pies para que el alma se
enfríe y lo visten con su mejor ropa.
Mientras llevan el ataúd de la casa al cementerio o lugar donde
decidan enterrarlo, recorren los sitios que más le gustaban al
difunto, con el objeto de recoger sus pasos.
A la procesión le siguen unas personas con hierbas para que el
alma no se quede en el camino y se vaya con el muerto.
Un día con los naporunas
En las orillas de los ríos San Miguel, Pastaza y Bobonaza, viven
los naporunas o quichuas de la Amazonía. Ellos son quizás el
segundo grupo más numeroso de los indígenas del Napo, actualmente
suman 40.000 habitantes. Viven en comunas que a la vez se dividen
en clanes y aillus.
Cada amanecer es realmente fascinante. Un día en la vida de los
quichuas, puede despertar a las 05h00 o 06h00. No tienen un
horario rígido ni pesado. Los adultos se levantan primero y
enseguida preparan guayusa, que es una especie de té. Lo beben
todos alrededor del fuego mientras cuentan sus sueños y tratan de
interpretarlos.
Para los quichuas, los sueños son muy importantes, porque creen
que su cuerpo está dividido en dos almas: el alma del día y el
alma de la noche. La una y la otra se complementan. La una sabe lo
que la otra no. Durante la noche, el alma dormida dice lo que el
alma del día debe hacer, es su guía.
¡A la escuela!
Las voces de los adultos despiertan a los pequeños de la casa, que
deben prepararse para ir a la escuela. En ciertos casos, esta
queda muy lejos y tienen que caminar, al menos, una hora para
llegar.
Cuando llueve y se forma lodo, niños y niñas se desnudan y llevan
su ropa envuelta; ya en la escuela, nuevamente, se visten. Así
permanecen secos y limpios durante toda la mañana. ¿No te parece
pleno?
¡Esta listo el almuerzo!
A la mitad del día, los hombres que han salido de cacería,
regresan con carne o pescado para comer. Las mujeres, en época de
cosecha, vuelven al hogar con los frutos de la tierra.
Si la recolección de alimentos ha sido buena, los quichuas comerán
lo que han conseguido; de lo contrario, se servirán chicha,
plátano y yuca. Su golosina favorita es la carne de mono, ¡una
verdadera delicia!
Durante la tarde y noche, los niños y niñas son totalmente libres:
su parque es la selva, y sus juguetes, los animales. Al ingresar a
cualquiera de sus casas, puedes encontrarte con una bandada de
pájaros que sale a recibirte o con un pequeño tigrillo
esperándote. Estas horas también las aprovechan para escuchar de
sus abuelos las leyendas y la historia de sus antepasados.
¡A sembrar la tierra!
El cultivo de la tierra está en manos de las mujeres, porque tanto
ellas como la tierra son fértiles. Mientras siembran, las mujeres
suelen cantar letras dedicadas al espíritu de las plantas, para
que crezcan y den frutos.
Los espíritus de la selva
Para los quichuas, la selva es vital, porque es su hogar: en ella
encuentran comida, medicina, agua. Está poblada de almas y
espíritus. Es el albergue de los animales, los ríos, las plantas.
Respeto a los años
Los quichuas y, en general, todos los pueblos indígenas, tienen un
gran respeto a los ancianos, por la sabiduría que han acumulado
durante años. En caso de presentarse un gran problema, los viejos
asesoran a los jóvenes.
Respeto a los niños
Los niños y niñas son bien tratados, son responsables y siempre
cuentan con auxilio. Participan en todo, y desde muy pequeños
sienten la necesidad de cazar, sembrar, cultivar, de ser grandes.
Buscan ser independientes y les parece terrible la inutilidad.
Brujos
Los yáchags
Las comunidades quichuas giran alrededor de un yáchag, más
conocido como shamán. El conoce la historia del pueblo y la
sabiduría. Es además médico y sacerdote.
Los requisitos para ser yachag o brujo son muchos y difíciles,
requiere tener varias cualidades y pasar ciertas pruebas.
La educación empieza desde pequeño. Lo principal es la disciplina,
aprender con rapidez, ser valiente.
Afrontar pruebas en lo profundo de la selva, soportar días de
ayuno, conocer la utilización de las drogas, y sobre todo saber
curar con hierbas.
Antes de consagrarse un joven como yachag, la gente de la
comunidad y el maestro lo evalúan. Es tan difícil este papel, que
los jueces son muy estrictos y duros en su determinación. (Texto
tomado de La Revista Cometa)