AGUAS CONTAMINADAS RIEGAN SEMBRþOS VECINOS A QUITO
Por Consuelo Albornoz Tinajero

Quito. 14.09.92. Por lo menos 800 hectáreas de tierras
agrícolas aledañas a Quito son regadas por aguas de tres ríos
que reciben todas las descargas de esta capital y de las
poblaciones asentadas en los valles colindantes. Los ríos
Machángara y Monjas recorren Quito y llegan a los valles
agrícolas vecinos, y el San Pedro cruza por otras tierras de
sembrío.

Estas tierras producen al menos el 10 por ciento de las
hortalizas y legumbres que consumen los quiteños, además de
que son fuente de abastecimiento de sus productores y de las
poblaciones vecinas.

Y precisamente son los cultivos que producen estos campos: los
a ras de tierra -como lechugas, coles, tomates- y los
tubérculos -como zanahorias, rábanos, remolacha y papas- los
que pueden ser más afectados por el riego con aguas
contaminadas.

El área metropolitana de Quito supera las 290 mil hectáreas,
que incluyen la ciudad de Quito y sus 24 parroquias rurales.
De esta área, el 8,24 por ciento, es decir casi 24 mil
hectáreas, son tierras de cultivo y el 14,4 por ciento, casi
42 mil hectáreas, son pastizales.

El 70 por ciento de esa contaminación es de carácter biológico
y de origen doméstico, con una gran carga orgánica y la
presencia de virus y bacterias, responsables de enfermedades
gastroentéricas, como la tifoidea o el cólera, y de la piel
como dermatitis de todo tipo

Y el 30 por ciento es química, de origen industrial y de
actividades comerciales y de servicios. Tiene una menor
biodegradabilidad y mayor toxicidad, por la presencia de
metales pesados, hidrocarburos, y otras sustancias en
disolución.

UNA EXTENSA GAMA

"Extraordinariamente variados", aunque aún desconocidos, son
los problemas de salud que puede provocar el consumo de
alimentos regados con agua con contaminación química o
biológica precisó a HOY Jorge Oviedo, médico e investigador
sobre temas ambientales de la no gubernamental Fundación
Natura.

Los problemas dependerán de los elementos que estén disueltos
en el agua y que lleguen hasta el consumidor y de las
cantidades que él consuma de esos productos, comentó este
especialista, quien aseguró que "la contaminación biológica
tiene la ventaja de que de alguna manera puede ser eliminada
durante el proceso de cocción, lo que no sucede con la
química. No hay modo de preparar los alimentos que elimine los
contaminantes químicos. La cocción en algunos casos más bien
los concentra".

Oviedo consideró de "particular riesgo" los metales pesados
como el plomo, cromo, cadmio, mercurio, que pueden generar
desde alteraciones gastroentéricas leves hasta problemas
severos por acumulación de metales que pueden incluso
convertirse en cánceres, pasando por toda una gama de
toxicidades que afectan a los riñones, hígado y sistema
nervioso.

"Supimos que en Cumbayá los cultivos muy jóvenes irrigados con
agua del Machángara morían con frecuencia y que muchos
agricultores optaron por usar agua potable" dijo Jorge Jurado,
consultor ambiental.

Productores de esa zona "hablan de que sus cultivos han
desmejorado en tamaño, sabor, color y que la productividad ha
bajado" precisó Oviedo.

Este médico destacó que en una reciente investigación
analizaron muestras de tomate riñón, lechuga y col de campos
irrigados por los ríos Monjas, Machángara y San Pedro y
encontraron que una sola lechuga tenía 180 microgramos de
plomo y una salsa de tomate 230, cuando la OMS considera entre
50 y 200 microgramos diarios de plomo lo máximo para una
dieta normal.

Resultados similares hallaron con respecto a la presencia de
cadmio y cromo, "pero no podemos cruzarnos de brazos, bajo el
pretexto de que no hay un límite fijado, pues la OMS apenas
este año va a establecer el límite de cromo permisible por día
y semana" agregó Oviedo.

"El dictamen que se puede hacer es que estas aguas no son
útiles para nada, ni siquiera para producir energía" anotó
este especialista.

UN INFORME MUNICIPAL

Esta realidad crítica es avalizada por un estudio del
Municipio de Quito, realizado por la Agencia Alemana de
Cooperación Técnica, GTZ, que detalla los usos de las aguas de
los ríos Machángara y Monjas, los contaminantes que vierten
las industrias a estos cursos de agua, como también las
posibles soluciones para descontaminarlos y el plazo
necesario.

"De acuerdo con los estudios, las industrias son las
contaminantes más grandes. Si logramos que ellas limpien el
agua antes de botarla al río, dentro de poco tiempo tendremos
un altísimo porcentaje del río descontaminado" declaró el
alcalde de Quito, Jamil Mahuad.

Además, "no se puede hacer un tratamiento a la parte
biológica si no se extrae antes la contaminación química, y
para ello lo primero es hacer cumplir la ordenanza municipal
que regula las descargas que las industrias pueden hacer al
agua y al aire" señaló el concejal Roque Sevilla, un conocido
ambientalista.

Según Mahuad es un proceso que se calcula tardará 14 años,
pero opiniones más optimistas dicen que podrían rebajarse a
seis u ocho años, siempre que se cumpla la ordenanza. "La
diferencia está en que o empezamos ahora y estamos ya en pos
de una solución, o seguimos contaminando", añadió Mahuad.

El Municipio de Quito es el primer cabildo del país que cuenta
con una legislación que regula las descargas al medio
ambiente. Estas normas establecen que en un plazo de seis
meses -que se cumplió a fines de julio y fue ampliado por dos
meses más- las industrias deberán presentar un esquema de cómo
corregir el problema de contaminación que producen y, fuera de
eso, tendrán un año de plazo para poner en práctica ese
programa.

"De tal manera que si las cosas se hacen como están previstas,
de aquí a ocho meses se controlará la contaminación" apuntó
Sevilla, quien anotó que el problema en la reducción de la
contaminación es el costo.

Un problema adicional es que el alcantarillado de Quito, como
en todo el país, con excepción de dos o tres ciudades, no está
dividido en canales para aguas lluvias y para aguas servidas.

"Para esta primera etapa el costo directo para el Municipio
será relativamente bajo, pues será el de vigilancia. Creo que
el 70 por ciento de las industrias va a poder cumplir con
estos requisitos. Si hay industrias que no los adopten, por
desgano o desinterés, serán sancionadas con su clausura y
deberán instalarse fuera del cantón. La norma es muy estricta.

Mi tema es el ambiental, yo estaré como perro policial
vigilando que eso se cumpla" aseguró Sevilla.-

DESCARGA DE METALES A LAS AGUAS

En Quito están asentadas industrias de todo orden, informó el
consultor ambiental Jorge Jurado. Prácticamente el 80 por
ciento de la industria textil está en Quito. Ella descarga
aguas con colorantes, de difícil degradación. También
contribuye con sustancias orgánicas e incluso metales pesados.

La industria metalúrgica descarga metales pesados como
vanadio, cromo, zinc, entre otros. La industria alimenticia
contribuye especialmente con carga orgánica. La industria de
minerales entrega sedimentos no orgánicos como calizas que
generan turbiedad y la industria química sustancias de toda
clase.

"Si hay empresas que utilizan en sus procesos metales pesados
y estos son desechados a la alcantarilla y de ahí llegan a los
ríos Machángara y Monjas, evidentemente en algún momento esas
aguas van a tener esos metales" dijo.

Sin embargo, el director del Instituto Nacional de
Normalización, INEN, Felipe Urresta afirmó no haber hallado
contaminación por metales pesados en las primeras muestras
analizadas de las aguas de esos ríos y en los suelos y
productos regados por esas aguas.

Urresta informó que el INEN está auspiciando como tesis de
grado una investigación sobre la presencia de metales pesados
como plomo, cadmio y mercurio en alimentos cultivados en zonas
que son regadas por las aguas de esos ríos.

"Hicimos otros análisis y hasta el momento no tenemos valores
de alarma o susto. Encontramos en algunos productos metales
pesados, plomo en particular, pero ya hemos explicado que se
puede regar con agua estéril y el fruto puede tener plomo
porque el plomo está en el suelo, en la tierra, no
necesariamente en el agua" declaró Urresta.

Urresta también afirmó que la probabilidad que una persona
comprara un producto contaminado de esa zona era muy baja:
menos del uno por ciento. - (1C)



EXPLORED
en Autor: Consuelo Albornoz - [email protected] Ciudad N/D

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