UN HITO DE CARNE Y HUESO:
"EL ZORRO" DE LA FRONTERA. Por Thalía Flores y Flores

Quito. 21.09.92. El solitario guardián de la frontera sur iza
todos los días la bandera y canta el himno nacional, mientras ve
que un pelotón peruano hace lo mismo al otro lado.

En su pequeña lancha, pomposamente denominada "guarda costa",
Milton Suárez, "el lobo" del mar, vigila la parte costera de la
frontera, el extremo sur del Archipiélago de Jambelí.

Nació en la isla San Gregorio en el extremo sur del Archipiélago
de Jambelí; fueron sus testigos el agua, las gaviotas, los
manglares y la pobreza que acompañó la vida de sus padres. El
destino predestinó a Eduardo Celedonio Granda a ser, más tarde,
el guardián de la soberanía nacional en ese pedazo de suelo
ecuatoriano del que se siente amo y señor.

Como un Robinson Crusoe contemporáneo, Eduardo Celedonio Granda,
apodado "El Zorro", se convirtió desde hace 52 años en el vigía
de la territorialidad en la isla de Punta Payana, donde cada
mañana iza la bandera nacional en una ceremonia cargada de
sentimiento y recuerdos de la presencia peruana durante la guerra
de 1941.

Curtido por el sol y las huellas de sus 70 años, Eduardo cuenta
que resistió la guerra del 41 y que pese a las vicisitudes que
soportó en su niñez y juventud se quedó allí, "donde nací y
quiero morir". A lo largo de su vida ha estado en Guayaquil una
sola vez; su entorno natural son numerosas islas testigos de su
vida, pues cuando dejó La San Gregorio, diminuta isla del poblado
de Costa Rica, donde nació, pasó a la isla Punta Payana en la que
reside. Allí, desde su desvencijada casa, junto a la cual hay un
hito fronterizo, se divisa la bandera peruana que un pelotón de
gendarmes enarbola cada mañana mientras el viejo "Zorro" entona
solitario el himno nacional reinvindicando para el Ecuador ese
pedazo de territorio insular. Es él un hito viviente en esta
parte del país.

Como buen "Zorro", Eduardo extiende sus manos y encuentra el
alimento pues vive del mar, de las conchas y camarones que
captura con impresionante destreza en Matapalo, su isla favorita.

Cuando sale a Puerto Bolívar o Huaquillas es aguardado con
expectativa porque tiene lo mejor, lo más grande y sabroso de los
frutos del mar. Pero a Eduardo no le importa la moneda, las
conchas o los camarones intercambia con arroz, maíz o cualquier
otro producto que le hace falta para su modesta vida que incluye
un forzado régimen alimenticio.

SU AMIGO "EL LOBO"

La experiencia de recorrer la frontera ecuatoriano-peruana donde
confluyen las aguas territoriales produce una sensación extraña:
unas cuantas brazadas en el mar y estás en otro país. Para los
periodistas cuencanos estar allí fue una gran aventura cuajada de
intensas emociones porque a más de Eduardo conocimos a otro
increíble hombre, el lanchero Milton Suárez, un viejo "Lobo" que
se incorporó a la Armada hace 17 años y que resguarda al Ecuador
desde el mar.

"Soy el patrón de la embarcación y hago patrullaje todo el día y
cuando hay necesidad también la noche", dice este diestro
argonauta que se escurre en su embarcación por entre los canales
del Archipiélago de Jambelí hasta encontrar la travesía perfecta.

Lanchero de la Armada, Milton Suárez hace su trabajo en una
embarcación pequeña que él pomposamente llama "guarda costas".

Tiene 53 años pero su rostro denota más, son las huellas del
intenso trabajo, el viento y el mar. Milton es feliz, "aquí todo
es paz, nunca me entero de lo que pasa allá", dice refiriéndose
al continente. No estuvo en los sucesos de 1941 pero conoce todo
lo que pasó y ama más que nunca su país. Sabe que los peruanos
llegaron hasta Pitahaya donde -al contrario- hoy hay un retén
naval en el que, ocasionalmente, "caen" pescadores peruanos que
se introducen a aguas nacionales.

LA POBREZA DEL SUR

El viaje en el archipiélago termina con un desembarco en
Hualtaco, humilde puerto que parece una página viviente de "Cien
años de Soledad". La música que se diluye con el viento y la
brisa nos vuelve a la realidad luego de una travesía de ensueño.

Calles polvorientas y tiendas en las que se expenden productos
caducados son la antesala para ingresar desde Hualtaco a
Huaquillas donde el dólar fluye en medio de la pobreza aunque son
pocos los "tenedores" de la divisa ansiosos de comercializar con
los vecinos del sur beneficiarios de la producción nacional.

La población flotante de este cantón supera en miles a los
habitantes reales de esta comunidad, que ha visto pasar los años
y las promesas de los gobiernos sin que nada ni nadie cambie su
dura verdad.

El jefe del batallón infantería "Constitución", Carlos Vasco,
convertido en guía de los periodistas, explica lo irracional que
ocurre en ese sector patrio: un galón de gasolina cuesta en Perú
3.000 soles y en Ecuador 600 sucres, (antes de las medidas
económicas) "por eso todo se llevan al otro lado". El informante
no se explica cómo Petrocomercial entrega un elevado cupo de
combustible cuando en Huaquillas hay poco consumo del carburante.

Pero en esta población fronteriza hay contrabando de todo tipo,
comestibles, electrodomésticos, etc. La policía militar aduanera,
curiosamente, tiene su puesto de control algunos kilómetros al
norte del sitio donde se desembarcan las mercancías, entonces su
trabajo es inútil. Además "ellos -los policías- saben que el
contrabando a gran escala no se hace por el puente internacional
sino por otro construido en forma rudimentaria pero muy sólido,
cerca al cual -de ambos lados de la frontera- se han instalado
bodegas, pero no se ejerce ningún control", dice un nativo de
Huaquillas. En estas condiciones los pobladores, obligadamente,
deben convertirse en comerciantes, única forma de sustento en
tanto nadie se ocupa de solventar sus necesidades como comunidad.
Sin agua potable, canalización ni alcantarillas, las epidemias
son constantes pero nunca se les ha prestado atención.

Un poco más al norte está Chacras, recinto mucho más antiguo que
Huaquillas pero que, debido a su ubicación (distante de la
carretera) pronto fue olvidado. Aquí la población clama porque
los inviernos no sean fuertes ya que el pueblo pasa a ser un
remedo inmundo de la Venecia italiana y en el verano escasea
todo, hasta el agua.

Los habitantes cuentan que jamás les ha visitado un candidato
pues su población (o sea los votos) no justifica que los
"señores vengan acá". Una incipiente tarea educativa, la
ocasional atención médica y la dotación de agua en los
caniculares veranos corre a cargo del ejército porque los civiles
no se ocupan de ellos.

Así, entre la emoción de descubrir a los defensores de patria y
reconocer que hay lugares olvidados de Dios, como Huaquillas,
culmina el periplo de los periodistas. Eduardo Celedonio y
Milton, habitantes permanentes del mar, seguirán allí
resguardándonos desde una precaria lancha y una humilde covacha.

Ellos bien pueden parodiar esa canción: "No importa dónde se nace
ni dónde se muere, sino donde se lucha".
EXPLORED
en Autor: Thalía Flores - [email protected] Ciudad N/D

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