Quito. 10.10.93. Se llama "El esplendor de la verdad" y es la
encíclica que acaba de presentar el Vaticano. Aparentemente, este
pronunciamiento del Papa buscaría poner punto final a las
interpretaciones que, a lo interno de la Iglesia, ha tenido su
doctrina en los últimos tiempos. Sin embargo, para los críticos
de la encíclica, en este afán se ha negado la existencia de la
diversidad y la pluralidad a lo interno del catolicismo, para
volver a imponer categorías y verdades absolutas.

Algunos son los temas controvertidos dentro de la encíclica: ¿qué
significa, por ejemplo, el respeto a la ley natural? ¿Acaso se
trata de una negación de prácticas consideradas antinatulares,
como sería el caso del aborto? Está también el lenguaje... "los
borrachos, los afeminados.... no entrarán al reino de los
cielos".

Una cita clásica que puede ser interpretada también como una
vuelta a concepciones conservadoras, un dar la espalda al hombre
moderno y sus complejidades. Hemos consultado a propósito de este
tema, en primer término, al nuncio apostólico en Quito, al
arzobispo de Cuenca, Alberto Luna, y a un sacerdote llano:
Christian Tauchner, del "Verbo Divino".

NUNCIO CANALINI: CONTRA DE LA AUTOSUFICIENCIA DE LOS HOMBRES

En busca de los efectos que tendrá en la vida de los fieles la
encíclica papal "El esplendor de la verdad" sobre la moral
cristiana y procurando no reiterar en la discusión teológica y
teórica sobre la misma, HOY conversó con el nuncio apostólico en
Quito, Monseñor Francesco Canalini para quien "la encíclica está
dirigida a los obispos, pero ha sido publicada por la Conferencia
Episcopal y está a disposición de todos".

"Es el magisterio ordinario del Papa -explica-. Hay distintos
tipos de documentos: la carta, que es lo más sencillo. Luego hay
la exhortación y la encíclica, que es un documento sobre el cual
se ha reflexionado mucho -en este caso cinco o seis años-, se ha
hecho una consulta, una evaluación." Canalini sale al paso de
"palabrerías que se dan en los pasillos" del Vaticano sobre la
presunta inclusión de la infalibilidad papal en las primeras
versiones.

Para Monseñor Francesco Canalini, el punto central de toda la
Encíclica es "el relativismo moral que se ha introducido en la
vida a todo nivel, sea individual, social o público. Cada uno
elige lo que quiere hacer, sin relacionar la fe y la verdad".

"En el Imperio Romano era mucho más difícil, con la divinización
de los vicios que había allí", responde al temor de que resultará
muy duro cumplir lo que disponen los mandamientos y el catecismo
nuevo, que es según el nuncio lo que hay que hacer para entrar a
la vida eterna. "Siempre ha sido difícil. No son cosas del siglo
pasado, son cosas de hace veinte siglos. Solo que hoy hay esa
autosuficiencia, como que nosotros hubiéramos descubierto todo lo
que antes no existía. Cada cual se siente autorizado a elegir y a
crear sus valores".

¿Entonces en adelante quién nos guiará? "Su conciencia",
responde. "Pero su iluminación viene de una ley superior, que es
Dios, y no de la luz de nuestra razón." Agrega Canalini que
mientras en la época del comunismo los hombres quisieron ponerse
"en contra de Dios, hoy, de una forma solapada, se olvidan de
Dios". Compara la situación actual con la del pueblo judío, que
sintiéndose fuerte combatió por su cuenta al enemigo y cayó en la
esclavitud, donde tuvo que volver a pedir la ayuda de Dios.

"Es una historia -agrega el nuncio- que se repite a lo largo de
los siglos".

Francesco Canalini no espera una reacción de la Teología de la
Liberación... "Ante todo, ya se ve que ha pasado un poco el
momento de este movimiento. Hay elementos buenos que han sido
integrados y hay otros que no pueden ser compartidos. Eso es
normal. En la dinámica propia de la Iglesia más bien se da una
mayor unión. Después de varios concilios, en los que se buscó
cosas nuevas, se notó el deseo de encontrar algo más profundo".

Niega que la encíclica vaya a deshacer lo hecho en el último
concilio. "Es dar una actuación al concilio en su sentido propio.
Para algunos grupos el concilio era a donde habíamos llegado,
casi como una conquista, de donde querían salir para buscar otros
caminos. Se equivocaron. Invirtieron todo en un camino
equivocado".

SIN CONEXION CON LA TIERRA

"Gocé de su lectura" dice Christian Tauchner, miembro de la orden
católica del "Verbo Divino". Pero para él, más allá de la belleza
de un texto, están sus connotaciones "terrenales"... Allí donde
la encíclica papal última, al referirse a los tiempos modernos,
"pierde contacto con la realidad", afirma Tauchner en su diálogo
con HOY.

- Resulta paradójico que la Iglesia Católica busque abrirse a las
otras religiones monoteístas como la judía o la islámica y niegue
a su vez la diversidad a su interior, a través de la última
encíclica.

Lo que se ha planteado la Iglesia es no solo una apertura a otras
iglesias, sino un ponerse al día con el mundo y acompañarlo. Ese
entusiasmo que causó la apertura se viene abajo con los esfuerzos
actuales de partes de la jerarquía dirigidos a recuperar el poder
y el orden, diseñar una sola Iglesia, un solo bloque sin los
conflictos que plantea el pluralismo que surgió con el concilio
Vaticano II. Ese pluralismo existe. El propio Papa habla desde su
trasfondo cultural polaco y habla con conceptos como "sana
doctrina", "ley natural", "ética sexual" que son expresiones
culturalmente definidas y ahora se las presenta como formas
universales.

- Y ese pensar en formas universales, ¿deja espacio para el
desacuerdo?

La pregunta que nos podemos hacer frente a una encíclica como la
última es: ¿nos queda algo para pensar? Según la encíclica, ya no
hace falta. Se ubica en el lado oscuro de la luna, sin conexión
alguna con la tierra. Para el 99% de ecuatorianos sus vidas no
tienen nada que ver con lo que allí se plantea. Sí. Todo lo que
allí se dice, por ser general, puede ser cierto. Es cierto que
existe el pecado mortal. ¿Pero cuál es el pecado mortal? ¿La
producción de armas? Hay por tanto, con esta encíclica, un
retroceso enorme, cuando se había logrado una teología que
hablara el lenguaje de las gentes, que hablara sobre su
cotidianidad. Se vuelve, al contrario, a las categorías propias
de un tratado aristotélico.

¿Qué influencia tendrá este giro sobre los movimientos
contestatarios a lo interno de la Iglesia?

Hay que tener en cuenta que la encíclica es una "carta a los
obispos". Su influencia sobre la práctica cotidiana depende de
quién la maneje y cómo la aplique un obispo a nivel local.
Existen muchos aspectos de la encíclica que permiten ser
interpretados positivamente. Por ejemplo, si se habla de la
prohibición de usar el nombre "católico", esta instrucción
permite rechazar a aquellos que aplican el neoliberalismo en
nombre de la doctrina social de la Iglesia.

- ¿Es la encíclica un punto final a un debate dentro de la
Iglesia?

Le repito, depende de quién la aplique en su jurisdicción. Por lo
demás, me parece que hay momentos en la encíclica dedicados,
entre líneas y no de manera explícita, a combatir las tesis de
dos teólogos sumamente influyentes en Europa y toda la Iglesia
después del Concilio: Bernardo Haering, quien declarara en algún
momento que prefiere ser interrogado por la Gestapo y no por la
Doctrina de la Fe (especie de jurado vaticano dirigido por el
polémico cardenal Ratzinger y que cuida de la pureza de la
doctrina); y Alfonso Auer, que ha elaborado una "ética autónoma":
esto es, una ética que no se deduce desde principios
preestablecidos sino que se construye a partir de la libertad
individual para responsabilizarse de sus actos.

- ¿Es posible borrar con una encíclica la diversidad?

Basta mirar a una persona para reconocer que la diversidad
existe. Entretanto la encíclica nos vuelve sobre las categorías
generales y homogenizadoras: el "hombre". Sin embargo, el texto
tiene muchos momentos muy hermosos: las citas del Vaticano II,
las reflexiones en torno a la Biblia. Pero en el momento que se
busca aplicarlas al presente, allí comienzan los conflictos.

- ¿Una ruptura con el hombre moderno?

Sí, y ahí está el drama. Se consiguió a través de un largo
proceso que la teología mirara al hombre concreto, y ahora se
hace tabla rasa de esta conquista. Se echan a perder todos los
esfuerzos tendientes a aproximarse a las gentes, por el puro afán
del control centralista sobre la Iglesia.

Por otra parte, la Iglesia en el mundo moderno está ausente de la
conformación de la opinión pública. Quienes antes mantuvieron una
enorme influencia, hoy se han retirado del escenario y la
encíclica viene a confirmar esta tendencia: abandonar la arena,
renunciar a un peso específico en la vida concreta, cotidiana, de
la gente.

- La encíclica vuelve a reivindicar el martirio cristiano...

Es una reflexión muy hermosa. Pero los mártires no están en Roma,
están en América Latina, en las comunidades de base, allí donde
la encíclica no es capaz de identificar el martirio. Cuando su
visita a El Salvador, el Papa no dijo una palabra sobre el
martirio de Monseñor Romero.

- ¿Qué se quiere expresar cuando se habla de cumplir la ley
natural o atender a la sana doctrina? ¿Obedecer a la ley natural
puede significar un rechazo de la Iglesia a ciertas
manifestaciones interpretadas como antinaturales, tales como el
homosexualismo o el aborto?

Lamentablemente son pronunciamientos generales, sin un contexto
cultural dentro del cual interpretarlos y sin hacer distinciones.
Si recordamos el caso de Jesús, su relación con las mujeres fue
revolucionaria dentro de su contexto cultural. Por lo demás, este
tipo de documentos están escritos dentro de un lenguaje
cifrado... Pienso que los egiptólogos van a disfrutar descifrando
estos jeroglíficos...


LUIS ALBERTO LUNA: "BUSCAMOS UNAS LINEAS CLARAS Y DEFINITIVAS".

Para el arzobispo de Cuenca, Luis Alberto Luna Tobar, la primera
de las tres partes de la Encíclica "va a hacer un inmenso bien.
Vamos a transmitir una gran liberación humana de conciencia. No
es un estilo que va a impactar por lo negativo, por lo
restrictivo".

Sin embargo, refiriéndose a las parte segunda y tercera admitió
que "buscamos unas línea muy claras y definitivas, que tuvieran
íntima relación, primero con la situación ética del mundo y en
segundo lugar con el modo presente de actuar y nos hemos
encontrado con que exige releerla, meditar sobre lo dicho". "No
voy a decir que esté descepcionado. Dios me libre".

Pero para Monseñor Luna las dos últimas partes "exigen mucha
preparación en la clásica visión teológica del pecado, del
hombre, de la sociedad, la que tuvimos y se pretende reanimar".

El obispo dijo que le va "a exigir estudiar muchísimo, tanto la
redacción pontificia, como cotejando con lo que hemos aprendido y
con lo que la vida nos ha enseñado y con el medio en el que
vivimos".

"Precisamente esto, el medio en que vivimos, era lo que nos hacía
pensar que el Papa nos iba a dar un estudio profundo del mal
sutil que hay ahora en el mundo. La preocupación viene porque
uno, al leer la encíclica, nota que tenemos necesariamente que
optar por otras posiciones de las que tenemos y abrirnos a
entender una serie de posiciones, algunas que nos han parecido ya
sobrepasadas u otras que no las queremos aceptar, ni queremos que
vengan".

Sin embargo, el pastor no cree que tenga que cambiar su forma
humana de confesar a los fieles. Porque mi humanidad, sobre la
que he pensado mucho y aceptado en mi manera de ser, nunca ha ido
contra ningún principio de la naturaleza ni de los derechos
humanos".

Admite que la sexualidad es una preocupación fuerte del Santo
Padre, pero no la considera una obsesión, como lo han hecho
algunos de sus críticos. Sin embargo, en este sentido ha
encontrado "muy dura" a la encíclica. "Va a dar motivo a que se
cobren actitudes que pueden producir resistencias muy grandes. En
cambio, la encontré demasiado blanda en relación con problemas
morales de la gente que acepta cargos públicos sin la suficiente
preparación. Allí le hubiera querido ver fuerte al Santo Padre.

Siempre he pensado que es uno de los grandes defectos nuestros,
el haber reducido el decálogo al sexto mandamiento. Hay una
dureza en ciertos puntos que hubiera sido mejor que la haya en
todos". (5A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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