UNA AVENTURA POR CONQUISTAR. Alejandro Moreano

Quito. 12.10.92. A la llegada de los españoles, los indios
vivían una rica y múltiple diversidad de pueblos y culturas y,
a la vez, un proceso de configuración de una gran nación -la
comunidad, los señoríos étnicos, las alianzas de los mismos,
el incario-, a la manera de la guerra de las tribus griegas
contra Troya o del Exodo, la marcha de las doce tribus de
Israel a la tierra prometida.

Esta unificación tenía sus universales: la religión solar, el
sistema decimal, el quechua, los sistemas de irrigación y
terraplenes, los cultivos de maíz y las grandes obras de
infraestructura. La religión solar sobre todo: Thomas Mann
describe la función unificadora de Jehová, el único dios entre
los otros- ríos, montañas, animales- que tenía las ventajas de
ser una imagen abstracta, desligada de toda materealidad, y
por lo tanto universal y transportable, para unificar en la
aventura del éxodo a las doce tribus judías con dialectos,
dioses, prácticas distintas. Jehová, el que todo lo ve. El
sol, el que todo lo alumbra.

En el curso de esa diversidad, los pueblos indios
desarrollaron un saber rico en ámbitos tales como la
astronomía, las propiedades de las plantas y animales,
técnicas agrícolas, la dinámica del cuerpo humano y muchos
otros. A la vez, la relación con la naturaleza fundamentó
un poderoso pensamiento mítico que se expresó en una compleja
y variada ritualidad.

Una hecatombe

La colonización española desarticuló ese gigantesco proceso.
En primer lugar, la pérdida de la soberanía histórica, la
disgregación de los procesos nacionales y su destrucción como
pueblos. A la vez, la esclavitud y la servidumbre; miles de
millones de muertos, pestes, enfermedades, hambre y
desnutrición generalizadas: los efectos políticos y sociales
son conocidos. En la perspectiva de la cultura, el problema
fue aun más grave.

No fueron extirpados los dioses domésticos, ni las prácticas
de la vida inmediata ni el habla quichua. Fue demolida la
función sintetizadora y universalizadora y sustituida por la
matriz de sentido proveniente de la religión católica. Fueron
bloqueados los signos y símbolos generales; fue desarticulado
el centro de su dinamismo y desarrollo. La función de
centralización siempre está arriba: el cielo, las montañas...
En la cúspide de las viejas pirámides fueron edificadas las
iglesias; en el Cuzco, sobre un primer piso incásico fue
edificado un segundo piso español.

Casi nadie cuestiona ahora la tesis de que la conquista y la
colonización españolas significaron una verdadera hecatombe
para los pueblos indios.

Equívocos

Sin embargo, dicen algunos, la problemática de la conquista y
la colonización hispanas, no puede circunscribirse a sus
terribles efectos sobre los pueblos indios. Después de todo
la herencia española es parte de nuestra historia y de nuestra
sangre y somos producto de la conquista y la colonización.

En esa afirmación me parece que hay dos equívocos.

En primer lugar, se confunde el hecho colonial con la cultura
española y nuestra formación mestiza. Nadie niega ni rechaza
la gran cultura hispana, ella misma mestiza. Después de todo,
el Pablo Neruda y el César Vallejo que cada cual lleva
consigo, cantan a España, y en nuestros sueños épicos nos
vemos, como el Che Guevara, bajo la figura de Don Quijote
desfaciendo entuertos por los caminos de Montiel.

Pero la colonización fue otra cosa.

Y aquí nos topamos con el segundo equívoco. La colonización
no afectó de manera devastadora solo a los pueblos indios.
Toda la sociedad que surgió de la llegada de los españoles
estuvo marcada por una impronta indeleble: la pérdida de la
autonomía histórica, la confiscación de la energía creadora de
la sociedad.

Agustín Cueva señaló la ruptura que el hecho colonial impuso
en la relación viva y orgánica entre el habla y la lengua.
Dicho proceso no fue privativo del lenguaje sino del conjunto
de la cultura, de la política y de la historia.

El poder nunca surgió de la sociedad; el Estado de la nación;
lo político de lo social; la cultura escrita de la creación
cultural de la sociedad. El hecho colonial marco una ruptura,
una brecha insalvable entre el"habla social" y la "lengua del
poder"

De hecho, de la independencia no surgió una nación o un
pueblo. Apenas un país. Es decir, un aparato estatal sobre
un territorio. La exclusión de los indios y en consecuencia
de una voluntad nacional popular- de la formación del Estado
marcó el estigma: un país sin nación y sin pueblo. Un
esqueleto sin carne ni espíritu.

Unas palabritas antes de hablar....

La problemática de la pérdida de nuestra soberanía histórica
es demasiado profunda para siquiera describirla en pocas
líneas. Quisiera referirme mas bien a cierta dimensión
cultural y al lenguaje -ese hermoso instrumento que según
Neruda fue el único gran don de España a América.

La ruptura que el hecho colonial produjo entre el habla y la
lengua -ruptura que es un hecho de represión policíaca y de
segregación racial y aun geográfica- se expresó en la
imposibilidad de la construcción social de la escritura.

En la época moderna, la escritura surgió como creación social,
a partir del contrato escrito avalado por el poder producto de
la generalización de los intercambios comerciales y de su
contrapartida, la escritura epistolar, desesperada tentativa
por preservar las relaciones personales disueltas por el
comercio.

La escritura contractual y la escritura epistolar -dos caras
de la misma moneda- en tanto largas construcciones sociales ,
forjaron un mecanismo de traducción automática entre el habla
y la escritura.

En nuestros países, y como expresión del hecho colonial, la
escritura surgió como emanación y monopolio del poder. La
jerga jurídica y los "escribidores de cartas" de las ciudades
de Colombia son la expresión caricatural de esa violenta
discriminación cultural que impidió la formación de ese
mecanismos de traducción automática.

El poder colonial y neocolonial expropió a la sociedad no sólo
la escritura sino el discurso., En su arenga como Embajador
-en la película del mismo nombre- Cantinflas comienza
diciendo: unas palabritas antes de hablar... Es decir, por
favor, un pequeño espacio de autonomía.,.. Luego, el discurso
oficial...

Una aventura por conquistar

La gran creación cultural de nuestros pueblos surgió siempre
en rebelión contra el hecho colonial. La existencia de una
lectura india clandestina del santoral católico; el
desarrollo de una imaginería pagana en la religiosidad
popular; la tradición oral; la larga búsqueda de un lenguaje.

Gran parte de la literatura ecuatoriana y latinoamericana se
funda en una batalla por construir un lenguaje que traduzca en
escritura el habla popular. "El gran serton: Veredas" es la
obra maestra de esa guerra en relación al otro idioma
colonial, el portugués del Brasil.

Furiosa y desgarradora batalla. En todos los casos -De la
Cuadra, Icaza o Guimaraes Rosa- se trata de una escritura
terriblemente elaborada. Curiosa paradoja: La construcción de
una escritura que traduzca el habla popular, deviene en una
larga y desesperada empresa de elaboración del lenguaje. La
escritura popular es la mas compleja, difícil y "artificial"
de todas la escrituras literarias.

De la misma manera que la soberanía histórica y la identidad
cultural, el lenguaje es todavía una aventura por conquistar.



EXPLORED
en Ciudad N/D

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