La Habana. 22.10.92. Los "siete días que asustaron al mundo"
comenzaron el 22 de octubre de 1962 cuando el presidente John
F. Kennedy anunció un bloqueo aeronaval a Cuba, donde misiles
nucleares de la Unión Soviética apuntaban hacia Estados
Unidos.

Treinta años después los politólogos en general creen que la
crisis de los Cohetes fue a la vez un producto funesto de la
Guerra Fría, un resultado del mal espionaje y un milagro de
sensatez a último momento: La incineración atómica de las dos
superpotencias fue evitada y la civilización sobrevivió.

Treinta años después la Crisis de 1962 adquiere un elemento
inédito de pavor retrospectivo: La humanidad pudo caer en la
hoguera atómica porque algunos espías no hicieron realmente
bien su trabajo.

Treinta años después, solo sobrevive uno de los tres máximos
protagonistas de la crisis: El líder cubano Fidel Castro.
Kennedy el entonces máximo jefe soviético, Nikita Jruschov,
están muertos.

La URSS ha muerto y también lo está -o por lo menos parece en
trance de entierro- la Guerra Fría, siniestro escenario que
sirvió de marco a otros dramas y tragedias: La crisis de
Berlín y la de Suez, las guerras de Corea y Vietnam.

Primer equívoco: Washington estaba convencido de que la URSS
había logrado la paridad nuclear (eufemismo tecnocrático que
significaba capacidad de aniquilación mutua, o "Equilibrio del
Terror") pero la pobreza de Moscú en cuanto a vectores y
ojivas era, aunque secreta, notable.

Según datos conocidos con mucha posterioridad, la ventaja
norteamericana era abrumadora: Unos 500 cohetes estratégicos
y 10 ojivas (cabezas) nucleares por cada uno, solo 300 ojivas
y menos de 50 cohetes intercontinentales de la URSS.

Puede sospecharse que el jefe soviético, quien solía practicar
un optimismo estridente, ocultó ese desequilibrio a EEUU y
también a su aliado cubano: En ese momento "únicamente
Jruschov podía conocer bien la exacta correlación de fuerzas
entre la URSS y EE.UU.", según un documento oficial cubano de
1990.

El segundo -y doble- equívoco ocurrió a las puertas de la
catástrofe, cuando Kennedy y su "Comité de Crisis", debatían
la opción entre el bombardeo aéreo de las bases de cohetes y
una invasión a gran escala de la isla.

Según informes de inteligencia que leía el "Comité de Crisis",
en Cuba había un máximo de 12.000 soldados soviéticos y
ninguno de los cohetes estaba armado con cabeza nuclear.

Pero eran malos informes: Las tropas de la URSS eran 42.000 y
había nueve cohetes tácticos (de corto alcance) operacionales
con ojiva nuclear, según descubrió con asombro en enero de
1992 en La Habana Robert MacNamara, el Jefe del Pentágono
(Secretario de Defensa) de Kennedy.

MacNamara admitió que el Pentágono diseñó planes para el
desembarco en Cuba, pero aseguró que Kennedy nunca pensó en
llevarlos a cabo. Esos nueve cohetes tácticos, obviamente, se
habrían disparado -las primeras explosiones atómicas contra
seres humanos desde Nagasaki- en caso de una invasión a Cuba.

Hubiesen sido, también obviamente, las primeras en una
hecatombe inevitable: El intercambio sobre los respectivos
territorios de cohetes estratégicos con buena parte de las
5.000 ojivas nucleares de EE.UU. y de las 300 de la URSS.

Castro sugirió a Jruschov -en mensaje revelado 29 años más
tarde- que antes de que ocurriera el caso inverso, ordenase un
golpe nuclear aniquilador sobre EE.UU. si se producía una
invasión norteamericana a Cuba.

Jruschov soslayó la sugerencia: Puede conjeturarse si en un
rasgo de genial estadista o porque la inferioridad de
armamento atómico le garantizaba a la URSS una destrucción
mayor.

La idea de Jruschov de instalar cohetes en Cuba tuvo tres
justificaciones: Garantizar la defensa de su aliado cubano fue
a posteriori la pública. Otra, disminuir la desventaja
estratégica soviética, fue mantenida "in péctore".

La tercera era más visible: Cohetes nucleares de EE.UU. en
Turquía apuntaban al corazón geográfico soviético. Esos
misiles eran obsoletos y EE.UU. los retiró luego de concluir
la crisis, aunque según el entonces secretario de Justicia,
Robert Kennedy, su hermano el Presidente había decidido
desmantelarlos tiempo atrás.

El acuerdo entre Jruschov y Castro para instalar los cohetes
se llamó en clave "Operación Añadir". Los cubanos dicen que
Jruschov se obstinó en el secreto pero que debió haberse hecho
público: El derecho a armarse para la defensa es inalienable,
alegan, y el secreto en operación de tal envergadura es
imposible.

A breve plazo el tiempo les dio la razón: Un avión espía
norteamericano fotografió una instalación de cohetes de
alcance medio R-12 (MRBM) en San Cristóbal, a 80 km de La
Habana, y Kennedy decretó lo que llamó "cuarentena", el
bloqueo aeronaval a la isla.

La Crisis de los Cohetes estuvo precedida de meses de alarma
en EE.UU. por la masiva llegada a Cuba de ayuda soviética, y
por declaraciones de funcionarios y congresistas de EE.UU. que
en Cuba fueron consideradas previas a un ataque.

De cierta forma no concluyó con la promesa de Kennedy de que
EE.UU. no invadiría a Cuba, ni con la orden de Jruschov el 28
de octubre de 1962 de desmantelar las bases y hacer volver a
la URSS los misiles. (EL TELEGRAFO. 10-A)



EXPLORED
en Ciudad N/D

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