Quito. 26.10.92. La ampliación y la profundización de las
reformas económicas en América Latina y el Caribe estimularon
la inversión privada y una gran afluencia de capital que
contribuyeron a un crecimiento económico regional de 3,2 por
ciento en 1991, según el informe del Banco Interamericano de
Desarrollo, BID.

Prácticamente todos los países de la región registraron un
crecimiento más vigoroso en 1991 que en 1990, cuando el
producto interno bruto regional se contrajo 0,1 por ciento.
Algunos países obtuvieron en 1991 tasas de crecimiento
impresionantes: Panamá, 9,3 por ciento; Venezuela, 9,2 por
ciento; Guyana, 6,7 por ciento; Argentina y Chile, ambos 6 por
ciento.

Los países andinos registraron los mejores resultados, con una
tasa promedio de crecimiento de 5,6 por ciento, seguidos por
la subregión formada por México y los países de América
Central, con una tasa de crecimiento promedio de 3,6 por
ciento.

Las subregiones del Caribe y del Cono Sur se mantuvieron
rezagadas, aunque sus resultados se comparan favorablemente
con sus sustanciales retrocesos registrados en 1990. Las
economías caribeñas experimentaron un descenso de 0,2 por
ciento en 1991, mientras que las del Cono Sur crecieron 2,1
por ciento.

Contrariamente a la experiencia de los años anteriores, cuando
las exportaciones constituían el principal estímulo económico,
la recuperación de 1991 se caracterizó fundamentalmente por
una expansión de la demanda interna, en particular de la
inversión privada, que creció a una tasa global de 8,3 por
ciento. La demanda de consumo, respaldada por una caída de la
inflación y un moderado aumento de los salarios reales, avanzó
4,1 por ciento.

En términos de sectores, la recuperación fue más pronunciada
en construcción y manufacturas. El sector agropecuario tuvo
resultados variados, con un crecimiento global de 1,9 por
ciento. La falta de crecimiento en productos primarios
tradicionales fue compensada por una fuerte expansión en
productos agrícolas no tradicionales.

Las exportaciones totales de bienes de la región cayeron a
121.710 millones de dólares de 123.054 millones de dólares en
1990, principalmente por la debilidad generalizada de los
precios de los productos básicos. Las importaciones subieron
a 113.081 millones de dólares en 1991 de 95.051 millones de
dólares en 1990. La mitad del incremento se debe a México.

El ingreso neto de capital a la región más que duplicó de 1990
a 1991, llegando a 36.000 millones de dólares, con una porción
sustancial representada por el retorno de capital fugado,
anota el informe.

Mientras que en 1990 prácticamente la totalidad de los
ingresos se absorbió para reconstituir las reservas de
divisas, en 1991 sólo se utilizó la mitad con ese propósito,
lo que indica que ya ha comenzado la transformación de las
corrientes financieras en la formación de capital físico y en
un mayor consumo.

El principal componente de las corrientes de capital que
ingresaron a América Latina en 1991 fue la inversión
extranjera directa, que alcanzó a 11.000 millones de dólares,
canalizada casi únicamente al sector privado. La mayor parte
de este monto se dirigió a Argentina, Colombia, Chile, México
y Venezuela, cuyas economías fueron consideradas como las más
avanzadas en la reforma estructural.

El segundo componente más importante de los flujos de capital,
aproximadamente 10.000 millones de dólares, consistió en
inversiones en cartera, facilitadas por la gradual apertura de
los mercados regionales de capital a los inversionistas
extranjeros. Otro importante acontecimiento de 1991 fue que,
por primera vez desde el inicio de la crisis de la deuda en
1982, las empresas privadas comenzaron a recuperar el acceso
al mercado de eurobonos.

El informe es optimista en cuanto a las perspectivas de
continuación de los ingresos de capital a la región, pese a
los temores de que se registre una escasez mundial de capital.
Mientras un bajo crecimiento en los países industriales
produzca reducidas tasas de interés, las oportunidades de
inversión en América Latina seguirán siendo muy atractivas.

El informe advierte, sin embargo, que el progreso de las
economías de América Latina y el Caribe en los próximos años
probablemente esté más impulsado por el éxito de las reformas
internas que por el comportamiento de la economá mundial.

El BID dice que hará aprovechar mejor las oportunidades
ofrecidas por los crecientes mercados mundiales, los gobiernos
latinoamericanos deben continuar con la modernización y
diversificación de sus propias economías.

Igualmente crucial es la necesidad de mejorar la calidad del
capital humano, que no sólo constituye la clave de la
modernización de la economía, sino que también es el vehículo
para la distribución de los beneficios del crecimiento en
forma más equitativa.

El informe advierte que las reformas económicas y financieras
aplicadas no serán duraderas, ni se logrará o mantendrá la
estabilidad política, si no se presta una atención explícita y
urgente al inmenso y descuidado problema de la pobreza.

"El desafío político de los años noventa consiste en general
un amplio respaldo social para el proceso de reforma mediante
la distribución más equitativa de los beneficios del renovado
crecimiento entre todos los segmentos de la población",
sostiene el informe.

Según el estudio, el comercio internacional en manufacturas
está jugando un papel cada vez más preponderante en las
exportaciones de América Latina. Su porción del comercio
exterior total de la región ha aumentado a una tercera parte
de apenas un 10 por ciento dos décadas atrás. Originando en
sectores productivos en los que los países gozan de ventajas
comparativas o pueden obtener economías de escala, este cambio
está generando aumentos en la inversión, la productividad y
los ingresos de la región. (2A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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