Quito. 17.07.94. Durante el último medio siglo de historia
política ecuatoriana la posibilidad de reelegir a los dignatarios
del Estado ha sido limitada, en especial en lo referente a los
presidentes de la República.

En efecto, desde la Constitución de 1946 se establece la
prohibición de la reelección inmediata, y se la permite
transcurrido un período constitucional, por una sola vez. Esa
disposición la mantienen sucesivamente varias constituciones,
pero el único presidente que fue reelegido desde 1946 ha sido
Velasco Ibarra.

La prohibición de la reelección inmediata se dio bajo el criterio
de que de ese modo se evitaba la tentación de que un primer
mandatario ejerciese el poder más con la intención de ser
reelegido, antes que con la de propiciar el bien común. Este
criterio ha sido rebatido por quienes consideran que lo uno no se
opone a lo otro y que, más bien, la acción en favor del bien
común es, al mismo tiempo, una acción digna de recibir el apoyo
ciudadano. ¿Cómo distinguir la demagogia inmediatista de la labor
patriótica con miras hacia el futuro? ¿Cómo distinguir en el
corto plazo al oportunista del estadista? Preguntas de difícil
respuesta. En todo caso el hecho es que ese criterio movió a los
legisladores de mediados de siglo a permitir la reelección
"pasando un período". De hecho, la situación de casi todos los
presidentes en ejercicio -si no todos- ha sido de impopularidad
al final de su período. Otros, como Velasco Ibarra ni siquiera
terminaron de su gestión en la mayoría de veces. Velasco solo
terminó su tercer período (de 1952 a 1956).

Dos presidentes (Galo Plaza y Camilo Ponce) intentaron la
reelección sin éxito. Plaza, quien gobernó desde 1948 a 1952,
volvió a candidatizarse en 1960, pero perdió frente a Velasco
Ibarra. Ponce, quien fue presidente de 1956 a 1960, intentó un
segundo período en 1968, pero fue derrotado también por Velasco
Ibarra. En esos tiempos no había la segunda vuelta, de que quien
lograba la mayoría relativa en la elección asumía la Presidencia.

La Constitución de 1968 -que se elaboró bajo el interinazgo de
Otto Arosemena Gómez, quien a su vez había sucedido a Clemente
Yerovi, quien fuera colocado en al Presidencia por un grupo de
notables en la Presidencia tras la caída de la dictadura militar
de Gándara, Cabrera y Castro Jijón- fue la primera en establecer
la no reelección absoluta. Pero bajo esta Constitución solamente
se celebró un proceso electoral, el de 1968, en donde triunfó
Velasco, seguido de Andrés F. Córdova y Camilo Ponce Enríquez.
Luego de eso vino la dictadura de Velasco y casi de inmediato la
de Rodríguez Lara.

Terminada la época dictatorial que comenzó con Rodríguez Lara y
terminó con Durán Arcentales, Leoro y Poveda, se dictó la
Constitución de 1979, que se aprobó en referéndum y que consagró
la no reelección absoluta. Desde entonces el país ha tenido
cuatro elecciones (Roldós, Febres Cordero, Borja y Durán Ballén).

La mayoría de analistas atribuyen la inclusión de esta
prohibición a la "sombra" de Velasco Ibarra, quien llegó al poder
en cinco ocasiones, pero solo en una logró terminar su período,
lo cual genero una etapa de gran inestabilidad política. Con
velasco se dio el fenómeno curioso del político que es elegido
abrumadoramente y, sin embargo, en poco tiempo, colocaba a la
gran mayoría del país en su contra. Una y otra vez fue expulsado
del poder, se exiliaba en argentina y volvía al cabo de algunos
años en medio del entusiasmo popular que le colocaba otra vez en
la Presidencia para recomenzar el ciclo d apoteósis, desastre,
caída y exilio.

Los gestores de la no reelección atribuyeron este fenómeno al
hecho de que, en una época de deficientes comunicaciones era muy
difícil que un político nuevo lograse ser suficientemente
conocido en el país como para poder tener la oportunidad de
enfrentar con éxito a quien el pueblo identificaba con la
presidencia. Velasco era para muchos sinónimo de presidente. No
era raro escuchar a un campesino preguntar "quién está de Velasco
ahora".

Pero además los jóvenes políticos de los setenta consideraban que
una disposición como la no reelección sería beneficiosa porque
impulsaría a promover nuevas figuras y volver más dinámica la
actividad política. probablemente ese objetivo se cumplió, pero
con el avance de las comunicaciones y con la irrupción de la
televisión, las oportunidades se han multiplicado para las caras
nuevas que aspiran a popularizarse. Ya no estamos en tiempos en
que basta "un balcón en cada pueblo", como proclamaba Velasco,
para ganar una elección.

UNA TESIS QUE HA GANADO TERRENO

La reelección, según Julio César Trujillo, "fue abanderada por
las trincas que medraron de los líderes que llegaron al poder.
Alrededor de estas figuras se creaba un círculo de personas para
quien no había mejor negocio que llevar a su líder hasta la
Presidencia".

Ramiro Rivera dice que tendencia contraria a la reelección en la
historia del país se debe al cambio que existió en la sociedad
ecuatoriana desde 1972 hasta 1979.

De una sociedad agraria, donde quienes mandaba eran los grupos
agro exportadores se pasó a una donde el Estado petrolero se
consolidó como el eje de la dominación. El populismo y el
caudillismo, fenómenos de la era anterior a 1972, tenían que ser
derrotados por los nuevos actores sociales y políticos que fueron
producto del cambio en el país.

"Los políticos formados durante la era petrolera, tenían que
poner límite a los caudillos como Velasco y Bucaram. Ellos
fueron quienes hicieron la Constitución del 79 y rompieron al
caudillismo para establecer un régimen de partidos", recuerda
Rivera.

El retorno a la idea de la reelección -según Rivera- se produce a
partir de la crisis económica que es también la crisis del
Estado. "El Estado pierde poder y la sociedad ya no le tiene
confianza. Surgen nuevos actores sociales que no quieren el
esquema trazado a partir de 1979. No se quiere ni a los
partidos políticos ni la alternabilidad en el poder. Todo esto a
partir de iniciada la crisis económica de los 80".

Más allá de las interpretaciones, lo cierto es que en los últimos
tiempos ha ido ganando terreno la tesis de que no debe coartarse
el derecho del pueblo a reelegir a quien le ha representado bien,
aunque se mantiene la tesis de la renovación política como fruto
de una exigencia de innovar en los liderazgos partidistas. Se
aduce como ventaja de la reelección la experiencia que alcanza
una persona en el ejercicio del poder, experiencia que -se
sostiene- debe ser revertida en beneficio del país. Al fin y al
cabo, a gobernar solo se aprende gobernando. Pero hay múltiples
ejemplos de líderes que no corrigieron sus errores en un nuevo
mandato (Velasco podría ser uno). Incluso presidentes que en su
segunda oportunidad les fue mal. Carlos Andrés Pérez, por
ejemplo. Hay quienes piensan que un mandatario democrático puede
tener tendencias al autoritarismo en un segundo mandato. También
hay el riesgo de mayor corrupción. En fin, pros y contras que el
pueblo deberá tener en cuenta cuando deba decidir sobre esto el
28 de agosto. (6A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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