Bogotá. 12.05.91. Así recuerda el Nobel colombiano a quien le
hubiera gustado que fuera el próximo Nobel de Literatura, en
los 100 años de la Academia Sueca.

Siempre tuve la impresión de que a Graham Greene no le
gustaban mucho mis libros. Alguna vez me dijo que "Cien años
de soledad" le había parecido muy largo y por eso no lo había
terminado de leer.

Graham Greene empezó a gustarme por la inteligencia de sus
cuentos policíacos, de misterio y temor. Pero me convencí de
que era uno de los grandes cuando descubrí sus visiones del
trópico. El me enseñó una manera de ver el Caribe. Me enseñó
a lograr que hiciera calor en los libros. Greene no lo decía
de frente, pero aportaba todos los detalles para que el lector
sintiera el calor. En mis novelas utilizó esos elementos que
aprendí de él para describir el clima: ese clima que influye
en el modo de ser de las personas.

Leí con gran interés "Un caso acabado", una de sus novelas
menos conocidas, y muchos años después le pedí prestado un
buque a ese libro. Hay en él una descripción de un buque
igual a los del Magdalena. Es el del obispo que utilicé en
"Crónica de una muerte anunciada". Y se lo dije: "Te he
robado un buque". Greene ya había leído mi libro y no se
había dado cuenta.

"La mala hora" tiene, desde el punto de vista técnico, una
estructura casi calcada de la obra de Graham Greene.

Greene era un maestro para dar un ambiente o una situación con
un solo trazo. Qué tal está: "Tal vez la tierra sea el
infierno de otros planetas".

Greene es el tipo menos conversador que he conocido. Pero era
un gran bebedor. Nos hicimos amigos de borracheras. El
hablaba muy mal el español y yo muy mal el inglés. Entonces
utilizábamos como intérprete a Chuchú Martínez -el biógrafo de
Torrijos-. Pero después del tercer trago se acababan las
traducciones y nos hacíamos entender en francés. Y luego en
una mezcla de todos los idiomas. Ibamos con frecuencia a un
bar en Panamá donde él enseñó a preparar un coctel infernal.
Siempre que tomábamos eso terminábamos redondos.

Los libros que más me gustan de Graham Greene son "El poder y
la gloria", "Un caso acabado", "El revés de la trama"... la
verdad es que me gustan todos. Pero el que más me gusta es
"El factor humano": se acerca mucho a la novela perfecta.

Cuando el Fondo de Cultura Económica tradujo "Getting to know
the General" -su obra sobre Torrijos-, me preguntaron qué
título le cuadraba en español: Yo les dije a los editores que
le pusieran sencillamente "Descubriendo al general" y no le
dieran más vueltas. Greene se enteró y se puso furioso:
"¿Desde cuándo Gabo titula mis libros?"

Una trompada a Pinochet

Hace un par de años me llamó el editor inglés de Graham Greene
y me pidió que escribiera el prólogo para la edición de lujo
con la que celebraron, el año pasado, los 50 años de "El poder
y la gloria". El propio Greene me había recomendado para este
encargo. Supongo que lo hizo porque consideraba que yo
conocía muy bien su obra y conocía muy bien México, que es
donde se desarrolla la novela. Pero no acepté. Jamás me
hubiera atrevido a improvisar un texto tan importante. Habría
tenido que releer toda su obra con mucho cuidado.

Una de las épocas en la que más nos hablamos fue cuando la
guerrilla salvadoreña secuestró un par de banqueros ingleses.
Torrijos me llamó para gestionar una prórroga en el plazo que
habían dado para llegar a un acuerdo. Yo acepté, con la
condición de no hablar de dinero. Entonces llamé a Greene
para que me hiciera el favor de gestionar los asuntos en
Inglaterra. Estuvimos hablando varias veces al día durante
más de un mes.

Al final se logró lo que queríamos. Un tiempo después se supo
la noticia y nos acusaron de negociar secuestros. Greene se
enverracó y dijo que no sólo lo habían hecho gastar tiempo y
dinero en llamadas internacionales, sino que ni siquiera le
habían regalado una botella de whisky.

Graham Greene y yo teníamos prohibida la entrada a Estados
Unidos. Pero cuando Torrijos iba a firmar el Tratado del
Canal llegamos hasta Washington con pasaportes panameños, como
parte de la delegación oficial. Bajamos la escalerilla, en el
aeropuesto de la Base Andrews, con honores militares. Esa vez
nos reíamos muchos. En Washington estaban todos los
presidentes latinoamericanos.

Una noche, en el coctel que daba la OEA, Graham Greene se
emborrachó y estaba decidido a pegarle una trompada a
Pinochet. Le conté a Torrijos y me advirtió que no le dijera
a nadie, porque de pronto se lo impedían. Finalmente alguien
supo y se lo impidieron.

Camino a Washington, Graham Greene iba escribiendo. De
repente lo interrumpí y le dije que aprovecháramos para
hablar, ya que pocas veces teníamos la oportunidad de hacerlo.

Greene me dijo que eso sólo era posible borrachos. Entonces
nos servimos unos tragos. Esa vez le pregunté quiénes eran
los escritores que más habían influido en su obra. Me dio
tres nombres: Stevenson, Conrad y James. También le pregunté
por qué creía que no le habían dado el Nobel. Me dijo que no
se lo habían dado porque no lo consideraban un escritor
serio.

Los que no recibieron el Nobel

Uno de los primeros telegramas que recibí cuando me dieron el
Nobel fue el de Graham Greene. Tenía la exactitud de su
estilo: "Lástima no poder celebrarlo con Omar".

Cuando fui a Estocolmo le pregunté a los miembros de la
Academia Sueca por qué no le habían dado el Nobel a Borges, ni
a Rulfo, ni a Greene. Se inventaron alguna disculpa pero yo
comprobé que en realidad a Greene no lo consideraban un
escritor serio. Les dije, sin embargo, que al dármelo a mí,
indirectamente se lo daban a él. Yo no hubiera podido
escribir nada si no hubiera leído a Graham Greene.

En diciembre se cumplen los 100 años de los premios Nobel.
Nos invitaron a todos los que lo hemos recibido, y nos
pidieron un candidato. Yo propuse a Greene. Era la mejor
oportunidad, porque supongo que tendrán que escoger a alguien
muy especial. Cuando supe que había muerto eso fue lo primero
que se me vino a la cabeza. Yo estaba seguro de que esta vez
se lo daban a él y al viejo cabrón se le ocurrió morirse.

Lo más grave es que ahora va a engrosar la lista de los que no
recibieron el Nobel, al lado de Tolstoi, Twain, Proust, Joyce,
Conrad, Woolf, Kafka y Borges, por citar algunos. Y va a
costar mucho trabajo hacer una lista de Premios Nobel que sea
más grandiosa que ésta. (2C).


EXPLORED
en Ciudad N/D

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