Quito. 29 mar 99. Después de diez años de reformas y dos de
crisis financiera, a América Latina no le queda más remedio
que seguir avanzando por el camino de la convergencia
económica y la integración. La última asamblea del BID,
realizada en París, elevó la discusión en torno a una posible
dolarización regional. Lo prioritario es generar confianza
para mantener el flujo de capitales.

La única solución para que América Latina continúe creciendo
en el siglo entrante es la integración

económica, como lo recalcó el presidente del Banco
Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, pero en el
camino hacia ese objetivo resta todavía realizar reformas
importantes en algunos países y llegar a algún tipo de
decisión en materia monetaria. En verdad, salvo en el aspecto
lingüístico, la región dista mucho de ser un conjunto
homogéneo. Esa condición no se da en lo étnico, cultural y
económico. Pero existe como tal a partir de las
simplificaciones de los geógrafos y, últimamente, del capital
trashumante que navega por la globalización.

La 40a. asamblea anual del BID en París reflejó un poco esa
situación. Después de tanto generalizar, a algunas cabezas del
mundo desarrollado les va quedando claro que existen
diferencias importantes, por lo menos en materia de avances
macroeconómicos, entre los países de la llamada América
Latina. Mientras Ecuador está explotando por un ajuste tardío
y Brasil está sufriendo los dolores de parto de una nueva
etapa de estabilización, en la Argentina se habla de
dolarización porque su propia historia de los últimos ocho
años así se lo permite.

El caso es que uno de los primeros debates que se dieron en
París tuvo que ver, precisamente, con la idea de dolarización
para todo el continente lanzada hace un par de meses por el
presidente argentino, Carlos Menem. La propuesta tiene sus
ventajas y dificultades. Entre las primeras cabe contabilizar
una de muy corto plazo, a tenor de las recurrentes crisis
financieras: una política monetaria común generaría un marco
inapreciable de confianza frente a un mercado de capitales
reticente.

En cuanto a las dificultades, éstas fueron de alguna manera
sintetizadas por Larry Summers, subsecretario del Tesoro de
los Estados Unidos, para quien "no sería apropiado" para su
país permitir a otros "el acceso a los procedimientos de la
Reserva Federal o a sus regulaciones". Summers comenzó, así, a
levantar una pared entre la propuesta de Menem y las
necesidades prácticas de los Estados Unidos, que no quiere que
un acuerdo de este tipo influya en sus políticas monetarias o
de tasas de interés.

¿La unión monetaria es un presupuesto para la integración o lo
es la convergencia económica? Por ahora, ésta es una cuestión
indecidible. Y, por otra parte, ¿por qué tendría que ser el
dólar la moneda única? El ministro de Finanzas francés,
Dominique Strauss-Kahn, le echó un poco más de leña al fuego
al proponer, entre el dólar y una moneda ad hoc, la "tercera
vía" del euro. Pero en América Latina la moneda refugio
siempre ha sido el dólar.

Chile, México y Brasil rechazan la dolarización, Estados
Unidos toma la idea con pinzas y la Argentina impulsa el
debate a partir de su propia plataforma en la materia, ya que
desde la convertibilidad adoptada en 1991, en que se fijó una
paridad de 1 peso por 1 dólar, si bien como medio de pago se
puede utilizar una u otra moneda, en la práctica la unidad de
cuenta para todas las transacciones es el billete verde
norteamericano. La diferencia, sin embargo, se da en las tasas
de interés, demasiado gravosas para los tomadores de crédito
cuando lo pactan en pesos. Pero una completa dolarización
eliminaría ese problema.

Pablo Guidotti, secretario de Hacienda argentino, remarcó que
uno de los motivos de la estabilidad actual de su país es el
haber ligado al peso con el dólar hace ocho años. En cambio,
el titular del Banco Central de Brasil, Arminio Fraga, cree
que un sistema de cambio fluctuante beneficia más a la
economía que un régimen fijo, especialmente cuando se tiene en
perspectiva un programa de reajuste fiscal.

Existe la posibilidad de que sólo la Argentina adopte una
dolarización completa de su economía, al estilo Panamá. Pero
entonces, tal decisión, según el ministro de Economía, Roque
Fernández, no afectaría el proceso de integración iniciado con
el Mercosur. Todo lo contrario. Según Fernández, "una economía
argentina más sólida y previsible será un factor fundamental
para la consolidación del bloque". Aquiles Almansi, uno de los
directores del Banco Central argentino, señaló que "en nuestro
contexto, la mejor política monetaria es la que nosotros
tenemos: ninguna". La política monetaria, redondeó, "es
inservible para adecuar a un tiempo la inflación, el déficit
público y un tipo de cambio estable".

El debate sobre la dolarización comenzó con tono fuerte, por
más que algunos lo consideren como una discusión académica y
sin mucha proyección en el terreno de la práctica.

Como telón de fondo, la dolarización o cualquier otra vía que
lleve a una moneda única tiene en forma destacada el problema
de la volatilidad de los capitales financieros.

El primer ministro francés, Lionel Jospin, propuso un código
internacional de conducta para regular la circulación de
capitales, con el fin de amortiguar los efectos sociales de
cada crisis financiera.

Vigilancia y transparencia parecen ser las dos palabras clave,
según Jospin, para poner un poco de orden en esta materia.
También el presidente de Chile, Eduardo Frei, se pronunció a
favor de mecanismos internacionales de regulación económica.
"La prueba de fuego para la institucionalidad internacional
del futuro estará en su capacidad para contener reglas de
juego que reduzcan la incertidumbre y permitan la
incorporación de todos los países al sistema económico y
político internacional", dijo Frei.

El reacomodamiento cambiario y el ajuste fiscal en Brasil, que
tan grandemente influyen en las economías de la región, se
trataron con considerable optimismo durante la asamblea del
BID. El presidente de esta institución, Enrique Iglesias,
confió en la capacidad de recuperación del gigante
sudamericano.

El titular del Fondo Monetario Internacional, Michel
Camdessus, fue un poco más allá: "Tengo que recurrir a santo
Tomás por aquello de creer sólo lo que se ve, y en el caso de
Brasil, estoy viendo".

La evolución del real, de las tasas y de la inflación en
Brasil durante los próximos meses señalarán hasta qué punto la
visión de Camdessus es correcta. Para él, "todos los
parámetros monetarios están presentes en el programa
brasileño, incluido el objetivo de reducir la inflación".

Venezuela y Ecuador, los más comprometidos
Dos o tres puntos más de inflación, incremento del desempleo y
estancamiento económico son algunas de las peores cosas que se
esperan para América Latina en 1999, según las conclusiones de
varios economistas durante la asamblea del BID realizada en
París la semana pasada. Pero, después de la carrera por
alcanzar niveles importantes en materia de reformas
estructurales de sus economías, los países de esta región no
pueden detenerse. El titular del BID, Enrique Iglesias,
asegura que para el año 2000 todo será distinto,
principalmente porque los objetivos de integración siguen en
pie.

Claudio Loser, director del FMI para el hemisferio occidental,
cree que este año la inflación del conjunto de América Latina
será de entre el 12 y el 13 por ciento, contra el 10 en que se
situó en 1998. Por otra parte, Loser destacó que, a pesar de
la caída de entre el 35 y el 40 por ciento en los precios de
los productos que exporta la región durante el año pasado, que
generó una caída de casi el 3 por ciento en PBI, algunos
países, como México y la Argentina, "consiguieron limitar el
declive del choque financiero gracias a la diversificación de
sus economías".

Los países con mayores problemas ahora son, además de Brasil
--acerca de cuya recuperación hay una generalizada
confianza--, Venezuela y Ecuador, que soportan grandes
dificultades por la caída de los precios del petróleo. La
ministra venezolana de Finanzas, Maritza Izaguirre, dijo que
el hundimiento de la cotización del crudo "implica que los
ingresos de origen petrolero contribuirán con menos del 35 por
ciento del total del gasto público previsto para este año". El
déficit fiscal, que en el 98 fue del 4,8 por ciento en
Venezuela, este año podría incrementarse hasta un nivel
cercano al 8 por ciento. Para Izaguirre, la prioridad es
aplicar un severo ajuste fiscal y reducir la inflación, aunque
manteniendo los presupuestos de educación y salud pública.

Mucho más apremiante es la situación de Ecuador, que el año
pasado recibió sólo 222 millones de dólares en concepto de
exportaciones de petróleo, 456 millones menos de lo que tenía
previsto. El gobierno debió proceder a un duro ajuste, que
incluyó un aumento del 10 al 15 por ciento en el impuesto al
valor añadido y un incremento en el precio de los
combustibles, lo que desató airadas protestas entre la
población. El caso ecuatoriano es uno de esos en los que no
sólo se verifica una crisis económica, sino que también está
en riesgo el sistema democrático. Esta es la causa del
dramático pedido de auxilio financiero para su país efectuado
por la embajadora ecuatoriana en Estados Unidos, Ivonne
A-Baki, durante su intervención en la asamblea anual del BID.

En lo que está embarcada toda la región, actualmente, es en
políticas destinadas a aumentar la confianza de los
inversores. Por eso se debatió el tema de la moneda única, la
integración y la prosecución de reformas. Ya hay alarmantes
índices de que, salvo unos pocos países latinoamericanos, la
mayoría sufrirá en el 99 una merma en la recepción de nuevos
capitales y un encarecimiento en su financiación en el
exterior. En 1998, según el BID, el flujo total de capital
hacia América Latina fue de 64 mil millones de dólares, contra
79.600 millones registrados en el 97. (Texto tomado de Tiempos
del Mundo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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