Quito. 3 nov 97. "A morir o vivir sin rey prevengámonos
valeroso vecindario. Libertad queremos y no tantos pechos y
opresiones". Con este grito libertario despertó Cuenca el 25
de marzo de 1795. Habrían de pasar más de 25 años y correr
mucha sangre patriota, para que esta aspiración cristalizara
el 3 de Noviembre de 1820.

La decisión de los cuencanos arrancó a España este territorio
de América, que quiso constituirse en suelo autónomo, pues
tenía de antemano caracteres de región nacional. Ecuador
nació como un conjunto de regiones con identidades históricas
propias, cuya integración en un proyecto nacional ha recorrido
un largo trayecto que aún no ha concluido.

Cuenca es el eje de una de esas regiones. Ya en la época
colonial se convirtió en un espacio con unidad geográfica y
económica en que se desarrollaba una vida social cuyo conjunto
era capaz de reproducirse de manera relativamente autónoma.

Durante la Colonia la región austral mantuvo una importante
actividad productiva. En el siglo XVIII y los primeros años
del XIX desarrollo diversas líneas mercantiles. La más
importante fue la exportación de cascarilla, directamente
controlada por el gobierno español y en cuya producción
participaba la Real Hacienda. Este producto estaba destinado
a los mercados europeos.

Por otra parte, el austro se especializó en la producción
textil algodonera. Los tocuyos y bayetas cuencanos tuvieron
gran demanda en el norte del Perú y en lima, llegando a ser
una de las principales fuentes de ingreso de la zona. Sin
embargo, los beneficios de este trabajo era solo para las
autoridades coloniales, dejando de lado a la población
productora.

No obstante, la exportación artesanal trajo consigo una fuerte
interdependencia regional. Los comerciantes llevaban bayetas
y traían materia prima y otros insumos desde el Perú, siempre
a través del puerto de Guayaquil, que se convirtió en su
puerta de salida y comunicación con el mundo.

A ello se suma una producción agrícola ganadera muy abundante,
que se consumía en la misma región y también abastecía la
demanda de ganado de la Costa.

Este conjunto produjo una economía estable que se mantuvo
durante el siglo XVIII e hizo de Cuenca una fuente muy
importante de ingresos para la Real Audiencia de Quito.

Pero esta estabilidad concluyó con el inicio de las guerras de
la Independencia. El movimiento de tropas a través de los
pocos caminos existentes y los continuos enfrentamientos,
ponían en peligro y obstaculizaban la salida de productos
hacia Guayaquil y sus destinos en España, Lima, Chile y
Panamá.

El movimiento emancipador

El gobierno realista consideró tradicionalmente a Cuenca como
su bastión. Desde allí se encabezó la contrarrevolución que
derrotó a las insurrecciones del obispo Andrés Quintián Ponte
y del general Melchor Aymerich se conjugaron para impedir el
avance del movimiento patriota.

Sin embargo, por sus vínculos económicos y sociales, la región
austral estaba muy ligada a Guayaquil y el triunfo de octubre
fue el impulso final para que los patriotas cuencanos imitaran
su ejemplo y se levantaran en armas.

Las primeras noticias de la victoria porteña estimularon a los
jóvenes revolucionarios. Desde el 15 de octubre de 1820 se
realizaron, en rápida sucesión, reuniones y encuentros
clandestinos que configuraron la insurrección contra el poder
español.

Nombres como los de Tomás Ordóñez, Joaquín Tobar, José
Borrero, Fernando Salazar, Francisco Javier Loyola y el cura
Juan María Ormaza y Gacitúa fueron articulando a toda la
población. La conjura se consolidó y el tercer día de
noviembre estalló la revuelta. Pero en esta ocasión los
realistas estaban preparados y la lucha fue cruenta. Durante
el 3 y 4 de noviembre se combatió en Cuenca y sus alrededores
y sólo el amplio apoyo de la ciudadanía permitió que la
conclusión militar fuera favorable a los patriotas.

La unidad regional se hizo presente con la incorporación al
combate de pobladores de las zonas que hoy constituyen Cañar y
Loja; criollos, mestizos e indígenas armados y en estrecha
colaboración formaron la fuerza necesaria para vencer al
régimen colonial.

En el transcurso de la lucha se definió el liderato. El
doctor José María Vásquez de Noboa concentro los anhelos de
soberanía de la ciudad y el 5 de noviembre se juró la
independencia de la "Provincia Libre de Cuenca".

Aclamado Vásquez de Noboa como jefe político y militar, el día
6 dispuso que las corporaciones y pueblos de la región
nombraran diputados. El 15 de ese mes se reunió el Consejo de
la Sanción, primer organismo elegido por sufragio, que aprobó
la carta política de la región, llamada Plan de Gobierno de
Cuenca.

Conocedor de la fragilidad de la joven provincia, Vásquez
buscó de inmediato el respaldo de los sectores independistas
de la Costa y se dirigió a la Junta de Guayaquil solicitando
su apoyo y reconocimiento en ella "una madre protectora y una
Provincia confederada".

Sin embargo, la recién nacida libertad debía atravesar todavía
muchos reveses y el sacrificio de sus dirigentes para
consolidarse. Por sí solas, las fuerzas patriotas no tenían
el número ni la preparación suficiente para enfrentar a los
ejércitos coloniales, que aún mantenían mucho de su fortaleza
y contaban con una larga experiencia.

El 3 de noviembre Cuenca decidió su vocación libertaria, pero
-al igual que Quito el 10 de agosto de 1809-, pocos días
después tuvo que soportar la arremetida realista y la pérdida
de sus mejores hijos. Dos años de opresión siguieron a esta
heroica jornada, pero la semilla estaba sembrada y, con el
empuje de las fuerzas combinadas de Bolívar y San Martín, los
cuencanos derrotaron en 1822 definitivamente a las fuerzas
españolas y las expulsaron de esta región de la Patria.

Sucre confirma la independencia

Tras la ola emancipadora que siguió a la victoria de los
patriotas en Guayaquil, la reacción realista no se hizo
esperar. Las fuerzas libertadoras, bajo la dirección de Luis
de Urdaneta, sufrieron su primera derrota en los campos de
Huachi -en las cercanías de Ambato- el 22 de noviembre de
1820.

Tras esta victoria, el coronel realista Francisco González
continuó hacia el sur y el 20 de diciembre derrotó en
Vardeloma a las débiles y mal armadas fuerzas de Cuenca,
después ocupó la ciudad.

Los líderes cuencanos debieron huir o buscar refugio. Vásquez
de Noboa logró escapar a Guayaquil y muchos de sus compañeros
cayeron prisioneros. Cuenca vivió una navidad sangrienta,
pues González hizo ejecutar sumariamente a 28 hombres del
pueblo como escarmiento. Así la Sierra volvió al control
realista, aunque la costa se mantuvo independiente.

Las fuerzas patriotas se vieron obligadas a replegarse a la
defensa de Guayaquil, pero en mayo de 1821 arribó al puerto
uno de los mejores jefes de Bolívar. Antonio José de Sucre
llegaba acompañado de 700 combatientes y la oferta del
Libertador de que a cambio del apoyo prestado, se anexaran
Guayaquil, Quito y todos sus pueblos a la República de
Colombia.

Tras derrotar al ejército español en Yaguachi, le héroe
emprendió la marcha sobre el interior del país. Pero las
tropas colombianas n bastaban para enfrentar a los realistas
en la Sierra y, tras una nueva derrota patriota en Huachi, se
acudió al auxilio de San Martín. El 19 de febrero de 1922
llegó a Saraguro, en Azuay, una división de 1400 soldados al
mando del coronel boliviano Andrés Santa Cruz. De esta
manera, se reunieron los combatientes de toda América
independiente para asegurar la liberación del Ecuador.

La fuerzas de Sucre y Santa Cruz se encontraron al sur de
Cuenca a mediados de febrero. Los realista no podían resistir
al ejército unificado y abandonaron la ciudad, retirándose
hacia el norte. Las tropas libertadoras entraron finalmente a
Cuenca el 21 de febrero de 1822.

Investigación : Departamento de Archivo (Texto tomado de El
Telégrafo)
EXPLORED
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