Quito. 07.06.95.

UNO

¿Qué habrá sospechado Alicia en ese minuto decisivo, ese fugaz
minuto que escapó volando -antes que ella- y atravesó el espejo
rumbo al país de las maravillas? Seguramente no sospechó que las
bellas, pequeñas y sofisticadas máquinas con las cuales iba a
encontrarse cambiarían totalmente la historia de su vida. No. No
lo sospechó siquiera y ella también, como el minuto, atravesó el
espejo y entró en la computadora. Y en ese país de las
maravillas, que ya no era el mismo de antes, el que alguna vez
había visitado, la reina de los robots la perseguía por el largo
camino que llevaba hacia el satélite de cristal. Pero Alicia ya
no tenía la seguridad de que tarde o temprano llegaría sana y
salva a su destino como antes, dependía de quien manejara el
computador. Tal vez el niño que lo hacía decidía que ella debería
ser presa por la reina de los robots y la dejaba detenida para
siempre en la laguna de los encierros, y no regresaba jamás a
casa, o tal vez decidía convertirla en pájaro y regresaba a casa
volando. El final ya no pertenecía a quien la había creado y
mucho menos a ella...

Y esa incertidumbre sobre el final de la historia de Alicia podrá
pasar con cualquier acontecer. Cualquier mundo podrá ser
transformado, cualquier personaje podrá vivir distintas
realidades cualquier final podrá tener muchos finales. El próximo
siglo, será el siglo del libro interactivo y por lo tanto de la
imaginación, de la creatividad multiplicada entre el escritor y
el usuario de la computadora, del intercambio de ideas entre
lectores, de la creación literaria conjunta. ¿O de la destrucción
literaria?

DOS

El ingeniero de sistemas y escritor de novelas policiales Juan
Grompone pregunta a los incrédulos: "¿Por qué la informática no
puede humanizar al ser humano? Es decir permitir que uno acceda a
una biblioteca de cinco o seis mil ejemplares, o a una discoteca
de tres mil discos, o pueda observar una obra de Rebrandt en un
museo que tal vez nunca pueda visitar, acceder a la ciencia, la
historia, o que le ayude a crear nuevas formas de arte a través
de un computador es humanizar al hombre".

Y teniendo en cuenta las palabras de Grompone, podríamos pensar
en la novela y decir que en la era informática se puede construir
una novela verdaderamente abierta, como lo intentó Cortázar con
"Rayuela", como lo intentaron tantos sin conseguirlo. "Con la
computadora se puede construir una novela que se va leyendo -dice
Grompone- y según lo que se va opinando, las páginas que siguen
pueden ser distintas. En el 2001 puede ocurrir que no aceptemos
algunos hechos ocurrido en el 70, entonces le cerremos esas
alternativas. Participaría de la misma el azar y el tiempo
transcurrido; permitiría a un creador literario hacer una obra de
fabulosa magnitud, una obra que ya no sería de él sino de todos
los que pueden acceder a ella. Y él, a su vez luego puede volver
a leerla e introducirle otras alternativas. La novela se humaniza
porque el lector participa de verdad... Al leer "Rayuela", por
ejemplo, nos enterábamos de todas al variantes que se le habían
ocurrido a Cortázar; en una computadora no pasaría eso porque
permitiría dejar leer las variantes, según la opinión de cada uno
sobre el hecho anterior".

TRES

¿Pero qué será del libro se preguntarán muchos? ¿Y yo también? En
todo caso la industria editorial del mundo desarrollado, ni lerda
ni perezosa, frente a la presión de los medios audiovisuales ya
ha puesto en marcha asombrosos estereogramas en tres dimensiones
que están abriendo paso al libro interactivo. Pero estos libros
no pertenecen al mundo de la literatura (como sí pertenecen las
novelas interactivas a través de la computadora), ni de la
cultura clásica, ya que solo el ocio, la imaginación, el dibujo y
los recursos electrónicos trasladados al papel, están en la base
de estos libros. En realidad, son libros para jugar (niños y
adultos), para combatir el estrés e incluso, para desentrañar
misterios que conducen a importantes premios. Los libros para los
ojos se han convertido en la novedad de estos últimos tiempos y
seguramente acapararán las ventas del próximo siglo. Más de un
millón y medio de ejemplares llevan vendidos en Estados Unidos y
un millón en Japón. En "El ojo Mágico", de N. E. Thing, bajo su
apariencia plana y tradicional, los estereogramas esconden nuevas
imágenes en tres dimensiones. Las imágenes tridimensionales están
formadas con puntos distribuidos de forma aleatoria que han sido
generados por computador. El lector-espectador-jugador se
sumerge, lo mismo en el mar que en una selva. Es una ilusión
óptica que transporta el libro al mundo de la imagen.

Lamentablemente estos libros son solo imagen. Están hechos
pensando en que cada vez la gente lee menos y que en el próximo
siglo esa situación se agudizará por lo tanto había que eliminar
letras. Y si bien la lectura de novelas abiertas a través del
computador es una salida en la que el lector puede participar, no
elimina la lectura, que para algunas personas siempre resulta
tediosa. El periodista y escritor español, Arturo Pérez Reverte
señala que para mantener la lectoría, sea a través del libro o
del computador "el único camino es bajar a la arena y utilizar
las armas que utiliza el enemigo de la literatura que es el cine
y la televisión. Hay que ponerle trampas al lector para que entre
al trapo y se mantenga fiel. El novelista no puede quejarse de
que no tiene lectores si su actividad se centra en encerrarse en
su torre de marfil y se dedica a escribir algo absolutamente
ajeno al mundo en que vive, a hacer esa obra maestra comprendida
solo por mentes exquisitas".

CUATRO

En lo que respecta a la cultura, no hay dudas, de que la
tecnología nos depara un comienzo de siglo lleno de innovaciones
y tal vez, aunque no queramos, habrá que asomarse al próximo
milenio para ver y escuchar, más que para leer.

Pero esta era de la imagen y la interactividad es también la era
de la competencia. La sana competencia (es decir la emulación) en
la vida cultural ha mantenido la capacidad de un sistema para
progresar, cambiar y conservar un alto grado de innovación. La
competencia creada con miras a estimular la creatividad, elogiar
lo mejor y a superar el promedio, ayudó a crear las obras
maestras del renacimiento en Europa, "Bajo el volcán" de Malcolm
Lawry, el "Guernica" de Picasso y mucho más. Pero la competencia
transformada en ideología de la competencia como propone el nuevo
credo neoliberal, puede desdibujar totalmente la cultura. Puede
ocurrir que para competir, las obras de teatro se tornen cada vez
más banales -lo que de hecho está ocurriendo-; o que los pintores
conciban sus obras de arte solo pensando comercialmente - lo que
también cada día ocurre más- y solo produzcan lo que se vende,
sin tratar de innovar el arte; o que los escritores solo se
dediquen a la frivolidad.

A pesar de su popularidad actual, la ideología de la competencia
esta lejos de ser una respuesta eficiente y efectiva a los
problemas actuales de la cultura. La competitividad puede hacer
una contribución limitada en términos de eficiencia y
profesionalismo en las diversas áreas de la cultura, pero
lamentablemente, no es esa la competencia que parece vislumbrarse
para el comienzo del próximo siglo. El hecho de que el Estado se
retire del auspicio y promoción de la cultura y la empresa
privada muchas veces apoye solo lo que le da réditos económicos
transforma la competencia cultural en una competencia económica,
y por lo tanto lo cultural se desvirtúa. Y en esa realidad de la
cultura como una mercancía en el dios mercado, no es difícil
suponer que se agudizará el hecho de que los creadores culturales
busquen cada vez más una celebridad instantánea y masiva pagando
cualquier precio, haciendo cualquier cosa. El fin justifica los
medios. No importará haberse vendido mil veces. La meta
fundamental será tornarse célebre. Enrique Pinti, uno de los
mayores actores argentinos, decía hace poco que: "Los actores
jóvenes ya no se preocupan por desarrollar competencia en el
terreno dramático o en la comedia. Recién comienzan y ya quieren
aparecer en televisión. Son capases de cualquier cosa por
lograrlo. Prefieren aparecer en las tapas de las revistas por
hacer tal o cual bobada en un programa exitoso, antes que ser
reconocidos como buenos actores". Y lo que ocurre en el mundo
actoral se puede generalizar a toda a creación cultural, pues en
los últimos años los pocos maestros de la pintura que quedan, los
grandes escritores y los grandes grupos teatrales encontraron un
molde que mantienen, sin buscar innovar, y el panorama no esta
como para que surjan nuevos Proust, o Torres Garcías o
Shakespeares.

CINCO

Si bien en el comienzo del nuevo milenio por el lado de la
tecnología se puede democratizar y aportar a la creatividad de
diversas áreas culturales como la literatura, por el lado de la
economía y la competencia se vislumbra un declive de la creación.
Igual que Alicia, ya no sabemos muy bien cuál será el final del
cuento, ni si la cultura le importará a alguien en el siglo XXI,
ni si valdrá la pena leer un libro en la era de la competencia.
En todo caso, en ese mundo diseñado, medido, organizado y fichado
por los números, la cultura no está irremediablemente condenada.
Y si la economía puede hacer de la cultura una mercancía más,
siempre quedará el recurso de la creatividad aunque el mundo ya
no sea el mismo. (4B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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