Quito. 08.04.95. Si hay algo en que todos -desde sus fervientes
partidarios hasta sus más despiadados críticos- coinciden, es que
Mario Vargas Llosa no es el mismo de hace tres décadas. Enfant
terrible del neoliberalismo ("el liberalismo no pretende crear
una sociedad perfecta porque no es función de los políticos y
gobernantes ocuparse de la felicidad", dice), causa que abraza
con la pasión de los recién conversos, pasea sus convicciones por
todos los rincones del planeta, convertido en huésped de honor de
Universidades, institutos, organismos internacionales y
gobiernos, a los que cobra la friolera de 10.000 dólares por
conferencia.

Participó a fines de marzo en el VII Foro por la Libertad en
Porto Alegre, evento organizado por el Instituto de Estudios
Empresariales de esa ciudad. En medio del evento concedió, en
exclusiva, una larga entrevista a HOY, en la que repasa
convicciones políticas y proyectos editoriales. Al hablar de las
elecciones que se realizan mañana en Perú dice: "No me hago
ninguna ilusión aunque deseo un revés para la dictadura.

Respeto mucho a la gente que está dando una batalla como Pérez de
Cuellar, pero sus posibilidades de éxito son muy escasas porque
todo está controlado por el régimen, empezando por los medios de
comunicación y terminando en los poderes electoral y judicial
cuyos miembros han sido directamente nombrados por el gobierno.
Los oficiales constitucionalistas del ejército han sido separados
y los golpistas son los que se encargan de vigilar el proceso
electoral. Fujimori es un fantoche de los militares".

Defensor a ultranza del liberalismo económico y político, Mario
Vargas Llosa, sorprendente y audaz, se declara ferviente defensor
de las utopías siempre que no invadan el terreno de lo social y
la política, en los que, dice, producen "resultados
apocalípticos". La siguiente es una síntesis de la larga
entrevista que concediera a HOY en Brasil.

- ¿Cómo vive la hostilidad del gobierno de Fujimori?

- Yo estoy a salvo, el problema son los peruanos que están allí a
merced del régimen autoritario. Lo que me ocurrió desde que
critico a la dictadura de Fujimori es lo que le sucede
cotidianamente a los peruanos. Fujimori es un fantoche de los
militares que son quienes gobiernan.

- ¿Cree que existen diferencias de fondo entre el programa de
Fujimori y el que usted defendía y defiende ahora?

- La orientación general de Fujimori es buena porque parte de
abrir la economía, bajar los aranceles, privatizar el sector
público... Tengo discrepancias de matices como el hecho de que se
transfieran monopolios estatales a monopolios privados, porque
los monopolios son venenos. Veo la privatización como una forma
de distribuir la propiedad privada entre los que no tienen acceso
a la misma, podría ser un gran arma de reforma social como lo fue
en la Inglaterra de la señora Thatcher, donde crearon una masa de
millones de propietarios con los grandes entes de electricidad y
teléfonos. Sin embargo, hay una discrepancia fundamental: para mi
no es aceptable una reforma liberal que no se haga en democracia,
con el consentimiento de la sociedad.

- ¿Cree que el liberalismo puede resolver los problemas sociales?

- Creo que es el único sistema que puede crear rápidamente
desarrollo, empleo y modernizar a un país. Tampoco es una fórmula
fácil ya que requiere esfuerzos y sacrificios pero sobre todo
ganar una batalla cultural. Tiene que haber un convencimiento en
la población de que ese es el camino.

- ¿Cómo resuelve el liberalismo los problemas ambientales?
¿No cree que resulta imprescindible la intervención del Estado?

- La realidad es que los países donde hay una legislación más
avanzada de protección al medio ambiente son las democracias
occidentales. El liberalismo jamás ha creído lo del anarquismo,
que el Estado deba desaparecer. Hayek se pasó la vida entera
explicando que tiene que haber una legislación que se respete y
una justicia independiente para que el mercado funcione. El
liberalismo quiere que haya Estados que funcionen y sean
representativos de la sociedad. El medio ambiente deben
protegerlo las legislaciones promulgadas por los Estados. No es
verdad que para que exista una política eficaz de protección del
medio ambiente deba haber Estados grandes e intervencionistas que
destruyan la libre competencia. Eso es una manera de meter de
contrabando el socialismo a través de una cultura ecológica.

- ¿Cómo evalúa la crisis mexicana? ¿No es acaso un producto del
neoliberalismo?

- No. En México ocurrió lo que ocurrió porque no es una
democracia. Es un gobierno autoritario que impulsó ciertas
medidas liberales desde arriba de una manera prepotente. El
régimen de México no es liberal sino autocrático. Las medidas
liberales que impulsó no estuvieron fiscalizadas ni por una
prensa independiente ni respaldadas por una democracia activa. No
hay que confundir el liberalismo con medidas económicas de
apertura.

En Chile, por ejemplo, hay una democracia y una política
económica liberal que trajo muchos beneficios y un consenso
popular que le da un respaldo importante. La prueba es que Chile
sufrió las consecuencias del "efecto tequila" y las resistió
mucho mejor que México.

- Las privatizaciones impulsadas por las políticas neoliberales
se han limitado a llenar las arcas fiscales y cubrir algunos
huecos. En Uruguay no se han privatizado algunas áreas
consideradas estratégicas y quedó demostrado que el Estado puede
ser eficiente.

- La privatización no debe hacerse con el criterio de llenar las
arcas fiscales, ese es solo un criterio secundario. El principal
es transferir a la sociedad civil la responsabilidad de la
creación de la riqueza y exonerar al Estado de algo que no debe
hacer, no sabe hacer, hace mal y que además traba completamente
el libre funcionamiento de la economía porque es siempre fuente
de ineficiencia y de corrupción.

- En Uruguay quedó demostrado que el Estado puede hacer la cosas
muy bien y ser eficiente, como ocurre con los teléfonos, la luz,
el agua, las refinerías de petrólero...

- No creo que existan sectores estratégicos, es una coartada de
los estatistas, y la eficiencia nunca la da el Estado, no existen
casos en que sea más eficiente que la sociedad civil. En los EEUU
las industrias estratégicas están en manos privadas, pero lo
estratégico es todo el aparato productivo de un país, su
capacidad de producir riqueza y mantener unos niveles de vida
decentes en su población que es lo que garantiza la cohesión
social de un país.

- ¿Cómo compagina su doble condición de escritor y permanente
candidato a la presidencia?

- Bueno, yo siempre digo que la gente no me votó, porque le
gustan tanto mis novelas que quieren que siga escribiendo.

- ¿Qué está escribiendo ahora?

- Una novela sobre Flora Tristán, que es un personaje muy
interesante al que hoy en día muchos movimientos feministas
reivindican. Se trata de un personaje muy fascinante que vivió en
la primera mitad del siglo XIX en Francia, aunque era de orígen
peruano. Era una agitadora social e intelectual comprometida, en
una época de grandes utopías sociales que Flora adoptó y se
convirtió en la primera dirigente revolucionaria que se ocupó del
tema de la mujer y lo introdujo en la agenda política, lo que le
trajo innumerables conflictos con sus compañeros varones. Tuvo
una vida muy rica en anécdotas y es un personaje que siempre me
fascinó.

- Entonces la utopía vuelve a aparecer en su próxima novela,
después de algún tiempo en que pareció haberla dejado de lado.

- Yo estoy a favor de las utopías en todo menos en política,
porque es una fuente de desgracias. Pero en la vida individual y
el arte son fecundas porque mantienen viva la insatisfacción
humana. Lo que sucede es que las utopías sociales son
apocalípticas.

- ¿Pero, ha vuelto a creer en las utopías? ¿En su novela se
produce un retorno a Canudos?

- Si no lo hiciera no sería escritor. Quienes escribimos somos
utopistas, la reconstrucción de un mundo imaginario es de hecho
una utopía. Flora vivió en una época en la que se creía que si se
diseñaba una sociedad perfecta eso luego sería posible
trasladarlo a la realidad. Flora fue anarquista, socialista
utópica, fourierista, abrazó todas las utopías sociales de su
época. Es verdad que hay algo en común con Canudos, está presente
el tema de la utopía como fuente de tipos humanos
extraordinarios.

- Con una novela como la que anuncia, ¿no teme que le terminen
dando el premio de Casa de las Américas?

- (Risas).

LA FELICIDAD PROBLEMA INDIVIDUAL

- De alguna manera el liberalismo es también una utopía.

- No, el liberalismo es muy realista y no antepone las ideas a la
realidad. Karl Popper dice que las ideas deben pasar la prueba de
la realidad y si no la pasan hay que modificarlas, hay que
adaptarse a lo posible. El liberalismo no pretende crear una
sociedad perfecta porque no es función de los políticos y los
gobernantes ocuparse de la felicidad. Esta es un problema
individual que deben resolver las personas en los grupos más
pequeños, la familia, los amigos. Pero los gobiernos no deben
intentar imponer la felicidad a los pueblos sino crear un sistema
en el cual cada individuo pueda desarrollar su vocación dentro de
un régimen de respeto a los derechos del individuo. Por eso el
liberalismo no encandila a los jóvenes que sí se encandilan con
la revolución que les ofrece un provenir perfecto, el paraíso
terrenal. Nosotros creemos que eso no se puede conseguir en lo
social.

EL MERCADO COMO GARANTIA DE LA ESTABILIDAD

"Soy sólo un teórico, no se nada del mundo real", respondió el
profesor Israel Kirzner -principal representante vivo de la
Escuela Austríaca de Economía Política- cuando los periodistas le
preguntaron si la crisis mexicana no era el resultado de la
aplicación salvaje de las recetas neoliberales. Seguidor de los
postulados del Premio Nóbel Friedrich Hayek, Kirzner fue junto a
Vargas Llosa el segundo punto de referencia del Foro por la
Libertad (de comercio) organizado por el Instituto de Estudios
Empresariales el 28 de marzo en Porto Alegre. Desde hace diez
años esta organización se propone "incentivar el surgimiento de
nuevos líderes empresariales" y "defender los valores de la
economía de mercado y la libre iniciativa", cuya influencia
social revela la pujanza del empresariado brasileño y su
creciente prestigio social. Para dar un nuevo impulso a sus
actividades económicas, el establishment brasileño parece ahora
dispuesto a trabar sólidos lazos con el nuevo empresariado chino,
cuya delegación en el Foro fue seguida con marcado interés.

Kirzner no sólo se negó a reconocerse en la crisis mexicana
-al igual que el escritor hispano-peruano- sino que fue bastante
más lejos al afirmar que "hay que dar absoluta garantía al
capital para asegurar su libertad de movimiento a lo largo y
ancho del mundo". Una tesis que estos días es discutida incluso
por miembros de la Reserva Federal de los EEUU, que ha debido
socorrer con suculentas sumas al gobierno de México para evitar
que la bancarrota de aquella economía arrastrara a una crisis
general al sistema.

"Los gobiernos deben estar fuera del mercado", insistió Kirzner,
sin entrar a considerar que sin la intervención del gobierno
norteamericano podrían haberse consumado los peores temores de
los ministros de Economía de una decena de países. Consecuente
con su línea de pensamiento, reconoció que "toda actividad
económica es especulación", asegurando que "el libre mercado
permite que las personas especulen con su riesgo y descubran
oportunidades de lucro".

Aunque reconoció las dificultades existentes para llegar a la
estabilidad económica -llegó incluso a decir que "sin estabilidad
no hay libre mercado"-, insistió en que la única forma de
asegurar la estabilidad es a través del libre mercado "que reduce
los riesgos de crisis". Refugiados en su condición de teóricos y
de intelectuales alejados del mundanal ruido, el debate con los
defensores del liberalismo naufragó ante la ausencia de
adversarios. (5B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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